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Thomas S. Kuhn y la caja de Pandora: apuntes conceptuales para un cambio de paradigma (artículo publicado en el Boletín de la AMSM nº 36)

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Recientemente, los compañeros de la Asociación Madrileña de Salud Mental han tenido la amabilidad de publicar un trabajo nuestro, en su Boletín nº 36, lo que es todo un honor para nosotros. A continuación, recogemos el texto completo:


Nos proponemos en este trabajo desarrollar la idea de que tal vez (y somos conscientes de lo fácil que es predecir sucesos futuros influidos por los propios deseos), estemos asistiendo a los primeros momentos de un cambio de paradigma en el campo de la Psiquiatría y la Salud Mental. Antes de que nos caiga encima el no improbable diagnóstico de manía, intentaremos desarrollar nuestra argumentación y, por el camino, colaborar al (auto)cumplimiento de nuestra propia profecía (que es como suelen cumplirse las profecías).

Thomas S. Kuhn fue un historiador y filósofo de la ciencia cuyas ideas han influido de forma innegable en la visión de la ciencia y su funcionamiento. Haciendo un breve resumen, podemos decir que Kuhn plantea que la ciencia pasa por momentos de ciencia inmadura, momentos en que existen diversas tendencias o escuelas. Cuando una se impone al resto, por motivos que muchas veces no son -o no son sólo- de índole científico-técnológica sino también socio-cultural, se establece un paradigma o matriz teórica que proporciona un marco conceptual de los fenómenos estudiados en esa disciplina. Para Kuhn, las teorías no son un marco conceptual preciso como para los positivistas, sino esquemas confusos e imprecisos acerca de cómo actúa la naturaleza que requieren verificación. La finalidad de la ciencia no sería confirmar o refutar teorías, sino adecuarlas a la realidad. Una vez determinado el paradigma, se entra en un periodo de ciencia normal, donde se empieza a progresar en la investigación, dentro del susodicho paradigma. Cuando se van acumulando los problemas que no se resuelven en esa matriz teórica, se detiene el progreso, y se llega a una situación de crisis que acarrea la sustitución del paradigma por otro alternativo. Este es el periodo de ciencia revolucionaria, en el que se entabla la lucha entre paradigmas enfrentados. La elección entre paradigmas se basa en criterios extra-lógicos como la persuasión, la popularidad o la capacidad para progresar o resolver cuestiones inmediatas. O tal vez, añadiríamos nosotros, la capacidad de proporcionar financiación o prestigio a los profesionales del campo (y seguro que saben a qué aspectos del paradigma biomédico en Psiquiatría nos estamos refiriendo). Una vez elegido un nuevo paradigma, se entra en un periodo de resolución que conduce a una nueva etapa de ciencia normal.

En nuestra opinión, no está claro que la Psiquiatría haya estado nunca realmente en un período de "ciencia normal", es decir, que haya predominado un paradigma de forma tan completa que no haya habido voces discordantes de consideración, a la manera, por ejemplo, a como impera el paradigma biomédico en cardiología. En Psiquiatría, por el contrario, ha habido un constante movimiento pendular a lo largo de la Historia entre, por decirlo así, somaticistas y psicologicistas, con distintos vaivenes. Hasta los años 50 aproximadamente del pasado siglo fue predominante el psicoanálisis para luego, con el más que mencionado advenimiento de la clorpromazina, irse instaurando un paradigma biológico que distó mucho, en aquellos momentos, de ser hegemónico. No olvidemos que fue sobre los años 60 cuando hicieron acto de presencia las orientaciones sistémica o cognitiva, sin que eso significara la muerte del psicoanálisis, tantas veces anunciada y nunca certificada. Creemos que puede decirse que es posteriormente, hacia los años 80 y 90, cuando el paradigma biológico va haciéndose predominante, tomando como ejemplo la publicación del DSM-III y el DSM-III-R y en clara relación temporal con la aparición de los psicofármacos de elevado precio (primero los antidepresivos ISRS y, posteriormente, los antipsicóticos denominados atípicos). Parece coincidir con esos momentos que el paradigma biológico inicia su reinado supremo, pese al cual, resisten las otras orientaciones psicologicistas citadas, aunque más bien en ámbitos psicológicos, sociológicos o filosóficos, más que psiquiátricos. Este paradigma biológico se va convirtiendo cada vez más en biocomercial, como se ha denunciado desde diversos ámbitos y trabajos.

La cuestión es que en las últimas décadas y en nuestro entorno, el paradigma biológico devino hegemónico y marcó el desarrollo de la actividad clínica e investigadora, así como la formación a los nuevos profesionales, los mensajes transmitidos a los pacientes y la visión global que la sociedad tiene de la enfermedad mental y del sufrimiento, como algo explicable (y solucionable) en términos neuroquímicos (como dijimos alguna vez, una neuroquímica ramplona y cortoplacista, negligente hacia los efectos secundarios de los remedios que emplea para solucionar desequilibrios químicos que nadie ha demostrado). Pero el caso es que, y aquí es donde nuestro optimismo puede rozar lo delirante, pensamos que podemos estar ante el inicio de un cambio. Creemos que, siguiendo los términos de Kuhn, hace tiempo que el progreso dentro del paradigma actual se ha detenido (¿cuántos años o décadas hace del último descubrimiento realmente importante, en el aspecto farmacológico o neuroquímico-genético?) y que, a la vez, los problemas empiezan a acumularse (los efectos primarios de los fármacos parecen más pobres de lo que nos prometieron y nos creímos y los efectos secundarios parecen más graves de lo que nos aseguraron y también nos creímos...). Y, aunque sabemos que es conducta habitual de cualquier delirante que se precie, expondremos con detalle los motivos de nuestra esperanzadora idea de cambio.

Acaba de ser presentado en el último congreso de la Asociación Psiquiátrica Americana el DSM-5. Sin entrar a valorar, o más bien denigrar, su contenido, lo que nos llama la atención es el aluvión de críticas que ha recibido incluso desde años antes de salir. Son famosas las de Allen Frances, que aludió en un escrito que ha corrido como la pólvora por la Red, a la naturaleza de caja de Pandora de dicho libro, capaz de liberar, pues, todos los males del mundo. Recordemos que Frances fue Jefe de Tareas del DSM-IV (o sea, no lo que se dice un recalcitrante psicoanalista pasado de ácido editor de algún boletín troskista). En el pasado reciente, cuando iniciamos nuestra formación psiquiátrica a finales de los años 90 y con el DSM-IV recién salido de imprenta, no vimos reacciones semejantes a las que hemos presenciado estos últimos meses, con críticas más constructivas o más feroces al DSM-5 desde distintos congresos y jornadas o, incluso, desde la prensa generalista. El DSM-IV fue criticado, o al menos así lo recordamos en nuestra limitada visión de un momento histórico para el que igual no hay perspectiva suficiente, más desde entornos psicoanalíticos pero no de una forma tan extendida como hemos asistido en estos meses. Y nos parece aún más llamativo el hecho de que, en nuestra humilde opinión, en efecto el DSM-5 es lamentable, pero no nos parece que el DSM-IV fuera esencialmente mejor. No creemos que la diferencia en las obras, que no obstante existe, justifique la diferencia en el ataque sin tener en cuenta algo más. Y ese algo pensamos que son los más de 15 años transcurridos entre uno y otro y todas las promesas incumplidas del paradigma biomédico en ese lapso de tiempo, tanto en lo referente a conocimiento sobre las causas como a mejora de los remedios.

Frances comparó la aprobación del DSM-5 con la apertura de la caja de Pandora que, como sin duda sabrán, contenía todos los males del mundo. Y, desde luego, algo se ha abierto y va circulando por ahí cada vez a mayor velocidad. El tiempo habrá de juzgar si es para mal o para bien. Por citar sólo algunos ejemplos recientes, el NIMH (Instituto Nacional de Salud Mental) americano rechaza primero el DSM-5, buscando desarrollar sus propios criterios dentro de un enfoque marcadamente biologicista (y hay quien dice que buscando parte de la financiación que Obama ha anunciado para la investigación cerebral). En la respuesta a la posición del NIMH, autores del DSM-5 llegan a reconocer que los marcadores biológicos que llevan prometiendo desde los años 70 aún no han aparecido (pero siguen buscándolos). Finalmente, se llegó a una cierta reconciliación. Por otro lado, la Asociación Psicológica Británica publica un documento en el que abogan directamente por un cambio de paradigma en el campo de la Salud Mental, sin negar la importancia de la biología en el mismo, pero centrando el enfoque en los aspectos psicológicos y sociales. Y aunque hay quien ha querido verlo como una nueva batalla de la no siempre incruenta pero inevitablemente aburrida guerra psicólogos-psiquiatras, parte de este último colectivo se ha posicionado también contra el paradigma biológico encarnado en la nueva edición del DSM, como por ejemplo muestra un reciente escrito de Sami Timimi, apoyado por muchos profesionales. Son sólo unos ejemplos de la contestación que ha recibido la Biblia de la Psiquiatría, pero podríamos citar muchos otros. Y, como es sabido, una vez abierta la caja de Pandora ya no se puede cerrar, y las críticas van más allá del manual diagnóstico y apuntan contra el paradigma biologicista que le da cuerpo.

Creemos evidente que existe una preponderancia absoluta en nuestro entorno del paradigma que se ha denominado médico, biológico, biomédico, neurobiológico o biologicista en Psiquiatría, al menos hasta ahora. Se trata del paradigma médico aplicado al campo de la Psiquiatría, por lo que postula la existencia de una lesión biológica (a nivel de estructura genética, neurotransmisión, neurodesarrollo, neurodegeneración o conceptos similares) que provoca un determinado conjunto de síntomas por un determinado mecanismo fisiopatológico y que, a su vez, cuenta con un pronóstico esperable y para el que, idealmente, puede desarrollarse un tratamiento. El paradigma biologicista actual triunfa coincidiendo con la aparición y auge de los fármacos psiquiátricos hoy utilizados: neurolépticos, antidepresivos, benzodiacepinas, etc. Y este triunfo, desde nuestro punto de vista, tiene aspectos a nivel científico (es decir, como teorías en busca de un saber), a nivel tecnológico (es decir, como prácticas en busca de una utilidad) y desde luego a nivel social, que iremos desgranando.

Desde el punto de vista científico-teórico, proporcionó una explicación hipotética de los trastornos psiquiátricos como basados en alteraciones bioquímicas a nivel de exceso o déficit de determinados neurotransmisores, en base a los mecanismos de acción de los distintos psicofármacos (que realmente provocan alteraciones neuroquímicas en el cerebro en lugar de corregir supuestas alteraciones previas; aunque otra cosa es que dichas alteraciones provocadas puedan ser útiles a nivel sintomatológico en determinados momentos). Esta explicación hipotética no sólo no se confirmó nunca (nadie ha demostrado el déficit de serotonina en la depresión o el exceso de dopamina en la psicosis), sino que además, curiosamente, la mayoría de profesionales adscritos a este paradigma la dan por ya demostrada. Que la investigación, la docencia y la formación psiquiátrica en general estén en gran medida en manos de las empresas cuyas cuentas de beneficios dependen de tales explicaciones hipotéticas no probadas, tal vez tenga que ver con esta situación.

Desde el punto de vista tecnológico-práctico, el paradigma biologicista ofrecía nada menos que la cura o el alivio para los trastornos mentales. Como muchos de sus defensores dicen, los antipsicóticos vaciaron los manicomios (aunque ocultan que el movimiento de desinstitucionalización de los pacientes ingresados había comenzado antes de los años 50, cuando no existían neurolépticos) y los antidepresivos y ansiolíticos ayudaron a aliviar o curar casos y más casos de trastornos depresivos y ansiosos que décadas atrás no habían existido (infradiagnóstico lo llaman algunos, aunque eso nos llevaría a pensar que antes de la aparición de los antidepresivos la gente era más infeliz o, por ejemplo, se suicidaba más, y no conocemos datos que avalen semejante idea).

Desde el punto de vista social, sin duda el paradigma biologicista funcionaba de maravilla para conseguir que los psiquiatras, antes marginados como carceleros o charlatanes, de repente gozaran de todo el respeto profesional que la clase médica brinda a sus miembros, con las implicaciones que ello tiene a múltiples niveles. Y a la hora de recibir financiación para investigación, docencia o vaya usted a saber qué, por parte de las empresas que comercializan los remedios a partir de los cuales se instauró el paradigma, resulta que los psiquiatras se colocan a la cabeza del colectivo médico en cuanto a cobros, que para algo nuestros fármacos se colocan en los primeros puestos en cuanto a gasto farmacéutico.

Pero como nada es eterno, resulta que al paradigma biologicista se le empiezan a acumular problemas que no es capaz de solucionar. Y lo que primero se comenta en oscuros seminarios al calor de las obras completas de algún que otro judío vienés con posibles fijaciones sexuales, se habla después cada vez más abiertamente y acaba saliendo en artículos del British Medical Journal, el British Journal of Psychiatry y otras publicaciones por el estilo.

A nivel científico-teórico, no se ha encontrado la causa de ningún trastorno mental en el ámbito biológico. Seguimos esperando los marcadores biológicos que definan los trastornos en base a su etiología, patogenia y fisiopatología desde el punto de vista del paradigma biologicista. Salvo que uno se deje atrapar en la trampa habitual de hablar del Alzheimer, el Parkinson o la neurosífilis, no hay datos concluyentes a nivel genético, bioquímico, funcional o estructural que sean específicos de ningún trastorno psiquiátrico. Sí abundantes correlaciones con hallazgos somáticos, muchas de las cuales (como parece demostrado para la atrofia cerebral en la esquizofrenia) se plantea cada vez más si no son debidas a los tratamientos que usamos más que a los trastornos que queremos curar. Los modelos simplistas basados en la neurotransmisión no responden a gran parte de las cuestiones (¿por qué fármacos con perfil receptorial diferente logran las mismas cifras de eficacia?, ¿por qué el mismo fármaco acaba estando indicado en trastornos diferentes?). Existe además un problema básico a nivel teórico en lo referente al paradigma biologicista: no parece posible desarrollar una fisiopatología de la enfermedad mental sin contar con una fisiología del funcionamiento mental digna de ese nombre. Es decir, ¿cómo podemos encontrar el mecanismo en términos neuronales o de conectividad de un afecto o un pensamiento definido como patológico si no tenemos la menor idea de cómo funciona a nivel neuronal o de conectividad el afecto o el pensamiento normal?. Las descripciones clínicas se realizan en base a los conceptos psicopatológicos de las facultades clásicas: pensamiento, afecto, voluntad. Pero es que no hay nada ni remotamente parecido a un modelo biologicista del funcionamiento de la mente normal. Que la Psiquiatría sea reducible a las neurociencias no es más que un deseo futuro expresado con mayor o menor fe, pero no es en absoluto posible en este momento (y que algo sea imposible hoy no significa necesariamente que vaya a ser posible mañana). Recordemos que el paradigma biologicista en, por ejemplo, cardiología, implica un conocimiento amplio del funcionamiento cardíaco en condiciones normales a nivel de inervación e irrigación, por ejemplo, a partir del cual se pueden describir distintas afecciones que aparecen ante el mal funcionamiento de alguna de sus estructuras. Los únicos que hacen algo así con el cerebro humano son los neurólogos. Pero ellos no tratan los males que tratamos nosotros.

A nivel tecnológico-práctico, se hace cada vez mayor el acúmulo de evidencia bibliográfica que muestra que nuestro arsenal terapéutico supuestamente seguro y eficaz, cuenta con más sombras que luces. Estudios que revelan que los antidepresivos son inútiles ante las depresiones leves y moderadas, y presentan riesgos reales de dependencia o disforia tardía. Estudios que revelan que las supuestas ventajas de los antipsicóticos atípicos frente a los clásicos no eran sino una patraña para aumentar beneficios, contando con riesgos como los clásicos a nivel de efectos secundarios como la disminución de tejido cerebral. O que sus ventajas en, por ejemplo, síndrome extrapiramidal quedan contrarrestadas con el riesgo de alteraciones metabólicas. También se preguntan cada vez más autores cómo es posible que ante el hecho de que cada vez se empleen más los fármacos antidepresivos, las cifras de depresión no cesan de aumentar, en una espiral de iatrogenia y consumo de recursos que parece no tener fin. Históricamente, cuando aparecía un fármaco útil frente a alguna enfermedad, dicha enfermedad mejoraba su pronóstico drásticamente (enfermedades infecciosas con los antibióticos, SIDA con los antirretrovirales, muchas enfermedades tumorales con los antineoplásicos cada vez más eficaces, etc.). Sin embargo, con los antidepresivos cada vez hay más gente deprimida y, lo que es más curioso, cada vez el pronóstico es peor. Lo que hace unas décadas se consideraba un trastorno poco frecuente que tendía a la recuperación en unos meses, ahora se ha convertido en un trastorno crónico y recurrente, con unas cifras de resistencia cada vez mayores.

A nivel social, cada vez está siendo más denunciado que el motor que mueve y mantiene gran parte de este entramado son ciertos manejos de la industria farmacéutica. Evidentemente, la industria ha encontrado fármacos muy útiles que han salvado muchas vidas y aliviado muchos sufrimientos, y es una parte imprescindible de la Medicina. Nadie en su sano jucio discutiría eso y, desde luego, nosotros no lo hacemos. El problema es que eso no da carta blanca para muchas malas prácticas que se vienen realizando desde hace décadas: ocultamiento de datos de ensayos clínicos cuando no son positivos para sus productos, con el consiguiente sesgo inevitable que hace que los médicos no prescribamos los mejores tratamientos a los pacientes, porque nos falta gran parte de la información; manipulación más o menos hábil de gran parte de los estudios que sí publican, incluyendo redacción completa de artículos por parte de "autores fantasma" cuyos nombres son sustituidos luego por los de supuestos "popes" en la materia; sometimiento -voluntario, eso sí- de gran parte de la clase médica a las líneas de investigación y formación que marca la industria, colaborando con ella en aumentar los diagnósticos, incluyendo la creación y promoción de enfermedades, y tratando muchas condiciones que posiblemente no sería necesario tratar, con un exceso preventivista y terapéutico que olvida de forma temeraria los riesgos e iatrogenias posibles de toda intervención sanitaria. Cada vez más está ante los ojos de la opinión pública esta connivencia que hace que la gente de a pie no sea capaz de diferenciar bien entre un cargo político que se lleva un regalo, (en metálico o en especie) de una empresa constructora sobre cuyos contratos decide (contratos pagados luego con dinero público) y un médico que se lleva un regalo (en metálico o en especie) de una empresa farmacéutica sobre cuyas prescripciones decide (prescripciones pagadas luego con dinero público). Alguna diferencia habrá, pero nosotros tampoco somos capaces de encontrarla. Y el prestigio ganado por la Psiquiatría, sentada con orgullo al lado del resto de la Medicina, corre el riesgo de agrietarse cuando se haga evidente cómo se ha llegado hasta ahí (aunque el resto de la Medicina, en estos manejos que describimos aquí, está lejos de ser inocente).

Como venimos desarrollando, nuestro planteamiento es que al paradigma biologicista actualmente imperante se le acumulan los problemas que no está siendo capaz de resolver, tanto a nivel científico-teórico como tecnológico-práctico o social. Sobre el aspecto social, se hace evidente que la actual forma de relación entre industria farmacéutica, administraciones sanitarias y profesionales, es insostenible desde cualquier código ético digno de ese nombre y, lo que es peor, tiene directas consecuencias en que los médicos no puedan recetar lo mejor a sus pacientes (porque carecen de la información adecuada y sin sesgos y porque, evidentemente, la industria invierte lo que invierte en marketing porque sabe que le sale rentable, porque modifica la prescripción médica en la dirección que le interesa). En esta época de crisis que nos atraviesa, es y será cada vez más amplio el cuestionamiento de muchas cosas que dábamos por sentadas y en las que confiábamos (y no hace falta poner ejemplos porque basta con abrir el periódico o encender la tele) y el colectivo médico y su dependencia de intereses comerciales no dejará de ser cuestionado y deberá responder. No tardarán en llegar los pacientes que nos pregunten abiertamente qué hemos aceptado exactamente de la empresa que comercializa el fármaco que les estamos recetando. Sobre el aspecto práctico, no se trata de acabar con los psicofármacos y su uso, o por lo menos no es para nada nuestra posición, sino emplearlos con criterio, siendo conscientes de sus limitaciones y de sus peligros, y valorando siempre de forma responsable su balance de riesgos y beneficios.

A nivel social, el paradigma biologicista ya está siendo cuestionado por su absoluta dependencia de los intereses comerciales de la industria. A nivel práctico, ya está siendo cuestionado porque la curación que prometían sus fármacos queda reducida a un cierto alivio y sus efectos secundarios no podrán ser minusvalorados por más tiempo. ¿Pero qué ocurre a nivel teórico? Ahí, a pesar de la falta de pruebas encontradas, sigue defendiéndose la idea de que en la biología del cerebro humano está el origen de los trastornos mentales y que eso supone, per se, el triunfo del paradigma biologicista como tal y por tanto, de una manera más o menos adaptada, la pervivencia de sus aspectos prácticos y sociales. Desarrollaremos este punto.

El paradigma biológico a nivel teórico se sostiene, en nuestra opinión en un aparentemente sencillo argumento, que podríamos expresar así: Tenemos personas con determinadas características (delirios, alucinaciones, hipotimia, insomnio, etc.) de las que decimos que padecen la enfermedad mental X. Estudiamos si las personas con dichas características tienen algún rasgo biológico determinado (un gen, un neurotransmisor aumentado o disminuido, etc.) que no aparece en otras personas sin estas características. Si encontramos dicho rasgo biológico (o si creemos con la suficiente fe que aunque no lo hayamos encontrado, estamos a punto de hacerlo), consideramos entonces que la enfermedad mental X es de naturaleza biológica. A grandes rasgos, éste sería el esquema básico de funcionamiento a nivel teórico del paradigma biológico en Psiquiatría. No entraremos ahora en la cuestión de que no se ha descubierto causa biológica alguna (si por causa entendemos causa y no correlación) de, por ejemplo, la esquizofrenia, la depresión o la ansiedad, ni tampoco en que a veces, para algunos estudios, esos rasgos biológicos distintivos aparecen sólo a nivel estadístico (por ejemplo, el 10% de los "enfermos" tienen el rasgo y sólo lo presentan el 5% de los "sanos"; por muy estadísticamente significativo que resulte, no parece muy revelador...). Pero en lo que sí vamos a entrar es en insistir en que dicho argumento es tramposo.

Y lo es porque en el camino desde las características que se etiquetan como la enfermedad X hasta el hallazgo biológico que determina dichas características y que culmina en el reconocimiento de dicha enfermedad X como causada biológicamente, nadie ha demostrado en absoluto que esas características sean realmente una enfermedad. Y esto es porque muchas características del ser humano vienen sin duda condicionadas biológicamente, pero el hecho de considerar algunas de ellas como una enfermedad o no es una cuestión social que lleva a cabo una determinada sociedad, con una determinada cultura y en un determinado momento, dentro del marco de unos paradigmas que marcan qué es enfermedad y qué no.

Es decir, por poner un ejemplo fácil, ser pelirrojo es una característica biológica determinada genéticamente, es decir, con una base biológica indudable. Pero no es una enfermedad. O, para ser correctos, no lo es en nuestra cultura, porque tal vez en una cultura donde se considerara el ser pelirrojo como un defecto o una malformación horrible al gusto estético de la mayoría, sí podría ser considerada una "enfermedad". Pero sería una consideración social quien marcaría el carácter de enfermedad  del hecho de ser pelirrojo, no su biología que es la misma en todas las culturas.

En nuestra opinión, el ser humano está determinado en gran medida biológicamente. Nuestros genes reparten las cartas que tenemos cada uno, aunque luego el ambiente físico y social en el que nos movemos, marcará a nivel epigenético cómo se expresan dichos genes y, saltando sin red entre niveles epistemológicos, luego toda esta genética y epigenética se enfrentará a una educación en el seno de una ambiente sociocultural y familiar concreto que sin duda determinará en gran medida comportamientos, sentimientos y pensamientos de esa persona. Ahora, que la base es biológica es indudable a nivel científico, porque si uno quiere ponerse a hablar de espíritus o almas de alguna manera algo más que metafórica, entonces ya no estamos en un nivel científico sino religioso y ahí cada uno cree lo que quiere (y a continuación, se dispone habitualmente a obligar a los demás a que crean en lo mismo). Es decir, que posiblemente gran parte de lo que solemos llamar "síntomas psiquiátricos" aparezca en un ser humano de acuerdo a una cierta correlación biológica. Una alucinación auditiva muy probablemente implicará un determinado funcionamiento cerebral. ¿Significa eso que la causa de la alucinación es biológica?. Pues podría significarlo si ocurre primero la alteración y luego la voz (porque no debemos olvidar que para hablar de causalidad hay que estar seguro de que la causa precede al efecto, no vaya a ser que pensemos que la secreción de las glándulas lacrimales es causa de la tristeza) y si dicha voz no aparece sin dicha alteración biológica. Pero aunque consigamos encontrar la alteración y asegurar su carácter causal respecto a la alucinación, en ningún momento de este razonamiento y trabajo investigador ha aparecido nada que demuestre que la alucinación es un síntoma o una enfermedad mental. Para nuestra cultura, sí lo es, pero para otra podría ser un signo de superioridad personal o un rasgo sobrenatural o, incluso, una diferencia individual (como ser pelirrojo, por ejemplo).

Porque si hacemos un estudio entre personas enamoradas (con estos enamoramientos recientes que le hacen perder a uno el sueño y el apetito y le provocan todo tipo de alteraciones perceptivas sobre las características personales de la persona amada) y un grupo control de otras personas, digamos, normales, el hecho de que encontráramos un patrón biológico que correlacionara o incluso causara las características del enamoramiento, ¿significaría que el enamoramiento es una enfermedad?. En nuestra cultura no se considera así, pero a lo mejor en una cultura donde sean los padres quienes deciden las parejas de los hijos, sí se podría tener por algo patológico que -lanzamos la idea porque aquí podría haber negocio-, tal vez respondiera a antipsicóticos (ya vemos los estudios de los visitadores: el paciente con trastorno amoroso duerme más, engorda más, se escapa menos de casa y piensa menos en la persona amada desde que toma el fármaco X, como nos explicó el ponente Y -pagado por el laboratorio- en el congreso Z -al que el laboratorio invitó a quien quiso ir-).

Recapitulemos un poco. El problema del paradigma biologicista en Psiquiatría a nivel teórico es, por un lado, que no ha encontrado la causa biológica de nada. Pero nuestro planteamiento es que, incluso si la encontrara, eso no significaría que las llamadas "enfermedades mentales" fueran realmente "enfermedades"dentro del marco de dicho paradigma concreto. Porque, y lo repetimos porque creemos que es importante, la consideración de algo como enfermedad es una cuestión social y no biológica.

Por ejemplo, todos estaríamos de acuerdo en considerar el sarampión como una enfermedad. Hay un virus que ataca el organismo, provoca unos síntomas, etc. ¿Podríamos decir entonces que la existencia de una agente extraño como un virus o una bacteria define una enfermedad? Pues no, porque en el organismo humano hay muchos microorganismos que viven en equilibrio sin provocar mal alguno y no se consideran enfermedades. ¿Es entonces el hecho de que haya síntomas lo que define una enfermedad? Pues nos parece que no, porque una persona puede experimentar síntomas como cefalea, ansiedad, irritabilidad o náuseas porque ha perdido su equipo de fútbol, y no lo consideramos enfermedad. ¿O tal vez hace falta que el malestar sea intenso, prolongado y potencialmente peligroso para considerarlo enfermedad? Pues también nos parece que no, porque la pobreza es la causa de malestar más intenso, prolongado y peligroso que hay y nadie la consideraría una enfermedad en sí dentro del paradigma médico. ¿Tal vez sea la aparición de una lesión lo que determina la existencia de una enfermedad? Pues tampoco lo creemos, porque la cirugía funciona a base de provocar lesiones y es una técnica para curar y no para enfermar. Una cesárea es una lesión grave y no es una enfermedad sino un remedio. No terminamos de encontrar una definición de lo que es o no es enfermedad en términos biológicos. Y no lo encontramos porque el constructo enfermedad no funciona en términos biológicos.

El síndrome de Down, por ejemplo, es un evento biológico claro, pero cada vez más personas que lo presentan y familiares de estas personas rechazan considerarlo una enfermedad, sino más bien una variante de la normalidad. Nada tiene que ver la biología con que dicha reclamación sea o no atendida. Los correlatos o, en ocasiones, causas biológicas son inevitables. Pero el considerar algo como enfermedad es una decisión. Y serán aspectos sociales, culturales y políticos los que determinarán dicha decisión. Hasta no hace mucho, la homosexualidad se consideraba una enfermedad. Nada tuvo que ver la biología en que se diera tal consideración ni en que dejara de darse. ¿Será tal vez la diferencia con la norma lo que determina que algo sea enfermo? Según eso y aplicando el DSM-5, lo enfermo sería estar sano mentalmente, ya que hay ya probablemente más personas con trastornos mentales (definidos según el DSM-5) en el mundo que sin ellos. Complicado jardín en el que estamos metidos.

Pero una vez que el argumento nos ha llevado al absurdo, hay que emprender el camino de vuelta (es importante no olvidar que antes de volver, hay que haber ido). Que la definición de enfermedad sea social, no significa que, en una determinada sociedad, no haya un acuerdo casi absoluto sobre que determinados constructos son enfermedades. Todos estaríamos de acuerdo en que la tuberculosis, la apendicitis o el cáncer de mama son enfermedades. Y todos estaríamos de acuerdo en que el paro, el enamoramiento o la pasión futbolística no son enfermedades. Pero como es algo que se decide a nivel social, no es tan difícil colarnos como enfermedades entidades que antes no lo eran, como los niños traviesos, los adultos tristes, las personas gruesas o los bebés pequeños... ¿Cuál debe ser, pues, el criterio para considerar un conjunto de características que aparecen en una persona como una enfermedad, siempre dentro del paradigma biologicista?

Los paradigmas, desde una órbita postmoderna que creemos imprescindible, son narraciones que otorgan determinados significados a los hechos y proporcionan determinados marcos donde esos hechos se relacionan entre sí. Narraciones que dan cuenta de unos hechos y olvidan otros y que suponen mapas para moverse por un territorio concreto. En nuestra opinión y desde este enfoque, un conjunto de características que aparecen en un individuo determinado en un momento concreto deben ser consideradas enfermedad según los parámetros del paradigma biológico sólo cuando esa consideración sea útil y siempre que esa consideración sea útil para la persona en términos de aumentar su bienestar y reducir su malestar, teniendo en cuenta el corto y el largo plazo.

Es decir, considerar la tuberculosis una enfermedad dentro de un paradigma biologicista es útil, porque permite aplicar un tratamiento farmacológico que beneficia a la persona. Considerar la apendicitis una enfermedad dentro de un paradigma biologicista es útil porque permite aplicar un tratamiento quirúrgico que incluso salva la vida a la persona. Considerar el síndrome de Down una enfermedad dentro del paradigma biologicista no es útil en absoluto para la persona (otra cosa sería la consideración de padecimientos concretos que esa persona pueda presentar como enfermedades) porque no hay tratamiento que vaya a otorgar beneficio y sí la carga estigmatizante que supone la etiqueta de "enfermo". Considerar la pobreza, por terrible que resulte, como una enfermedad dentro del paradigma biologicista no es útil en absoluto para la persona y, además, distrae de buscar la causa y la solución de la misma en cuestiones de índole social y político.

¿Y qué hay entonces del ámbito de la Psiquiatría respecto a todo esto? Pues nuestra teoría es que la consideración de los trastornos mentales como enfermedades dentro del paradigma biologicista no es útil en conjunto para las personas que atendemos. Naturalmente, esto requiere unas cuantas aclaraciones antes de que nos suelten los perros. No estamos diciendo que las personas afectas de lo que ahora denominamos trastornos mentales no deban ser atendidas. Habrá casos en los que una intervención a nivel farmacológico, psicoterapéutico o sociolaboral pueda ser muy útil o incluso imprescindible para ayudar a esa persona en la situación de crisis, aguda o crónica, que esté pasando. Y habrá casos en que intervenciones de ese tipo llevan aparejadas más iatrogenia que beneficio, en términos de efectos secundarios, dependencia, desrresponsabilización o asunción del rol de enfermo con el estigma social y las repercusiones que ello conlleva. Lo que planteamos es si, en los casos en que la intervención es útil, es necesario o no que se haga desde un paradigma biologicista. Y, en nuestra opinión, la respuesta es que no. El paradigma biologicista se centra en el empleo de unos fármacos que dejan de ser vistos como herramientas potencialmente útiles para pasar a ser considerados la única e imprescindible respuesta al malestar psíquico, pasando por alto negligentemente sus efectos secundarios, incluyendo los fenómenos de tolerancia y dependencia. Así mismo, el paradigma biologicista minusvalora y deja al margen (con la inestimable ayuda de los millones de euros invertidos por la industria farmacéutica en investigar sólo en las líneas teóricas que les dan beneficio y no en otras que no incluyen tratamiento farmacológico potencialmente rentable) las orientaciones psicoterapéuticas o sociales, soslayando la ingente cantidad de información que se va acumulando sobre efectos beneficiosos de la psicoterapia o el abordaje de la psicosis centrado en la recuperación y, no nos olvidemos, en el empleo, o el importante papel que el abuso infantil tiene en la génesis de la psicosis, por poner algunos ejemplos. Creemos imprescindible una adecuada valoración de beneficios y perjuicios provocados por este paradigma, y ahí la opinión, experta sin duda, de los usuarios y ex-usuarios tiene mucho que decir y debe ser escuchada.

El sufrimiento sin duda existe, pero lo que debemos analizar, como profesionales de la Psiquiatría y la Salud Mental es cuál es la intervención más útil para las personas afectadas por dicho sufrimiento. Y a veces será el empleo de medicación, a veces la psicoterapia, a veces la prescripción de no-tratamiento y muchas otras veces el abordaje de las problemáticas sociales que subyacen a dicho malestar, desde los ámbitos adecuados y que no pasan por una consulta con un profesional sanitario. Como repetimos cada vez con más frecuencia, cualquier malestar vital que se arreglaría con dinero no es un problema psiquiátrico, sino de otro orden. Y la cuestión es que el paradigma biologicista en Psiquiatría es incapaz, y así lo ha demostrado durante décadas de forma cada vez más clara hasta llegar al ejemplo máximo del DSM-5, de esta atención al aspecto social. Porque sólo ve cerebros averiados y pastillas en pintorescas combinaciones, aunque con grandes beneficios en negocio y prestigio para algunos de los implicados. Y es sabido que cuando sólo tienes un martillo, tenderás a usar todo como si fuera un clavo. Y, nos repetiremos las veces que haga falta, el paradigma biologicista no parece, en Psiquiatría, traer aparejado un balance de beneficios y perjuicios adecuado si contemplamos las iatrogenias que trae consigo o, por ejemplo, el mayor estigma sufrido por las personas diagnosticadas de esquizofrenia ante la atribución de su trastorno a causas biológicas, en comparación con la atribución a causas psicosociales, que conlleva menor estigmatización.

Y el hecho de que aparezca o deje de aparecer la causa biológica concreta de tal o cual trastorno, en nada afecta a la inutilidad del paradigma biologicista en Psiquiatría. Inutilidad demostrada en el mejor pronóstico de la esquizofrenia en los países en vías de desarrollo, con menos fármacos, que en los países desarrollados. O en el incesante aumento de las cifras de prevalencia, cronificación y gravedad de la depresión cuantos más antidepresivos tenemos y usamos. Y si aparece la causa biológica concreta de tal trastorno concreto, entonces tal vez (sólo tal vez) si será útil el paradigma biologicista para tratarlo, y posiblemente pase a ser objeto de la Neurología, como ocurrió con la parálisis general progresiva o la epilepsia. Pero la Psiquiatría trata de la locura y el dolor sin sentido, y eso no se aborda útilmente con el mismo marco teórico que sirve para curar la tuberculosis.

¿Y qué proponemos en lugar del paradigma biologicista? Pues no lo tenemos muy claro porque hay quien sirve para derribar y quien sirve para construir, y nosotros traemos los explosivos, así que otros tendrán que poner los andamios. Pero creemos que el punto de vista social se hace imprescindible. Tanto para entender el origen de los trastornos como su desarrollo y mantenimiento, o sus posibles soluciones, desde esas pequeñas sociedades que son las familias hasta los ámbitos mayores que podemos llamar civilizaciones. Cada una con su cultura y sus subculturas, más o menos interrelacionadas, creando un contexto sin el cual es imposible entender nada ni aliviar nada.

Creemos pues llegado el momento, y este humilde y tal vez confuso escrito intenta ser un pequeño paso en ese camino, de que el paradigma biologicista entre en crisis y pasemos, siguiendo a Kuhn, al momento de la ciencia revolucionaria, donde distintos paradigmas lucharán por demostrar su utilidad para imponerse. Y esperemos que dicha utilidad lo sea esta vez para las personas que atendemos y no para las cuentas de resultados de las empresas farmacéuticas que tanto han invertido en apuntalar un conjunto de teorías inconexas y prácticas mejorables. Esas personas, con sus múltiples sufrimientos, confían en nosotros como profesionales y les debemos lo mejor de nuestra atención, cuando les pueda ser útil, y el dejarles en paz con la responsabilidad sobre sus propias vidas cuando no sea así.

Entendiendo el paradigma o matriz teórica de una disciplina como aquella narración dominante en la cual se va a mover dicha disciplina, que va a dar sentido a los hechos de una determinada manera y no de otra, que va a detenerse en unos hechos y no en otros, ya que no podemos acceder a una realidad objetivable como la postmodernidad dejó demostrado, abogamos por un punto de vista social, que no descuide ni los aspectos biológicos en su importancia (pero no más allá de ella) ni los psicoterapéuticos, pero sin entronizar tampoco estos últimos, en absoluto carentes de peligro en forma de dependencia y desrresponsabilización, potencialmente tan graves como las que pueden causar los psicofármacos mal empleados, que ya vemos ampliamente hoy en día y que serían sin duda más devastadores en el caso de la hegemonía de un paradigma psicologicista.

Queremos también insistir en dos aspectos que ya hemos comentado: Uno es la importancia para la recuperación de las personas y para su bienestar a todos los niveles, del empleo. En esta época que vivimos (y en la que nos han metido unos pocos para ser cada vez más ricos mientras los demás somos cada vez más pobres) parece que el empleo se convierte en un lujo o en algo que se da como limosna en condiciones cada vez peores. Pero algo tendremos que hacer, todos, por cambiar las cosas. Para que el empleo, como tantas otras cosas -sanidad, educación, vivienda...- sea de verdad un derecho para todos, incluidos por supuesto nuestros pacientes... Aunque ésta es otra historia, y como dijo Ende, debe ser contada en otra ocasión...

Y el otro aspecto que queremos remarcar es la importancia de prestar atención y escucha a las asociaciones y colectivos de pacientes, usuarios y ex-usuarios de dispositivos psiquiátricos (no sólo a las de familiares de), que cuentan con progresiva implantación e influencia en el mundo anglosajón y todavía nos parece que escasa en nuestro entorno. Nadie sabe mejor que ellos lo que suponen los trastornos psíquicos, llamémosles como les llamemos, o los efectos, beneficiosos y perjudiciales, de los remedios que nosotros les damos...

La caja de Pandora en forma de DSM-5 se ha abierto y creemos que ya no podrá cerrarse. Pero los males estaban ya fuera y tal vez sea hora de empezar a solucionarlos.

Que el fin del paradigma biologicista sea sólo una idea no debe detenernos. Ya dijo Víctor Hugo que no hay nada más poderoso que una idea a la que le ha llegado su tiempo.







Ocho artículos sobre fármacos antidepresivos y una reflexión sobre el efecto placebo

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En esta entrada, de nuevo vamos a recoger varios estudios actualizados sobre eficacia y seguridad de psicofármacos, en esta ocasión sobre fármacos antidepresivos. Recientemente, los periódicos The Guardian y El Paíshan iniciado una gran encuesta sobre experiencia de la gente con los antidepresivos, en relación con los debates abiertos sobre su eficacia y posible sobreutilización. Aunque plantear el tema y someterlo a debate público es sin duda interesante, nuestro afán científico vería mejor que una encuesta, si lo que se trata es de saber si los antidepresivos funcionan, algo como un metaanálisis de estudios comparando antidepresivos y placebo, tanto publicados como no publicados, para evitar sesgos. Eso sí que daría buena información...

¡Anda! Pero si resulta que tales metaanálisis ya han sido realizados, como ya comentamos aquí. Y sus resultados dejan clara la falta de eficacia superior al placebo, excepto en casos de depresiones graves (es decir, y por aclarar, los antidepresivos funcionan, pero igual que lo hace el placebo). Y ya nos gustaría que los antidepresivos fueran eficaces para tanto dolor y malestar como hay y para el que son prescritos, pero nos parece que los datos independientes y completos no van por ahí...

De todas maneras, como la investigación sigue avanzando y hay que estar actualizado a la hora de prescribir, hemos resumido a continuación algunos estudios recientes sobre el tema, enlazando el artículo original para que pueda consultarse si se desea:


En octubre de 2013 se publicó en la revista Diabetes Care una revisión sistemática sobre el riesgo de diabetes tipo 2 asociado con tratamiento antidepresivo. Los resultados indicaron que había evidencia de que el uso de antidepresivos se asociaba con diabetes tipo 2. No se estableció la causalidad, algunos antidepresivos se relacionaron con empeoramiento en el control glucémico, particularmente con altas dosis y largas duraciones del tratamiento, mientras que otros se relacionaron con mejoras en el control, y todavía más con resultados mixtos. Los más recientes y grandes estudios, sin embargo, sugieren un efecto modesto. La conclusión del trabajo es que aunque existen evidencias de que el uso de antidepresivos puede ser un factor de riesgo independiente para diabetes tipo 2, se requieren estudios prospectivos a largo plazo de los efectos de los antidepresivos individuales, más que de efectos de clase. Una vigilancia intensificada de los potenciales riesgos es necesaria hasta que dichos estudios se completen. El artículo está disponible aquí.


El American Journal of Psychiatry publicó en septiembre de 2013 un trabajo sobre el uso a corto plazo de inhibidores de la recaptación de la serotonina y el riesgo de hemorragia gastrointestinal alta. Un total de 5.377 pacientes con hemorragia gastrointestinal alta fueron incluidos en el estudio. Las conclusiones indicaron que el uso a corto plazo de ISRS (de 7 a 28 días) está significativamente asociado con hemorragia gastrointestinal alta. Pueden existir diferencias de género en la relación entre uso de ISRS y hemorragia gastrointestinal alta, habiéndose visto un riesgo elevado de hemorragia tras exposición a ISRS en pacientes masculinos pero no en femeninos. Los médicos, dice el estudio, deberían monitorizar cuidadosamente signos de hemorragia gastrointestinal alta, incluso tras exposición a corto plazo a ISRS, como se hace con antiinflamatorios no esteroideos y aspirina. Pueden encontrar el artículo aquí


La revista Frontiers in Integrative Neuroscience aceptó para publicación un artículo en agosto de 2013 donde planteaba si el aprendizaje por feedback negativo en pacientes con trastorno depresivo mayor es atenuado por antidepresivos ISRS. Se evaluaron tres grupos de sujetos: pacientes con depresión mayor sin tratamiento, pacientes con depresión mayor tratados con el ISRS paroxetina y un grupo control. Los pacientes con trastorno depresivo mayor y tratamiento con ISRS aprendieron significativamente peor por feedback negativo (castigo) que los otros dos grupos, mientras que para el feedback positivo (recompensa) no hubo diferencias entre los pacientes deprimidos con y sin tratamiento. Según los autores, el estudio sugiere que los antidepresivos ISRS empeoran el aprendizaje por feedback negativo. El estudio puede leerse aquí


En septiembre de 2013 se publicó en el British Journal of Psychiatry una revisión sistemática y metaanálisis de estudios aleatorizados publicados y no publicados sobre eficacia y aceptabilidad de agomelatina. Como señala el trabajo, se han publicado revisiones sobre el tema que no han sido sistemáticas señalando la eficacia del fármaco, pero en ésta sí se han incluidio todos los estudios disponibles, tanto publicados como no publicados. El metaanáliss incluyó 13 estudios, de los cuales 7 no habían sido publicados. El tratamiento a corto plazo con agomelatina supuso una ventaja de -1,51 puntos en la escala de Hamilton (que, recordamos, tiene un total de 54 puntos y para la que el NICE británico considera significación clínica un mínimo de 3). No se observó diferencia entre agomelatina y placebo en los estudios de prevención de recaídas. Análisis secundarios de eficacia mostraron una eficacia significativa de agomelatina sobre placebo en respuesta pero no en remisión. Ninguno de los estudios con resultados negativos para agomelatina se publicó. La conclusión es: encontramos evidencias sugestivas de que una diferencia clínicamente importante entre agomelatina y placebo en pacientes con depresión mayor unipolar es improbable. Hubo evidencia de un sesgo de publicación sustancial. Pueden encontrar el artículo aquí


La revista Psychological Medicine publicó en septiembre de 2013 un artículo donde examinaron los resultados longitudinales de individuos con trastornos depresivos, ansiosos y por abuso de sustancias (trastornos mentales no psicóticos) que no habían recibido previamente ningún tratamiento. Se tomó una muestra de 34.653 adultos que fueron entrevistados dos veces, con 3 años de diferencia, valorándose los trastornos depresivos, ansiosos y por abuso de sustancias, el uso de servicios de salud mental y la calidad de vida en los dos puntos temporales. Los resultados indicaron que aquellos individuos con trastornos del tipo mencionado que no habían recibido previamente tratamiento tenían significativamente más probabilidad que los que sí lo habían recibido de tener remisión de su trastorno sin tratamiento posterior, de estar libres de trastornos comórbidos y de no haber intentado suicidarse durante el período de seguimiento de 3 años. La conclusión de los autores es que los individuos con un trastorno depresivo, ansioso o por abuso de sustancias no tratado en la línea base tienen una probabilidad sustancial de remisión sin ninguna intervención posterior. Lo pueden leer aquí


La Agencia Europea del Medicamento valoró en 2009 la desvenlafaxina como nuevo antidepresivo y no aprobó su comercialización (sin embargo, España recientemente sí ha aprobado su uso a pesar de dicho informe negativo). El informe de la EMA es bastante claro al respecto y vamos a recoger sus puntos principales: El riesgo-beneficio de desvenlafaxina no es positivo. La documentación global de eficacia no es convincente. En comparación con el componente madre, venlafaxina, desvenlafaxina parece menos efectiva con un perfil de seguridad y tolerabilidad similar. El valor clínico de tal producto está en cuestión por: la evidencia con respecto a eficacia a corto plazo es considerada insuficiente en los estudios realizados; el mantenimiento del efecto no se demostró en el rango de dosis propuesto; el número de personas mayores incluidas en los estudios no es suficiente para demostrar eficacia y seguridad en pacientes mayores de 65 años y no es suficiente para determinar la dosis adecuada en este grupo de edad. La conclusión del informe, que pueden leer completo aquí, fue: el balance riesgo-beneficio global de desvenlafaxina es negativo. 


La revista Stroke publicó un artículo en febrero de 2013 sobre el uso de ISRS tras ictus y el resultado clínico en pacientes con ictus isquémico. Las conclusiones señalaron que el uso de ISRS tras un ictus isquémico se asoció con un más bajo riesgo de nuevos eventos cardiovasculares y también con un riesgo incrementado de sangrado. Hubo un aumento en la mortalidad entre los usuarios de ISRS, el cual puede estar relacionado con el riesgo incrementado de sangrado. El estudio puede consultarse aquí.


El British Medical Journal publica en diciembre de 2013 un artículo titulado: “Medicalizando la infelicidad: la nueva clasificación de la depresión pone en riesgo a más pacientes de ser tratados farmacológicamente de lo cual no se benefiarán”. Plantean los autores que el nuevo DSM 5 expande la categoría de depresión mayor, permitiendo su diagnóstico sólo dos semanas después del inicio de un duelo, y recuerdan que las tasas de prescripción de antidepresivos se han doblado en el Reino Unido entre 1998 y 2010 y que en USA, el 11% de la población mayor de 11 años está tomando antidepresivos. Afirman que convertir el duelo y otros estresores vitales en trastornos mentales representa una intrusión médica en las emociones personales, añadiendo medicación innecesaria y aumentando los costes, y distrayendo la atención y los recursos de aquéllos que realmente los necesitan. Los autores señalan también que los pacientes con depresión leve o duelo no complicado usualmente tienen un buen pronóstico y no necesitan tratamiento farmacológico. Los clínicos deberían poner el foco en identificar personas con depresiones moderadas a severas y suficiente disfunción para requerir tratamiento. Lo pueden leer aquí.



El objetivo de esta entrada es publicitar estudios recientes sobre fármacos antidepresivos que, como otros previos, contribuyen a deshacer esa falsa imagen de inocuidad que nos fue vendida y durante bastante tiempo creímos. Los antidepresivos que usamos están lejos de ser inofensivos y deben prescribirse siempre valorando beneficios y riesgos. Los riesgos están presentes y deben ser tenidos en cuenta, como comentamos aquí. En lo referente a los beneficios, suele estar la opinión habitual del profesional que dice “yo lo mando y veo que funciona”, lo que demuestra cierto desconocimiento de lo que es el efecto placebo (ya que si recetara el placebo, vería –según la suma de estudios publicado y no publicados- el mismo efecto, excepto tal vez en depresión severa). 

Pero mucho mejor que nosotros lo ha explicado Joanna Moncrieff, psiquiatra británica cuyos artículos hemos citado con frecuencia y que acaba de empezar un blog que creemos del máximo interés. Además, acaba de publicarse por primera vez un libro suyo en castellano y les aseguramos que merece mucho la pena. 

Volviendo al tema, Moncrieff titula su entrada “¿Por qué no hay tal cosa como un antidepresivo?” y explica magistralmente los problemas de los estudios de eficacia entre antidepresivos y placebo y cómo no es razonable pensar, si nos fijamos en la evidencia disponible y no en bonitas lucecitas de colores, que el supuesto efecto antidepresivo de estas sustancias exista, más allá del efecto placebo y de su efecto psicotrópico general. Pueden (y, si tienen que ver profesionalmente con todo esto, creemos que deben) leer su texto aquí, con la pertinente bibliografía. 


Y, por terminar de decirlo todo, no deberíamos olvidar que la tristeza es una emoción humana legítima y que las píldoras de la felicidad no existen.



La psiquiatría más allá del paradigma actual: el rol de la narrativa psiquiátrica (Philip Thomas)

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Recientemente pudimos leer en el blog de la Asociación Madrileña de Salud Mental (una de las asociaciones profesionales más interesantes y recomendables de este país, si no la que más) la traducción (cortesía de Marta Carmona Osorio y Pilar Juliá Calvo) de una conferencia de Philip Thomas, uno de nuestros autores de cabecera en estos tiempos postpsiquiátricos que vivimos. La recogemos a continuación:



Comenzaré con una afirmación: la buena praxis en psiquiatría implica necesariamente un compromiso con la parte "no-técnica" de nuestro trabajo, como los significados, valores y relaciones. Surgen automáticamente dos problemas. El primero, que la psiquiatría está dominada por un paradigma científico o tecnológico que considera estos elementos secundarios. Una muestra de esto es la importancia que se da a las clasificaciones, los modelos de enfermedad "causales", y, a través de la medicina basada en la evidencia, la concepción del cuidado como una serie de intervenciones separadas, que se analizan y miden independientemente de su contexto. El segundo problema es más bien una pregunta, ¿existe una forma de trabajar en psiquiatría que priorice los significados, los valores y las relaciones? En esta charla hablaré primero de las limitaciones del paradigma científico, y después trataré de resolver la pregunta ¿existe otra forma de hacer psiquiatría? Confío en poder mostraros que la psiquiatría narrativa aporta unas bases teóricas y prácticas para la clínica que sitúan en un primer plano los significados, valores y relaciones. 


¿Qué es el paradigma tecnológico?


Durante 150 años la locura se ha entendido desde la ciencia biomédica. Esto implica que el mejor modo de entender los problemas con nuestros sentimientos, pensamientos, conductas o relaciones es mediante el método científico que usamos para investigar los problemas de nuestros hígados, corazones y pulmones. La psicología cognitiva se ha unido recientemente a este lenguaje técnico. El paradigma tecnológico implica necesariamente: 

1. La locura surge de un mecanismo o proceso defectuoso, que incluye sucesos anómalos, fisiológicos o psicológicos, que ocurren en el individuo. 

2. Estos mecanismos o procesos pueden ser entendidos desde modelos basados en líneas causales. No son modelos donde se incluya el contexto. 

3. Las intervenciones tecnológicas son instrumentales y pueden designarse y estudiarse independientemente de las relaciones y valores. 

En este paradigma el cuidado se entiende como una serie de tratamientos independientes, dirigidos a síntomas o síndromes específicos. Las relaciones, significados, valores, creencias y prácticas culturales no son ignorados pero tienen un papel secundario. Esto se manifiesta en la formación de los psiquiatras, el contenido de revistas y congresos de psiquiatría y en cómo entendemos nuestra relación con las asociaciones de usuarios. 

Este paradigma no ha funcionado bien en psiquiatría. Tanto fuera como dentro de la profesión se plantean preguntas que desafían la teoría y práctica actual. Marcia Angell, ex-editora del New England Journal of Medicine, ha criticado duramente la orientación y práctica de la psiquiatría contemporánea en una serie de revisiones. El paradigma tecnológico implica además un movimiento hacia la medicalización de la vida cotidiana, que principalmente abre mercados a la industria farmacéutica. Esto ha entrañado múltiples críticas, incluso desde los creadores del DSM IV. Este expansionismo ha corrompido secciones de la psiquiatría académica y sus complejas relaciones con la industria farmacéutica, dañando durante el proceso la credibilidad de los profesionales. 

La psiquiatría se enfrenta a dos retos que no pueden seguir siendo ignorados: primero que la evidencia y pruebas aportadas por el paradigma tecnológico (p.ej. la medicina basada en la evidencia) de que los aspectos "no-técnicos" del cuidado son de importancia crucial en psiquiatría. Si nos planteamos de un modo serio la práctica clínica basada en la evidencia, hemos necesariamente de admitir este hecho y tenerlo en cuenta. Segundo, que la colaboración real con los usuarios de los servicios de salud mental sólo puede darse si la psiquiatría abandona la primacía del paradigma técnico y encuentra formas de apoyarse en valores y contextos. Aquí es donde entra en juego la psiquiatría narrativa. 


Desafíos empíricos al paradigma actual.


Muchas personas se benefician de la atención psiquiátrica y parecen mejorar con la medicación y con las distintas formas de psicoterapia. Pero, ¿cómo suceden esas mejorías? Primero hablaré de la efectividad de los medicamentos y la psicoterapia en la depresión y en el trastorno mental grave, como puedan ser la esquizofrenia o el trastorno bipolar. Todas las referencias aluden a Bracken, Thomas, Timimi et al (2012). 

Cambio terapéutico en la depresión 

Existen pruebas contundentes de que la mejoría en la depresión proviene de aspectos "no-técnicos" de las intervenciones. Meta-análisis recientes de fármacos para la depresión demuestran que las diferencias entre fármaco y placebo resultan mínimas. Incluso en caso de depresión mayor, en que las diferencias entre fármaco y placebo resultan significativas, las diferencias son pequeñas, postulándose que esto se debe a una peor respuesta al placebo. El efecto placebo es un fenómeno complejo que implica fenómenos conscientes e inconscientes. Invoca la esperanza y los significados. La evidencia apunta a que así es como funcionan estos fármacos. Los efectos psicoactivos de los "antidepresivos", como puedan ser sus propiedades sedantes, pueden ayudar, pero no existen pruebas reales de que estén corrigiendo un "desequilibrio químico". Lo mismo sucede con la TEC. 

La literatura arroja conclusiones parejas respecto a la efectividad de la psicoterapia. Partidarios de la terapia cognitivo conductual (TCC) argumentan que trabajan rectificando cogniciones falsas que, a su parecer, causan la depresión. Sin embargo, múltiples estudios han demostrado que muchas de las características específicas de la TCC pueden ser aplicadas con resultados adversos en la esfera afectiva. Una revisión exhaustiva de los estudios acerca de los diferentes componentes de la TCC concluyó que existe "poca evidencia de que las intervenciones específicamente cognitivas incrementen la efectividad de la terapia". A esto hay que añadir la arrolladora evidencia acerca de los factores no-específico, en oposición a las técnicas concretas, como responsables del cambio durante la terapia. En su revisión de la evidencia acerca de la efectividad de la psicoterapia Budd y Hughes escribieron: "no ha aparecido ningún patrón de clara superioridad de un tratamiento". Cooper aporta una revisión exhaustiva y actualizada de la investigación empírica en las psicoterapias en general. Lo que aparece en ella es que los factores inespecíficos (las variables del cliente, los eventos extra-terapéuticos, las variables relacionales, las expectativas y el efecto placebo) eran los causantes del 85% de las diferencias en cuanto a resultados en el campo de la psicoterapia. Concretamente la relación entre alianza terapéutica y resultados es marcadamente robusta en todas las modalidades clínicas y de tratamiento estudiadas. Por ejemplo, en una revisión de más de 5000 casos tratados en varios centros del NHS (Reino Unido), las diferencias no significativas en los resultados podrían deberse a los modelos psicoterapéuticos concretos que se usaron, mientras que los factores inespecíficos como la alianza terapéutica era responsable de las diferencias en los resultados. Esto ha supuesto una importante dificultad para desarrollar guías de práctica clínica a nivel nacional. 

Recuperación del trastorno mental grave 

A primera vista, la mayoría de los ensayos clínicos sugieren que los neurolépticos son superiores a placebo en el manejo a corto plazo de la esquizofrenia. Sin embargo, como Moncrieff señala, la mayoría de estos ensayos clínicos duran sólo unas semanas, cuando la mayoría de los episodios en la esquizofrenia duran meses. La evidencia aportada por los escasos ensayos clínicos que siguieron a los pacientes durante al menos un año, arrojan una visión muy diferente de la efectividad clínica de estos fármacos. Moncrieff identificó sólo tres estudios desde 1967 que siguieran de forma exhaustiva a pacientes psicóticos durante al menos un año. En los tres se halló que aunque los grupos tratados con fármacos mejoraron más rápido que los del grupo con placebo, después de unos meses esas diferencias habían desaparecido. Por ejemplo, en uno de ellos se encontró que después de un año, sólo un 27% del grupo con placebo había reingresado, comparado con el 62% de las personas con tratamiento activo. Aquellos a los que se proporcionó placebo y no tomaron tratamiento activo, mostraron mayores signos de mejoría y adaptación a la comunidad, que el grupo con tratamiento activo. 

Bola et al investigaron en el grupo de esquizofrenia de la Cochrane los registros de ensayos clínicos acerca de la efectividad de los neurolépticos en los primeros episodios de la esquizofrenia. Identificaron y revisaron 681 estudios, de los cuales sólo 6 cumplían los criterios de inclusión. Había tres motivos principales por los que los estudios quedaban excluidos, no eran estudios de tratamiento en episodio agudo (por ejemplo, muchos se desarrollaban con pacientes en los que la sintomatología se había estabilizado); no tenían rama sin tratamiento activo (por ejemplo, comparaban un neuroléptico con otro, sin grupo placebo); y no utilizaban asignación aleatoria. Concluyeron que los datos eran demasiado limitados para asegurar la eficacia de los neurolépticos en el primer episodio de esquizofrenia. Estas afirmaciones contrastan con la asunción habitual de que los neurolépticos han probado su eficacia y deben considerarse tratamientos de primera línea para la esquizofrenia. Esta discrepancia sólo podría resolverse con ensayos clínicos de gran tamaño e independientes. 

La excesiva confianza en los neurolépticos nos ha cegado para ver el vergonzoso conflicto entre los psiquiatras académicos y la campaña de industria farmacéutica que promovió los neurolépticos "atípicos" como un avance científico. Dichos avances terapéuticos son en realidad espúreos. Como afirmaba Kendall recientemente "la historia de los atípicos y los antipsicóticos de segunda generación, no es la historia del descubrimiento y el progreso, es la historia de las clases fabricadas, dinero y márketing". Y además están los efectos adversos graves de estos medicamentos. Su uso prolongado se vincula a aumento del riesgo cardiovascular, y a una reducción significativa de la esperanza de vida, unos 16 años o más, en personas con esquizofrenia. 


Un modo de avanzar 


Un movimiento lejos del paradigma tecnológico va tomando fuerzas, con reminiscencias a la literatura de la "recuperación", que la recuperación personal de la psicosis no tiene relación con tratamientos específicos. La evidencia indica que la alianza terapéuticas es importante para conseguir resultados, en tanto que implica crear una relación terapéutica que se compromete con los valores y prioridades del paciente en su búsqueda de dar un significado a lo que le ocurre. Las personas se recuperan de las enfermedades mentales graves de muchos modos, siendo crucial respetar la diversidad en el trabajo en salud mental, tanto en la teoría como en la práctica. Pero si no hay una justificación empírica real para la psiquiatría tecnológica, ¿tienen los psiquiatras un papel en la ayuda a aquellos que experimentan la locura? Arthur Kleinman ha criticado la forma en que la medicina ha acabado entendiendo el cuidado en términos altamente tecnificados. Heath ha debatido acerca de la importancia de las relaciones y la comprensión narrativa en la práctica general. Durante los últimos 25 años se ha desarrollado una tradición que entiende la práctica médica en atención primaria, el hospital y la psicoterapia como narrativa. Hasta ahora esta tradición ha tenido poca influencia en psiquiatría, pero esto está cambiado. ¿Qué es la narrativa y cómo puede la psiquiatría narrativa ofrecer una alternativa? 


Narrativa y psiquiatría narrativa 


Brad Lewis describe tres aspectos de la narrativa que son importantes para plantear su uso en la clínica psiquiátrica; argumento, metáfora e identidad narrativa. Estos elementos se extraen de la teoría narrativa. Contando una historia el argumento tiene la función de colocar juntos distintos elementos de una forma coherente. En la psiquiatría estos elementos pueden aparentar ser fenómenos o perspectivas irreconciliables o con poco en común, sin embargo pese a su naturaleza incompatible y contradictoria es importante que esos elementos puedan acoplarse a la historia personal del sujeto. Podemos emplear un supuesto para ver cómo funciona la psiquiatría narrativa. Los filósofos han utilizado estos supuestos durante miles de años para ayudarnos a examinar diferentes aspectos de la realidad. En este supuesto consideraremos dos historias cortas. A grandes rasgos son ficticias, pero implican elementos de personas reales que quiero enfatizar. 

Las historias tratan sobre dos jóvenes mujeres, Jackie y Jill, quienes han sido derivadas a un psiquiatra por primera vez. 

Jackie 

Jackie empieza a oír voces. Está muy molesta porque le dicen cosas desagradables. Va a ver a una psiquiatra. Habla con la psiquiatra, quien le hace varias preguntas sobre sus voces: “¿Hablan de ti en tercera persona? ¿Se dedican a comentar continuamente tus pensamientos y acciones?” “Sí,” – dice Jackie – “Hablan de mí, me dicen que soy basura, que no sirvo para nada, que todo lo que hago es una pérdida de tiempo”. 

Al final de la entrevista Jackie pregunta: “¿Por qué oigo voces?”. La doctora le dice que las voces son un síntoma de esquizofrenia. Están causadas por una alteración en el cerebro, un exceso de actividad en los sistemas dopaminérgicos. Dice que este desequilibrio se puede corregir con fármacos neurolépticos, que reducen el exceso de actividad de los sistemas dopaminérgicos del cerebro. Si se toma la medicación, sus voces se irán y se sentirá mejor. Jackie escucha atentamente a la psiquiatra y decide seguir su recomendación. Se va a casa y toma su medicación. Unas pocas semanas más tarde, las voces más o menos han desaparecido, y se siente mejor. Sigue tomando la medicación y ve a la psiquiatra cada tres meses. Después de haber tomado la medicación durante un año aproximadamente, le pregunta a la psiquiatra si puede dejar de tomarla. La doctora le dice que podría no ser una buena idea, porque correría el riesgo de tener una recaída, y las voces podrían volver. Jackie no está contenta con esta recomendación, así que decide dejar de tomar la medicación, haciéndolo de manera brusca. Dos semanas más tarde es ingresada en el hospital porque no está durmiendo, está extremadamente tensa y ansiosa, y las voces han vuelto. La psiquiatra le dice que ha tenido una recaída de esquizofrenia. 

Jill 

Jill comienza a oír voces. Está muy molesta con ellas, porque le dicen cosas desagradables. Va a ver a una psiquiatra. Habla con la psiquiatra, quien le hace unas cuantas preguntas sobre sus voces: “¿hablan de ti en tercera persona? ¿Comentan continuamente tus pensamientos y acciones?” “Sí”- dice Jill – “Hablan de mí, me dicen que soy basura, que no sirvo para nada y que todo lo que digo es una pérdida de tiempo”. La doctora escucha cuidadosamente lo que dice Jill. Al final de la entrevista Jill pregunta: “¿Por qué oigo voces?” La doctora le dice a Jill que no está segura; necesita pasar más tiempo con ella para conocerla, así que acuerdan verse de nuevo aproximadamente una semana más tarde. Mientras, le da a Jill una receta para una dosis baja de medicación neuroléptica, diciéndole que le puede ayudar a sentirse menos angustiada por las voces. La siguiente vez que se encuentran, Jill se siente un poco mejor. Las voces siguen ahí, pero no le molestan tanto. La psiquiatra ha reservado una hora para escuchar la historia de Jill. Durante el transcurso de esta hora, surge que, aunque las voces han empezado a darle problemas a Jill recientemente, esto ha sido porque han comenzado a decirle cosas desagradables. De hecho, ha tenido voces durante muchos años, desde la edad de seis años, cuando algo terrible le ocurrió, estando involucrado un “amigo” de la familia. Jill le contó a la doctora que las voces la consolaban, diciéndole que no era culpa suya, y que no la iban a culpar por lo que le había ocurrido. El tono de las voces cambió radicalmente unas semanas antes de ver a la doctora. Su ex-novio había intentado violarla. Estaba devastada, y al día siguiente sus voces comenzaron a acusarla y a culparla por lo que había sucedido. Comenzó a sentirse un poco mejor al contárselo a la doctora, a pesar de que las voces seguían enfadadas con ella y la regañaron por hablar de ellas. Unas semanas más tarde, redujo la dosis de medicación y posteriormente la suspendió sin ninguna dificultad, seguía viendo a la psiquiatra regularmente para hablar sobre lo que le había ocurrido y sus voces. Llevaba un diario e iba por la mitad, escribiendo su historia vital. Aunque las voces no se habían ido completamente, estaba sobrellevándolas mucho mejor y estaba siendo capaz de continuar con su vida. Aproximadamente un año más tarde, estaba sin medicación, y aunque ocasionalmente seguía escuchando voces, no las encontraba problemáticas o angustiosas. Estaba de vuelta en la universidad, estudiando Psicología. 

Estas dos mujeres recibieron historias bastante distintas de sus doctoras. La historia que su psiquiatra le dio a Jackie era que sus voces eran un síntoma de esquizofrenia, una alteración cerebral que requería que tomara medicación. Por el contrario, la psiquiatra de Jill no le dio una historia. En lugar de eso, acordó buscar tiempo para así poder escuchar la historia de Jill. Se abstuvo de hacer un diagnóstico, aunque sí le sugirió a Jill que podría resultarle útil tomar algo de medicación neuroléptica. Cuando se volvieron a encontrar, la doctora había reservado tiempo para escuchar la explicación de Jill. Comenzó por hacerle preguntas abiertas: “Háblame de tu vida. ¿Estaba pasando algo cuando empezaron las voces? ¿Cómo te sentías en ese momento? Háblame sobre tu infancia. ¿Te pasó algo desagradable alguna vez? ¿Puedes recordar cómo te sentiste en ese momento? 

Por supuesto, no sabemos qué podría haber pasado si Jill no hubiera sido capaz de recordar estos sucesos, y la relación con sus voces. Tampoco sabemos qué podría haber ocurrido si sus voces hubieran comenzado y cambiado en ausencia de cualquier suceso traumático en su infancia o pasado reciente. Sin embargo, sí sabemos que muchas personas que oyen voces han experimentado un trauma. También sabemos gracias al trabajo de Marius Romme y Sandra Escher (Romme et al, 2009; Romme & Escher, 2012) que el tener la oportunidad de entender el significado de las voces en relación a la propia historia vital es importante para poder sobrellevar o recuperarse de la experiencia. 

Igualmente, no sabemos qué podría haber ocurrido si la psiquiatra de Jackie hubiera reaccionado a ella y a sus experiencias de la misma forma que lo hizo la psiquiatra de Jill. 

Todo lo que podemos decir es que si Jackie hubiera tenido unos sucesos similares en su vida, y las voces guardaran una relación parecida con estos sucesos, podría no haber recibido el diagnóstico de esquizofrenia ni fármacos neurolépticos a largo plazo. Pero para que esto hubiera ocurrido, la psiquiatra de Jackie tendría que haber reaccionado de la misma manera en la que lo hizo la psiquiatra de Jill. Incluso en ese caso es posible que su psiquiatra hubiera decidido no prestar atención a esta parte de la historia de Jackie. Podría no haberlo considerado importante. Su psiquiatra se encuentra, después de todo, en la posición de no sólo ignorar cómo Jackie interpreta sus voces, sino de imponerle su propia interpretación, obligándola a aceptar un tratamiento en contra de sus deseos, y justificar este uso de la fuerza diciendo que Jackie tiene un trastorno mental. Es importante señalar que si bien a Jackie le dieron el diagnóstico de Esquizofrenia, a Jill no le dijeron que la razón por la que oía voces era que había experimentado un trauma. Ella estableció esta conexión por sí misma. Surgió al sentirse alentada a hablar sobre sus experiencias y su vida. 

Lo que realmente importa de este ejercicio de imaginación que hemos realizado, son las implicaciones morales de estos dos relatos. Lo que quiero decir con esto es que estas dos historias tienen resultados tan diferentes, como posibilidades de actuación, de las dos mujeres implicadas. En otras palabras, si nos volvemos locos o estamos angustiados, el tipo de historias que nos presentan, y cuyos hilos podemos entretejer en nuestras vidas, nos abren o cierran futuras posibilidades. A Jackie le dijeron que sus voces eran un síntoma de Esquizofrenia, una alteración del cerebro causada por un exceso de actividad de los sistemas dopaminérgicos. La explicación biomédica de la locura está basada en una causalidad vacía de intención. Las voces de Jackie surgieron de unas circunstancias y sucesos de la naturaleza (en su cerebro) sobre los cuales no tiene ningún control. Ya que sus voces han surgido como consecuencia de una causalidad vacía de intención, no hay ninguna posibilidad de entender el significado de estas voces a través de su historia vital: de cosas que ocurrieron como resultado de las intenciones o acciones de otras personas hacia ella. Las consecuencias de esto son aún más importantes. Sitúa su futuro completamente en las manos de los expertos, médicos y psiquiatras que poseen la sabiduría y el dominio, o al menos eso parece, sobre los sucesos físicos causales en su cerebro. Así, en el relato de cómo ella supera sus voces, Jackie queda relegada a un pequeño papel, un personaje secundario que pasa por la clínica cada tres meses para una revisión rutinaria. La verdadera heroína en esta historia es su doctora. Precisamente, así es como describe Arthur Frank la relación entre el paciente y el médico en la narrativa de restitución. 

Por el contrario, el hablar de sus experiencias con su psiquiatra, quien escuchó cuidadosamente y abrió un espacio en la relación para que Jill le contara su historia, ésta llegó a la conclusión de que sus voces se originaron en sucesos dolorosos y traumáticos de su pasado. Sus voces comenzaron en un punto de su vida en el que un vecino abusó sexualmente de ella. Su doctora no le dijo que esto fuera así. En lugar de eso, escuchó la historia de Jill, y al hacerlo, Jill fue capaz de realizar esta conexión por sí misma. Existe evidencia que conecta la psicosis al trauma (capítulo cinco). El trabajo de Marius Romme y Sandra Escher ( Romme & Escher, 1993, 2006) señala que entre el 70 y el 80% de las personas que oyen voces relacionan sus experiencias con sucesos traumáticos en su infancia, incluyendo abuso sexual y físico, bullying y (negligencia emocional/abandono emocional/afectivo). 

Al contar su historia, Jill utilizó narrativas culturales comunes (compartidas) para darle un sentido al rol que jugaron las voces en su vida. Le dijo a la doctora que cuando sus voces comenzaron en la infancia, pensó que eran hadas amables: “Imagino que eran un poco como el hada madrina de La Cenicienta”- dijo. “Me tranquilizaron; me dijeron que lo que me había pasado no era culpa mía. La Cenicienta era su cuento favorito, e hizo la conexión entre el hada madrina y sus voces. Por supuesto, no todas las versiones de La Cenicienta tienen el personaje del Hada Madrina, pero la versión que ella conocía sí. A pesar de que el abuso cesó después de unos pocos meses, las voces se mantuvieron, tranquilizándola siempre que era tratada de forma injusta. Al crecer, fue escuchando las voces con menos frecuencia, hasta la violación. Esto, le dijo a la doctora, fue un suceso particularmente humillante para ella. Estaba profundamente enamorada de este hombre, e incluso había esperado que sentaran cabeza juntos. Después del suceso no sólo estaba amargamente enfadada con él por haber traicionado su confianza, sino que también estaba enfadada consigo misma, y se culpaba de haberse equivocado juzgando su carácter. Las voces retornaron con venganza, y se volvieron contra ella en cuanto realizó este juicio sobre sí misma. 

Retomaron el tema de la traición y la culpa, expresando comentarios críticos sobre todo lo que decía o hacía, reforzando su propia falta de confianza en su habilidad para juzgar a las personas, y confiar en ellas. Estaba abrumada. No podía hablar. Tenía lo que Arthur Frank llama una narrativa caótica. 

La reciente agresión sexual reactivó una sensación de debilidad, horror y furia que debía haber sentido desde los seis años, y de la que la habían protegido sus voces. A través de este insight, que fue validado por su psiquiatra, no sólo tenía una historia diferente sobre sus voces, sino también una historia que tenía la capacidad de situarla en una relación muy diferente con ellas. Fue capaz de ver que sus voces habían surgido en respuesta a acciones e intenciones humanas, cosas horribles que le hicieron otras personas. En otras palabras, sus voces surgieron de una causalidad intencional. Esto significa que podía entender el hecho fundamental, las cosas horribles que le habían pasado de niña, sus voces y su lucha para superarlo, y darle un sentido a su historia, en términos éticos/morales. Algo horrible le había ocurrido a esta mujer; podemos ver su lucha para entender y darle un sentido a todo como un acto de valor. 

Éste es el motivo por el que las narrativas son tan importantes en la práctica psiquiátrica. Si somos capaces de ayudar a una persona que oye voces a encontrar la historia que (mejor les sienta/se les ajusta/se les aplica/en la que estén más cómodos), las posibilidades de actuación se abren para ellos. Para algunas personas la historia adecuada puede ser simplemente “Esquizofrenia”, la metáfora del exceso de dopamina y el tratamiento neuroléptico, pero para muchos, probablemente la mayoría, esta es una narrativa debilitadora y que no les ayuda. Jill, al contar su historia, y gracias a que ésta fuera presenciada, fue capaz de entender sus voces. La Psiquiatría Narrativa puede, creo, proporcionar un marco de trabajo para ayudar a las personas con un amplio rango de experiencias de locura o angustia, de manera que la recuperación sea una posibilidad. 


Selected References 


Bolton, D. & Hill J. (1996 ) Mind, meaning and mental disorder. Oxford: Oxford University Press. 

Frank, A. (1995) The Wounded Storyteller: Body, Illness and Ethics. Chicago, University of Chicago Press.

Heidegger, M. (1962) Being and Time. (trans. J. Macquarrie & E. Robinson). Oxford, Basil Blackwell.

Holmes, J. (2000) Narrative in psychiatry and psychotherapy: the evidence? Journal of Medical Ethics: Medical Humanities. 26, 92 - 96. 

Laing, R. (1960) The Divided Self. London, Tavistock. 

Lewis, B. (2011) Narrative Psychiatry: How Stories Can Shape Clinical Practice Baltimore, The Johns Hopkins University Press. 

MacIntyre, A. (1981) After Virtue. Notre Dame, University of Notre Dame Press. 




"Recuperación en primeros episodios de psicosis en remisión a los 7 años de seguimiento con una estrategia de reducción/interrupción temprana o de mantenimiento del tratamiento. Seguimiento a largo plazo de un ensayo clínico aleatorizado de 2 años" (JAMA Psychiatry; Wunderink et al)

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Hoy traemos un artículo reciente, de julio de 2013, publicado en JAMA Psychiatry que ha levantado un gran revuelo en las disciplinas psi. Se trata del seguimiento a siete años de dos grupos de pacientes afectos de un brote psicótico y recuperados del mismo, uno con tratamiento de mantenimiento con fármacos antipsicóticos y otro con una estrategia de discontinuación o reducción de dicho tratamiento. El artículo está traducido al castellano gracias a la labor de Mikel Valverde, psicólogo clínico que ha tenido la amabilidad de facilitarnos la traducción de diversos documentos del máximo interés, la cual ha efectuado junto a José Inchauspe, psiquiatra. Ambos son los traductores, por ejemplo, del primer libro de Joanna Moncrieff vertido a nuestro idioma: "Hablando claro", de editorial Herder, obra imprescindible para entender el funcionamiento de los psicofármacos en las personas que los toman, más allá de bonitos dibujos de moléculas que van de aquí para allá en busca de su receptor... 

Agradeciendo por tanto a los autores de la traducción y concretamente a Mikel Valverde el permitirnos su difusión, intentamos aquí colaborar a la misma. De este autor ya conocíamos el artículo titulado "Una crítica a la teoría del déficit cognitivo en la esquizofrenia", de lectura más que recomendable, así como un trabajo reciente, junto a José A. Inchauspe, acerca de la campaña patrocinada por la farmacéutica Janssen en la web esquizofrenia 24x7, donde muestran con el máximo detalle cómo lo que parece superficialmente una campaña contra el estigma (y así se ha vendido hasta el punto de que asociaciones como la AEN la han recomendado) es en realidad un panfleto de información sesgada y manipulada para funcionar como campaña de marketing no demasiado encubierto dirigido sobre los propios pacientes y, sobre todo, sus familiares, que la vieja costumbre de andar sobornando a los médicos cada vez está peor vista… Y conste que cada día que sigue el logo de la AEN en la campaña, nosotros nos sorprendemos y mosqueamos más, pero ésa es otra historia, que no dejará de ser contada en otra ocasión.

Pero no nos dispersemos como habitualmente. El enlace al estudio original de Wunderink, en inglés, lo pueden encontrar aquí. Lamentablemente, no está disponible el artículo completo (en otro ejemplo de cómo los intereses económicos de una determinada empresa, en este caso editora de una revista, están por encima del interés común científico y sanitario, de lo que también tendremos que hablar alguna vez…). Por problemas con el formato del blog (o más bien con nuestra falta de pericia con el mismo), no hemos podido incluir las tablas, que sí pueden verse en el artículo original. No obstante, creemos que el texto recogido tiene toda la información del artículo y que dichas tablas no son imprescindibles para entenderlo.

Sólo un comentario más, antes de empezar. La comparación es entre un grupo con tratamiento de mantenimiento habitual y un grupo en el que se reduce o interrumpe la medicación. Las dosis (medidas en dosis equivalente de haloperidol) son, respectivamente, de 4 mg/día y de 2 mg/día. Es decir, que comparando con las dosis habituales que empleamos en nuestro entorno (12 mg de risperidona, 30 ó 40 de olanzapina, 100 mg de risperidona de liberación prolongada o 300 de palmitato de paliperidona, etc.) junto a la costumbre de combinar dos, o tres, o cuatro antipsicóticos, pues no salimos muy bien librados. Porque estos pacientes tuvieron brotes psicóticos (o primeros episodios psicóticos, si se prefiere estigmatizar y cronificar desde el principio) y se recuperaron, empleándose después estas dosis para el manteniento. Y, a pesar de que los 4 mg/día no parecen demasiado comparando con lo que se usa de forma rutinaria en la práctica psiquiátrica en nuestro país, ya verán qué diferencia de resultados entre los dos grupos en cuanto a funcionamiento y recuperación de los pacientes… Porque cualquiera podemos decir que siempre intentamos poner la dosis más baja posible, pero mientras lo intentamos, el paciente lleva tres antipsicóticos, un antidepresivo y un supuesto estabilizador del ánimo a dosis altas. Igual hay que dejar de intentarlo y empezar a hacerlo

Recogemos a continuación la traducción del artículo y también la traducción al editorial que lo acompañó en la revista. Creemos que su lectura es no sólo recomendables sino absolutamente imprescindible para profesionales y, por qué no decirlo, pacientes y familiares de pacientes. ¿O acaso las personas que atendemos no tienen los mismos derechos que cualquiera para recibir información fidedigna sobre sus trastornos y sus tratamientos? Aquí hay información bastante útil sobre ello, desde luego…

La negrita del texto es nuestra, por resaltar los aspectos que consideramos más importantes, que sin duda son ustedes gente ocupada y a lo mejor no pueden leerse el artículo completo (aunque tardarían menos que en ir a cualquier charlita patrocinada por ahí donde les van a contar un anuncio de no menos de media hora, pero allá cada uno…).



Estudio de Wunderink & al y el editorial al mismo de McGorry & al.


1. Estudio: Recuperación en Primeros Episodios de Psicosis en Remisión a los 7 Años de Seguimiento con una Estrategia de Reducción /Interrupción Temprana o de Mantenimiento del Tratamiento. Seguimiento a largo plazo de un ensayo clínico aleatorizado de 2 años. Lex Wunderink, MD, PhD; Roeline M. Nieboer, MA; Durk Wiersma, PhD; Sjoerd Sytema, PhD; Fokko J. Nienhuis, MA. JAMA Psychiatry. doi:10.1001/jamapsychiatry.2013.19; Published online July 3, 2013. 


2. Editorial al estudio de Wunderink: Medicación antipsicótica durante el período crítico que sigue a la remisión del primer episodio de la psicosis: menos es más. Patrick McGorry, Mario Alvarez-Jimenez & Eoin Killackey, JAMA Psychiatry Published online July 3, 2013.


Investigación Original


Recuperación en Primeros Episodios de Psicosis en Remisión a los 7 Años de Seguimiento con una Estrategia de Reducción /Interrupción Temprana o de Mantenimiento del Tratamiento. Seguimiento a largo plazo de un ensayo clínico aleatorizado de 2 años.

Lex Wunderink, MD, PhD; Roeline M. Nieboer, MA; Durk Wiersma, PhD; Sjoerd Sytema, PhD; Fokko J. Nienhuis, MA Author Affiliations: Department of Research and Education, Friesland Mental Health Services, Leeuwarden, the Netherlands (Wunderink, Nieboer); Department of Psychiatry, Rob Giel Research Center, University Medical Center Groningen, University of Groningen, Groningen, the Netherlands (Wunderink, Wiersma, Sytema, Nienhuis). Corresponding Author: Lex Wunderink, MD, PhD, Department of Research and Education, Friesland Mental Health Services, Sixmastraat 2, PO Box 8932 PS, Leeuwarden, the Netherlands (lex.wunderink@ggzfriesland.nl).

TRIAL REGISTRATION isrctn.org Identifier: ISRCTN16228411. JAMA Psychiatry. doi:10.1001/jamapsychiatry.2013.19; Published online July 3, 2013.

IMPORTANCIA: Los resultados de los estudios a corto plazo con estrategias de reducción / interrupción de dosis de antipsicótico en pacientes en remisión de un primer episodio de psicosis (PEP) muestran tasas de recidivas más altas, pero ninguna otra desventaja comparada con el tratamiento de mantenimiento. Sin embargo, sus efectos a largo plazo sobre la recuperación no habían sido estudiados hasta ahora.

OBJETIVO: Comparar las tasas de recuperación en pacientes con PEP en remisión a los 7 años de seguimiento de un ensayo con reducción/interrupción de la dosis (DR) frente a un tratamiento de mantenimiento (MT).

DISEÑO: Siete años de seguimiento de un ensayo clínico abierto y aleatorizado de 2 años comparando MT con DR.

MARCO: Ciento veintiocho pacientes participaron en el ensayo original, reclutados entre los 257 pacientes con PEP que, entre octubre de 2001 y diciembre de 2002, fueron derivados a 7 servicios asistenciales de salud mental pertenecientes a un área de salud de 3,2 millones de habitantes. De ellos 111 pacientes se negaron a participar y 18 pacientes no alcanzaron la remisión.

PARTICIPANTES: 7 años después 103 pacientes, (80,5%) de los 128 pacientes incluidos en el ensayo original, fueron localizados y consintieron que se evaluara su evolución.

INTERVENCIÓN: Tras 6 meses en remisión, los pacientes fueron asignados al azar a la estrategia DR o a la MT durante 18 meses. Después del ensayo, el tratamiento continuó según el criterio del clínico.

MEDICIONES PRINCIPALES: Se estableció como resultado principal a medir la tasa de recuperación, definida como la confluencia de los criterios de remisión sintomática y funcional. Los factores determinantes de la recuperación se examinaron mediante análisis de regresión logística. Se controlaron los parámetros iniciales de los grupos de tratamiento (MT o DR).

RESULTADOS: Los pacientes en DR tuvieron una tasa de recuperación doble que los pacientes en MT (40,4% frente a 17,6%). La regresión logística mostró una odds ratio tasa de probabilidad de 3,49 (P =. 01). La mayor tasa de recuperación en DR se asoció a una mayor tasa de remisión funcional del grupo DR, pero no se asoció a la tasa de remisión sintomática.

CONCLUSIONES Y RELEVANCIA: La reducción / interrupción de la dosis de antipsicóticos durante las fases tempranas del PEP en remisión consigue tasas de recuperación superiores a largo plazo comparadas a las alcanzadas con MT. Que sepamos, este es el primer estudio que muestra el beneficio a largo plazo de una estrategia DR en fase temprana en pacientes con PEP en remisión. Son necesarios más estudios antes de que estos resultados se incorporen a una práctica general.


En condiciones naturales, un número considerable de pacientes en un Primer Episodio Psicótico (PEP) abandonará su tratamiento con antipsicóticos lo que dará como resultado un mayor riesgo de recaída y menores tasas de recuperación (1). Robinson et al. (2) estudiaron la interrupción de los antipsicóticos por propia decisión en pacientes con PEP encontrando un aumento de 5 veces en la tasa de recaída comparada con la de los pacientes que continuaron tomando antipsicóticos. En pacientes con múltiples episodios que recibieron tratamiento de forma intermitente, también se registraron tasas de recaídas superiores en comparación con las de los pacientes que recibieron tratamiento de mantenimiento (MT). (3) El primer ensayo clínico aleatorizado con pacientes en fase de remisión de un PEP comparando MT con la reducción/interrupción de la medicación antipsicótica (DR) también mostró una tasa superior de recaídas, y ninguna ventaja para DR. (4) Estudios más recientes han confirmado estos resultados. (5-7) Esto ha dado mayor respaldo aún a las guías clínicas que recomiendan, en un primer episodio en remisión, MT con antipsicóticos al menos durante 1 año (8,9). Sin embargo, todos los estudios de estrategias de tratamiento han tenido un seguimiento a corto plazo de 2 años o menor (4,10). Es decir, los resultados a largo plazo de estas estrategias de tratamiento nos resultan desconocidos. Además, las recomendaciones y directrices de tratamiento no distinguen estabilización y remisión de la enfermedad. (11,12) Las guías actuales se orientan principalmente a prevenir la recaída. No obstante, se es cada vez más consciente de que en la evaluación de resultados ha de tenerse en cuenta, además de la recaída, la situación funcional. De ahí que la recuperación, que incluye tanto la remisión sintomática como la funcional, pueda ser un concepto más adecuado en la evaluación de resultados. (13)

El objeto del presente estudio es evaluar el resultado a largo plazo, en términos de recuperación, de la estrategia DR temprana comparándola con MT. Para ello se realizó una evaluación de seguimiento a 7 años de una cohorte de pacientes con PEP que participó inicialmente en un ensayo DR en fase temprana. (4)


MÉTODOS

Participantes

Se invitó a participar en el ensayo inicial de 2 años comparando DR con MT a todos los pacientes atendidos por primera vez por un primer episodio de psicosis, desde el 1 de octubre de 2001 hasta el 1 de diciembre de 2002 (n=257), en los servicios de salud mental de un área de salud de 3,2 millones de habitantes (4) De ellos 111 pacientes se negaron a participar o se perdieron durante el seguimiento, y 18 pacientes no mostraron mejoría sintomática en los 6 meses de tratamiento antipsicótico o no mantuvieron la remisión sintomática durante 6 meses. Ciento veintiocho pacientes participaron y terminaron el ensayo original. Al finalizar el ensayo todos ellos dieron su consentimiento para el seguimiento posterior. Los colaboradores de la investigación que reclutaron a los pacientes del estudio inicial contactaron con ellos 5 años más tarde, solicitando su participación en una entrevista de una hora centrada en el curso y resultado de su psicosis durante el período de seguimiento.

Evaluación

Las características iniciales se recogieron en el marco del primer ensayo. Incluían el sexo; duración de la psicosis no tratada (DUP); edad de inicio de la psicosis; nivel educativo; tener un trabajo habitual de al menos 16 horas a la semana; vivir solo o acompañado; diagnóstico de uso de alcohol y cannabis, y dependencia o abuso de cualquier otra sustancia; criterios diagnósticos de psicosis no afectiva (esquizofrenia, trastorno esquizofreniforme, trastorno esquizoafectivo, trastorno delirante, trastorno psicótico breve, o trastorno psicótico no especificado); gravedad de los síntomas; funcionamiento social; calidad de vida; y el tiempo desde el inicio del tratamiento antipsicótico hasta la primera remisión. Wunderink et al. han publicado una descripción detallada de los métodos y los instrumentos de medición. (14)

En el presente estudio se hizo un seguimiento de los pacientes a 7 años calculados desde el comienzo del ensayo inicial (la fecha de inicio de la primera remisión). En el seguimiento se evaluó la gravedad de los síntomas y el nivel de funcionamiento social durante los 6 meses previos, las recaídas durante el periodo completo de seguimiento, y el tipo y la dosis de antipsicóticos usados en los últimos 2 años. En las entrevistas de evaluación se comprobaron los datos de las dosis registradas en la historia clínica de los pacientes.

Se evaluaron los síntomas usando la Escala de Síndromes Positivo y Negativo (PANSS). (15) Se usó la PANNS para medir, según la evaluación del observador, la gravedad de los síntomas durante la semana precedente a la entrevista y los seis meses anteriores.

El funcionamiento social se evaluó con la Groningen Social Disability Schedule (GSDS), una entrevista semiestructurada con la que el investigador mide la disfunción social en 8 áreas (7 de las cuales fueron incluidas en el presente estudio) en las 4 últimas semanas y también en los últimos 6 meses. (16) Las 7 áreas son: auto-cuidado, quehaceres domésticos, relaciones familiares, relaciones de pareja, relaciones con compañeros y amigos, inserción en la comunidad, y funcionamiento profesional. Se omitió el área de paternidad por tener una aplicabilidad limitada. El investigador evalúa la disfunción en una escala de 4 puntos, del 0 a 3, donde 0 es ninguna, 1 mínima, 2 patente, y 3 es grave.

Antes de iniciar el estudio se formó a todos los evaluadores en la administración de la PANSS y la GSDS. El entrenamiento incluyó evaluar entrevistas grabadas en vídeo y en situación real, seguidas de discusión y revisión de las puntuaciones.

Al inicio del estudio, se registraron los factores predictores de recuperación (remisión tanto sintomática como funcional) como parte del ensayo inicial: variables demográficas, DUP, características psicopatológicas (PANSS), abuso de cannabis y otras sustancias, funcionamiento social (GSDS), calidad de vida ((WHOQoL) de la Organización Mundial de la Salud), vivienda y situación profesional. Los detalles de la medición de la DUP y otras variables iniciales se describen en otro lugar. (14).

Definición de Recuperación, Remisión Sintomática, Recaída y Remisión Funcional.

Se dieron por cumplidos los criterios de recuperación cuando los pacientes permanecieron en remisión sintomática y funcional durante al menos 6 meses en el seguimiento a 7 años. Se adoptaron los criterios de remisión sintomática definidos por Andreasen et al. (17). Todos los ítems relevantes de la PANSS debían puntuar 3 (moderado) o menos, en una escala que va del 1 (no presente) al 7 (grave), durante el periodo observado de 6 meses. Se evaluó retrospectivamente a los pacientes para detectar cualquier recaída sintomática producida en este período. Se consideró recaída sintomática la exacerbación de síntomas que durara como mínimo 1 semana, con al menos 1 ítem relevante de la PANSS puntuado por encima de 3 (moderado). Cualquier recaída sintomática en los 6 meses previos a la evaluación hizo que no se considerara al paciente como recuperado en el momento de la evaluación.

De acuerdo con la opinión generalmente aceptada, la remisión funcional consiste en un funcionamiento social apropiado en las áreas principales de la vida cotidiana. Las 7 del GSDS incluidas en el presente estudio recogen adecuadamente todas estas áreas. Para ser considerado en remisión funcional el paciente debía de funcionar adecuadamente en las 7, sin disfunción alguna o con disfunción mínima en cualquiera de ellas (no se permitió una puntuación de 2 o 3 en ningún área de la escala GSDS). (13) Se consideró que los pacientes habían conseguido la remisión funcional si durante el periodo observado de 6 meses previos a la evaluación tenían una puntuación de 1 o menor en todas las áreas de funcionamiento.

Conversión de la dosis de antipsicótico a equivalentes de haloperidol

Para comparar las dosis de fármacos se convirtieron los antipsicóticos prescritos en equivalentes de haloperidol. Debido a sus diferentes mecanismos de acción, no hay ninguna fórmula generalmente aceptada para convertir los nuevos antipsicóticos o incluso los de primera generación en equivalentes de haloperidol. Hemos utilizado las tablas existentes de dosis recomendadas para convertir los antipsicóticos utilizados en equivalentes de haloperidol. (9,18)

Cálculo de la dosis diaria media de antipsicóticos y dosificación en el tiempo.

El cálculo de la dosis diaria media de antipsicóticos durante los últimos 2 años de seguimiento se basó en las dosis recogidas en la historia clínica del paciente, comprobadas más tarde durante las entrevistas de evaluación. Los datos de prescripción de cada paciente se recogían con exactitud en registros informatizados en todos los servicios participantes en este estudio. En primer lugar, se calculó la dosis media diaria de cada mes, incluyendo los días de toma cero, para obtener una primera impresión de la dosificación en el tiempo. Se calculó la dosis diaria media en los 2 últimos años de seguimiento sumando las medias de cada mes y dividiéndolas luego por 24. Para obtener una impresión más precisa de las dosis prescritas, se calculó también la dosis diaria media durante los últimos 2 años de los 7 de seguimiento, excluyendo los días de toma cero. Para tener una impresión cronológica de la reducción de la dosis y su interrupción, se calculó el número medio de meses por paciente y el número medio de pacientes por mes con toma cero, así como con dosis inferiores a 1 mg de equivalente de haloperidol durante los últimos 2 años de los 7 de seguimiento.

Análisis estadístico

Los análisis se realizaron utilizando un software comercial (SPSS, versión 18.0, SPSS Inc). Las características iniciales de los participantes y no participantes y de los grupos DR y MT se evaluaron con el test χ2 de Pearson para las variables categóricas y con pruebas t para variables continuas de datos no apareados de 2 vías. La selección de las variables a incluir en los modelos de regresión se sustentó en análisis bivariantes, test de Pearson χ2 para las variables categóricas, y pruebas t para las variables continuas tanto las iniciales como las de recuperación, así como las de remisión sintomática y funcional del seguimiento. El DUP se transformó logarítmicamente en este análisis a causa de su distribución asimétrica. Las puntuaciones z de la distribución asimétrica fueron de 13.95 para la no transformada logarítmicamente de los días DUP frente a 0,75 para la transformada logarítmicamente de los días DUP. No obstante, se obtuvieron las mismas conclusiones incluyendo los días DUP en los análisis en vez de los días DUP transformados logarítmicamente.

Las posibles variables explicativas incluían datos demográficos, síntomas iniciales (positivos, negativos y generales), funcionamiento social inicial, abuso de sustancias, y DUP. Se usó el análisis de regresión logística para estudiar la contribución de los factores predictivos relevantes sobre la recuperación y sus componentes (remisión sintomática y funcional) como variables dependientes. Las variables relevantes se introdujeron en el modelo de regresión si el análisis bivariante mostraba una asociación significativa (P < .05) con la recuperación, la remisión de los síntomas, o la remisión funcional, a los 7 años de seguimiento. Se analizó el intervalo de tiempo hasta la primera recaída durante el seguimiento desde la asignación al azar al grupo DR o MT, mediante el análisis de supervivencia de Kaplan-Meier. Se comparó el número medio de recaídas en DR y MT usando la prueba t de 2 vías no apareadas, y la tabulación cruzada del número de recaídas y la variable de tratamiento fue analizada con la prueba χ2 de Pearson. Se analizó la diferencia de la dosis media diaria de medicación antipsicótica durante los últimos 2 años de seguimiento entre RD y MT, calculada mediante la determinación de la dosis media diaria incluyendo los períodos sin toma de antipsicóticos, con la prueba t de 2 vías no apareadas. Se realizó el mismo análisis comparando las dosis medias diarias excluyendo los períodos con toma cero, el número medio de meses con toma cero, y las dosis diarias inferiores al equivalente de 1 mg haloperidol por paciente, y la media del número de pacientes por mes con toma cero y con dosis menores a 1 mg de equivalente de haloperidol. Por último, se realizó un análisis as-traited post hoc3 para comparar los resultados de aquellos pacientes que dejaron con éxito o lograron una reducción sustancial de la dosis (dosis media diaria < 1 mg de equivalente de haloperidol) determinado con χ2 de Pearson. Para encontrar los factores predictivos de éxito en la reducción / interrupción de la dosis de medicación antipsicótica durante los últimos 2 años de seguimiento, se realizó otro análisis de regresión logística. Se seleccionaron los factores predictivos relevantes para la reducción de la dosis / discontinuación mediante análisis bivariantes (que mostraran una asociación significativa con la reducción de la dosis / interrupción) y se introdujeron en un análisis de regresión logística gradual con la interrupción / reducción de dosis, hasta una dosis diaria media menor a 1 mg de equivalente de haloperidol, durante los últimos 2 años de seguimiento, como variable dependiente.


RESULTADOS

De los 128 pacientes que formaron parte del estudio inicial, 103 (80.5%) fueron localizados y dieron su consentimiento para participar en el seguimiento a 7 años. De los 25 que no participaron, 1 se había suicidado, 18 rechazaron participar en esta segunda fase, y se perdió el contacto de los otros 6. No había diferencias significativas en las características iniciales y los datos de funcionamiento entre participantes y no participantes del estudio de seguimiento a los 7 años, y tampoco para los 2 grupos de tratamiento (Tabla 1).

La variable DUP (duración de la psicosis sin tratar) se transformó logarítmicamente en la Tabla 1 por su distribución asimétrica. Los valores reales del DUP en la población que formó parte del estudio (n=103) tenían una media (Desviación Estándar) de 266.6 (529.9) días; una mediana de 31.0 días; percentil 25 en 0 días; percentil 50 en 31.0 días; percentil 75 en 184 días; y máximo de 3.560 días (rango intercuartil de 0-184 días).

Recuperación. Remisión sintomática y Remisión funcional.

Las tasas de recuperación fueron significativamente superiores en los pacientes asignados a DR respecto a los asignados a MT (Pearson χ21 = 8.2; P = .004). La remisión sintomática a los 7 años no difiere significativamente entre las estrategias iniciales de tratamiento DR y MT (Pearson χ21 = 0.08; P = .78), pero la remisión funcional lo hace de forma significativa a favor de DR (Pearson χ21 = 6.45; P = .01) (Tabla 2).

La remisión de los síntomas sin remisión funcional se alcanzó en un 38% de todos los pacientes (DR, 28.8%; MT, 49.0%). La remisión funcional sin remisión sintomática en un 3.9% del total de pacientes (DR=5.8%; MT=2.0%). Además un 28.8% del total de pacientes no consiguió ni la remisión funcional ni la sintomática (DR=25.0%; MT=31.4%).

Factores Predictivos de Recuperación, Remisión sintomática y Remisión funcional.

La tabla 3 muestra los resultados del análisis bivariante que relaciona los posibles factores predictivos al inicio con la recuperación, la remisión sintomática y la remisión funcional a los 7 años de seguimiento. La recuperación se asoció bivariante y significativamente a los síntomas positivos, los síntomas negativos, y los síntomas generales (menor gravedad) medidos con la PANSS, a vivir con otros versus vivir solo, al funcionamiento social (mejor), y con el grupo del ensayo (DR). Al realizarse el análisis de regresión logística, la menor severidad en sintomatología negativa (odds ratio (OR1), 0.84; P = .007) vivir acompañado (OR1, 4.44; P = .01) y el grupo del estudio DR (OR1, 3.49; P = .01), permanecieron como variables significativamente relacionadas con la recuperación a los 7 años.

Tres variables al inicio se asociaron significativamente a la remisión sintomática en el análisis bivariante: el DUP (más corto), el funcionamiento social (mejor), y la sintomatología negativa medida con PANSS (menos severa). En el análisis de regresión logística, solamente el DUP (más breve) estaba significativamente asociado a la remisión sintomáticaen elseguimiento (OR1, 0.62; P = .02).

La remisión funcional se asoció en el análisis bivariante con las mismas variables que la recuperación. El análisis de regresión logística mostró que una sintomatología negativa menos grave (OR1, 0.85; P = .02), vivir acompañado (OR1, 4.68; P = .01), un mejor funcionamiento social (OR1, 0.86; P = .04), y el grupo DR (OR1, 4.62; P = .004) se asociaban de forma significativa a la remisión funcional.

Tasa de Recaídas durante los 7 años de seguimiento

La media (Desviación Estandar) del número de recaídas en la muestra fue de 1.24 (1.37). Por subgrupos, la media fue de 1.13 (1.22) en el grupo DR y en el MT de 1.35 (1.51); esta diferencia no era estadísticamente significativa(t101 = –0.81, P = .42).

El tiempo hasta la primera recaída desde la entrada en la fase experimental del ensayo (que parte de una situación previa de remisión estable de seis meses) se introdujo en el análisis de supervivencia de Kaplan-Meier, comparando las curvas de supervivencia de los pacientes del grupo con estrategia DR y MT (Figura 1). La tasa de recaída inicial fue el doble en el grupo DR, pero ambas curvas se aproximaron hasta estar a la par hacia los 3 años aproximadamente de seguimiento.A partir de ese momento, no mostraron diferencias significativas (log-rank [Mantel-Cox] χ21 = 0.003; P = .96). 

Un total de 67 participantes (65.0%) tuvieron al menos una recaída durante los 7 años de seguimiento. Clasificadas por grupos, 32 de ellas ocurrieron en el grupo DR (61.5% del total de pacientes DR) y 35 en el grupo MT (68.8% del total de pacientes MT).

No recayeron 36 pacientes (34.9%), 20 de ellos en el grupo DR (38.5% del total de pacientes en DR) y 16 en el grupo MT (31.4% del total de pacientes MT). El número de pacientes con determinado número de recaídas en DR (rango, 0-5) y en TM (rango, 0-8) no difieren significativamente (Pearson χ26 = 4.96; P = .55).

Dosis de antipsicóticos en los últimos 2 años de seguimiento.

La dosis (media) [mediana de antipsicóticos (dosis diaria transformada en miligramos de equivalente de haloperidol) en pacientes originalmente en el grupo DR (2.20 [2.27] mg) se mantuvo significativamente menor en los últimos 2 años del seguimiento comparada con la dosis de los pacientes que estuvieron en MT ( 3.60 [4.01] mg) t101 = −2.18; P = .03). La evolución en el tiempo de la dosis media antipsicótica en los últimos 2 años de seguimiento se representa gráficamente en la Figura 2.

Si se deja fuera del análisis a los pacientes que interrumpieron la medicación antipsicótica durante los últimos 2 años de seguimiento (11 en DT, y 6 en MT) la diferencia en las dosis medias diarias equivalentes de haloperidol aún se aproximan a la significación: 2,79 [2,21] mg en el grupo DR vs 4,08 [4,03] mg en el grupo MT (t84 = -1,81, P = .07). La dosis media diaria en pacientes MT vs DR, calculada excluyendo los días de toma cero para ofrecer una impresión de las dosis prescritas se aproxima a la significación: 2,89 [2,19] mg en el grupo DR vs 4,29 [4,01] mg en el grupo MT (t84 = -1,98, P = .05).

Interrupción y reducción de la dosis de antipsicótico. Evolución en el tiempo

De los 17 pacientes que dejaron la medicación con éxito en el ensayo original, 13 fueron localizados e incluidos en el seguimiento a 7 años; 10 de ellos eran del grupo DR, y 3 del MT. Dos de estos pacientes (ambos del grupo DR) reiniciaron la medicación antipsicótica; con lo que 11 pacientes (8 en DR y 3 en MT) permanecían sin tomar antipsicóticos en los últimos 2 años del seguimiento de 7 años

En el seguimiento a 7 años otros 3 pacientes DR y 3 MT se mantuvieron sin tomar antipsicóticos en los últimos 2 años, con lo que sube a 17 el número de pacientes que dejaron el tratamiento antipsicótico a lo largo del seguimiento: 11 pacientes (21 %) del grupo DR y 6 pacientes (11,8%) del grupo MT. Además, otros 17 tomaron una dosis diaria media de 1 mg de equivalente de haloperidol o menor en los últimos 2 años del seguimiento: 11 en el grupo DR y 6 en el grupo MT. Se puede considerar que estos últimos habían logrado una reducción máxima en la dosis de antipsicóticos. En total suman 34 pacientes (33,0%) sin medicación antipsicótica sustancial: 22 pacientes (42,3%) en el grupo DR y 12 pacientes (23,5%) en el grupo MT (Pearson χ21 = 4.11; P = .04).

El número medio de meses por paciente con toma cero de antipsicóticos en el grupo DR (6.38 [10.28]) y en el grupo MT (4.35 [8.49]) en los últimos 2 años de seguimiento no difiere significativamente, y tampoco lo hace el número medio de meses por paciente con una dosis media diaria menor a 1 mg (DR, 2.92; MT, 1.61). La media del número de pacientes por mes con toma cero de antipsicótico fue de 13.8 (26.5%) en DR y de 9.3 (18.2%) en MT, lo que es una diferencia significativa (t23 = 12.70; P < .001). El número medio de pacientes al mes con dosis inferiores a 1 mg también difieren significativamente: 6.3 pacientes (12.1%) en el grupo DR y 3.4 pacientes (6.7%) en el grupo MT (t23 = 9.17; P < .001). La evolución en el tiempo de la reducción / interrupción de la dosis se muestra gráficamente en la Figura 3.

Para explorar si la interrupción de la medicación se relacionaba con un resultado general mejor o peor , se realizó un análisis as-treated post hoc, comparando los pacientes que habían conseguido dejar los antipsicóticos o reducirlos sustancialmente (n=34) con aquellos que no lo hicieron (n=69), independientemente de la estrategia de tratamiento inicial.

Comparando los pacientes que interrumpieron / redujeron las dosis con éxito con aquellos que no las interrumpieron / redujeron, la remisión sintomática se obtuvo en 29 de 34 pacientes (85,3%) frente a 41 de 69 pacientes (59,4%) (χ21 = 7.00; P = .008), la remisión funcional en 19 de 34 pacientes (55.9%) vs 15 de 69 (21,7%) (χ21 = 12.00; P = .001), y la recuperación en 18 de 34 pacientes (52.9%) vs 12 de 68 (17.4%) (χ21= 13.94; P< .001). El número medio de recaídas en los pacientes que interrumpieron / disminuyeron en los 7 años de seguimiento fue de 0,71 [0,94] frente a 1,51 [1,47] del grupo que no la abandonaron, una diferencia significativa (t101 = 2.90; P = .005).

El análisis bivariante de los factores predictivos de éxito en la interrupción o reducción de la dosis diaria por debajo de 1 mg de equivalente de haloperidol en los dos últimos años del seguimiento señaló la ausencia de recaídas durante el seguimiento (Pearson χ21 = 7.22; P = .007), el grupo de tratamiento (DR vs TM) (Pearson χ21 = 4.11; P = .04), la interrupción exitosa de los antipsicóticos en el ensayo inicial (Pearson χ21 = 23.66; P < .001), un periodo breve de DUP (t101 = 2.67; P = .009), mejor funcionamiento social (t101 = 2.09; P = .04), y menor severidad en la sintomatología general en la PANSS (t101 = 2.09; P = .03). Cuando estas variables se llevaron al análisis de regresión logística, solo la interrupción de la medicación con éxito en el estudio inicial predecía significativa e independientemente el éxito en la interrupción/disminución de la dosis por debajo de la media diaria de 1 mg equivalente de haloperidol durante los últimos 2 años del seguimiento a 7 años (OR1=0.03; P = .001).


DISCUSIÓN

Que sepamos, este es el primer estudio que identifica ventajas importantes de la estrategia DR respecto a la MT en pacientes PEP en remisión. En un seguimiento a 7 años, los pacientes asignados inicialmente a una estrategia DR durante 18 meses obtuvieron unas tasas de remisión y recuperación funcional que duplicaron a las de los asignados a MT (40.4% vs 17.6%, y 46.2% vs 19.6% respectivamente). No hubo diferencias significativas en la tasa de remisión sintomática (69.2% vs 66.7%) entre los grupos.

Una de las primeras cosas a tener en cuenta es la selección de la muestra del estudio inicial. Como ya se ha señalado, aproximadamente la mitad de los pacientes PEP candidatos al estudio no quisieron participar. En comparación con los participantes, los no participantes tenían un nivel funcional inferior, eran menos adherentes al tratamiento, y más difíciles de vincular. En el presente estudio puede decirse que se evaluó "la mejor mitad" de los pacientes PEP que se presentan en la práctica clínica.

La cuestión principal es, por supuesto, si estos resultados sorprendentes pueden atribuirse a las estrategias de tratamiento en el ensayo original. No se identificaron diferencias significativas en ninguna de las posibles variables de confusión entre los 2 grupos. Por lo tanto, parece probable que la estrategia de tratamiento inicial, ya sea DR o MT, tuvo un profundo efecto sobre el resultado a largo plazo.La diferencia tras 7 años de seguimiento no se da en el ámbito de la remisión de los síntomas o de las tasas de recaída, sino en el de la remisión y la recuperación funcional.Aunque las tasas de recaída a corto plazo suponen una desventaja importante para la estrategia DR (4), a largo plazo las tasas de recaída no mostraron diferencia significativa alguna a partir aproximadamente del tercer año del seguimiento en adelante. Por otro lado, los resultados a corto plazo no mostraron ventaja alguna para el DR en el área de la recuperación o la remisión funcional, pero las diferencias fueron notables en el seguimiento a más largo plazo.

Un posible punto débil de este estudio es que la evaluación no fue ciega. No podemos descartar la posibilidad de que esto haya podido influir en los resultados a favor de la estrategia DR, aunque no es muy probable que pueda explicar la magnitud de las diferencias encontradas.

Otro interrogante es el mecanismo potencialmente responsable en el grupo DR de su mejor capacidad funcional comparado con el grupo MT. Se ve que, incluso 5 años después de finalizar el ensayo original, las estrategias de tratamiento utilizadas en este estudio aún ejercían su influencia en la dosificación del antipsicótico. La interrupción con éxito en la fase temprana del PEP se mantuvo durante muchos años en casi todos los pacientes, y los pacientes de la estrategia DR utilizaron una dosis menor, por término medio, de medicamentos antipsicóticos que los usados por sus pares en la estrategia MT. Se trata principalmente de la consecuencia de una tasa de interrupción de la medicación mayor en el grupo DR, pero además, los pacientes del grupo DR que no interrumpieron la medicación antipsicótica mostraron una tendencia a usar una dosis diaria más pequeña. Esto está en consonancia con los hallazgos de un grupo alemán (11).

Puede ser que el efecto de menor carga antipsicótica conlleve una mejor capacidad funcional a largo plazo. El bloqueo postsináptico de los antipsicóticos sobre el sistema de señalización de la dopamina, en particular en las vías mesocorticales y mesolímbicas, podría no solo evitar o corregir los trastornos psicóticos, sino también poner en peligro funciones mentales importantes, como el estado de alerta, la curiosidad, la iniciativa y los niveles de actividad, y en alguna medida aspectos de la capacidad funcional ejecutiva. (19,20) Por otro lado, el sistema de la dopamina podría desempeñar un papel más periférico en la psicosis de lo que se ha pensado, e hipotéticos desequilibrios primarios, en el receptor N-metil-D-aspartato y/o la disfunción interneuronal p.ej., permanecer intactos tras el bloqueo de la dopamina. (21-23) Por lo tanto, la reducción de la dosis y, en lo posible, su interrupción podría aliviar un bloqueo de la dopamina excesivo, es decir, no necesario para corregir la psicosis, y mejorar así la capacidad funcional a largo plazo.

No obstante, puede que haya sido efectivo el impacto psicológico de haber participado en una estrategia DR. No somos capaces de evaluar este último factor porque no lo medimos. En el ensayo inicial no observamos ninguna diferencia entre el grupo DR y el MT en lo que se refiere a la intensidad de la atención ambulatoria o comunitaria, tanto respecto a las consultas de psiquiatría y enfermería psiquiátrica comunitaria, como a los contactos de intervención en crisis. (24) En la práctica clínica, nuestra experiencia es que la orientación estratégica DR encaja mejor con la concepción actual de la relación médico-paciente, en la que el paciente juega un rol clave en su propio tratamiento, se toman en serio sus puntos de vista y se le ayuda a tomar decisiones bien fundamentadas sobre el tratamiento antipsicótico.

Otro hallazgo sorprendente es la reducción de las tasas de recaída en el grupo DR tras aproximadamente unos 3 años de seguimiento. Mientras que las tasas de recaída en el grupo MT no parecen estabilizarse tanto, las del grupo DR que parecían ir por delante del grupo MT, sólo lo hicieron durante el periodo de tiempo del ensayo inicial y aproximadamente 1 año más. Tal vez la estrategia MT retrase las recaídas en comparación con la estrategia DR pero no las previene. Al término de los 7 años, las tasas de recaída no tenían diferencias significativas.

Los resultados de este estudio nos llevan a las siguientes conclusiones: los ensayos sobre la estrategia del tratamiento de la esquizofrenia deben incorporar las tasas de recuperación o de remisión funcional como medida de resultado principal, y también deben asegurar un seguimiento a largo plazo mayor de 2 años, de hasta 7 años o más. En el presente estudio, las desventajas a corto plazo, como las tasas de recaída más altas, se nivelaron a largo plazo, y beneficios que no eran evidentes en la evaluación a corto plazo, como la mejoría funcional, aparecieron solo en el seguimiento a largo plazo.

De hecho, el funcionamiento social suele evaluarse de una forma global puntándolo, por ejemplo, mediante la Evaluación Global del Funcionamiento (GAF) o la Escala de Evaluación del Funcionamiento Social (SOFAS), en vez de usar un instrumento específico para medir los ámbitos clave de la competencia funcional. Estos ámbitos claves son la vida cotidiana y el autocuidado, el trabajo y el estudio, y las relaciones con los demás. Si bien en el presente estudio se utilizó el GSDS, un instrumento específico para evaluar el funcionamiento social de pacientes con esquizofrenia, este instrumento tiene la desventaja de que requiere casi 1 hora para administrarlo. Es necesario desarrollar un consenso internacional sobre los criterios de remisión funcional, y los instrumentos adecuados para medirlos. Esto se traduciría además en un acuerdo internacional acerca de los criterios de recuperación desde un punto de vista clínico (13).

El presente estudio plantea interrogantes importantes sobre los beneficios a largo plazo de la estrategia MT con antipsicóticos en PEP en remisión, y hace hincapié en la necesidad de estudiar estrategias de tratamiento alternativas. Además de la estrategia de DR guiada por el clínico que se ha examinado en el presente estudio, el plan de intervalos de dosificación ampliados (administración de antipsicóticos en intervalos de 1, 2, o incluso 3 días), propuesto por Remington y sus colegas, (25) podría ofrecer una perspectiva útil.

Por supuesto, un sólo estudio que indique las ventajas de una estrategia DR en pacientes de PEP en remisión no es suficiente prueba para un asunto tan importante. En cualquier caso, estos resultados merecen su replicación por otros grupos de investigación.


INFORMACION DEL ARTICULO Submitted for Publication: July 11, 2012; final revision received December 21, 2012; accepted December 25, 2012. Published Online: July 3, 2013. doi:10.1001/jamapsychiatry.2013.19. Author Contributions: All authors had full access to all the data in the study and take responsibility for the integrity of the data and the accuracy of the data analysis. Study concept and design: Wunderink, Wiersma, Sytema, Nienhuis. Acquisition of data: Nieboer, Nienhuis. Analysis and interpretation of data:Wunderink, Nieboer, Sytema. Drafting of the manuscript: Wunderink, Sytema. Critical revision of the manuscript for importantintellectual content: All authors. Statistical analysis: Wunderink, Sytema. Obtained funding: Wunderink, Wiersma, Nienhuis. Administrative, technical, and material support: Nieboer. Study supervision: Wiersma.


Conflict of Interest Disclosures: None reported. Funding/Support: This study was funded by unconditional grants from Janssen-Cilag Netherlands and Friesland Mental Health Services, Leeuwarden, the Netherlands. Role of the Sponsors: The sponsors had no further role in any part of the study or preparation of the manuscript. Additional Contributions: The following mental health care services within the Netherlands participated in data acquisition: Dimence (Deventer), GGNet (Warnsveld), GGZ Drenthe (Assen), GGZ Friesland (Leeuwarden), Lentis (Groningen), Mediant (Enschede), University Psychiatric Center/University Medical Center Groningen (Groningen), and Yulius (Dordrecht).


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Medicación antipsicótica durante el período crítico que sigue a la remisión del primer episodio de la psicosis: menos es más

Patrick McGorry, Mario Alvarez-Jimenez & Eoin Killackey, 2013

Si encuentras una bifurcación en el camino, cógela. Yogi Berra

La persona en recuperación de su primer episodio de psicosis (PEP), la familia y el equipo clínico tratante se enfrentaban hasta ahora a un verdadero dilema. Tras haber alcanzado el campamento base de la remisión de la sintomatología psicótica: ¿Durante cuánto tiempo había que mantener la medicación antipsicótica? La mayor parte de las guías clínicas proponen intentar reducir la dosis e interrumpirla, si todo va bien, tras 12 meses de tratamiento, manteniendo un cuidadoso control posterior. Sin embargo, sólo recientemente se han llevado a cabo los estudios necesarios para obtener pruebas respecto a esta toma de decisión.

A comienzos del siglo XXI, el tratamiento en el PEP debe tener como objetivo una recuperación funcional completa, toda la que sea posible. Esto significa una vida plena de sentido, con recuperación profesional, relaciones positivas, incorporación social y buena salud física. El desarrollo, a nivel mundial, de la atención especializada en la psicosis temprana se basa en estos objetivos. Al igual que en el cáncer, y en las enfermedades crónicas en general, la detección temprana y el uso sofisticado del arsenal terapéutico existente, aun sin que hubiera adelantos espectaculares, debe, no solo salvar y alargar las vidas, facilitar más y mejores recuperaciones. El "prejuicio encubierto de las bajas expectativas" en la psicosis está siendo cuestionado seriamente. Mucha gente defendería hoy en día que buena parte de los malos resultados en la psicosis son un producto debido a su detección tardía, a una farmacoterapia reactiva y grosera, a la escasa atención psicosocial, y a la desprotección social. A pesar de llevar 60 años usando medicamentos antipsicóticos, es ahora cuando vemos más claramente cual es la mejor manera de utilizar estos medicamentos para maximizar la recuperación.

Un aspecto clave en la gestión del PEP es la prevención de la recaída en los primeros años tras el diagnóstico, cuando se sabe que las tasas de recaída son máximas. Es comprensible que los clínicos quieran proteger una remisión tan duramente conseguida, y que estén influenciados por el hecho de que el indicador más poderoso de la recaída es la no adherencia a la medicación (riesgo relativo 4) (existen, no obstante, otros factores de riesgo ambiental, sobre todo el abuso de sustancias y el clima familiar) (1). Más aún, los estudios de discontinuación muestran que las tasas de recaída en los pacientes que interrumpen la terapia farmacológica aumentan, alcanzando cifras entre el 80% y el 100% durante los 5 primeros años en el marco habitual de la psiquiatría actual (no especializada en los PEP), si se utilizan definiciones de recaída basadas en la sensibilidad a los síntomas positivos (2-4).

La recaída se ha definido de diversas formas, que van desde el reingreso en el hospital, en un extremo, hasta la exacerbación temporal de los síntomas positivos, incluso con escaso impacto funcional, en el otro. El primero es poco sensible, pero el otro extremo puede serlo en exceso para ser usado como fundamento para la toma de decisiones sobre el tratamiento. Hasta ahora se ha asumido que la prevención de la recaída era la máxima prioridad del tratamiento y también un prerrequisito para la recuperación funcional, puesto que las auténticas recaídas son peligrosas y desestabilizadoras, suponiendo un retroceso en la recuperación en todas las áreas. A pesar de que las recaídas son consideradas adecuadamente como una auténtica amenaza para la recuperación, con excesiva frecuencia, en la investigación y en la práctica clínica, la prevención de la recaída se convirtió en un fin en sí misma, en lugar de un objetivo intermedio en el camino hacia la recuperación.

Los datos comunicados por Wunderink et al (5) versan sobre este tema y suponen un reto al pensamiento lineal sobre la recaída. Lo que hacen es poner la recaída en perspectiva. Aunque ciertamente no es deseable, una recaída bajo control rara vez es el fin del mundo.Las exacerbaciones moderadas de los síntomas son muy comunes entre los 3 y los 5 años posteriores al diagnóstico, y pueden ser un precio que valga la pena pagar para conseguir una mejor recuperación funcional a largo plazo. El balance final puede ser positivo.

Wunderink y sus colegas (5) distribuyeron al azar a 128 pacientes con psicosis en remisión a un plan de reducción o interrupción de dosis (DR) o a un tratamiento de mantenimiento (MT) durante 18 meses. A los 18 meses, la tasa de recaídas en el grupo DR resultó ser el doble (43% vs 21%) (6), sin que nada señalara claramente hacia mejores resultados funcionales, lo que coincide tanto con la opinión más generalizada como con datos recientes de investigación, que indican que interrumpir la medicación es poco prudente, incluso en pacientes en remisión. (2) Sin embargo, en el seguimiento a 7 años de Wunderink et al. el panorama había cambiado radicalmente. Los pacientes asignados al grupo DR no manifestaron mayores tasas de recaída (el aumento se produjo durante los primeros 3 años) y mostraron un nivel de recuperación funcional dos veces mayor (el 40,4% vs 17,6%). La asignación al azar al grupo DR se tradujo en la práctica en un uso mínimo o de muy bajas dosis de fármacos antipsicóticos, de manera mucho más frecuente que en el grupo MT.Tratándose de un ensayo aleatorizado, es muy poco probable que los resultados obtenidos a los 7 años estén sesgados. En última instancia, este estudio demuestra respecto a la medicación antipsicótica en el período crítico del primer episodio (PEP) que "menos es más".

Dosificar en la PEP y la carga de antipsicóticos.

Aun estamos aprendiendo y reaprendiendo acerca del uso adecuado de los medicamentos antipsicóticos. Se sabe desde hace mucho tiempo que la dosis de medicación antipsicótica necesaria para producir la remisión, en particular en el PEP, es muy pequeña y está estrechamente vinculada a la dosis que provoca síntomas extrapiramidales (el umbral neuroléptico). (7,8) Posteriormente, los estudios con tomografía por emisión de positrones han delimitado estos umbrales, confirmando la idea de que las dosis bajas de medicación antipsicótica eran óptimas y suficientes, especialmente en los pacientes con PEP. (9)Por desgracia, en la práctica clínica diaria, el sufrimiento y las alteraciones de la conducta derivadas del retraso en el inicio del tratamiento en la psicosis aguda suelen manejarse con medicamentos antipsicóticos, más que con intervenciones psicosociales o benzodiazepinas. Como consecuencia, en el tratamiento del PEP se supera habitualmente el umbral neuroléptico con un impacto subjetivamente aversivo y efectos adversos innecesarios. La misma argumentación puede aplicarse a la fase de recuperación, en la que parece que si la carga antipsicótica (similar al umbral neuroléptico) se minimiza a un nivel de dosis muy bajo, los resultados funcionales son mejores.Es un hallazgo comprensible si consideramos que los efectos del bloqueo excesivo de la dopamina atenúan la motivación y la iniciativa, y comprometen procesos cognitivos fundamentales. Lo que combinado con el aumento de peso y la pérdida de confianza en uno mismo hace probable que el muy delicado camino hacia la recuperación se vea seriamente obstaculizado. El objetivo farmacológico debe de ser el reequilibrio sutil del sistema de la dopamina. En quienes no responden a los medicamentos que bloquean la dopamina, puede que la hiperactividad dopaminérgica no tenga que ser la diana principal del tratamiento. Además de reducir la carga de antipsicóticos, una estrategia orientada a la discontinuación temprana serviría para detectar un pequeño subgrupo de pacientes que pueden recuperarse sin fármacos antipsicóticos y cuyo primer episodio psicótico también podría ser el último.

El rol sinérgico de las intervenciones psicosociales para maximizar la recuperación.

La reducción de la carga de antipsicóticos puede ser una estrategia que promueva la recuperación; sin embargo, en el estudio de Wunderink et al. (5) la recuperación funcional se produjo sólo en el 40% de los participantes. Posiblemente, una de las razones de ello es que el estudio se realizó en un servicio de psiquiatría de adultos estándar, donde no estaban disponibles intervenciones psicosociales especializadas, intensivas y tempranas. Ahora sabemos que la recuperación funcional temprana predice la recuperación funcional completa a los 8 años, mucho mejor que la remisión clínica (10). Las estrategias dirigidas a maximizar la recuperación funcional temprana, en particular los programas de reincorporación profesional (11) podrían ser complementarias y eficaces, aumentando significativamente las tasas de recuperación, al actuar sinérgicamente con la estrategia DR aplicada en el proyecto de Wunderink et al. El precio a pagar sería tal vez unas tasas algo más elevadas de recaídas sintomáticas que, sin embargo, también podrían prevenirse. Sabemos que las estrategias psicosociales de prevención de recaídas pueden reducir considerablemente las tasas de recaída, al menos durante el período de intervención que sigue a la remisión del PEP. (12) Aunque la tasa de recaídas aumenta de nuevo al terminarse la intervención, se está trabajando actualmente en el desarrollo de intervenciones innovadoras que protejan a largo plazo, y permitan un “aterrizaje suave” (13).

Conclusiones

Hoy en día parece posible que hasta un 40 % de pacientes, con una remisión clínica del PEP, puedan lograr una buena recuperación a largo plazo usando dosis bajas de fármacos antipsicóticos o sin ellos. Es importante detectar estos pacientes en una etapa temprana. Combinando la estrategia DR con intervenciones psicosociales proactivas dirigidas a maximizar la recuperación funcional temprana, aplicadas en un sistema especializado y optimista de atención precoz a la psicosis, es probable que pueda aumentarse más aún el porcentaje de la recuperación funcional completa. Es de suponer que también la salud física será mejor con una menor carga de antipsicóticos y mayores niveles de reincorporación social y laboral.

El uso puro y duro de medicamentos antipsicóticos, la tardanza en obtener pruebas que nos guíen en su prescripción, las disputas ideológicas que siguen distorsionando el debate, y la necesidad de los seres humanos de buscar cualquier solución a un problema, ha hecho que nos hayamos planteado hasta ahora preguntas equivocadas. Al evolucionar hacia a una medicina más personalizada o diferenciada, lo primero que hay que hacer es identificar el número, probablemente muy pequeño, de pacientes que puedan ser capaces de recuperarse del PEP exclusivamente mediante intervenciones psicosociales intensivas. (14) Para todos los demás, tenemos que determinar qué medicación, durante cuánto tiempo, en qué dosis mínima, y que gama de intervenciones psicosociales intensivas serán necesarias para ayudarles a mejorar y mantener la mejoría, y para llevar una vida satisfactoria y productiva. Estos factores rara vez han sido un objetivo en el mundo real de la clínica psiquiátrica -algo que finalmente tendremos que abordar ahora que disponemos de mayores evidencias para contrarrestar las malas prácticas. La carga de antipsicóticos es un concepto clave que nos permite superar las opiniones polarizadas, alimentadas de un lado por los alarmistas y del otro por los neurobiólogos reduccionistas duros.

¿Cuáles tienen que ser los pasos siguientes? Lo que se necesita ahora es un ensayo más complejo sobre un plan DR al que se añada un conjunto de intervenciones estructuradas de prevención de recaídas y recuperación funcional/vocacional, en una estrategia que contemple los primeros 5 años después del diagnóstico. Tal investigación debe ser complementada con la búsqueda de medicamentos más seguros, un uso más seguro de los ya existentes, una actitud proactiva para identificar e implantar una vía rápida a la clozapina, y una atención psicosocial intensiva, para aquellos pacientes que no logran llegar al punto de partida de la remisión temprana. Estos estudios, que requerirán un diseño multicéntrico con una muestra de tamaño y potencia adecuada, serán cada vez más factibles a medida que se extiendan en el mundo desarrollado las redes de programas especializados en la psicosis temprana.


INFORMACION SOBRE EL ARTICULO Author Affiliations: Orygen Youth Health Research Centre, Centre for Youth Mental Health, University of Melbourne, Parkville, Victoria, Australia (McGorry, Alvarez-Jimenez, Killackey). Corresponding Author: Patrick McGorry, MD, PhD, FRCP, FRANZCP, Orygen Youth Health Research Centre, Centre for Youth Mental Health, University of Melbourne, Locked Bag 10, 35 Poplar Rd, Parkville, Victoria 3052, Australia (pmcgorry@unimelb.edu.au). Published Online: July 3, 2013. doi:10.1001/jamapsychiatry.2013.264. Conflict of Interest Disclosures: None reported.

REFERENCIAS

(1) Alvarez-Jimenez M, Priede A, Hetrick SE, et al. Risk factors for relapse following treatment for first episode psychosis: a systematic review and meta-analysis of longitudinal studies. Schizophr Res. 2012;139(1-3):116-128.

(2) Chen EY, Hui CL, Lam MM, et al. Maintenance treatment with quetiapine versus discontinuation after one year of treatment in patients with remitted first episode psychosis: randomized controlled trial. BMJ. 2010;341:c4024. doi:10.1136/bmj.c4024.

(3) Emsley R, Nuamah I, Hough D, Gopal S. Treatment response after relapse in a placebo-controlled maintenance trial in schizophrenia. Schizophr Res. 2012;138(1):29-34.

(4) Gitlin M, Nuechterlein K, Subotnik KL, et al. Clinical outcome following neuroleptic discontinuation in patients with remitted recent-onset schizophrenia. Am J Psychiatry. 2001;158(11):1835-1842.

(5) Wunderink L, Nieboer RM, Wiersma D, Sytema S, Nienhuis FJ. Recovery in remitted first-episode psychosis at 7 years of follow-up of an early dose reduction/discontinuation or maintenance treatment strategy [published online July 3, 2013]. JAMA Psychiatry. doi:10.1001 /jamapsychiatry.2013.19.

(6) Wunderink L, Nienhuis FJ, Sytema S, Slooff CJ, Knegtering R,Wiersma D. Guided discontinuation versus maintenance treatment in remitted first-episode psychosis: relapse rates and functional outcome. J Clin Psychiatry. 2007;68(5):654-661.

(7) Bitter I, Volavka J, Scheurer J. The concept of the neuroleptic threshold: an update. J Clin Psychopharmacol. 1991;11(1):28-33.

(8) McEvoy JP, Hogarty GE, Steingard S. Optimal dose of neuroleptic in acute schizophrenia: a controlled study of the neuroleptic threshold and higher haloperidol dose. Arch Gen Psychiatry. 1991;48(8):739-745.

(9) Kapur S. A new framework for investigating antipsychotic action in humans: lessons from PET imaging. Mol Psychiatry. 1998;3(2):135-140.

(10) Álvarez-Jiménez M, Gleeson JF, Henry LP, et al. Road to full recovery: longitudinal relationship between symptomatic remission and psychosocial recovery in first-episode psychosis over 7.5 years. Psychol Med. 2012;42(3):595-606.

(11) Killackey E, Jackson HJ, McGorry PD. Vocational intervention in first-episode psychosis: individual placement and support v. treatment as usual. Br J Psychiatry. 2008;193(2):114-120.

(12) Gleeson JF, Cotton SM, Alvarez-Jimenez M, et al. A randomized controlled trial of relapse prevention therapy for first-episode psychosis patients: outcome at 30-month follow-up. Schizophr Bull. 2013;39(2):436-448.

(13) Alvarez-Jimenez M, Bendall S, Lederman R, et al. On the HORYZON: moderated online social therapy for long-term recovery in first episode psychosis. Schizophr Res. 2013;143(1):143-149.

(14) Francey SM, Nelson B, Thompson A, et al. Who needs antipsychotic medication in the earliest stages of psychosis? a reconsideration of benefits, risks, neurobiology and ethics in the era of early intervention. Schizophr Res. 2010;119(1-3):1-10.




"Hablando claro. Una introducción a los fármacos psiquiátricos" (Joanna Moncrieff)

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Hace tiempo que la editorial Herder viene publicando la colección 3P (Psicopatología y Psicoterapia de la Psicosis), dirigida por Jorge Tizón, que escribe unos más que interesantes prólogos a cada uno de dichos libros. En esa editorial hemos leído obras de la máxima importancia tanto para la crítica imprescindible a la Psiquiatría actual como para la construcción necesaria de una atención a la Salud Mental diferente. Obras como Medicalizar la mente de Richard Bentall, El sentido de la locura de Jim Geekie y John Read (que reseñamos aquí) o Modelos de locura de Read, Mosher y Bentall. Hoy queremos hablar de uno de los últimos títulos publicados: Hablando claro. Una introducción a los fármacos psiquiátricos, de Joanna Moncrieff.

Moncrieff es psiquiatra, profesora de psiquiatría en el University College de Londres (UCL) y ejerce la práctica clínica. Es fundadora y copresidenta de la Critical Psychiatry Network, agrupación de psiquiatras opuesta al modelo biologicista y al ejercicio de la coacción sobre el paciente. Es autora de varios libros como The Myth of the Chemical Cure y “The Bitterest Pills”, aún no traducidos al castellano. Ha escrito también múltiples artículos en distintas revistas científicas, como una revisión sobre la atrofia cerebral asociada al tratamiento a largo plazo con antipsicóticos (aquí) o un trabajo conjunto con un destacado grupo de psiquiatras británicos abogando por la necesidad de un cambio de paradigma en psiquiatría (traducido aquí). En fechas recientes, Moncrieff ha comenzado a escribir un blog en su página web (aquí), donde ha dejado artículos de sumo interés sobre el efecto placebo y los antidepresivos (aquí), la atrofia cerebral por antipsicóticos (aquí) o las lamentables resistencias de la psiquiatría oficialista a revisar sus posturas en base al acúmulo de evidencias que las cuestionan (aquí). La labor de Moncrieff lleva a cabo un firme y sereno cuestionamiento de la actual psiquiatría biologicista (es decir, como hemos señalado otras veces: basada en una neuroquímica simplona y cortoplacista, inundada de intereses comerciales y ciega a toda evidencia contraria), representando una de las fuerzas que marcan lo que nosotros mismos hemos considerado una tendencia hacia un cambio de paradigma en nuestra disciplina.

El trabajo de Moncrieff, en sus diversos escritos, representa una denuncia de que, por así decirlo, el emperador está completamente desnudo. Durante ya muchos años, se nos ha vendido a los profesionales una serie de hipótesis no demostradas que luego hemos tristemente colaborado en perpetuar vendiéndolas a su vez a la gente que se ha ido formando con nosotros, así como psicoeducándolas hasta el hartazgo en nuestros pacientes y sus familiares. Que los intereses comerciales de la industria farmacéutica se han aprovechado y han fomentado estas hipótesis favorables a sus cuentas de beneficios, es evidente. Pero también lo es que nada hubiera podido hacer la industria en este sentido sin la negligencia de las administraciones sanitarias que han faltado a su deber de regulación y ordenamiento y sin la connivencia interesada de muchos profesionales (por prebendas profesionales o económicas que no son sino más o menos distinguidos sobornos).


¿Y cuál es esa serie de hipótesis no demostradas?

Pues, por poner sólo algunos ejemplos:


- El déficit de serotonina en la depresión.

- El exceso de dopamina en la esquizofrenia.

- La necesidad ineludible del tratamiento farmacológico precoz para evitar deterioro en la psicosis.

- La existencia de deterioro neurológico con cada recaída sucesiva en la psicosis.

- La existencia de deterioro neurológico en los trastornos afectivos si no se tratan farmacológicamente.

- La ausencia de síndrome de abstinencia provocado por psicofármacos como neurolépticos, antidepresivos o eutimizantes.

- La ausencia de efectos secundarios a largo plazo de fármacos indicados para tratamientos indefinidos como neurolépticos, eutimizantes o estimulantes en niños.

- La ausencia de capacidad del paciente para decidir lo que quiere respecto a su salud, fuera de los intervalos de síntomas.


Y podríamos señalar más, pero sólo queremos plantear la idea de que solemos dar por demostradas muchas hipótesis, como las previas, que carecen de evidencia firme alguna. Y, como diversos mercaderes y sus voceros a sueldo no dejan de repetir que ya está demostrado que el emperador tiene ropa, pues los demás nos quedamos callados aunque nadie haya visto ni sepa dar referencia de esos estudios tan demostrativos y evidentes, más allá de la duda que es precisamente la base del método científico. Y eso aunque las vergüenzas del emperador son cada vez más difíciles de ignorar.

- La evidencia de un déficit serotoninérgico en la depresión, medida en pacientes no sujetos a tratamiento farmacológico previo (porque, lógicamente, un tratamiento antidepresivo modifica la neurotransmisión serotoninérgica, entre otras) y con un adecuada grupo control, sencillamente no existe.

- La evidencia de un exceso de dopamina en esquizofrenia, medida en pacientes no sujetos a tratamiento farmacológico previo (porque, lógicamente, un tratamiento antipsicótico modifica la neurotransmisión dopaminérgica, entre otras) y con un adecuado grupo control, sencillamente no existe.

- Es sabido que la duración de la psicosis no tratada (DUP, por sus siglas en inglés) se relaciona con peor pronóstico a largo plazo. Es decir, a más tiempo desde el debut esquizofrénico sin tratamiento, peor es la evolución. Esto es un hecho. Sin embargo, que ello implique que el tratamiento farmacológico neuroléptico hubiera impedido tal evolución negativa es una interpretación, y sólo una de las posibles. Moncrieff ha argumentado que, conociendo desde los clásicos que hay dos grupos de psicosis en cuanto a su presentación, una súbita y una tórpida, es sabido que la súbita tiene mejor pronóstico en cuanto a recuperación que la tórpida. La interpretación de Moncrieff es que la psicosis de inicio tórpido tiene peor evolución por su propia naturaleza, no por el tratamiento tardío con neurolépticos. Y que la psicosis de inicio súbito tiene mejor pronóstico por su propia naturaleza, no por tratarse antes con fármacos. Es sabido que, antes de la era neuroléptica, ya había cuadros psicóticos agudos con recuperación completa (como señalamos aquí) y que en países en vías de desarrollo, con menos fármacos, el pronóstico de la esquizofrenia era mucho mejor (como señalamos aquí), evidencias que difícilmente casan con esa supuesta imprescindibilidad del tratamiento farmacológico desde las fases precoces de la psicosis.

- Se dice también que, a más recaídas psicóticas, mayor deterioro y mayor grado de atrofia cerebral. Pero esto también puede interpretarse como un efecto directo del proceso esquizofrénico o como una correlación fruto de que los pacientes con más recaídas suelen estar tratados con mayor número y dosis de fármacos neurolépticos, que serían los que provocarían la atrofia y el consiguiente deterioro. Moncrieff, en su estudio sobre atrofia cerebral y tratamiento neuroléptico a largo plazo, encontró tres estudios de pacientes esquizofrénicos que nunca habían tomado medicación y en los que no se apreció la atrofia cerebral mencionada. Esto es especialmente grave, porque este temor terrible (y creemos nosotros que exagerado) a la recaída es lo que lleva muchas veces a emplear dosis demasiado altas de neurolépticos y por demasiado tiempo, así como a la coacción continua al paciente, más o menos bienintencionada, sobre que no se le ocurra dejar la medicación o le volveremos a ingresar. Teniendo en cuenta que no hay evidencias claras de que las recaídas empeoren el pronóstico y sí de que el tratamiento a largo plazo (sobre todo con múltiples neurolépticos y a dosis altas) tiene un alto potencial iatrogénico en cuanto a aumento de mortalidad (aquí) o atrofia cerebral (aquí), igual habría que respetar el derecho del paciente a elegir que es mejor recaer cada año varias semanas y tener que ingresar, a estar toda al vida experimentando síntomas molestos de parkinsonismo, sedación, disfunción sexual, etc. Lo que no es óbice para que haya casos, de recaídas frecuentes y graves, en que sí es preferible el tratamiento indefinido de mantenimiento. O, por supuesto, también casos donde la tolerancia al tratamiento es muy buena y no da problemas, especialmente si las dosis son moderadas y la polifarmacia mínima.

- Hace tiempo que nos llamó la atención la cuestión del supuesto “deterioro” asociado al trastorno bipolar o al trastorno depresivo. Y nos llama la atención porque en las diversas descripciones clásicas del trastorno bipolar (la psicosis maníaco-depresiva de Kraepelin, la locura de doble forma de Baillarger, lalocura circular de Falret) se insistía siempre en que, entre las fases de excitación y melancolía, el paciente se encontraba lúcido y sin defecto alguno. Y eso en una época en que la observación clínica era mucho más precisa que en la actualidad, cuando nuestra labor asistencial de halla inmersa en infelicidades crónicas y consuelos fútiles, con la consiguiente escasez de tiempo para el trato con la locura. Entonces, antes los pacientes bipolares, sin medicación, no se deterioraban y ahora, los pacientes con el mismo proceso morboso, medicados con más o menos eutimizantes o antipsicóticos, sí se deterioran a nivel cognitivo en ocasiones. Y tenemos estudios que hablan de que el tratamiento antipsicótico a largo plazo correlaciona con atrofia cerebral. No sé ustedes, pero a nosotros nos da por sumar dos más dos y no tenemos muy claro que ese deterioro venga seguro, seguro del trastorno bipolar... Y, como siempre y por aclarar, diremos que la medicación es en muchos casos útil, pero que también puede ser peligrosa o perjudicial, por lo que debe usarse con el mayor cuidado, a las menores dosis y por el menor tiempo posible.

- Bien aleccionados como hemos estado desde hace mucho por nuestros visitadores y diversos compañeros de profesión, unos y otros a sueldo de compañías interesadas en vender más y no en otra cosa, hemos dicho como el que más que los antidepresivos, por ejemplo, no provocan dependencia ni síndrome de abstinencia cuando se interrumpe su toma. Que, si acaso, un síndrome de retirada o de discontinuación. Pero hoy en día, que somos más viejos y menos ingenuos, no terminamos de entender ni nadie ha sabido explicarnos, cuál es la diferencia entre un síndrome de discontinuación y un síndrome de abstinencia, más allá de que uno suena a rollo científico de un fármaco chulo y el otro a cuelgue de algún pobre yonqui enganchado a alguna sustancia que le cuesta dejar de tomar... Como Moncrieff recoge en su libro, todos los psicofármacos pueden provocar síndrome de abstinencia y, lo que es más importante, los síntomas de dicho síndrome pueden remedar, o provocar, los síntomas psicopatológicos iniciales que llevaron a la toma del tratamiento, lo que conducirá a la errónea conclusión de que el paciente necesita seguir tomando el fármaco porque, al interrumpirlo o disminuirlo, resurge la condición inicial. Por poner un ejemplo, es como si alguien, por ansiedad, empieza a beber alcohol todos los días, lo que le tranquiliza considerablemente (independientemente de los múltiples problemas, a nivel físico o psíquico que le provocará). Entonces, este individuo deja de beber y empieza a experimentar ansiedad creciente, temblor e inquietud, y el médico, en vez de darse cuenta de que está ante un síndrome de abstinencia que hay que ayudar a pasar para liberarse de la sustancia a la que se ha desarrollado dependencia, interpreta que la ansiedad original ha vuelto, que el alcohol era necesario para tenerla controlada y que lo indicado es que siga bebiendo de por vida (o, recordando las hipótesis serotoninérgica y dopaminérgica, se podría interpretar que la ansiedad del paciente venía provocado por un déficit cerebral de etanol y que lo indicado es tomar de por vida dicha sustancia para paliar este déficit, lo que sonaría aún más científico y podríamos sacar un libro con montón de dibujitos de neuronas a las que se une el etanol y restaura el equilibrio perdido...).

- En cuanto a la negligencia que los profesionales hemos mostrado durante tiempo a los potenciales efectos secundarios de los fármacos que prescribimos, especialmente a largo plazo, la verdad es que son ya muchos los estudios que se van acumulando sobre tales iatrogenias: aparte de riesgos que ya hemos mencionado sobre los neurolépticos, hay indicios de peligros asociados al uso crónico de antidepresivos, cada vez más frecuente en nuestro entorno, y que no deberían ser ignorados, tanto a nivel de empeoramiento de la sintomatología depresiva original (aquí o aquí) como a nivel de diversos problemas físicos (aquí, aquí, aquí o aquí).

- Por último, ya una cuestión que no es en sí clínica sino ética. Hace tiempo que nuestra legislación y los convenios internacionales que España ha firmado (aquÍ) han desterrado el rol paternalista del médico que sabe lo que le conviene al paciente aunque éste no quiera. Es decir, y como insiste Moncrieff, una persona tiene derecho, y más a la luz de las evidencias (que el libro recoge ampliamente) sobre posibles iatrogenias y escasas eficacias, a rechazar tomar una medicación sin que se le insulte con conceptos como anosognosia, en una hábil mezcla de churras con merinas, tan propia de nuestra profesión. Y porque, siendo práctico (como estamos obligados los clínicos a ser), si un paciente quiere dejar la medicación, tarde o temprano la va a dejar. Y si el profesional encargado de ayudarle se niega a hacerlo en tal decisión, ello llevará muchas veces a un abandono abrupto de los psicofármacos, con el gran riesgo en ese caso de síndrome de abstinencia y efecto rebote que pueden llevar a una reaparición de la sintomatología inicial. El profesional sanitario es un consultor para el paciente (evidentemente, no estamos hablando de los momentos de descompensación aguda, para los cuales estaría indicado un ingreso hospitalario por seguridad del paciente y sobre los que existe la oportuna legislación) y, como tal consultor, debe ayudarle, incluso aunque crea que es un error, en su decisión de interrumpir la medicación, para que lo haga de la forma más paulatina y segura posible, así como para poder realizar un seguimiento posterior que ayude a controlar el riesgo de posibles recaídas y actuar oportunamente si éstas se producen.

Un dato a tener en cuenta sobre la presencia de síndromes de abstinencia al interrumpir la medicación psiquiátrica, es que, como dice Moncrieff, en muchos estudios llevados a cabo de comparación entre pacientes en tratamiento activo y en placebo, se cogen pacientes medicados y a la mitad de ellos se les retira la medicación que previamente tomaban, muchas veces de forma brusca, apareciendo luego más recaídas en el grupo con placebo. Pero, evidentemente, algunas de dichas recaídas pueden haber sido en realidad síndromes de abstinencia o haber sido provocadas por los mismos. Falta hacer estudios que comparen pacientes en tratamiento con pacientes en placebo sin tratamiento previo, a ver qué resultados arrojan (aquí hay uno en depresión, más que interesante para apoyar lo que venimos diciendo).

El libro de Moncrieff trata un poco sobre todos estos temas, que nos hemos permitido la licencia de entremezclar con reflexiones nuestras (muchas de ellas deudoras a su vez del pensamiento crítico de Moncrieff, que, para qué negarlo, nos ha influido en gran medida) y construye sus argumentos en torno a una dicotomía básica, entre dos modelos de entender el funcionamiento de los fármacos psiquiátricos: “El modelo centrado en la enfermedad” y “El modelo centrado en el fármaco”.

- El modelo centrado en la enfermedad es el actualmente imperante (excepto para  el uso de benzodiacepinas) y presupone que el fármaco actúa corrigiendo un supuesto (pero no demostrado) desequilibrio bioquímico que está en la base del trastorno psiquiátrico. Este modelo diferencia entre efectos primarios y efectos secundarios y, por tanto, centra los estudios clínicos en el efecto sobre los síntomas del trastorno, descuidando el efecto general del fármaco sobre el organismo a nivel físico y psíquico, especialmente en lo referente al estado alterado de conciencia que inevitablemente provoca cualquier sustancia psicoactiva.

- El modelo centrado en el fármaco se centra en el efecto del mismo sobre el sistema nervioso central y el conjunto del organismo. No existiendo evidencias de ningún desequilibrio químico a corregir, lo que sí se conoce es que cualquier psicofármaco (de hecho, cualquier sustancia psicoactiva, considerémosla un fármaco o una droga, lo que es una distinción sociocultural, no química) actúa a nivel cerebral provocando determinados efectos a nivel de, por ejemplo, sedación o estimulación, con todas las variantes imaginables. Y a su vez, este estado puede tener claras repercusiones positivas ante determinada psicopatología. Por poner un ejemplo, ante una angustia propia de un brote psicótico, con paranoidismo y suspicacia extremos, y un insomnio total, un fármaco que provoca sedación, induce el sueño y da lugar a cierto aplanamiento afectivo, como hace un neuroléptico, puede ser sin duda muy beneficioso en la recuperación del paciente. Y para esto no hace falta ponerse a imaginar desequilibrios neuroquímicos que nadie ha encontrado.

No hace falta decir que Moncrieff se inclina por el modelo de acción centrado en el fármaco, frente a la psiquiatría oficial que, hasta ahora, se ha inclinado por el modelo basado en la enfermedad. El modelo centrado en el fármaco explica también por qué fármacos muy diversos en sus mecanismos químicos provocan mejoría en trastornos diferentes, porque lo harían, no a través de ninguna corrección de un hipotético mecanismo causal, sino a través de determinados efectos, sedativos por ejemplo.

Es importante también darse cuenta de que cualquier sustancia psicoactiva provoca cambios al actuar en el tejido cerebral. Es decir, no hay evidencias de alteraciones neuroquímicas claras en los trastornos mentales previas a la administración de tratamiento farmacológico, pero sí se sabe (y está publicado aquí, por ejemplo) que cualquier sustancia que actúe a nivel de la hendidura sináptica bloqueando un receptor o estimulando otro, da lugar a toda una serie de mecanismos fisiológicos para tratar de compensar tal acción. Es decir, el bloqueo dopaminérgico llevado a cabo por los neurolépticos conduce a un aumento en el número de receptores de dopamina en la neurona postsináptica y a una mayor sensibilidad de los mismos. Por ello, si se retira el tratamiento de forma brusca, existirá un estado de hipersensibilidad a la dopamina el cual también se ha hipotetizado que puede causar a su vez nuevos episodios psicóticos debidos a los cambios producidos por el fármaco y su suspensión brusca. Nosotros, que somos biologicistas (porque no creemos en entes inmateriales, pero que creemos que la biología es algo más que un neurotransmisor que sube o baja según le pongo más o menos del nuevo fármaco que me presentó ese visitador tan majo que me invitó a comer), insistimos en que el cerebro es un órgano extremadamente delicado y que, antes de asegurar que alguien tiene que tomar un tratamiento psicoactivo de por vida, será necesario plantearse bien qué va a hacer ése fármaco en su sistema nervioso central, que beneficios esperamos y qué riesgos asumimos. Y, por supuesto, qué opina el paciente de todo ello.

No queremos dejar de señalar, por si quien nos lee está bajo tratamiento farmacológico psiquiátrico y está pensando en dejarlo, que lo peor es precipitarse. Los tratamientos son útiles muchas veces y necesarios otras muchas, lo que no quita que puedan ser perjudiciales en distintas formas. Antes de dejar un tratamiento (o antes de empezar a tomarlo) lo ideal es informarse adecuadamente y tomar una decisión lo más meditada y consultada posible, teniendo en cuenta pros y contras. Y si la decisión es interrumpir la medicación, por supuesto hacerlo de la forma más paulatina posible y a ser posible bajo supervisión médica. Por otra parte, muchas veces la cuestión no es necesariamente “blanco o negro”, “tratamiento sí o tratamiento no”, sino cuántos psicofármacos diferentes, qué rango de dosis, cuánto tiempo…

En fin, que si quieren seguir desempeñando su rol (de profesional o de paciente) sin mayores cuestionamientos, no lean el libro Hablando claro. Una introducción a los fármacos psiquiátricos, de Joanna Moncrieff…


                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                       


Trabajar haciendo posible lo imposible (comunicación oral Jornadas AMSM)

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Recientemente tuvimos el placer de estar en las Jornadas de la Asociación Madrileña de Salud Mental, perteneciente a la Asociación Española de Neuropsiquiatría y, en nuestra opinión, ejemplo sin duda a seguir de cómo hacer bien las cosas desde el punto de vista asociativo en Salud Mental: un blog actualizado con multitud de documentos interesantes, una revista vital y transgresora en la que hemos tenido el honor de publicar un trabajo nuestro y unas Jornadas anuales con ponentes del máximo prestigio (Joanna Moncrieff, Philip Thomas, David Healy, David Pilgrim…). Y todo ello sin necesidad de ninguna financiación por parte de la desinteresada industria farmacéutica, aunque sin duda con no poco trabajo por parte de los organizadores. Quedando demostrado que se puede ser independiente incluso a nivel de funcionamiento de asociación y de realización de actos científicos. Posiblemente más incómodo pero sin duda bastante más ético (y estético, por qué no decirlo).

El caso es que en dichas Jornadas, presentamos una comunicación oral sobre uno de los temas que más nos interesa, las personas (para las que trabajamos y a las que atendemos), preparada junto a compañeras de trabajo con las que compartimos una misma visión, un buen equipo y la convicción plena de  que otra manera de trabajar es posible (que para los momentos en los que vivimos, no es poca cosa). Gracias compañeras. Dejamos a continuación el texto de dicha comunicación y, en rigurosa exclusiva, el vídeo completo de la misma:



TRABAJAR HACIENDO POSIBLE LO IMPOSIBLE


Introducción


Venimos a hablarles de cosas importantes. En esta comunicación NO vamos a explicar el recurso comunitario donde trabajamos, si no que queremos explicar nuestra filosofía de trabajo, la forma que tenemos de "mirar" a las personas para las que trabajamos.

En primer lugar vamos a exponer cómo se construye un "paciente imposible" para después explicar nuestra manera de "mirar" y de intervenir. A continuación expondremos las IDEAS que nos llevan hacia el "paciente imposible" (seguro que les resultan familiares).


Ideas Imposibilitadoras


-    "Nunca se recuperarán de un Trastorno Mental Grave"

-    "No hay nada que puedan hacer por símismos"

-    "No pueden hacer ningún cambio significativo respecto a sus problemas o sus vidas"

-    "Necesitarán ser medicados para el resto de su vida"



Ideas Invalidantes y Desautorizadoras


-    "Los clientes y sus familias no saben NADA acerca del Trastorno Mental Grave, necesitando ser adiestrados por expertos en Salud Mental"

-    "Los Trastornos Mentales Graves son exclusivamente trastornos cerebrales y el único remedio efectivo es la toma de medicación de por vida"

-    "Los profesionales sabemos lo que conviene hacer al paciente o a su familia respecto a múltiples aspectos de sus vidas"



Ideas Culpabilizantes


-    "La familia ha causado el Trastorno Mental Grave"

-    "Los pacientes y su familia presentan resistencias"

-    "Los pacientes representan papeles y realmente no quieren cambiar"

-    "Algunos actos de los pacientes son búsqueda y demanda de atención"

-    "Algunos actos de los pacientes son manipulaciones en busca de beneficio"



Ideas Desresponsabilizadoras


-    "Las personas enfermas son incapaces de controlar o cambiar su conducta"

-    "La conducta del paciente queda determinada por el Trastorno Mental Grave"


(Chema Rodríguez de Castro)



Una vez en marcha la expectativa de que algo va a resultar difícil, puede ser sorprendentemente inamovible, ya que podemos estar transformando un caso con buenas expectativas en otro totalmente perdido.

El "paciente imposible" es un individuo instalado en nuestra compasión, atrapado en sus quejase inmune a procedimientos y técnicas más sofisticadas.



Cosmovision: nuestra manera de "mirar"


- Trabajamos para supervivientes, para veteranos de las intervenciones psiquiátricas/psicológicas.  Trabajamos según las teorías de las personas.

-   Nos centramos en los recursos y habilidades de las personas, más que en sus limitaciones. Sabemos que dentro de ellos hay una teoría de cambio que espera ser descubierta. Tienen capacidades innatas para crecer, poseen puntos fuertes, habilidades, recursos e ideas.

-    Los vemos sanos y capaces.

-   Admitimos que el cambio en la persona es constante y nos comportamos como sí fuera inevitable y contagioso.

-    Creemos que cada unos de ellos tiene una forma única de cooperar, y que nuestra tarea es identificar y utilizar esa manera de cooperación.

-    Pensamos que es importante reconocer y validar lo que la persona ha estado pensando y sintiendo.

-    Aprovechamos los periodos libres de problema porque estos también existen.

-    Vemos al psiquiatrizando como un héroe en el "drama de la terapia" y creemos, que no sólo dispone de todo lo necesario para resolver sus problemas, sino que puede que haya empezado a hacerlo o tenga una buena idea de cómo conseguirlo.

-    Sabemos que la persona desmotivada no existe.



Cambio: nuestra manera de intervenir


-    No tenemos prisa.

-    Identificamos a la persona como la parte más importante del proceso de cambio.

-    Destacamos de la persona sus fuerzas y habilidades, por encima de sus deficit y debilidades.

-    Exploramos su mundo, descubriendo nuevas posibilidades, haciendo posible lo imposible. Validar hace que lo imposible se convierta en probable.

-    Hacemos sitio a los recursos e ideas de las personas.

-    Respondemos con flexibilidad.

-    Mantenemos una mente fresca, como de principiante.

-    Somos cálidas, mostramos interés, nos implicamos y tenemos actitud de ayuda....pero, no somos las POM POM GIRLS.

-    No hacemos ningún intento de negar la realidad, la tomamos como auténtica, porque sabemos que no necesitamos ser un policía de la realidad.

-    Tomamos con reserva las notas o informes clínicos de otros terapeutas. Sabemos que es mejor acercarse a la persona sin ideas preconcebidas, atentos a nuevas oportunidades.

-    Nosotras no entrevistamos, conversamos, porque la conversación predispone al otro para la participación en su proceso.

-    Sabemos que somos los que sugerimos y la persona, la que elige.



Conclusión


Con los veteranos es crucial ir más allá de las etiquetas diagnósticas, porque detrás de cada una de ellas se esconde una invalidación, y ésta, cuando se hace crónica, se convierte en imposibilidad.

El arma más potente para superar la imposibilidad es la creencia de que puede hacerse. Esta convicción o expectativa de éxito se manifiesta en nuestra confianza en la persona y en la inagotable fe en la alianza terapéutica.










Luces y sombras de la Medicina Basada en la Evidencia (David Healy, vía "Salud y Fármacos")

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Recientemente estuvimos en las Jornadas de la Asociación Madrileña de Salud Mental, invitados por la organización (que se curró un programa excelente sin necesidad de recurrir a financiación procedente de la industria farmacéutica). En dichas Jornadas fuimos discusores de David Healy, prestigioso psiquiatra y psicofarmacólogo, autor de varios libros tan polémicos como interesantes (y, por desgracia, aún no traducidos al castellano). El Dr. Healy nos ilustró con sus tesis sobre el lado oscuro de la MBE, la necesidad de otro tipo de enfoque, el perverso papel jugado por la industria farmacéutica en la utilización de dicha MBE y cómo todos sus defensores hacen -hacemos- un poco de tontos útiles. Ideas complejas que teníamos intención de intentar transmitir, aunque sólo conocíamos textos escritos en inglés y de no fácil traducción (al menos, para nuestra escasa capacidad idiomática). 

En estas preocupaciones andábamos cuando nos encontramos con el texto que hoy recogemos, ya traducido al castellano por cortesía de la organización Salud y Fármacos, que lo ha publicado en su Boletín Fármacos, del máximo interés. El texto original del Dr. Healy fue publicado en su blog como una crítica al libro Mala Farma, de Ben Goldacre. Junto con el texto traducido, los compañeros de Salud y Fármacos incluyeron dos comentarios escritos por otros autores, que también consideramos muy relevantes y hemos incluido en nuestra entrada. En la próxima, nuestra posición sobre el tema, tal como la expusimos en las Jornadas de la AMSM. Ahora, el texto íntegro copiado desde el Boletín Fármacos de febrero de 2014 (que tienen íntegro aquí):



Una industria farmacéutica no tan mala (Not So Bad Pharma)

David Healy, 28 de marzo de 2013


Traducido por Salud y Fármacos

Con Comentarios de Juan Erviti y Sergio Eduardo Gonorazky


David Healey escribió esta revisión del libro de Ben Goldacre, Bad Pharma, para London Review of Books. Cuando London Review of Books decidió no publicar su contribución, el Dr. Healey la publicó en su blog con un párrafo introductorio en el que dice que estamos en una situación peligrosa y paradójica, y que su revisión puede confundir a algunos y quizás molestar a otros porque lanza preguntas y no las responde.


La revisión

Ben Goldacre se hizo famoso con su libro Bad Science. Bad Pharma. Este nuevo libro será de interés para las personas interesadas en políticas de salud. Acierta el tono de indignación. Ataca los problemas que la industria farmacéutica plantea a la práctica médica y a la medicina basada en la evidencia. El problema es que las soluciones que propone, antes de resolver agravarán nuestros problemas.


Los datos que desaparecen

La primera sección se centra en la información sobre los ensayos clínicos que desaparece en las bóvedas de la industria. La información está actualizada hasta este momento, incluye como Roche ocultó información crucial sobre Tamiflu, ocasionando que hace poco gobiernos de todas partes del mundo gastarán miles de millones de nuestros dólares para almacenar Tamiflu. Los cuestionamientos sobre esta decisión se acrecientan a medida que académicos como Peter Doshi y Tom Jefferson obtienen más información.


La cooptación de las agencias reguladoras

La sección siguiente habla de lo que se conoce ampliamente como la cooptación de las agencias reguladoras. Las agencias reguladoras que aprueban la comercialización de medicamentos, como la FDA, tiene empleados muy buenos e inteligentes. Sin embargo el sistema no responde a las necesidades de los pacientes ni de los médicos, y no se puede confiar en que asegure que los medicamentos que se comercializan sean seguros y efectivos.


Ensayos clínicos aleatorizados y medicina basada en la evidencia

La tercera sección introduce el tema de los ensayos clínicos aleatorizados, que constituyen la base de la medicina basada en la evidencia. Para la mayor parte gente, estos dos términos tienen connotaciones tan positivas como la maternidad y la tarta de manzana. Tras describir como deberían funcionar los ensayos clínicos y la medicina basada en la evidencia, Ben explica todos los trucos que las compañías utilizan al diseñar y ejecutar los ensayos clínicos, incluyendo la publicación selectiva de datos, la selección de los pacientes y de los comparadores, el tamaño y la duración de los ensayos clínicos (demasiado cortos o demasiado largos, muestras demasiado pequeñas), medidas de impacto inadecuadas (medidas compuestas o indicadores intermedios, o datos incompletos o basadas en el análisis de subgrupos) y como se confunde a los médicos presentando grandes reducciones relativas del riesgo cuando la reducción absoluta del riesgo es insignificante o inexistente.

En el esquema global, los ensayos clínicos aleatorizados son muy importantes para la buena práctica médica y todo estaría bien si las compañías no los manipularan.


Marketing

La última sección se titula “Marketing” y es la que tiene los detalles más curiosos e interesantes. Describe cómo funciona la propaganda dirigida al consumidor, como las compañías contratan a personajes populares para que apoyen sus productos, venden enfermedades para vender medicamentos, crean grupos de pacientes y emplean compañías de relaciones públicas para enviar sus mensajes y neutralizar a sus críticos.

Describe los anuncios en las revistas médicas y los beneficios que estas revistas reciben por publicar los artículos de las compañías, el poder de los regalitos y comidas gratis para corromper a los prescriptores, como los visitadores médicos captan la personalidad de los médicos y como compañías como IMS Health venden la información sobre las recetas de los médicos a las industrias para que estas sepan cómo pueden manipular a cada uno de los prescriptores.

La luz de Ben también se centra en los escritores fantasma y como ahora son las compañías las que realizan la educación continuada de los médicos. Esto nos lleva al complicado tema de los conflictos de interés. Ben distingue claramente entre situaciones y comportamientos y el mérito de ser más o menos puritano, y eso que él no se cuenta entre los puritanos extremos.


La conclusión

El libro termina con una escena, una pregunta y una solicitud.

La escena presenta a Ben cuando le comunican en una fiesta que Andre Witty, el director ejecutivo de GSK, es una buena persona que hace todo lo posible para asegurar que las cosas se hagan lo mejor posible.

La pregunta es ¿Cómo responderá la industria al reto que les ha presentado?

La solicitud es que cualquiera que tenga otras ideas sobre cómo solucionar el problema se lo comunique.


Enmarcando los temas

Muchos de los lectores conocerán mucho de lo que se incluye en este libro porque son temas que Marcia Angell ha discutido en su libro The Trouble with Drug Companies y Jerome Kassirer en On the Take ¿qué problema hay en reiterarlo elocuentemente? El problema central es que el énfasis que Ben pone en los ensayos clínicos controlados no se encuentra en ningún otro sitio.


Marketing 101

El capítulo sobre marketing muestra como los médicos no se enteran. Confunde ventas con marketing. El marketing implica conocer a los médicos mejor de lo que ellos mismos se conocen, e influir en su pensamiento para que el medicamento sea la respuesta irrefutable a cualquier problema que el médico tenga que enfrentar. No hay mejor forma de hacerlo que con la publicación de ensayos clínicos en revistas de gran prestigio.

Bad Pharma cita todas las investigaciones que demuestran que las compañías obtienen los resultados por los que pagan, pero ignora que en todas las medidas de calidad, ya sea el diseño del ensayo clínico, la transparencia de los procedimientos o la declaración de los conflictos de interés, los ensayos clínicos financiados por la industria son mejores que los estudios realizados en centros académicos.

Ben cita estudios sobre como los médicos no creen ser influenciados por los trucos de los agentes de ventas. Los médicos dicen basarse en la evidencia. Ben piensa que se dejan llevar por los regalitos que reciben y preferiría que utilizaran la evidencia. Andrew cree que los médicos, influidos por libros como Bad Pharma, cada día se guían más por la evidencia (marketing). Andrew utiliza los regalos como reclamos.

Bad Pharma se concentra en los furtivos pequeños mosquitos de ventas y se olvida del camello del marketing, y mientras los que defienden la medicina basada en la evidencia hacen esto, lo único que puede suceder es que aumente la perplejidad ante una indigestión cada vez más grave y surjan voces que pidan mayor regulación y mayor control de los conflictos de interés – algo que interesa a Andrew.


Regulación 101

Bad Pharma quiere que haya mayor regulación, pero cuanta mayor sea la regulación más se fortalece la industria. El dicho chino Chuang Tzu describió el dilema elocuentemente en el 323 BC:

“Para defenderse de los ladrones que roban bolsos, desvalijan maletas y rompen cajas fuertes hay que sujetar todas las propiedades con cuerdas, cerrarlas con candados, y atornillarlas con tornillos. Esto es sentido común. Pero cuando llegue un ladrón profesional se lo llevará todo, lo cargará a la espalda y solo temerá una cosa: que las cuerdas, los cerrojos y los tornillos no funcionen”.

El problema para los sistemas de salud globales tienen que ver con la regulación – las enmiendas a la ley de la FDA de 1962 que surgieron a partir del problema con la talidomida. Estas medidas fueron después adoptadas por otros países e incluían tres componentes críticos:


1. Las patentes de producto aumentan los beneficios y los riesgos. El primer componente consistía en mantener el sistema estadounidense de patentes de producto para los medicamentos en lugar del sistema alemán de patentes de proceso (ver http://davidhealy.org/barmittzva-romba-dancing-in-the-dark/). El staff del Congreso de 1962 había demostrado que las patentes de proceso conducían a que hubiera más innovación en el desarrollo de medicamentos y en precios más baratos que las patentes de producto. Sin embargo, se logró convencer a los alemanes para que adoptaran un sistema de patentes de producto.

Un sistema universal de patentes de producto estableció las bases para el desarrollo de medicamentos de grandes ventas, liderado dos décadas más tarde por Glaxo. Los medicamentos de grandes ventas son los que devengan beneficios de 1.000 millones de dólares anuales para la industria. No suelen ser medicamentos que salven vidas. Es una política que distorsiona las prioridades para la industria y las induce a exagerar los beneficios y ocultar los riesgos de medicamentos de poca importancia como: Prozac para la depresión, Lipitor para reducir el colesterol, Fosamax para la osteoporosis. Todos estos problemas pueden controlarse sin medicamentos.

Ahora bien, las compañías pueden irse a la bancarrota si se documenta que alguno de sus medicamentos de grandes ventas conlleva algún riesgo importante. Por lo tanto el interés de la compañía se canaliza hacia ocultar los problemas. Big Pharma no habla de cómo las patentes han creado este incentivo perverso. Al concentrarse en los ensayos clínicos, le hace el juego a la industria farmacéutica.


2. El estatus de medicamento de venta bajo receta médica es adictivo para los médicos. Otro set de tornillos que se implantó en 1962 fue el estatus de medicamento de venta bajo receta (Ver http://davidhealy.org/barmittzva-romba-dance-of-the-sugar-plum-fairies/). La idea de que los medicamentos deben venderse con receta encaja en la visión del mundo de Ben – sin importar el nivel de educación en salud que tenga el paciente, los médicos han invertido más tiempo, han sido educados en estos temas, saben más que el paciente y su role es manejarlo.

Pero el sistema de medicamentos de venta con receta era para controlar a los adictos, y convierte a los médicos, más que a los pacientes, en consumidores de medicamentos. Consecuentemente la industria invierte más en influir sobre este número más reducido de consumidores – unos US$50.000 anuales por médico- que lo que invierten otras compañías en influir a toda la población. Cuando se deslizan en el anillo de los privilegios de la prescripción, los médicos se hacen visibles a los ojos de Sauron y se arrugan.

Los peligros de la talidomida surgieron en Alemania porque se vendía sin receta y los médicos no se enriquecían con sus ventas. Ditto sobre el tabaco y el alcohol.

Contrastando con esto, los peligros de los medicamentos de venta con receta tardan entre 15 y 20 años en descubrirse. La combinación de los ensayos clínicos y el estatus de venta con receta han convertido a los médicos en una máquina para blanquear los riesgos de las compañías. Bad Pharma no comenta nada al respecto.


3. La cooptación de la medicina. Los ensayos clínicos controlados es el tercer set de cuerdas y tornillos que se instauraron en 1962, y Andrew reza para que no desaparezcan (Ver http://davidhealy.org/barmittzva-romba-dance-to-the-music-of-time/)

Louis Lasagna era el Ben Goldacre de hoy. Fue el primer profesor de farmacología clínica, el autor de la versión del juramento Hipocrático que muchos médicos realizan al graduarse, y uno de los promotores de los ensayos clínicos controlados. En 1962, casi por accidente, introdujo el uso de los ensayos clínicos controlados para probar eficacia en las enmiendas de la ley de la FDA, y eso fue el inicio de nuestra tragedia.

Hasta 1962, las regulaciones habían sido sobre seguridad. Hacer que las compañías demostraran que el producto era efectivo para algo, se consideró como otra medida de seguridad. Eliminar los medicamentos inútiles parecía ser el primer paso para cumplir con “primero no hacer daño”. Excepto que esto no es lo que sucedió.

De repente, esta nueva herramienta científica, cuyos usos y peculiaridades no son del todo conocidos, se convirtió en una gran herramienta para los burócratas – si hay algunos estudios con resultados positivos, los reguladores pueden permitir que el medicamento se comercialice y nadie puede criticarlos, pase lo que pase más adelante.

Esto es donde Bad Pharma se equivoca de categoría. Utiliza la práctica de cumplir con una norma burocrática como algo que puede informar la práctica de la medicina.

Los reguladores manejan temas de alimentos y medicamentos. Todo lo que quieren en el caso de los alimentos es determinar si esa masa amarilla que podría ser manteca teñida para que aparente ser mantequilla cumple con los criterios de la mantequilla. Si no es así no se puede etiquetar como mantequilla. El regulador no tiene que establecer si se trata de buena mantequilla, ni decidir cuándo puede utilizarse, ni determinar si es saludable para el consumidor- esto es responsabilidad de los grupos de defensa del consumidor y de los médicos.

En el caso de los medicamentos el criterio es que haya dos ensayos con resultados positivos. Estas regulaciones no se establecieron para contribuir a la buena práctica médica, sirven para regular anuncios. La FDA en EEUU y los reguladores de otros países cumplen muy bien con su tarea de determinar si los productos cumplen con ciertos requisitos – y tal como están las leyes no pueden hacer otra cosa. No nos debe sorprender que Pharma haya encontrado formas de burlar la regulación. Los grupos de defensa del consumidor y los médicos se movilizan cuando se trata de la mantequilla pero no cuando se trata de medicamentos. ¿Quién está cooptado?

Al introducir los ensayos clínicos en el aparato regulador se ha creado un gran enredo. Lo que está siendo cooptado es el sistema de producir la evidencia, y cuantos más libros como Bad Pharma conviertan a los ensayos clínicos en fetiches más cooptada estará la medicina.


Las limitaciones de los ensayos clínicos controlados

Los ensayos clínicos controlados pueden dar un resultado equivocado.

Los ensayos clínicos son muy útiles para probar que un medicamento no produce el efecto que se había anunciado. Esto puede frenar al charlatán sin escrúpulos, al médico crédulo y proteger al paciente vulnerable.

Pero los ensayos clínicos también pueden ser poco útiles. En muchas patologías no proporcionan un resultado significativo. Por ejemplo, cuando problemas que superficialmente aparentan ser similares pueden estar causados tanto por el medicamento como por la enfermedad, como es el caso del riesgo de suicidio y los antidepresivos, los ensayos clínicos podrían mostrar que medicamentos que claramente causan el problema aparentan no hacerlo. En el área de salud mental, se puede discutir si los ensayos clínicos pueden demostrar que algo “funciona”. Utilizando ensayos clínicos tal como se utilizaron para la comercialización de Prozac, el alcohol pudiera haber probado ser un antidepresivo igual de efectivo y más seguro que Prozac (ver http://davidhealy.org/barmittzva-romba-shadow-dance/)

Los ensayos clínicos, en lugar de utilizarse como habían sido originalmente concebidos, han dado pie a que surja un fetiche de eficacia. El resultado es que ahora consumimos un número creciente de medicamentos que han sido aprobados por reguladores y no parece que haya forma de limitar el número de medicamentos que utilizamos. Y los utilizamos sin que estos medicamentos hayan demostrado que pueden salvar vidas. El resultado es que las muertes inducidas por medicamentos constituyen la tercera causa de muerte. Es una tragedia de proporciones míticas.

Los ensayos clínicos no demuestran que haya una relación causal. No descubren nada. Es probable que impidan el descubrimiento de muchos tratamientos. De la misma forma que Barry Marchall en 1980 utilizó el laboratorio en lugar de los ensayos clínicos para demostrar que las úlceras que produce el h. pilory pueden curarse con antibióticos, Glaxo podría haber utilizado ensayos clínicos para hacer desaparecer la evidencia de que los antibióticos curan las úlceras y así defender su primer medicamento de grandes ventas, su antagonista de los receptores H2 para tratar las úlceras, Zantac.

Dicho de forma más general, en su libro de 400 páginas sobre cómo se tratan las enfermedades con medicamentos, Bad Pharma solo tiene tres páginas (101-104) que se relacionan un poco con la biología, a pesar de que la biología es la principal responsable de las asociaciones superficiales que aparecen en los ensayos clínicos.


Disease mongering

Otro componente de la tragedia es que se tenga que demostrar que el producto sea eficaz para algo. Esta restricción ha hecho que las compañías tengan que promover los medicamentos diciendo que solo son eficaces para tratar enfermedades. En 1962 nadie anticipó que al limitar a las compañías, estas se defendieran convirtiendo una serie de vicisitudes de la vida diaria, variaciones normales en términos de belleza y funcionalidad, en una serie de enfermedades. De esta forma todos nos hemos convertido en personas depresivas, osteoporóticas, e hipercolesterolémicas cuando en otras condiciones podríamos haber sido etiquetadas de agotamiento, huesos envejecidos que requieren más ejercicio, y cuestiones dietéticas que solo tienen importancia si hay otros factores de riesgo cardiovascular.

Las compañías utilizan un lenguaje médico que los médicos no acaban de apreciar. No solo han transformado las vicisitudes de la vida en enfermedades, también han transformado problemas agudos en crónicos, y el imperativo moral de tratar los casos de tuberculosis se está utilizando para vender medicamentos para tratar el síndrome de las piernas inquietas y la fibromialgia. En 1962, la tendencia era calmar el entusiasmo del paciente por el medicamento con el escepticismo médico. Cincuenta años más tarde, los pacientes escépticos tienen que calmar el entusiasmo que los médicos han ido adquiriendo a partir de la última guía de tratamiento basada en los resultados de los ensayos clínicos.


Reparando un sistema que no funciona

Bad Pharma describe las manifestaciones superficiales del problema pero no analiza cómo llegamos a donde estamos. Simplemente asume que Pharma es mala y de ahí emanan el resto de los problemas.

Este análisis, por otra parte, se centra en un momento histórico – cosas que podrían haber sido de otra manera. Algunos podrían decir que la incorporación de los ensayos clínicos en la regulación de medicamentos fue un accidente que tenía que suceder. Otros podrían decir que demuestran, de forma nunca antes alcanzada, los peligros de interferir con el mercado. Sea cual sea el marco que prefiera utilizar, el resultado es que el mercado farmacéutico es el más raro del mundo, permite que las megacorporaciones, a la vez que defienden la retórica del mercado libre para operar, controlen de forma totalitaria el mercado menos libre que hemos visto.

Ben dice que el problema principal es la falta de datos y la solución es el acceso a la información. Este tema está muy candente en Europa y el British Medical Journal está liderando una campaña de acceso a los datos procedentes de los ensayos clínicos.

¿Se trata de algo que inquiete a Andrew? Probablemente no. Las compañías han estado manejando esta situación durante años. En respuesta al llamado reciente para tener acceso a los resultados de los ensayos clínicos, GSK inmediatamente ofreció acceso a la información una vez se haya constituido un comité académico apropiado y un sistema de gobernanza. Al controlar el marco analítico, GSK puede matar dos pájaros de un tiro: obtener los resultados que desea a partir de un análisis independiente de la información y mejorar su reputación al adoptar políticas transparentes.

Andrew tiene el apoyo de grupos de pacientes – que no están pagados por las compañías como Bad Pharma le haría creer- quienes en su discurso enfrentarán a los académicos que atrasan la toma de decisiones con el derecho de los pacientes a la privacidad y confidencialidad. La mayoría de los lectores se percatarán de que solo hay un ganador en este tipo de disputas. Andrew también tiene políticos que manejarán el proceso de comunicación de riesgos al público – y lo más irónico es que estos políticos presentarán el libro de Ben Bad Science como su principal libro de texto.

Es como presentar el uniforme de un equipo de grandes ligas frente a una serie de enanos. Si los enanos ganan es probable que empeoren la situación. Las buenas intenciones no son suficientes. Si los buenos no entienden el sistema al que se están enfrentando pueden empeorar mucho las cosas, basta con preguntar a Lou Lasagna. Conseguir acceso a los datos bajo las condiciones de GSK podría acabar en que la época de Bad Pharma sea un periodo feliz. Los buenos no piensan que los ensayos clínicos bien hechos puedan tener efectos adversos. Si los resultados no son los deseados, como en las creencias religiosas, será porque los ensayos clínicos no eran lo suficientemente buenos, no porque hay muchas cosas que no pueden resolverse con ensayos clínicos.


Falta de datos

La falta de datos es crítica pero Bad Pharma ignora información crítica. Andrew probablemente ronronea sobre la poca importancia que Ben otorga a los informes de efectos adversos y a su falta de interés en la perversidad de la compañía para esconder ese tipo de información, que es más sorprendente que el uso de escritores fantasma. Por ejemplo, en EEUU las compañías animan a los pacientes y médicos a informar sobre los efectos adversos directamente a la FDA en lugar de a las compañías. ¿Una medida inteligente? Brillante – las compañías tienen la obligación de dar seguimiento a los eventos adversos y establecer causalidad, la FDA no lo hace. Redirigir los informes hacia la FDA ahorra dinero, reduce la responsabilidad legal y relega los informes de eventos adversos a anécdotas (Ver http://davidhealy.org/american-woman/ y http://davidhealy.org/american-woman-2/)

El colmo de la perversidad es cuando teniendo cientos de informes convincentes que demuestran que el problema ha sido ocasionado por el tratamiento, cuando utilizando algoritmos estándar para probar causalidad los empleados concluyen que un medicamento ha causado el problema, las compañías niegan bajo juramento la existencia de un vínculo causal entre el medicamento y el problema de salud (ver http://davidhealy.org/burn-in-hell/). Gracias a la medicina basada en evidencia pueden salirse con la suya. ¿Cómo? Pues el paradigma de los ensayos clínicos incluye el concepto de que los únicos resultados válidos son los estadísticamente significativos. Como los ensayos clínicos controlados están diseñados para demostrar si un evento es estadísticamente significativo o no – si el medicamento funciona o no- no pueden analizar qué otras cosas podrían atribuirse al medicamento, por lo tanto la seguridad de los medicamentos, que en 1962 era el objetivo principal de la regulación, se ha eclipsado.

Como los ensayos clínicos se han convertido en fetiches, es difícil que los médicos y pacientes crean en lo que sus propios ojos ponen en evidencia. Restaurar esta capacidad – que casi por definición los ensayos clínicos intentan menoscabar- es más importante para la práctica médica que el acceso a los datos sobre “la mantequilla”.

Hubo un momento en que el paciente individual estaba en la cima de la medicina basada en la evidencia, pero tras repetir insidiosamente mantras como “el plural de anécdotas no son datos” ya no es así. Pues bien, el plural de ensayos clínicos no es medicina.


Un candidato para la esperanza

A veces hay que tomar distancia y admirar como Andrew realiza su trabajo. ¿Está esforzándose para que GSK sea lo que Ben querría que fuera? Ben quiere que haya más chivatos de la industria, pero la mayor parte de las cosas que cita proviene de chivatos estadounidenses y muy poco se origina en otros lugares. Si yo fuera un exempleado de la industria cuyos chivatazos no han sido tenidos en cuenta, me sentiría amargado y me preguntaría ¿Cuál ha sido el papel de los médicos en todo esto?

Este problema podría solucionarse sin intentar convertir a Pharma. Los médicos podrían pero no toman la decisión de prohibir que los resultados de los ensayos financiados por la industria se publiquen en las revistas médicas. Como el New York Times verifica con mayor seriedad las fuentes primarias de lo que publica que el New England Journal of Medicine, todos podríamos estar más seguros si los resultados de los ensayos clínicos se publicaran en el New York Times en lugar de en NEJM – lo que culpabiliza directamente a los médicos no a la industria.

Bad Pharma tiene una orientación muy británica. Ben quiere que los Colegios Reales se planten y cambien la situación. En el marco del debate que propone, casi no hay nada que Inglaterra pueda hacer. Lo único que podría resonar un poco con Andrew es que animará a los pacientes y a los médicos a creer más en la evidencia de lo que sus propios ojos pueden captar – pero Ben no puede decir eso.

En cambio Andrew ofrece acceso controlado a los datos procedentes de los ensayos clínicos. Como respuesta el BMJ dijo “[Witty] se ha destacado como merecedor de alabanzas por uno de los críticos más feroces de la industria. Ben Goldacre lo calificó como un ‘giro importante’”.

El número del BMJ donde aparece este comentario incluye tres páginas sobre Andrew Witty, incluyendo su imagen en la portada como si se tratase de un poster político, como si se tratase de Barack Obama, y debajo hay una sola palabra “Esperanza”. Refiriéndose a GSK, y presentándolo como una industria farmacéutica no tan mala, dice que “las 100.000 personas que trabajan para GSK son como usted, ¿no es así? Estoy seguro que todos los lectores de BMJ tienen amigos que trabajan en la industria… Son gente normal. Muchos de ellos son médicos”.


Suicidio profesional

La medicina basada en la evidencia ha sido excelente para exponer los sesgos de los médicos y los pacientes. Al igual que la Iglesia Católica ha tenido que reconocer que ignorar lo que la gente dice, porque parte de la información es errónea, puede ocasionar crisis, la medicina tiene que darse cuenta que la medicina basada en la evidencia puede llevarnos a una crisis similar.

Los médicos deben darse cuenta de que su profesión está en peligro (Ver http://davidhealy.org/professional-suicide/, http://davidhealy.org/model-doctors/ ). Si la opinión clínica y la discreción han dejado de ser importantes, las enfermeras y otros pueden convertirse en prescriptores más baratos, y estarán más dispuestos a aceptar las guías que les impongan los médicos. Cualquiera puede dictar que consuma un medicamento, solo los expertos le dirán que deje de tomarlo. ¿Cómo sabe el experto cuando debe dejar de obligarlo a tomar un medicamento? No lo aprende en los ensayos clínicos.

Bad Pharma™ promueve los ensayos clínicos y la medicina basada en la evidencia, y niega la existencia de efectos adversos. El único escenario en donde este comportamiento se reproduce es en el caso de los medicamentos de grandes ventas™. Freud interpretaría el ™ como revelador.

Lou Lasagna es un símbolo extraordinario de cómo este acercamiento podría estar mal dirigido. Lou impulsó la inclusión de los ensayos clínicos controlados con placebo en la Ley de la FDA de 1962 pensando que establecer la eficacia de un medicamento sería ventajoso para la seguridad de todos. Pero en 1962, solo un medicamento había demostrado ser seguro y efectivo antes de ser comercializado – la talidomida.


Aspectos cuestionables sobre los comentarios de David Healy sobre BadPharma

Juan Erviti


La revisión

En este apartado dice que “las soluciones que propone [Ben Goldacre], antes de resolver, agravarán nuestros problemas”. Esto es algo muy discutible pues en principio las propuestas de Ben Goldacre son objetivamente buenas. La clave es regular adecuadamente para que se pueda cumplir el espíritu de la ley y no se dé pie a la tergiversación.


Marketing 101

David Healy comenta que la mayor diferencia que tiene este libro de Ben Goldacre respecto a otros libros similares es el énfasis que pone en los ensayos clínicos. Una de las críticas de David Healy dice “BadPharma cita todas las investigaciones que demuestran que las compañías obtienen los resultados por los que pagan, pero ignora que en todas las medidas de calidad, ya sea el diseño del ensayo clínico, la transparencia de los procedimientos o la declaración de los conflictos de interés, los ensayos clínicos financiados por la industria son mejores que los estudios realizados en centros académicos”.

Mi experiencia en el Comité Ético de Investigación Clínica me dice que los ensayos de investigadores independientes de la industria suelen ser peores en lo que se refiere al cumplimiento de aspectos administrativos del ensayo, probablemente porque no tienen la maquinaria de apoyo con la que cuentan las compañías farmacéuticas. Sin embargo, son infinitamente mejores desde el punto de vista de calidad de la pregunta de investigación, interés científico, interés para el paciente y para la sociedad.


Regulación 101

David Healy parece que es partidario de regular menos todavía. Dice así: “BadPharma quiere que haya mayor regulación, pero cuanta mayor sea la regulación más se fortalece la industria”. Esta afirmación es muy peligrosa. Es cierto que una excesiva regulación favorece a las grandes compañías que tienen mucho personal dedicado a estos asuntos y puede dificultar el trabajo de investigadores más modestos. Sin embargo, es importante regular mucho más estrictamente en los aspectos fundamentales.

Desde la creación de la ICH en 1980, hemos vivido un proceso de desregulación absoluta [1]. Las agencias “reguladoras” cedieron en una serie de aspectos que han perjudicado gravemente a la medicina y a los pacientes como son, por ejemplo:


– la autorización de medicamentos que muestran eficacia frente a placebo, cuando hay otros medicamentos que deberían ser el estándar de referencia
– aceptar los ensayos de no inferioridad para autorizar nuevos medicamentos o indicaciones. Esto no debería permitirse, mucho menos cuando los valores “delta” son arbitrarios y muy discutibles en ocasiones. Esto se traduce a que hay nuevos medicamentos peores que los que tenemos y que se autorizan como “no inferiores”
– uso de variables intermedias de dudosa correlación con variables duras para autorizar nuevos medicamentos
– aceptación de ensayos con una duración claramente insuficiente
– plan de gestión de riesgos: en vez de estudiar las señales de seguridad observadas en los estudios del programa de desarrollo, se autoriza la comercialización del medicamento y se plantea estudiar estas señales una vez el fármaco está en el mercado. Esto se traduce en efectos graves y muertes innecesarias que son imposibles de justificar en términos de balance “beneficio-riesgo” de los medicamentos.

En definitiva, a partir de la talidomida (1962) se empezó a regular acertadamente pero, a partir de 1980, se ha comenzado una sutil desregulación que está ocasionando graves problemas de salud y financieros a la población.

Mi criterio es que hay que regular lo realmente importante, intentar desburocratizar y apoyar logísticamente a los investigadores independientes.


Patentes de producto / procedimiento

David Healy se lanza muy alegremente a defender las patentes de procedimiento. Quizás él no sepa que el último país de la UE que tuvo ese tipo de patente fue España. Se abolió en 1992 con la entrada de España en el “mercado común europeo”. La experiencia en España nos dice que la patente por procedimiento no ha ayudado en absoluto a potenciar la investigación e innovación, tal como asegura David Healy.

Se podrían discutir otras alternativas a la patente de producto como propone Donald Light en un artículo [2] en el que sugiere la posibilidad de suprimir las patentes en los medicamentos pero compensar a los laboratorios que encuentran una molécula de interés con un premio en metálico y otras posibles ventajas…


Receta sí / receta no

David Healy mantiene que el hecho de que los medicamentos deban prescribirse con receta beneficia a la industria en cuanto que al controlar a un colectivo pequeño (médicos) tiene controlado todo el mercado. Esto es cierto y habría que evitar la influencia excesiva de la industria en los médicos. Sin embargo, la solución no es desregular y que los medicamentos no requieran prescripción médica o que muchos otros colectivos profesionales pudieran prescribir medicamentos. Este argumento lo discute David Healy ampliamente en su libro Pharmageddon [3] pero yo no estoy muy de acuerdo con sus planteamientos.


Las limitaciones de los ensayos clínicos controlados

David Healy dice que los ensayos clínicos controlados pueden dar un resultado equivocado. Estamos de acuerdo. Simplemente por azar hay un error alfa del 5%, es decir, uno de cada 20 ensayos concluye que hay diferencias a favor del fármaco en estudio cuando realmente no las hay. Además de esto, puede haber sesgos en el diseño que hagan que los resultados no sean fiables. También dice David Healy que “los ensayos clínicos no demuestran que haya una relación causal. No descubren nada”.

Sin embargo, los ensayos clínicos son la mejor herramienta que tenemos para imputar la causalidad, con todas sus limitaciones. Para mí el problema radica en que es perverso que los ensayos los diseñen, implementen, evalúen y comuniquen aquellos que se van a beneficiar de los resultados del ensayo. Los ensayos deberían diseñarlos, realizarlos y evaluarlos organismos públicos independientes de la empresa que va a lucrarse con el producto evaluado.


Falta de datos

Dice David Healy: “(…) en EE UU las compañías animan a los pacientes y médicos a informar sobre los efectos adversos directamente a la FDA en lugar de a las compañías. ¿Una medida inteligente? Brillante – las compañías tienen la obligación de dar seguimiento a los eventos adversos y establecer causalidad, la FDA no lo hace. Redirigir los informes hacia la FDA ahorra dinero, reduce la responsabilidad legal y relega los informes de eventos adversos a anécdotas”.

Mediante estas palabras parece decir que es mejor que los datos de seguridad de los medicamentos los gestionen las propias compañías antes que los organismos reguladores. Esto es una barbaridad. Tenemos un ejemplo reciente en el que la EMA ha hecho una inspección a Laboratorios Roche [4] y se ha encontrado con 80.000 informes de seguridad “escondidos en el cajón” que incluían la muerte de más de 15.000 personas, muertes que nunca fueron estudiadas. La EMA concluyó que “la relación beneficio-riesgo de los medicamentos de Roche podría no ser la que creemos”.

La solución está en una regulación estricta de todo lo referido con datos de seguridad de los medicamentos.

También dice David Healy: “Como los ensayos clínicos controlados están diseñados para demostrar si un evento es estadísticamente significativo o no –si el medicamento funciona o no- no pueden analizar qué otras cosas podría estar provocando el medicamento, por lo tanto la seguridad de los medicamentos, que en 1962 era el objetivo principal de la regulación, se ha eclipsado”. Tampoco estoy de acuerdo. Es cierto que la detección de problemas de seguridad requiere más pacientes y un seguimiento a más largo plazo de lo que es habitual en un ensayo clínico donde la variable principal suele ser la valoración de la eficacia. Sin embargo, esto no anula el valor del ensayo sino que pone de manifiesto la necesidad de otros abordajes para estudiar la seguridad, que incluyen múltiples opciones, incluidos los estudios observacionales con bases de datos poblacionales.

La conclusión de David Healy es que “Lou impulsó la inclusión de los ensayos clínicos controlados con placebo en la Ley de la FDA de 1962 pensando que establecer la eficacia de un medicamento sería ventajoso para la seguridad de todos. Pero en 1962, solo un medicamento había demostrado ser seguro y efectivo antes de ser comercializado, la talidomida”. Creo que es una conclusión muy desafortunada. Precisamente la tragedia de la talidomida fue lo que motivó la exigencia de ensayos clínicos para evaluar la eficacia y seguridad de los medicamentos antes de su puesta en el mercado.


Referencias

ICH: un club restreint d’agences et de firmes pharmaceutiques impose ses règles. La Revue Prescrire 2010, vol. 30, no317, pp. 222-225.
DW Light, and JR Lexchin. Pharmaceutical research and development: what do we get for all that money? BMJ 2012;345:e4348.
Healy D. Pharmageddon. Los Angeles, CA: University of California Press; 2012.
European Medicines Agency acts on deficiencies in Roche medicines-safety reporting. Available at, http://www.ema.europa.eu/ema/index.jsp?curl=pages/news_and_events/news/2012/06/news_detail_001539.jsp&mid=WC0b01ac058004d5c1(accedido 22/08/2013).


“Not so bad pharma” de David Healy y una crítica de la crítica

Sergio Eduardo Gonorazky (a)


Como bien resume Antonio Martínez Ron [1], en su reseña del libro de Ben Goldacre “Mala Farma” [2] (b), son diez los aspectos por los cuales la Gran Farma puede ser calificada como Mala Farma y transcribo su síntesis con algunas modificaciones:
El 90% de los ensayos clínicos publicados son patrocinados por la industria farmacéutica. Esto no sería nocivo si:
Los resultados negativos no se ocultasen sistemáticamente a la sociedad (la mitad de los ensayos clínicos no se publican);
Las farmacéuticas no manipulasen o maquillasen los resultados de los ensayos (un ejemplo es lo ocurrido con el rofecoxib);
En numerosas ocasiones los resultados no fuesen replicables;
Los comités de ética y los reguladores no fallasen en el control de la obligación de publicación de los resultados de los ensayos de investigación y de los datos sobre efectos adversos de los fármacos (y si la FDA y la EMA, por su parte, no se hubiesen convertido en agentes de la industria);
No se promocionase la prescripción a niños de medicamentos que sólo tienen autorización para adultos (se puede poner como ejemplo lo ocurrido con la paroxetina);
No se realizasen ensayos clínicos con los grupos más desfavorecidos;
No abundasen los conflictos de intereses (líderes de opinión que obtienen suculentos ingresos de la industria, funcionarios de agencias reguladoras que de un día para otro pasan a formar parte del plantel de la industria privada, etc.);
La industria no distorsionase las creencias de los médicos y sustituyesen las pruebas por marketing (en EE UU se gasta entre US$30.000 y 40.000 millones en publicidad, lo que representa la cuarta parte de sus ingresos y el doble de lo que se invierte en investigación y desarrollo) y
Si los criterios para aprobar medicamentos no permitiesen una autorización acelerada más allá de lo que la precaución indica

David Healy, por su parte, señala críticamente que Ben Goldacre en “Mala Farma” describe solamente las manifestaciones superficiales del problema (3). Healy precisa tres aspectos que condujeron a la situación actual que, según él, Goldacre soslaya:
La política de patentes: al cambiarse la patente de proceso por la de producto, los laboratorios pueden usufructuar el monopolio de medicamentos exitosos;
La prescripción por receta médica, que originariamente estaba destinada a evitar el abuso por parte de los adictos a drogas, determina que sea el médico el que hace la indicación que un tercero paga;
Los ensayos clínicos aleatorizados (y las guías de prescripción) que, junto con la Medicina Basada en Pruebas, permiten que productos con escasa y limitada (o nula) relevancia clínica sean aprobados por las agencias reguladoras, más para beneficio de las empresas farmacéuticas que para la salud de las personas. Healy enfatiza que esos mismos estudios, diseñados para probar eficacia de las drogas, carecen de potencia para revelar sus efectos adversos, los que por este motivo se ignoran, son inciertos o se ocultan.

Lo mencionado determina que los medicamentos llegan al público bajo la prescripción de profesionales supuestamente entrenados, convencidos de la bondad de los productos, pues estos se hallan legitimados por una ciencia basada en diseños y estadísticas que ellos escasamente entienden pero que están publicados en revistas de prestigio, con la firma de reconocidos líderes de opinión.

Para David Healy, la Medicina Basada en Pruebas y, específicamente, los ensayos clínicos aleatorizados, se convirtieron en instrumentos de la industria para convencer a los médicos de cuál es la conducta que debe adoptarse para actuar de acuerdo al estado del arte. Facilita la persuasión el que, basándose en dichos ensayos, los líderes de opinión (Key Opinion Leaders), elaboran guías de prácticas a ser aplicadas por prescriptores acríticos, poco conscientes de los efectos adversos de sus indicaciones.

Una de las ideas directrices de Healy es la que expresa en su libro Pharmageddon [4]: mientras antes los medicamentos y las pruebas estaban antes dirigidas a diagnosticar y curar enfermedades que implicaban un riesgo cierto para la vida, la actual es una época en las que las compañías convierten los riesgos en entidades nosológicas y se ocupan más de“construir” y “vender” enfermedades que de curar enfermos [4:5]. En otras palabras, se llevó al clímax la idea de que sano es un individuo enfermo insuficientemente estudiado. Lo mencionado conduce a un creciente sobre diagnóstico y a un exceso de sobre medicación.

En este escenario, el efecto neto del accionar de la industria farmacéutica es deletéreo, pues más que curar y salvar vidas o evitarlas, enferman a la gente. Healy da como ejemplo la ingeniería de renombrar la antigua enfermedad “maníaca-depresiva”, una rara condición que afectaba a 10 personas por millón, como “desorden bipolar”, que en contraste afecta supuestamente hasta 50.000 personas por millón [4]. El telón de fondo es que enormes esfuerzos se realizan para persuadir a los médicos de atención primaria que un amplio rango de problemas nerviosos menores pueden ser indicativos de desorden bipolar más que un cuadro de ansiedad o depresión” [4:36]. “Disease mongering” es el nombre en inglés que toma este acto de promover y vender enfermedades y estos aspectos son centrales en el análisis de Healy (aunque hay que señalar que también Goldacre se refiere a este problema), para quien estamos viviendo la era en la que el negocio está disfrazado de ciencia [5].

Pretendo en las líneas que siguen, expresar y fundamentar que las críticas de Healy a la Medicina Basada en Pruebas (Evidence-Based Medicine) y a David Goldacre son excesivas, para finalizar con una reflexión bioética respecto a esta problemática.
1.- Debe ante todo aclararse que la palabra “evidencia” en español, según el Diccionario de la Real Academia española significa “Certeza clara y manifiesta de la que no se puede dudar”, y “evidence” en inglés, de acuerdo el Diccionario de Oxford, señala “el conjunto de hechos e información que nos indican si una creencia o proposición es verdadera o válida” (the available body of facts or information indicating whether a belief or proposition is true or valid). Por tal motivo, es conveniente traducir la expresión “Evidence-Based Medicine” como Medicina Basada en Pruebas, como otros autores ya lo han señalado.

Medicina basada en Pruebas es algo mucho más que ensayos clínicos aleatorizados y mucho más que los resultados que surgen de estudios que requieren más o menos complejos análisis estadísticos.

La definición que dan los referentes en este campo, es que Medicina Basada en Pruebas (Evidence-Based Medicine) es la integración de la mejores “pruebas” en investigación, la experiencia clínica y los valores del paciente [6], por lo que, restringir la “Medicina Basada en Pruebas” a los resultados de las pruebas constituye una perspectiva limitada de la misma.

No se trata, tampoco, de que sólo puedan aplicarse medidas terapéuticas, diagnósticas o preventivas, basados en pruebas irrefutables. Douglas Altman y Martin Bland expresan con claridad “ausencia de Prueba no es Prueba de ausencia” [7] y estrictamente hablando, Medicina Basada en Pruebas es Medicina Basada en Niveles de Pruebas [6]. En el mismo sentido, las pruebas requeridas para efectos adversos y la significación estadística de éstas, por razones de precaución, no necesariamente tienen que tener el mismo nivel de exigencia que las reclamadas para demostrar eficacia de un tratamiento o prueba diagnóstica. En otros términos, no se trata de aplicar a la pruebas de seguridad los mismos algoritmos que a las de eficacia, sino de emplear alternativas basadas en el principio de precaución.

Healy acepta que hoy la medicina debe estar basada en pruebas pero se queja de que la industria explotó la ambigüedad de la palabra y, especialmente, la brecha existente entre los datos (lo que ocurre realmente al paciente) y la construcción posterior de las pruebas del efecto de las drogas [4:239]. Efectivamente, la Medicina Basada en Pruebas vino acompañada de una serie de dogmas como el de la significación estadística (la P), el del diamante que resumen el resultado del gráfico de bosque en meta-análisis, o que la única prueba de valor es la del ensayo clínico aleatorizado, conceptos ajenos al real significado de este tipo de práctica, así como a una serie de hechos que tanto Healy como Goldacre coinciden en señalar: ocultamiento de información, complicidad de las agencias reguladoras, minimización de efectos adversos y maximización de efectos beneficiosos, ganarse la opinión favorable de líderes de opinión y, de manera inconsciente, de los propios prescriptores y asociaciones de pacientes, todo bajo la cobertura que dan los “ensayos clínicos aleatorizados”, lo que no constituye sino una falsificación del verdadero sentido de la Medicina Basada en Pruebas.

Si la industria disfraza en más de una oportunidad productos inservibles o directamente dañinos con la máscara de la Medicina Basada en Pruebas, esto no deslegitimiza en sí al instrumento, pues justamente se requieren pruebas para desenmascarar al estafador y Healy no se priva de utilizarlas. Es un equívoco pensar que la Medicina Basada en Pruebas se opone a la Medicina Narrativa o a la Medicina Basada en la Experiencia [8]. Si la industria farmacéutica subvirtió el concepto de la Medicina Basada en Pruebas, no se trata de oponerse a ésta sino de rescatar críticamente su sentido inicial, pues necesitamos tanto pruebas relativas a la eficacia, a la efectividad y a la eficiencia de los viejos tratamientos y las nuevas drogas propuestas, como a la seguridad de éstas. No se trata solo de conocer si lo nuevo es mejor sino también la relevancia de clínica de dicha mejoría ponderando a la vez los efectos adversos. ¿Cómo podríamos demostrar los efectos adversos de un antidepresivo en los adolescentes sino es con pruebas?

El rechazo explícito a la Medicina Basada en Pruebas por parte de David Healy y el ataque a Goldacre por su defensa, así como la ausencia de una propuesta alternativa, nos deja sin instrumentos para avanzar hacia una mayor transparencia en el análisis de los datos así como la determinación de la real eficacia y seguridad de los viejos y nuevos métodos de diagnóstico, prevención y tratamiento. La justa crítica a los equívocos generados por la Medicina Basada en Pruebas, no debe ser motivo para la negación sino para una elaboración superadora de ésta.

En el “blog” de David Healy puede leerse la exigencia que todos los ensayos deben estar registrados y todos deben ser publicados, lo que no deja de ser una exigencia de una correcta aplicación de la Medicina Basada en Pruebas. También puede leerse la reivindicación de una Medicina Basada en Datos, lo que también constituye un nivel de prueba que, como dije más arriba, debe tener niveles de exigencia y algoritmos diferentes para eventualmente retirar un fármaco aprobado del mercado o restringir su uso a grupos limitados de pacientes.

David Healy puntualiza que “Mala Farma quiere que haya mayor regulación, pero cuanta mayor sea la regulación más se fortalece la industria”. Sin embargo, Goldacre, expresa claramente: “otra táctica a la que recurren los miembros de la industria –podemos estar seguros de ello porque ya les hemos visto hacerlo-sería alegar que ahí están sus normativas, esas vastas oficinas atestadas de reguladores. “Somos una de las industrias más controladas del mundo”, dirán, ahogados en papeleo. Pero creo que ha quedado demostrado que esas reglamentaciones no han servido para nada” [2:27].

Goldacre defiende la Medicina Basada en Pruebas pero, en un contexto en que se oculta información, es crítico respecto a los ensayos clínicos. Expresa claramente que “hacer más ensayos no servirá de nada”…”Haciendo más ensayos lo único que conseguimos es sumarlos a un fondo de datos existente ya contaminado” [2:279] por lo que no parece del todo justa su apreciación de que Goldacre convierte a los ensayos clínicos en un fetiche [3].

Healy, como expresé más arriba, propone una Medicina Basada en Datos, en su caso a los que la industria denomina, hechos anecdóticos. Goldacre también se queja de la falta de datos (más dirigida la crítica a la debilidad de los ensayos y al ocultamiento de la información) señalando que este hecho envenena una fuente colectiva [2:272]. Uno y otro señalan aspectos diferentes pero no contradictorios y ambos necesarios.

En resumen, Healy ataca la Medicina Basada en Pruebas, no brindando ninguna propuesta superadora, y considera que ésta más que la propaganda y los regalos constituye el medio de persuasión de los prescriptores (lo que no deja de tener mucho de verdad); mientras Goldacre la defiende, pero no en la forma mistificada en que la industria la practica con demasiada frecuencia. El primero defiende la legitimidad de los datos de la experiencia (que la industria denomina hechos anecdóticos), el segundo reivindica la necesidad de transparencia de los datos, pero poniendo énfasis en los datos ocultos que surgen de los ensayos clínicos aleatorizados. En opinión de este autor, ni uno ni otro son superficiales y ambos enfoques enriquecen a la discusión sobre el papel actual de la industria farmacéutica.


Necesidad de una reflexión bioética

Oscar Wilde, hace decir a uno de sus personajes que cínico “es un hombre que conoce el precio de todo y el valor de nada”[9]. Podríamos parafrasear dicha expresión y decir que “paradójicamente, la bolsa de valores es el lugar en el que se conoce el precio de todo y el valor de nada”. No se trata de si los gerentes de la Gran Pharma son buenas o malas personas, las acciones de dichas empresas cotizan en bolsa y el trabajo de ellos es que el precio de éstas sea elevado. Pero si, siguiendo a Kant, las personas tienen dignidad y no tienen precio, son fines y no solamente medios, surge la pregunta: ¿no debe subordinarse la lógica del lucro a principios bioéticos que tengan como centro a las personas y a las necesidades de la sociedad?

Beauchamp y Childress fundamentan la toma de decisiones bioéticas en un sistema de cuatro principios (autonomía, beneficencia, justicia y no-maleficencia) en el que cada uno tiene prima facie la misma fuerza y en los que sólo las circunstancias pueden establecer un orden jerárquico entre ellos [10].

Diego Gracia Guillén, por su parte, establece, más allá de las circunstancias, un orden jerárquico entre ellos [11]. Para el bioeticista español, “debemos priorizar la no-maleficencia y la justicia sobre la beneficencia”. “Entre la no-maleficencia y la beneficencia”, expresa, “hay una relación jerárquica, ya que nuestro deber de no hacer daño a otros es claramente superior al de beneficiarlos. Lo mismo cabe decir de la justicia. Pero quizá es posible ir aún más allá, dado que los demás pueden obligarnos a no hacer daño o no ser injustos, pero no pueden obligarnos a ser beneficentes”. Para este autor, “un acto de beneficencia debe ser dado y recibido libremente, y por tanto se halla intrínsecamente relacionado con la autonomía”. Un acto de beneficencia lo es respecto al propio sistema de valores: lo que es bueno para uno puede no serlo para otro”. “La autonomía y la beneficencia nos permite ser moralmente diferentes”. La beneficencia y la autonomía se encuentran, por dicho motivo, a un nivel privado. La justicia como la no maleficencia, son principios de un nivel público.

“Primun non nocere”, “en principio no hacer daños”, este aforismo mal atribuido a Hipócrates [12], es la expresión más clara del principio de no maleficencia y podemos considerar, incluido en éste, el principio de precaución. “El principio de precaución aspira a orientar las medidas a tomar cuando se sospecha que determinados productos o tecnologías crean un riesgo grave para la salud pública o el medio ambiente, pero todavía no se cuenta con una prueba definitiva de tal riesgo” [13]. Este principio remonta al programa gubernamental alemán de protección del medio ambiente de 1971, extendiéndose posteriormente a la legislación de diversos países europeos sino también de seguridad alimentaria y salud pública, habiendo sido incorporado a los Tratados de Maastricht (1992) y Ámsterdam (1997) de la Unión Europea [13].

Cuando se aprueba una droga para su venta existe una situación de incertidumbre respecto a posibles efectos adversos, razón por la cual no sorprende que, luego de un tiempo, algunas de ellas sean retiradas del mercado. Por tal motivo, la transparencia de los procesos de investigación de nuevos fármacos, los resultados de dichos procesos, así como la fármaco-vigilancia y el eventual retiro, total o parcial (c), del mercado de medicamentos ya aprobados deben ser realizados bajo los principios de no maleficencia y de precaución.

La Medicina Basada en Pruebas, al limitar la exigencia de la aplicación de la prueba a los valores del paciente bajo el supuesto que ya se conoce la ecuación riesgo-beneficio, relega a un segundo plano el principio de precaución, tanto como el de justicia.

Fármacos con eficacia clínica irrelevante y de alto costo, son aprobados con una importante falta de transparencia en los registros y los resultados publicados, con un sistema de farmacovigilancia deficiente, que subestima los datos relacionados a los efectos adversos y retrasa indebidamente el retiro total o parcial de medicamentos de riesgo como tanto Healy como Goldacre mencionan en sus escritos.

¿Por qué la industria farmacéutica no se rige por principios bioéticos ampliamente aceptados? ¿Por qué las agencias reguladoras constituyen el mayor obstáculo para la gestión eficaz de los casos graves de seguridad de los fármacos? [2:135] ¿Por qué estos mismos entes supeditan sus decisiones a los intereses de la industria?

Se trata de que las agencias reguladoras no supediten su actuar solamente a Guías de Prácticas Clínicas en Investigación, que se elaboran al margen de la discusión de Principios Bioéticos como los arriba enunciados. ¿Dónde se afirma el Principio de Justicia si se aprueba para la venta un fármaco en condiciones en las que sólo podrá ser utilizado por una minoría de individuos de altos ingresos, y se sabe que la consecuencia será una mayor asimetría en la distribución mundial de los recursos destinados a la salud?. Es en ese marco que deberán discutirse las políticas de patentes. Medicamentos innovadores, sí. Medicamentos para enfermedades huérfanas, sí. Pero todo en el marco de la afirmación de los principios de no maleficencia y justicia primero y de beneficencia y autonomía después.

La lógica del lucro en ocasiones coincide con las necesidades de la sociedad pero en muchas otras colisiona con ellas. La anomia del “mercado global”, que se expresa con crudeza en las bolsas de valores, desconoce de principios bioéticos. Todo se trata de ganancias y los mismos agentes tanto pueden invertir en las acciones de una empresa farmacéutica como en una de tabaco, en una editorial científica dedicada a las ciencias de la salud como en la producción de armas [14,15].

Son los pueblos los únicos capaces de cambiar la historia. La conciencia crítica de la situación de la Gran Farma (a la que contribuyen tanto Goldacre o Healy) y una ética de compromiso responsable del conjunto de la sociedad, son condiciones necesarias para corregir el actual estado de cosas.


Notas

a. Sergio Eduardo Gonorazky, Médico. Especialista consultor en neurología, Jefe del Departamento de Investigación, Coordinador del Consejo de Revisión de Estudios de Investigación, Hospital Privado de Comunidad Mar del Plata- Bs. As. – Argentina,egonora@gmail.com
b. Farma del inglés Pharma y, específicamente Big Pharma, es una abreviación de Gran Industria Farmacéutica
c. El descubrir un efecto adverso importante cuando la droga ya está en el mercado, no debe necesariamente significar el retiro de ésta. Subgrupos de pacientes pueden verse beneficiados sin verse afectados por los efectos adversos. A este autor le tocó atender pacientes epilépticos que estaban siendo beneficiados por un medicamento, sin presentar el efecto adverso descubierto, que quedaron desprotegidos al suspenderse la administración por haberse prohibido la circulación de éste.


Referencias

Ron AM. Las diez peores prácticas de la industria farmacéutica, según Ben Goldacre. La Información. 2013; http://noticias.lainformacion.com/ciencia-y-tecnologia/ciencias-general/las-diez-peores-practicas-de-la-industria-farmaceutica-segun-ben-goldacre_DsWP1ny6X3TcsTauUmIK85/. Fecha de acceso: 29/01/2014.
Goldacre B, ed. Mala farma. Primera edición de libro electrónico. Epub: marzo 2013 ed. Barcelona (España): Espasa Libros, SLU2012. www.planetadelibros.com
David H. Not So Bad Pharma 2013. http://davidhealy.org/not-so-bad-pharma/. Fecha de acceso: 25/01/2014
Healy D. Pharmageddon. Berkeley: University of California Press; 2012.
Healy D. Global business masquerading as science. The human laboratory. 2006.http://www.yakugai.gr.jp/topics/file/en/David%20Healy%20lecture.pdf. Fecha de acceso: 29/01/2014.
Sackett DL, Straus SE, Scott Richardson W, et al. Evidence-based medicine : how to practice and teach EBM. 2nd. ed. New York: Churchill Livingstone; 2000.
Altman DG, Bland JM. Absence of evidence is not evidence of absence. BMJ. 1995;311(7003):485.
Gonorazky SE. Experiencia, evidencia e historia. Reflexiones sobre la medicina basada en evidencia. Neurología Argentina. 2009; 1(1): 41-49.http://www.sna.org.ar/images/revista/2009/n1/v1_n1_p41_46.pdf.
Wilde O. Lord Darlington, acto III. en “El abánico de Lady Windermere”
Beauchamp TL, Childress JF. Principles of biomedical ethics / Tom L. Beauchamp, James F. Childress. 4th ed. New York: Oxford University Press; 1994.
Gracia Guillén DM. Cuestión de principios: DYKINSON, S.L.; 1997.
Smith CM. Origin and uses of primum non nocere–above all, do no harm! J Clin Pharmacol. 2005;45(4):371-7.
Andorno R. Principio de Precaución. En Diccionario Latinoamericano de Bioética. J. C. Tealdi, coord., Bogotá, Unibiblos y Red Latino Americana y del Caribe de Bioética de la UNESCO, vol. II, 2008, p. 345-347.
Feder G, Rohde JE, San Sebastian M, et al. Reed Elsevier and the international arms trade. Lancet. 2005;366(9489):889; discussion -90.
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De la Medicina Basada en la Evidencia como herramienta para el cambio de paradigma en Psiquiatría

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En las Jornadas de la Asociación Madrileña de Salud Mental, de las que ya hablamos en anteriores entradas, fuimos invitados a ser discusores del Dr. David Healy, psiquiatra y psicofarmacólogo no menos eminente que polémico. Pueden leerle y seguir sus lúcidas, aunque sin duda incómodas, reflexiones en su blog, parte de las cuales ya recogimos aquí. Hoy queríamos transcribir nuestra humilde (de acuerdo, no tan humilde) exposición sobre el tema de la Medicina Basada en la Evidencia en Psiquiatría, en la línea de reflexiones previas nuestras. La pueden leer íntegra a continuación:



Buenos días a todos. Antes de nada, quería agradecer a la Organización de las Jornadas el haberme invitado como discusor del Dr. Healy, lo cual es sin duda un honor que no estoy seguro de merecer. He preparado esta exposición con Amaia Vispe, coautora también del blog postPsiquiatría y, por ello, permitirán que use el plural. Estamos hablando acerca de la llamada Medicina Basada en la Evidencia la cual, como tantos conceptos teóricos o actividades prácticas en Psiquiatría, despierta férreas adhesiones y furiosos cuestionamientos, configurándose como otra raya en la arena respecto a la cual hay que posicionarse: ¿estás a favor o en contra de la MBE? El problema es que, como para todo en la vida, antes de saber si se está favor o en contra hay que concretar de qué se está hablando.

Y la cuestión es que el término Medicina Basada en la Evidencia hace referencia a dos conceptos diferentes y que solemos confundir. Por una parte, la MBE se intenta configurar, desde algunos sectores, como una suerte de paradigma en el sentido de Kuhn que va a proporcionarnos las respuestas a todas las viejas cuestiones de la Psiquiatría (aunque sea por el método, poco meritorio, de descartar la mayoría de las preguntas). La MBE como paradigma se sitúa al lado de la llamada psiquiatría biológica, de forma que prácticamente se confunde con ella en una especie de simbiosis no exenta de contradicciones, bien financiada por la siempre atenta Industria Farmacéutica, llegando al llamado, en palabras de Mata y Ortiz que suscribimos plenamente, paradigma bio-comercial en Psiquiatría.

Pero, por otra parte, la MBE es también una serie de herramientas y técnicas de recogida y análisis de datos, para la obtención de resultados que consigan una racionalización de los tratamientos y actividades médicas, en busca de cierta objetividad a la hora de la clínica. Cuando se piensa en la MBE como una herramienta, se debe tener presente que su utilidad dependerá de que sea usada de forma correcta.

En Psiquiatría trabajamos con personas que sufren. Personas que presentan determinadas conductas, pensamientos o emociones que conceptualizamos como síntomas, pero que cobran sentido en su propia subjetividad (y que entendemos, o intentamos entender, sólo a través de la nuestra). La única forma de pretender que la MBE dé una explicación completa como paradigma psiquiátrico (de la mano de la psiquiatría biológica) es si conseguimos rechazar dicha subjetividad (propia y ajena) o, más bien, creer que somos capaces de hacerlo, y cosificar al paciente en el proceso. Donde hay un ser humano, con sus deseos, miedos, esperanzas, dolores y frustraciones, con su libre albedrío o su ilusión de libre albedrío, pensamos sólo en un cerebro y nos dedicamos a evaluar su conducta en términos de neurotransmisores que suben y bajan y condicionamientos que se refuerzan o se extinguen…

En mi opinión, elevar la MBE a rango de paradigma en psiquiatría es completamente absurdo. Porque un conjunto de mediciones no pueden llegar a proporcionar una explicación completa del ser humano. Salvo que pensemos que el ser humano no es más complejo que una rata o cosa parecida, con lo cual obtendremos probablemente un montón de teorías que serán útiles sólo si se aplican a una rata y no a un ser humano. Además, la MBE de la mano de la psiquiatría biológica se constituye en autonombrado paradigma de una forma que sólo podemos catalogar de tramposa. Tanto pontificar de datos, mediciones y ciencia pura y dura y, al final, todas las etiologías y fisiopatologías de las llamadas enfermedades mentales quedan despachadas con “sin duda son procesos biológicos, pero todavía no los hemos podido determinar”. Y como hemos señalado repetidamente, “todavía” no es un adverbio aplicable a cuestiones científicas sino a profecías religiosas sobre futuras venidas redentoras…

Pero rechazar la MBE como paradigma totalizador no supone rechazar el poder de la MBE como herramienta. Estamos totalmente convencidos de que su papel como instrumento de medida es incalculable en Medicina y también en Psiquiatría. Siempre, por supuesto, que se use para intentar medir bien y no para intentar vender más.

La posición casi hegemónica en nuestro entorno de la psiquiatría biológica supuestamente basada en la MBE ignora, en sus teorías explicativas que gustan de confundir correlaciones con causalidades y en sus prácticas de tratamiento, una serie de hallazgos obtenidos de acuerdo con los parámetros de la MBE como herramienta. Vemos y oímos a muchos profesionales defender con absoluta firmeza la psiquiatría neurocientífica como única con derecho a existir para, a continuación, argumentar que no se fían de estudios independientes, metaanálisis muchos de ellos, que resultan ser críticos con los fármacos producidos por las empresas que les pagan obsequios, almuerzos y viajes diversos. Y como no se fían de dichos estudios independientes consideran que es mejor ponerse a prescribir cada fármaco nuevo que un amable visitador nos pone delante a ver cómo va, sin detenerse a pensar que existe algo llamado el sesgo del observador. Ya se sabe: por la mañana anunciamos la muerte del psicoanálisis o las barbaridades de la antipsiquiatría, y por la tarde nos dedicamos a probar (de hecho, más bien a hacer probar  a nuestros pacientes) los fármacos que la industria nos indica, sin molestarnos en revisar la evidencia disponible (o muchas veces la falta de ella) sobre eficacia, tolerancia o coste.

Sin embargo, si hemos de ser sinceros, será necesario reconocer que difícilmente podemos confiar en la Medicina Basada en la Evidencia como herramienta. Y no podemos hacerlo porque está sometida a múltiples sesgos derivados de intereses de la Industria Farmacéutica, de muchos profesionales y de distintas administraciones públicas. Sin ánimo de ser exhaustivos podemos señalar casos flagrantes.



  • Los ensayos clínicos publicados son una parte nada más del total de estudios realizados. Concretamente, son la parte cuyos resultados son favorables para el laboratorio que financia el estudio.

  • La financiación de la investigación ha sido dejada por los poderes públicos en manos privadas, lo que conlleva que el interés general de investigación y publicación queda supeditado al interés económico de obtención de beneficios, con un absoluto desprecio por el perjuicio que supone a los pacientes el hecho de que sus médicos no conozcan toda la información disponible sobre sus tratamientos.

  • Organismos públicos encargados de aprobar y controlar los productos farmacéuticos ocultan y no hacen públicos los resultados de los estudios que la industria está obligada a proporcionarles.

  • Los artículos que leemos en las revistas científicas están muchas veces bajo autoría fantasma, es decir, los flamantes cinco catedráticos que lo firman (éste artículo y otros treinta cada año) sólo ponen su nombre en un trabajo que muchas veces ha sido realizado directamente por personal a sueldo del laboratorio que financia.

  • Incluso en los trabajos publicados, la manipulación de los datos, la poca representatividad de la muestra, la duración demasiado corta o larga del estudio o el empleo de variables subrogadas, llevan a que las conclusiones con frecuencia afirmen algo muy diferente a lo que los meros datos revelan.

  • Todo ello lleva a que el profesional a la hora de prescribir un fármaco no tiene acceso a la mejor información posible, sino sólo a una parte incompleta y manipulada de la misma, con lo que nuestros pacientes (y eso nos incluye a todos, porque todos seremos pacientes en un momento u otro, de una manera u otra) no están bien tratados. Y no lo están por culpa de todo este entramado que la Industria Farmacéutica ha organizado porque las administraciones sanitarias públicas se lo han permitido y porque los profesionales hemos estado muy ocupados disfrutando de nuestras comidas, obsequios y viajes gratis.



Pero no todo está perdido ni hay que echarse al monte. Cada vez más gente, en nuestras profesiones y a nivel de la opinión pública, conoce esta situación y sabe de este tipo de actividades.

Para poder emplear la Medicina Basada en la Evidencia como herramienta para conocer los tratamientos que empleamos y poder prescribirlos con la mayor eficacia y seguridad, estas prácticas deben terminar. Pero, incluso a pesar de ellas, hace ya varios años que se acumula una ingente cantidad de datos procedentes de ensayos clínicos y metaanálisis que cuestionan muchas de las teorías y prácticas habituales en nuestra disciplina acerca de la supuesta eficacia y seguridad de los fármacos que prescribimos a los pacientes que confían en nosotros.

Por citar sólo algunos ejemplos representativos, la Medicina Basada en la Evidencia nos ha aportado datos claros (todavía ignorados por muchos profesionales) desbaratando las supuestas ventajas de los antipsicóticos nuevos sobre los clásicos, así como planteando riesgos importantes tanto de unos como de otros o poniendo en tela de juicio la efectividad de los antidepresivos en depresiones leves o moderadas.

Y nos parece importante resaltar, y así queremos hacerlo, que la MBE como herramienta es imprescindible para conocer y controlar los potenciales efectos adversos de los psicofármacos sobre la salud física de nuestros pacientes. No sólo poner en duda, cuando así lo indiquen los datos, eficacias que no son tales sino, posiblemente más importante, dar la voz de alerta ante iatrogenias potencialmente peligrosas que sólo estudios bien diseñados en base a lo que hemos llamado la MBE como herramienta nos permitirán conocer, y evitar. ¿Cómo se podrían llegar a conocer riesgos reales pero de baja frecuencia, como son la hepatotoxicidad por agomelatina, el síndrome serotoninérgico por ISRS, las arritmias por citalopram o y escitalopram, la muerte súbita por metilfenidato u otros...?

En nuestra opinión, aceptar la MBE como paradigma es absurdo, pero rechazarla como herramienta es perder un arma muy valiosa si queremos una psiquiatría diferente. Y, aunque sus resultados sean incómodos para lo que creíamos establecido y lo que durante tanto tiempo hemos dejado que nos contaran, a lo mejor ha llegado el momento de que empecemos a cuestionarnos una serie de cosas sobre nuestros conocimientos teóricos, nuestra actividad clínica y nuestra posición ética, sobre nuestros tratamientos y nuestro trato a las personas que atendemos, que deberían ser la única motivación y el único interés de nuestro trabajo. Y estos cuestionamientos requieren y se ven favorecidos por la MBE como herramienta.

Creemos que es, valga la redundancia, evidentela acumulación de evidencias que ponen en entredicho el panorama idílico dibujado por lo que hemos llamado la Medicina Basada en la Evidencia como paradigma o, más correctamente, por lo que podríamos llamar el paradigma neurobiológico y físico-químico imperante. Y ello a pesar de las graves carencias a que está sometido nuestro acceso a los datos que proporciona la MBE como herramienta por los intereses comerciales y profesionales a que antes hacíamos referencia. Hasta hace no mucho nos preguntábamos, entre hastiados y cínicos, por qué todos esos datos y estudios que se van acumulando no llevaban a un cuestionamientode dicho paradigma imperante. Porque, no lo olvidemos, un paradigma no son las Tablas de la Ley entregadas en un monte lejano a un profeta por alguna deidad oscura. Un paradigma es un marco conceptual de teorías, prácticas y dispositivos que trata de dar explicación a un determinado ámbito del saber y justificar el funcionamiento de una tecnología en busca de un bien, en este caso la salud mental, sea esto lo que sea. Resumiendo, un paradigma debe ser útil, en el caso de nuestra Psiquiatría, para explicar el funcionamiento anómalo de la mental y para aliviar a las personas que lo sufren. Y creemos, de nuevo, evidente, que el actual paradigma hegemónico, pese a sus promesas y expectativas en las últimas décadas, no ha dado adecuada respuesta ni en la explicación ni en el alivio.

Pero resulta que desde hace no mucho, se acumulan las críticas, y cada vez en voz más alta y desde ámbitos más diversos, a dicho paradigma. El DSM 5 ha nacido entre abucheos que no sufrieron ninguno de sus predecesores. Son más que conocidas las opiniones de Allen Frances, Jefe del Grupo de Tareas del DSM-IV que, dicho sea de paso, no era demasiado mejor que su sucesor. ¿Qué ha ocurrido en los veinte años transcurridos para que la virulencia de los críticos haya aumentado de esta manera? En nuestra opinión, son esos veinte años lo que ha ocurrido. Veinte años de no ver que avancemos realmente nada en el conocimiento de los trastornos mentales y que no mejoremos realmente nada en su tratamiento. Hemos leído estudios que encontraban mejor pronóstico a pacientes psicóticos sin medicación que con ella, al menos en determinados casos. Hemos leído estudios sobre pacientes esquizofrénicos de hace 50 años cuyo pronóstico ya querríamos en nuestras actuales unidades de agudos. Hemos leído estudios sobre pronóstico de la esquizofrenia en países en vías de desarrollo que ya desearíamos en nuestro occidente civilizado… Toda esa acumulación de datos creemos que, ahora sí y a pesar de los grandes intereses económicos en juego, puede acabar forzando un cuestionamiento del paradigma biologicista predominante.

Y no es sólo Frances. La British Psychological Association publica un documento hace unos meses abogando directamente por un cambio de paradigma. Un destacado grupo de psiquiatras británicos como Philip Thomas, Sami Timimi o Joanna Moncrieff viene hace años publicando asiduamente reflexiones en tal sentido. El Dr.Healy, a quien hemos tenido el honor de escuchar, es una voz crítica de primer nivel y más que reconocido prestigio. El mismo NIMH, aunque desde coordenadas aún más biologicistas pero con la misma carencia de base empírica, rechazó también el DSM 5, a pesar de componendas posteriores…

¿Y a dónde queremos llegar con todo esto? La MBE como paradigma o trasunto del paradigma biológico creemos que está herida, porque ya no es útil. O, por decirlo más claramente, no es útil para nuestros pacientes, como muchas asociaciones de ex-usuarios y supervivientes de la Psiquiatría vienen defendiendo cada vez más claramente. Y si, como nos gustaría pensar, estamos ante un posible cambio de paradigma, debemos estar alertas a que no sea de nuevo aprovechado por intereses comerciales y nos vendan una nueva moto en la línea de la farmacogenética y otras baratijas de cristal que empiezan a llegar a la aldea… Deberíamos, apoyados en la información de la MBE como herramienta y en el perfeccionamiento de la misma a través del fin de la ocultación y manipulación de estudios y datos, llevar nuestra profesión, nuestra Psiquiatría, tanto como ciencia en busca de un saber sobre lo mental como de tecnología en busca de una utilidad de alivio al sufrimiento, a un nuevo paradigma, posiblemente vinculado estrechamente a lo social, que no descuide el aspecto biológico de los trastornos (porque no somos más, ni menos, que organismos biológicos, pero sí mucho más que neurotransmisores que suben o bajan o genes traviesos que se esconden a los investigadores más esforzados), un nuevo paradigma que sea más útil para entender, atender y ayudar a nuestros pacientes. Un paradigma nacido, desarrollado y marcado por la ética, que es de lo que debería ir todo esto.

Y, por concretar, nos gustaría dirigir unas preguntas al Dr.Healy para el debate:


  • ¿Cree que la Psiquiatría debe rechazar la MBE como paradigma o también la MBE como herramienta?

  • ¿Cree que, si desaparecieran los sesgos debidos a los intereses comerciales y profesionales (tales como la ocultación de estudios, la manipulación de datos, la autoría fantasma, etc.) sí sería útil en psiquiatría la MBE como herramienta?

  • ¿Cree que podríamos saber lo que ahora sabemos sobre muchos engaños promovidos por la industria farmacéutica (sobre eficacias y seguridades que no son tales) si no hubiera sido por estudios y metaanálisis llevados a cabo bajo los parámetros de la MBE como herramienta?

  • ¿En qué debemos apoyarnos para lograr el conocimiento sobre eficacia, tolerancia y seguridad de los fármacos que prescribimos si rechazamos los parámetros de la MBE?

  • ¿Cómo podríamos maximizar los beneficios y utilidades que puede tener la MBE y sus ensayos clínicos a la vez que controlamos sus posibles peligros?

  • ¿Cómo controlar los riesgos inherentes a nuevos tratamientos farmacológicos (o antiguos) sin ensayos clínicos previos de seguridad de tales fármacos?

  • Y, por último, me gustaría preguntar, no ya al Dr.Healy sino a nosotros mismos como profesionales, ¿cuántas pruebas más necesitamos ver de los manejos de la industria farmacéutica en relación con la manipulación, distorsión y ocultamiento de la información científica sobre los fármacos que prescribimos a nuestros pacientes, antes de que decidamos cortar vínculos personales con dicha industria y obligar a nuestras asociaciones profesionales, como ya hace la Asociación Madrileña de Salud Mental, a llevar a cabo sus actos científicos libres de humos industriales?



Muchísimas gracias por anticipado al Dr.Healy por sus respuestas y a todos ustedes por su atención.



Diez artículos sobre tratamientos psiquiátricos para reflexionar un poco (o un mucho)

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Hubo una época ya lejana en que participábamos del buen rollito con los visitadores médicos y nos dejábamos obsequiar con libros caros, cenas más caras y viajes carísimos, todo por el bien de nuestra formación, claro (y todo constitutivo de sanción según la Ley del Medicamento vigente, pero por suerte ya prescrito). En aquellos tiempos, uno de los argumentos que nos solía tranquilizar la conciencia era el de que la administración sanitaria permitía los elevados precios de los medicamentos a cambio del compromiso de los laboratorios de invertir en la formación continuada de los profesionales. Ya que los laboratorios están obligados a formarnos -pensábamos- que nos aprovechemos está justificado, que con algo hay que tranquilizar la conciencia.

Pero este supuesto acuerdo entre administración y empresas (que tampoco hemos visto escrito hasta ahora en ley o reglamento alguno) otorga evidentemente un poder a la industria farmacéutica casi absoluto sobre qué tipo de formación (o formadores) patrocinar y cuáles no. Lo que lleva a la situación actual de nuestra disciplina, absolutamente dirigida en lo teórico y lo práctico por los caminos que la industria quiere. Es sabido que quien paga al gaitero elige la melodía.

Además, no son éstas empresas que se hayan distinguido hasta ahora por un comportamiento ético. Son múltiples las multas y acuerdos extrajudiciales millonarios por haber ocultado efectos secundarios de sus fármacos con absoluto desprecio por las personas afectadas (o muertas) por tales prácticas: el avandia de GSK, el vioxx de Merck, la pioglitazona de Lilly y Takeda, el seroquel de AstraZeneca (riesgo de diabetes no informado), etc. Es decir, ese dinero está manchado y no deberíamos tocarlo.

En nuestra opinión personal, lo que los profesionales a nivel individual y desde sus sociedades deberíamos hacer es emplazar a la administración a abandonar este procedimiento y exigir que obligue a bajar los precios de los fármacos, a cambio de liberar a los laboratorios de cualquier deber sobre la formación continuada de los profesionales. Con el dinero ahorrado, la propia administración tendrá más recursos para invertir en dicha formación.

En fin, era sólo un comentario que elaboramos tras una charla con unos compañeros, de la que tal vez hablaremos en otra ocasión. Hoy queríamos hacerles llegar unos cuantos artículos más o menos recientes sobre tratamientos psiquiátricos que creemos de especial interés a la hora de hacernos reflexionar a los profesionales sobre las terapias que aplicamos a nuestros pacientes. Reflexión probablemente incómoda, pero sin duda imprescindible. Hace poco, en relación con ciertas lecturas sobre filosofía de la ciencia, recordábamos que la ciencia debe estar permanentemente instalada en la provisionalidad del conocimiento, susceptible en todo momento de ser falsado por nuevos experimentos y nuevos hallazgos. Por el contrario, es el dogma de fe el que supone una certeza inatacable a pesar del acúmulo de evidencias en contra. Pese a las palabras, vemos en nuestras profesiones pocos científicos y muchos sacerdotes. Se nos acusa con frecuencia de ser radicales, pero seremos, en todo caso, radicales basados en la evidencia.

Pero vamos con los artículos y dejemos el mal rollo.


La revista Psychological Medicine, del grupo Cambridge University Press, ha publicado un artículo en marzo de 2014 de Harrow, Jobe y Faull cuyo título se pregunta si el tratamiento antipsicótico en la esquizofrenia elimina o reduce los síntomas psicóticos. Algo que no parece estar tan claro dados los resultados obtenidos. Se trata de un seguimiento a 20 años de una muestra de pacientes esquizofrénicos tratados con antipsicóticos versus aquellos no tratados con dichas medicaciones. Un total de 139 pacientes esquizofrénicos y con trastornos del humor se valoraron en la hospitalización inicial y seis veces más a lo largo de los 20 años. Más del 70% de los esquizofrénicos bajo tratamiento antipsicótico continuo presentaron actividad psicótica en cuatro o más de las seis valoraciones durante los 20 años. Longitudinalmente, los esquizofrénicos a los que no se les prescribieron antipsicóticos presentaron menor actividad psicótica que los medicados (p<0,05). La conclusión de los autores es que los datos del seguimiento a 20 años indican, longitudinalmente, que después de los años iniciales, la medicación antipsicótica no elimina ni reduce la frecuencia de actividad psicótica en la esquizofrenia, ni reduce la severidad de la psicosis post-aguda, aunque es difícil alcanzar conclusiones no ambiguas sobre la eficacia del tratamiento en investigación puramente naturalística u observacional. Longitudinalmente, en base a su actividad psicótica y la disrrupción del funcionamiento, la situación de la mayoría de esquizofrénicos bajo medicación antipsicótica durante múltiples años elevaría preguntas como cuántos de ellos están verdaderamente en remisión. Pueden leer el artículo completo aquí.


La revista Psychiatry Research, de Elsevier, publicó en febrero de 2014 un artículo de Read, Cartwright y Gibson acerca de efectos adversos emocionales e interpersonales informados por 1.829 personas bajo tratamiento antidepresivo, en Nueva Zelanda. El estudio surge, como dicen los autores, en el contexto del rápido incremento en el uso de antidepresivos internacionalmente, con revisiones recientes planteando cuestiones acerca de la eficacia y efectos adversos de estas medicaciones. Se investiga una gran muestra de pacientes en tratamiento, con un cuestionario acerca de las experiencias con, y las creencias sobre, los antidepresivos. Fue completado por 1.829 adultos a quienes se les habían prescrito antidepresivos en los últimos cinco años. Ocho de los veinte efectos adversos estudiados fueron informados por aproximadamente la mitad de participantes, más frecuentemente dificultades sexuales (62%) y sentirse emocionalmente indiferente (60%). Porcentajes para otros efectos incluyeron: sentirse “no como yo mismo” (52%), reducción en sentimientos positivos (42%), preocuparse menos acerca de otros (39%), ideas de suicidio (39%) y efectos de retirada (55%). Los autores señalan que los efectos adversos de los antidepresivos pueden ser más frecuentes que lo previamente informado e incluyen efectos emocionales e interpersonales. Pueden acceder al artículo aquí.


Un artículo publicado en el Nordic Journal of Psychiatry en 2013 por Acosta et al analiza la influencia del tipo y régimen de tratamiento antipsicótico sobre la funcionalidad de pacientes con esquizofrenia. Se recogieron 85 pacientes ambulatorios con diagnóstico de esquizofrenia, que estaban siendo tratados con antipsicóticos de depósito, coadministrados o no con antipsicóticos orales, y que habían cumplido el tratamiento durante el año previo. Los pacientes se agruparon de acuerdo al tipo de fármaco antipsicótico (primera vs. segunda generación) o de acuerdo a la coadministración (o no) de antipsicóticos orales. Los resultados indicaron que no se encontró diferencia entre antipsicóticos de primera y de segunda generación en términos de funcionalidad global. Los pacientes tratados con risperidona inyectable de acción prolongada mostraron mejor funcionalidad global y mejor desempeño en sus actividades sociales habituales y relaciones sociales que los pacientes tratados con dicho fármaco más antipsicóticos orales de segunda generación. Se encontró también mejor funcionalidad asociada con ausencia de anticolinérgicos orales concomitantes o de tratamiento psicofarmacológico. Los autores concluyen que sus resultados sugieren que los tratamientos antipsicóticos de depósito deberían ser administrados en monoterapia cuando sea posible y que el plan de tratamiento debería ser simple, con el fin de lograr mejor funcionalidad. Pueden encontrar el artículo aquí.

Diremos a título de opinión personal que nos ha parecido del máximo interés este artículo, por suponer otro ejemplo más de un estudio que compara antipsicóticos típicos y atípicos sin encontrar ventaja alguna de los segundos sobre los primeros. Para nosotros, una conclusión obvia de este artículo, que creemos importante resaltar, es que seguimos sin entender por qué se emplean antipsicóticos de liberación prolongada atípicos (1 ampolla de risperdal consta de 50 mg: 201 euros; 1 ampolla de xeplion de 150 mg: 519 euros) en vez de típicos (1 ampolla de cisordinol/clopixol: 8 euros; 1 ampolla de modecate: 2 euros) cuando vemos que en términos de funcionalidad global no hay diferencia entre unos y otros. 


La revista Drug Safety publica en febrero de 2014 un artículo de Barbui et al sobre la exposición a fármacos antipsicóticos y el riesgo de tromboembolismo venoso. Se trata de una revisión sistemática y metaanálisis de estudios observacionales, cuyos resultados muestran que la exposición a antipsicóticos se asoció con un incremento significativo en el riesgo de desarrollar tromboembolismo venoso. La exposición a antipsicóticos  no incrementó significativamente el riesgo de embolismo pulmonar, pero la estimación global fue altamente heterogénea y el intervalo de confianza incluía la posibilidad de daño sustancial. Tanto los antipsicóticos de primera generación como los de segunda mostraron un riesgo incrementado de tromboembolismo venoso.  Los autores concluyen que la exposición a antipsicóticos en poblaciones de pacientes no seleccionados puede estar asociada con un 50% de incremento en el riesgo de desarrollar tromboembolismo venoso. Este riesgo incrementado  se aplica de forma similar a fármacos antipsicóticos de primera y segunda generación. El artículo pueden encontrarlo aquí.


En la revista Urology y publicado en febrero de 2014 hay un artículo de Akasheh et al que compara efectos de la sertralina comparada con la terapia de conducta en parámetros del semen, en hombres con eyaculación precoz primaria. Se llevó a cabo un ensayo clínico con 60 pacientes divididos en ambos grupos, analizándose los parámetros seminales y comparando los resultados entre los grupos antes de la intervención y tres meses después. Se informó una significativa reducción en la concentración de esperma y en el porcentaje de morfología normal en el grupo de sertralina. El porcentaje de fragmentación en el ácido desoxirribonucleico en el esperma después de la intervención en el grupo con sertralina fue significativamente más alta que en el grupo de terapia de conducta. No hubo cambios significativos en los parámetros seminales en los pacientes tratados con terapia de conducta. La conclusión de los autores es que su estudio revela efectos perjudiciales de la sertralina en algunos parámetros seminales y que ello debería particularmente ser considerado en pacientes que estén intentando concebir. Parece que la terapia de conducta es un método seguro sin ningún efecto secundario en parámetros del análisis del semen. El artículo está enlazado aquí.


En el British Medical Journal se publicó un artículo en marzo de 2014 por Weich et al, que se planteó evaluar la hipótesis de que las personas en tratamiento ansiolítico e hipnótico están en riesgo incrementado de mortalidad prematura, después de ajustar los datos de prescripción para un amplio rango de potenciales factores de confusión. Se diseñó un estudio de cohortes retrospectivo que incluyó 34.727 pacientes con ansiolíticos o hipnóticos, o ambos, prescritos entre 1998 y 2001, y 69.418 pacientes sin prescripción de dichos fármacos, como controles. Los pacientes fueron seguidos durante una media de 7,6 años. La conclusión del estudio de esta amplia cohorte de pacientes fue que los fármacos ansiolíticos e hipnóticos se asociaron con un riesgo significativamente incrementado de mortalidad sobre un período de siete años, después de ajustar un rango de potenciales factores de confusión. Como con todos los hallazgos observacionales, sin embargo, estos resultados son propensos a sesgos que surjan de factores de confusión no medidos y residuales. El artículo pueden verlo aquí.


En la revista Journal of Clinical Psychofarmacology se publicó en diciembre de 2013 un artículo de Hahn et al sobre efectos agudos de una dosis única de olanzapina en marcadores endocrinos, metabólicos e inflamatorios en controles sanos. Como dicen los autores, los antipsicóticos atípicos pueden "directamente" influir en la homeostasis de la glucosa, incrementando el riesgo de diabetes tipo 2 independientemente de cambios en la adiposidad. Los modelos animales sugieren efectos directos después de incluso una dosis única de ciertos antipsicóticos atípicos en la disrregulación de la glucosa. En este trabajo, se investigan los efectos de una dosis única de olanzapina en el metabolismo de la glucosa en voluntarios sanos, minimizando así el efecto de confusión del trastorno esquizofrénico y de la adiposidad. Se diseñó un estudio aleatorizado doble ciego, con 15 sujetos a los que se administró 10 mg de olanzapina o placebo. El tratamiento con olanzapina disminuyó significativamente la efectividad de la glucosa y se asoció con más bajo cortisol sérico, niveles de prolactina incrementados y otras alteraciones. Los autores por lo tanto sugieren que una dosis única de olanzapina puede provocar cambios tempranos en algunos parámetros del metabolismo de glucosa y lípidos, además de en índices endocrinos. El artículo lo pueden encontrar aquí.


En 2010, la revista Epidemiologia e Psichiatria Sociale, del grupo Cambridge Journals, recogió un artículo de Read y Bentall cuyo objetivo era revisar la literatura sobre la eficacia de la terapia electroconvulsiva (TEC), enfocando particularmente en la depresión, su grupo diana primario. Se buscaron las revisiones y metaanálisis previos en un intento de identificar todos los estudios comparativos entre TEC y TEC-simulada. Dichos estudios controlados con placebo mostraron mínimo apoyo para la efectividad ni con depresión ni con esquizofrenia durante el curso del tratamiento (por ejemplo, sólo para algunos pacientes, o algunas medidas, algunas veces percibidas sólo por psiquiatras pero no por otros evaluadores), y ninguna evidencia, para ningún grupo diagnóstico, de cualquier beneficio más allá del período de tratamiento. No hay ningún estudio controlado con placebo que evalúe la hipótesis de que el TEC previene el suicidio, y ninguna evidencia robusta de otras clases de estudios para apoyar la hipótesis. Los autores concluyen que dada la fuerte evidencia (que resumen en el artículo) de persistente y, para algunos, permanente disfunción cerebral, primariamente evidenciada en forma de amnesia retrógrada y anterógrada, y la evidencia de un ligero pero significativo riesgo incrementado de muerte, el análisis de costo-beneficio para el TEC es tan pobre que su uso no puede ser científicamente justificado. El artículo completo lo pueden leer aquí.


La revista Ethical Human Psychology and Psychiatry, en 2006, publicó un artículo de Ross donde este autor revisaba la bibliografía controlada con placebo sobre terapia electroconvulsiva en depresión. Ningún estudio demostró una diferencia significativa entre TEC real y placebo (TEC simulado) en un mes tras el tratamiento. Muchos estudios fracasaron en encontrar una diferencia entre TEC real y simulada incluso durante el período de tratamiento. Las afirmaciones en los libros de texto y artículos de revisión de que el TEC es efectivo no son consistentes con los datos publicados. Un estudio grande, apropiadamente diseñado, de TEC real versus TEC simulada debería ser emprendido. En ausencia de tal estudio, el consentimiento informado para TEC debería incluir la declaración de que no hay evidencia controlada que demuestre ningún beneficio del TEC en un mes tras el tratamiento. El consentimiento informado debería también declarar que el TEC real es sólo marginalmente más efectivo que el placebo. Pueden encontrar el artículo completo aquí.


En la revista Neuropsychopharmacology se publicó en 2007 un artículo de Sackeim et al sobre los efectos cognitivos de la Terapia Electroconvulsiva en encuadres comunitarios. Los autores señalan que a pesar de la controversia en curso nunca ha habido un estudio prospectivo a gran escala de los efectos cognitivos de la terapia electroconvulsiva (TEC). Se trata de un estudio longitudinal, naturalístico, prospectivo de resultados clínicos y cognitivos en pacientes con depresión mayor. Las medidas de evaluación cognitiva se llevaron a cabo tras la TEC y seis meses después. La onda eléctrica y la colocación de electrodos tuvieron efectos cognitivos marcados. La estimulación con onda senoidal resultó en pronunciado enlentecimiento del tiempo de reacción, tanto inmediatamente como a los seis meses tras el TEC. La TEC bilateral resultó en más grave y persistente amnesia retrógrada que la TEC derecha unilateral. En edad avanzada, la función intelectual premórbida más baja y el género femenino se asociaron con déficits cognitivos más grandes. Así, efectos cognitivos adversos fueron detectados seis meses después del curso del tratamiento agudo. El artículo está disponible aquí.


Hasta aquí, nuestra presentación de artículos de hoy. Insistimos a nuestros amables lectores que una característica fundamental del pensamiento científico es su provisionalidad, siempre atenta a que nuevas pruebas o evidencias modifiquen y mejoren las teorías previas. Por el contrario, el pensamiento que se mantiene firme cual roca a pesar de las sucesivas oleadas de pruebas y evidencias contrarias no merece ser llamado científico sino, como sin duda es más oportuno, religioso.

Seamos, pues, científicos y no sacerdotes.



Acerca del sitio web www.esquizofrenia24x7.com y el folleto "Afrontando la esquizofrenia" (Mikel Valverde y José A. Inchauspe)

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Hace ya unos meses leímos, primero en la página de la Asociación Madrileña de Salud Mental y luego en la de Primera Vocal (web más que interesante de la que aún no habíamos hablado, pero que les aseguramos que merece mucho la pensa seguir) un artículo de Mikel Valverde y José A. Inchauspe, autores de diversos trabajos y traducciones, algunos de los cuales ya hemos comentado previamente, acerca de la web www.esquizofrenia24x7.com y la campaña a ella asociada. Se trata de una campaña lanzada por la compañía farmacéutica Janssen, supuestamente de información sobre la esquizofrenia y de lucha contra el estigma. Hemos visto carteles en nuestros centros de trabajo con tal al parecer loable objetivo y se ha difundido con profusión. Como analizan Valverde e Inchauspe, no es oro todo lo que reluce y el lobo de nuevo ha vuelto a engañarnos con su patita aparentemente blanca (bueno, a nosotros no, porque el asunto ya apestaba de lejos, pero desgraciadamente parece que sí a la Junta de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, asociación de la que somos miembros y que ha prestado su logo a semejante engendro).

Queríamos escribir sobre ello, pero ya Valverde e Inchauspe han realizado un trabajo magnífico de clarificación sobre lo que no es más que una campaña de marketing apenas disimulado, encaminada a aumentar ventas con un desprecio absoluto por la diferencia entre hechos científicos demostrados e hipótesis no apoyadas por la evidencia científica (aunque sin duda, sí por la comercial). Si lo leen, suponemos que entenderán también por qué nos seguimos preguntando cómo es que, varios meses tras la primera publicación de este artículo, el logo de la AEN permanece en dicha página.

Pregunta, hasta ahora, sin respuesta. Esperamos (de esperanza más que de expectativa) que, teniendo en cuenta los datos que este artículo pone encima de la mesa, la Junta de la AEN se replantee su decisión y pida la inmediata retirada de su marca de este publirreportaje esta campaña.



A continuación, el artículo completo de Valverde e Inchauspe con su bibliografía:



Acerca del sitio web www.esquizofrenia24x7.com y el folleto “Afrontando la esquizofrenia”



La farmacéutica Janssen lanza el sitio Web www.esquizofrenia24x7.com como portal de contenidos respecto a la esquizofrenia dirigido al público en general, pacientes, amigos y familiares. Entre otros contenidos, puede descargarse del sitio Web un folleto titulado Afrontando la esquizofrenia. Guía para pacientes y familiares,(1) cuya publicación patrocina la farmacéutica. Sus visitadores médicos proponen en los servicios de salud mental públicos la distribución del folleto y la exhibición de carteles y fichas que presentan el sitio Web como “toda la ayuda que necesitas para comprender la esquizofrenia”.

Paralelamente se utiliza el sitio Web como soporte para la campaña de sensibilización “Acaba con tus prejuicios sobre la enfermedad mental” (nota I). Los tres carteles de esta campaña remiten en su espacio central a dicha página Web y a FEAFES, (nota II) desde donde se envía a dicha página, para obtener información sobre la enfermedad.

Se trata de una iniciativa justificada porque “Mejorar el conocimiento sobre la enfermedad puede facilitar la recuperación y reintegración de las personas afectadas”, ya que “no toda la información sobre la esquizofrenia que se encuentra disponible en Internet es fidedigna ni está contrastada”.(2)

Se analizará el contenido del folleto, del cartel y del sitio Web, y se valorará la naturaleza de la información incluida.


1.- AFRONTANDO LA ESQUIZOFRENIA GUIA PARA PACIENTES Y FAMILIARES, Dra. Marina Díaz Marsá (nota III)

El contenido del folleto (nota IV), avalado por AMAFE (nota V) y la Sociedad de Psiquiatría de Madrid (nota VI):


a.- Presenta como demostrado en la esquizofrenia el “componente genético”; el desequilibrio químico cerebral “principalmente (…) de la dopamina y la serotonina” (p.15); la evolución según un modelo kindling, “con cada recaída se produce una mayor pérdida de la calidad de vida y de la funcionalidad(nota VII) (…), la recuperación es más lenta y en algunos casos no es posible recuperar alguna de las capacidades previas” (p.40); la necesidad y eficacia de los antipsicóticos “fundamental para evitar recaídas en su enfermedad” (p.29,31), “recayendo casi matemáticamente“ al interrumpir la medicación (p.45); los efectos adversos poco importantes que “no tienen por qué repercutir en nuestra salud” (p.38), y su carácter neuroprotector, “son fármacos que protegen al cerebro frente al desequilibrio químico que en él se produce, normalizan las funciones cerebrales alteradas y previenen las recaídas al regular el sistema nervioso central” (p.33).
Ni las bases genéticas,(3) ni el desequilibrio químico han sido demostrados hasta la fecha.(4) El único mecanismo que comparten todos los antipsicóticos es el bloqueo de los receptores dopaminérgicos postsinápticos,(5) actuando, en cualquier caso, sobre procesos ulteriores a los hipotéticos cambios patológicos del sistema dopaminérgico, por lo que su acción es puramente sintomática, lo que justificaría que muchos pacientes recaigan tomando medicación.(6)

Comparados con el placebo, los antipsicóticos reducen las recaídas a corto plazo, a un año de seguimiento, pero su eficacia disminuye a medida que la duración de los ensayos aumenta,(7,8) sin que haya pruebas de su eficacia a largo plazo, a siete o más años (9,10). Existen pruebas de que no es adecuado que todos los diagnosticados los tomen de forma continuada a medio/largo plazo,(11) y para muchos pacientes su retirada rápida tras la primera crisis constituye un factor de protección y mejora la funcionalidad.(8) El modelo kindling (nota VIII) no es aplicable a la esquizofrenia: las recaídas no son matemáticas al interrumpir la medicación, según un modelo de disminución y retirada temprana, ni son cada vez más frecuentes, ni se correlacionan con un aumento de la disfuncionalidad.(8,12)

El uso de antipsicóticos sí puede suponer riesgos graves para la salud, para el sistema cardiovascular,(13) metabólico,(14,15) e inducir déficits cognitivos y motivacionales, efectos bien conocidos en pacientes y voluntarios sanos.(16) Se trata de efectos muchas veces dosisdependientes,(17) y acumulativos con su uso en el tiempo.(15) Está bien establecido que no son neuroprotectores, y que pueden dañar estructuralmente el cerebro en personas(18) y en animales.(19) También en este ámbito parece un fenómeno acumulativo relacionado con la dosis y el tiempo de tratamiento.(20) El balance entre sus riesgos y beneficios empeora para pacientes de edad media para cualquier trastorno(21) y su uso a largo plazo puede reducir la esperanza de vida.(22)


b.- Respecto a las opciones de tratamiento farmacológico, el folleto realiza afirmaciones no contrastadas y/o para las que existen evidencias en sentido contrario, como la superioridad de los antipsicóticos atípicos sobre los típicos (p.33-34), la eficacia de los atípicos en sintomatología negativa y cognitiva (p.34), y entre estos últimos la superioridad de los de liberación prolongada sobre los orales de toma diaria (p.36-37). En ninguno de esos aspectos se ha hallado relevancia clínica a favor de una u otra opción. Los antipsicóticos son diferentes en efectos secundarios y eficacia, pero la distinción entre típicos y atípicos es artificiosa, y no puede afirmarse que como grupo uno sea superior al otro en eficacia, tolerabilidad, calidad de vida o preferencia del usuario.(7,23-28)
La efectividad de los antipsicóticos sobre la mejoría de los síntomas negativos, alteraciones cognitivas y deterioro de la motivación es controvertida, y más bien optimista. No es fácil establecer un balance clínico claro entre la efectividad, falta de efectividad y efectos adversos de los antipsicóticos,(6) que, por sí mismos, pueden empeorar la atención, curiosidad, iniciativa, activación y funciones ejecutivas,(8,16) efectos bien conocidos por muchos usuarios.(29) Desgraciadamente, la mejoría de la sintomatología negativa con los antipsicóticos, de producirse es pequeña, mucho menor que en los síntomas positivos y sin diferencias relevantes entre típicos y atípicos.(30,31) La mayor eficacia sobre la sintomatología negativa no es un componente central de los antipsicóticos atípicos como grupo.(27)

Los estudios que comparan antipsicóticos depot con orales son escasos, de breve duración, hasta 2 años, han sido realizados mayoritariamente con antipsicóticos típicos, y adolecen de problemas metodológicos.(32) La posible superioridad de los depot, en términos de disminución de recaídas a corto plazo,(7,32) parece derivarse de la mayor adhesión al tratamiento, y se difumina cuando se excluyen de los estudios a los pacientes que no se adhieren al tratamiento(32) o se realizan estudios controlados y aleatorizados ECA.(33) En revisiones sistemáticas, no hay evidencias claras de la mayor eficacia intrínseca o menores efectos adversos entre los depot, típicos o atípicos, y los de uso diario,(34) salvo en la adherencia al tratamiento.(35) En particular, los depots atípicos tienen los mismos efectos adversos que sus equivalentes orales, y tal vez alguno más.(36) Según la guía del Ministerio de Sanidad, su uso debería reservarse a quienes opten voluntariamente por ellos, y en quienes no tomando regularmente la medicación presenten recaídas frecuentes y muy graves, sugerencia de un nivel de evidencia IV; es decir, sin estudios clínicos directamente aplicables y de calidad.(37)


c.-La clínica propuesta aspira a controlar y paliar los síntomas (p. 29, 31, 44, 47…), dramáticamente descritos (p.20-25). El horizonte vital sugerido se limita a “alimentación sana, ejercicio físico moderado, mantener algún hobbie, evitar circunstancias muy estresantes, cultivar amistades, evitar alcohol y drogas” (p.50-51). La perspectiva de futuro es sombría. “(…) es una enfermedad crónica, es decir, que va a acompañar al paciente toda la vida y que necesita un tratamiento farmacológico” (…) y pueda tener una vida lo más normal posible” (p.29); “La mayoría de los pacientes pueden llevar una vida relativamente normal” (p.42) aunque “por desgracia la falta de adherencia terapéutica y, en algunos casos la intensidad de la enfermedad, puede llevar a un deterioro y empobrecimiento de la persona” (p.43).

La afirmación (…) “el paciente con esquizofrenia no es agresivo cuando está estabilizado y toma adecuadamente la medicación” (p.46) es inquietante. Hoy se sabe que, aunque disminuir los síntomas positivos y la frecuencia de recaídas sea una aspiración clínica plausible, de su logro no se deduce una mejoría de la funcionalidad,(8) más relacionada con la sintomatología negativa.(38) Para una clínica exigente y menos prejuiciada la recuperación funcional completa debiera ser el eje y la medida principal de los estudios de investigación, y ese objetivo parece alcanzarse mejor con una estrategia de disminución o interrupción temprana de la medicación.(8)

El horizonte vital defendido por el movimiento de recuperación hace referencia a una vida plena de sentido, con capacidad de gestión personal, relaciones sociales, y ser útil a la comunidad, basándose en la esperanza y en tener poder.(39,40) Es una perspectiva vital similar a la de autores e investigadores como McGorry,(12) a los criterios de recuperación de Harrow(9) a la propugnada por las psicoterapias en las psicosis(41) y a la establecida por la medicina basada en la evidencia,(42) en las antípodas de lo que se propone en este folleto.


d.- Según el folleto, junto a los antipsicóticos, eficaces e imprescindibles, “disponemos de tratamientos psicológicos y de rehabilitación (también conocidos como psicoeducación)” a los que dedica cuatro líneas y media, sin referencia alguna a resultados (p.30). Existe un corpus científico abundante y creciente acerca de la efectividad de las psicoterapias en la esquizofrenia asociadas a las terapias farmacológicas, recogida en todas las guías clínicas, incluida la española.(37) Se considera que pueden ser el tratamiento de elección para determinados síntomas como las alucinaciones,(43) se investiga como tratamiento alternativo para pacientes que rechazan o no se benefician de la medicación(44) y constituye el núcleo, asociado a un uso muy limitado de medicación antipsicótica, de un modelo de asistencia comunitaria de resultados prometedores.(45)


e.- Dado que “Los pacientes que tienen esquizofrenia no se dan cuenta que están enfermos (…)[y] de hecho a día de hoy se discute si esta escasa consciencia de padecer una enfermedad pueda ser un síntoma más de la propia enfermedad” (p.45) se proponen estrategias para que “el paciente entienda y acepte que la medicación es fundamental para evitar recaídas en su enfermedad, para que no se produzca un empeoramiento en su pronóstico y pueda tener una vida lo más normal posible” (p.29), y para solucionar la dificultad de que “los pacientes no acepten que tienen que tomarse una medicación y no se la tomen recayendo casi matemáticamente”, “han surgido nuevas formas de administración antipsicótica que permiten que el paciente reciba el tratamiento con una frecuencia quincenal o incluso mensual” (p.45). En la convivencia con los pacientes “una de las principales cuestiones es la toma de medicación” por ello se aconseja tácticamente “que este no sea el único tema de conversación con el paciente con esquizofrenia y hay que intentar no centrar en esta cuestión nuestros momentos para hablar con ellos” (p.46).
El modelo clínico propuesto es jerárquico (cf. ¿qué hay que contar al psiquiatra en la consulta? (p.44) A la pregunta ¿qué puede hacer el propio paciente? se responde, entre otras cosas, “tomar conciencia de que tiene que tomarse la medicación (…) saber que no se puede retirar la medicación por su cuenta aunque se sienta bien (…) seguir las terapias rehabilitadoras que le marque su médico” (p.48).

El texto no refleja ninguna preocupación ética respecto al uso de medicación, potencialmente dañina, para pacientes que pueden no necesitarla, y soslaya el consentimiento informado y la decisión del paciente. Cabe señalar que en España la Ley obliga a la práctica del consentimiento informado también en la esquizofrenia.(46) Las alusiones a la falta de conciencia de enfermedad como síntoma no se compadecen con los estudios sobre la capacidad de consentimiento informado presente en muchos de estos pacientes en diferentes momentos de su proceso(47) y con la práctica en otros países, donde se defiende explícitamente desde instancias públicas el consentimiento informado.(48,49) Incluso desde una perspectiva puramente pragmática es defendible considerar la opinión del paciente a la hora de aceptar o no el tratamiento antipsicótico. (50)


f.- Partiendo de las afirmaciones recogidas sobre opciones de tratamiento en el punto b de este escrito, la secuencia argumental del folleto desemboca invariablemente en la promoción de los productos del patrocinador. Se comparan los antipsicóticos convencionales con los atípicos, afirmando que los primeros tenían (nota IX) “importantes inconvenientes como sus efectos adversos (…) y que no eran efectivos sobre los síntomas negativos (…) o incluso los empeoraban, ni tampoco mostraban eficacia en el control de la sintomatología cognitiva” (p.33) mientras que los atípicos que “actualmente se utilizan como primera línea en el tratamiento de la esquizofrenia (…) actúan (nota X) no solo sobre lossíntomas positivos sino también (…) han demostrado eficacia sobre los síntomas negativos y cognitivos y producen muchos menos efectos secundarios” (p.34). Presenta una relación de antipsicóticos atípicos encabezada por los dos productos de Janssen, en orden de sus intereses comerciales actuales “paliperidona, risperidona (nota XI)” (p.34). Al comparar los antipsicóticos atípicos de toma diaria con los antipsicóticos atípicos de larga duración (nota XII) parte de que “no es fácil tomarse una medicación todos los días (…) y sabemos que la mayor parte de los pacientes tras el primer episodio psicótico abandonan ese tratamiento, recayendo en un nuevo episodio” concluyendo que son más las desventajas que las ventajas del tratamiento diario (p.35). Las ventajas de los antipsicóticos de larga duración superan ampliamente sus inconvenientes, y entre ellas se citan “una eficacia más sostenida y continuada en todas las franjas del día (…) menos efectos secundarios que los fármacos orales de toma diaria”, los antipsicóticos atípicos sirven “para optimizar el tratamiento diario a un tratamiento de liberación prolongada (…) El objetivo es facilitar el cumplimiento del tratamiento por el paciente de la forma más cómoda” (p.36). Facilita una relación de 3 productos, encabezada por los fármacos de la Janssen en el orden ya mencionado “palmitato de paliperidona, risperidona inyectable (nota XIII)”(p.36). Anuncia que “ya están disponibles medicamentos que se administran sólo 1 vez al mes, permitiendo tratar al paciente con únicamente 12 tomas al año (nota XIV) (…) [y] la administración es muy poco molesta (…) incluso se administra con una pequeña inyección en el hombro” (nota XV) (p. 36).


g.- Termina el folleto con una relación de Asociación de Familiares y Pacientes (nota XVI)


2.- CARTELES Y FICHA

El cartel publicita el sitio Web en grandes caracteres “Toda la ayuda que necesitas para comprender la esquizofrenia en un solo lugar” y en la parte inferior del cartel la leyenda “mientras esperas puedes consultar tus dudas sobre la esquizofrenia” seguida de un “Infórmate aquí 24 horas al día, los siete días de la semana. Entra en http://www.esquizofrenia24x7.com” junto con un código QR que facilita el acceso a la página desde dispositivos móviles. El contenido de la ficha es básicamente el mismo, incluido el código QR. Otro cartel publicita la campaña contra los prejuicios, citando a todas las organizaciones que la avalan, y enviando al sitio Web o a FEAFES para obtener información sobre la enfermedad. En FEAFES el texto referente a la campaña redirige a dicha página Web.


3.- SITIO WEB http://www.esquizofrenia24x7.com (nota XVII)
Su página principal consta de un banner en el que se alternan los mensajes de la campaña “Acaba con tus prejuicios sobre la enfermedad mental” y el largo listado de avales con el que cuenta (nota XVIII) con publicidad de la propia página, y la de varios libros y folletos, entre ellos la guía Afrontando la esquizofrenia, descargables desde la página.

En el cuerpo principal y bajo la afirmación “En la actualidad existen medicamentos muy eficaces para el tratamiento de la esquizofrenia, pero estos solo pueden funcionar si se cumplen con regularidad” se propone una encuesta “¿en ocasiones olvido tomar mi medicación oral diaria? No estoy en absoluto de acuerdo- No estoy de acuerdo- Estoy parcialmente de acuerdo-Estoy totalmente de acuerdo” con respuestas a enviar a la administración de la página (nota XIX).

El contenido del folleto Afrontando la esquizofrenia es central en el sitio Web. Desde su página principal se ofrece el acceso a la de “Tipos de Tratamiento” copia conforme de lo recogido en el folleto. Ofrece otra página “Acerca de la Esquizofrenia” coincidente básicamente con lo recogido en el folleto y que remite a la entrada anterior en todos los temas relacionados con el tratamiento, y otras como “Consejos para Mantenerse Bien” o “Consejos para la Visita al Médico”


4.- CONCLUSIÓN

Una farmacéutica patrocina un folleto informativo acerca de la esquizofrenia, escrito por una profesional de prestigio y avalado por una sociedad científica y una asociación de familiares y afectados. Paralelamente colabora en una campaña contra los prejuicios ante la enfermedad mental avalada por asociaciones científicas y de afectados y familiares. Lanza un sitio Web que presta soporte a ambas iniciativas, el folleto y otros contenidos similares, y a la campaña contra los prejuicios, y lo publicita como un portal dirigido al público en general, afectados y familiares, publicando diverso material, carteles y fichas que remiten siempre al sitio Web. Propone exhibir los carteles en los Servicios públicos de Salud Mental y distribuir el folleto y las fichas entre afectados y familiares que acuden a los mismos. Asegura que la información es de máxima calidad, fidedigna y contrastada, acorde con sus propios valores como empresa, el “rigor y la excelencia como práctica de uso diario” (nota XX)
El folleto está orientado a convencer de que la esquizofrenia es una enfermedad crónica muy debilitante, que requiere obligadamente tratamiento farmacológico antipsicótico de manera indefinida. Entre los diversos antipsicóticos existentes se presentan como más idóneos los atípicos y de liberación prolongada, entre los que se anuncia que hay que solo requieren 12 administraciones anuales. La información facilitada sobre los tratamientos, y en particular los antipsicóticos, ni es fidedigna ni está contrastada ni responde a valores de rigor y excelencia. Se trata de un relato que partiendo de la lucha contra los prejuicios asociados a la enfermedad mental y la necesaria información a pacientes y familiares acerca de la esquizofrenia, desemboca en la publicidad de un antipsicótico depot que la farmacéutica está actualmente promocionado. Del precio de ese fármaco, que nunca ha demostrado que sea más eficaz y tenga menos efectos adversos que otros,(51) no se puede deducir que la empresa sea especialmente generosa y altruista.

Se transmite una imagen llena de prejuicios sobre el paciente con esquizofrenia, como su evolución determinista, su falta de conciencia de enfermedad, la necesidad de medicarlo sin considerar su opinión y su rol de enfermo crónico pasivo. Además, se alienta una clínica de bajas expectativas. Todo ello inserto en una campaña de lucha contra los prejuicios, bajo cuyo auspicio se ofrece esa información. Se trata de un lenguaje y una línea de pensamiento alejados de la medicina basada en la evidencia, incluso del pensamiento más partidario de los tratamientos farmacológicos. En lo fundamental, el contenido tanto del folleto como del sitio Web puede verse como publicidad encubierta, dirigida al público en general y a afectados y familiares (nota XXI) prohibida para los medicamentos de prescripción en la Unión Europea (nota XXII) y en España (nota XXIII). Es también publicidad engañosa puesto que se basa en afirmaciones refutables por profesionales y lectores de literatura científica especializada, pero difícilmente por el público en general, afectados y familiares. Con el fin declarado de facilitar información útil y necesaria fomenta una práctica clínica sesgada, y promociona el consumo de fármacos, en particular los de la farmacéutica (nota XXIV)

No es una iniciativa más de la industria para publicitar determinado fármaco determinada línea de pensamiento entre los prescriptores, según un modelo ya conocido que se apoya en los llamados líderes de opinión.(52-54) Lo peculiar es que se dirige al público en general, familiares y afectados, bajo el aspecto de una campaña de intervención social sofisticada y bienintencionada que pretende apoyarse en la sanidad pública. El eco de esta información ya es rastreable más allá de los folletos y el sitio Web, en otros sitios de Internet y en la prensa. Este caso puede evocar muchas cuestiones, científicas, clínicas, éticas y sociopolíticas. Mencionaremos los límites y la naturaleza de la colaboración entre científicos, clínicos, sociedades profesionales e industria farmacéutica, la utilización del prestigio de determinadas sociedades para un fin declarado cuando se promociona otro, el apoyo de asociaciones en defensa de los pacientes a la promoción de fármacos, la búsqueda de apoyo institucional por la industria farmacéutica, el sesgar la información científica para convertirla en publicidad, la publicidad encubierta dirigida al público general, los prejuicios ligados a determinados abordajes de la enfermedad mental imposibles de contrarrestar con campañas de opinión, y el uso del sufrimiento de afectados y familiares como estrategia de venta.



Mikel Valverde, Psicólogo Clínico, Unidad de Agudos Sección A, Complejo Hospitalario, Pamplona. José A. Inchauspe, Psiquiatra, Director CSM San Juan, Pamplona.
Diciembre 2013





Bibliografía: (aquí para ver la bibliografia)

Notas:

I- Campaña “desarrollada bajo el aval de la Fundación Española de Psiquiatría y Salud Mental, las Sociedades Médicas de Psiquiatría (Sociedad Española de Psiquiatría, Sociedad Española de Psiquiatría Biológica y Asociación Española de Neuropsiquiatría), la Confederación Española de Agrupaciones de Familiares y Personas con Enfermedad Mental (FEAFES) y el Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental (CIBERSAM), con la colaboración de Janssen”
“A través de tres imágenes, se pretende combatir tres de los estereotipos más extendidos sobre las personas con problemas de salud mental”. Cada uno con un cartel gráfico diferente: “Prejuicio #12. Son personas impredecibles”, “Prejuicio #23. Son personas poco sociables” y “Prejuicio #52. No pueden trabajar”.

II- FEAFES es la Confederación Española de Agrupaciones de Familiares y Personas con Enfermedad Mental, y agrupa a numerosas asociaciones provinciales.

III- Marina Díaz Marsá: Psiquiatra. Hospital Clínico San Carlos. Universidad Complutense de Madrid.

IV- Incluye un disclaimer “Esta obra se presenta como un servicio a la profesión médica. El contenido (…) opiniones, criterios, conclusiones (…) pueden no coincidir necesariamente con los de Janssen”

V- Asociación Madrileña de Amigos y Familiares de Personas con Esquizofrenia.http://www.amafe.org/

VI- Sociedad de Psiquiatría de Madrid SPM. Estrechamente relacionada con la Sociedad Española de Psiquiatría, SEP. La Dra. Díaz Marsá, Presidenta de la SPM, la presenta como filial en Madrid de la SEP. Información recogida en Los especialistas madrileños reinventan su sociedad. Publicación Médica de Psiquiatria y Salud Mental, 3/01/2013. Consultado el 15/12/2013. Accesible en: http://psiquiatria.publicacionmedica.com/noticia/los-especialistas-madrilenos-reinventan-su-sociedad

VII- En negrita en el original, como en el resto de citas del folleto.

VIII- Propuesto inicialmente para la epilepsia y muy controvertido, se ha trasladado más tarde al campo de la psiquiatría, especialmente para el Trastorno Bipolar.

IX- Se utilizan tiempos verbales de pasado en la presentación de los antipsicóticos típicos o convencionales

X- Tiempos verbales de presente en el capítulo de los antipsicóticos atípicos.

XI- Invega®, Risperdal® en sus denominaciones comerciales , con la particularidad de que para el primero no se dispone de genéricos, más baratos, y sí para el segundo

XII No menciona la existencia de antipsicóticos típicos de liberación prolongada bien conocidos y disponibles actualmente en España, flufenazina decanoato, pipotiazina palmitato, zuclopentixol decanoato

XIII Xeplion®, Risperdal Consta® de la Janssen en orden contrario al de su aparición en el mercado, y directo respecto al del coste del tratamiento, mayor para el Xeplion® en dosis equivalentes.

XIV Utiliza el plural, aunque actualmente solo existe uno, el Xeplion® de la Janssen Con ilustración en apoyo de un calendario con periodicidad mensual.

XV Solo los productos de Janssen.

XVI Dado el aval de AMAFE, puede dar a entender que es el conjunto de asociaciones quienes avalan el folleto.

XVII Consultada el 7/12/2013

XVIII La alternancia en el banner de mensajes de la campaña con otros, puede confundir al lector y dar a entender que todas estas organizaciones avalan el conjunto del sitio Web.

XIX No permite visualizar resultados provisionales

XX Valores que se atribuye la farmacéutica en la página“¿Quienes somos?” del sitio Web.

XXI El disclaimer del folleto no puede aplicarse al sitio Web de acceso libre y dirigido a público en general, familiares y afectados.

XXII Definida en la Unión Europea, por la directiva 2001/83/CE Artículo 86, como “toda forma de oferta informativa, prospección o de incitación destinada a promover la prescripción, la dispensación, la venta o el consumo de medicamentos”.

XXIII Ley 29/2006, de 26 de Julio, de Garantías y Uso Racional de Medicamentos y Productos Sanitarios.



Thomas S. Kuhn y la caja de Pandora: apuntes conceptuales para un cambio de paradigma (artículo publicado en el Boletín de la AMSM nº 36)

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Recientemente, los compañeros de la Asociación Madrileña de Salud Mental han tenido la amabilidad de publicar un trabajo nuestro, en su Boletín nº 36, lo que es todo un honor para nosotros. A continuación, recogemos el texto completo:


Nos proponemos en este trabajo desarrollar la idea de que tal vez (y somos conscientes de lo fácil que es predecir sucesos futuros influidos por los propios deseos), estemos asistiendo a los primeros momentos de un cambio de paradigma en el campo de la Psiquiatría y la Salud Mental. Antes de que nos caiga encima el no improbable diagnóstico de manía, intentaremos desarrollar nuestra argumentación y, por el camino, colaborar al (auto)cumplimiento de nuestra propia profecía (que es como suelen cumplirse las profecías).

Thomas S. Kuhn fue un historiador y filósofo de la ciencia cuyas ideas han influido de forma innegable en la visión de la ciencia y su funcionamiento. Haciendo un breve resumen, podemos decir que Kuhn plantea que la ciencia pasa por momentos de ciencia inmadura, momentos en que existen diversas tendencias o escuelas. Cuando una se impone al resto, por motivos que muchas veces no son -o no son sólo- de índole científico-técnológica sino también socio-cultural, se establece un paradigma o matriz teórica que proporciona un marco conceptual de los fenómenos estudiados en esa disciplina. Para Kuhn, las teorías no son un marco conceptual preciso como para los positivistas, sino esquemas confusos e imprecisos acerca de cómo actúa la naturaleza que requieren verificación. La finalidad de la ciencia no sería confirmar o refutar teorías, sino adecuarlas a la realidad. Una vez determinado el paradigma, se entra en un periodo de ciencia normal, donde se empieza a progresar en la investigación, dentro del susodicho paradigma. Cuando se van acumulando los problemas que no se resuelven en esa matriz teórica, se detiene el progreso, y se llega a una situación de crisis que acarrea la sustitución del paradigma por otro alternativo. Este es el periodo de ciencia revolucionaria, en el que se entabla la lucha entre paradigmas enfrentados. La elección entre paradigmas se basa en criterios extra-lógicos como la persuasión, la popularidad o la capacidad para progresar o resolver cuestiones inmediatas. O tal vez, añadiríamos nosotros, la capacidad de proporcionar financiación o prestigio a los profesionales del campo (y seguro que saben a qué aspectos del paradigma biomédico en Psiquiatría nos estamos refiriendo). Una vez elegido un nuevo paradigma, se entra en un periodo de resolución que conduce a una nueva etapa de ciencia normal.

En nuestra opinión, no está claro que la Psiquiatría haya estado nunca realmente en un período de "ciencia normal", es decir, que haya predominado un paradigma de forma tan completa que no haya habido voces discordantes de consideración, a la manera, por ejemplo, a como impera el paradigma biomédico en cardiología. En Psiquiatría, por el contrario, ha habido un constante movimiento pendular a lo largo de la Historia entre, por decirlo así, somaticistas y psicologicistas, con distintos vaivenes. Hasta los años 50 aproximadamente del pasado siglo fue predominante el psicoanálisis para luego, con el más que mencionado advenimiento de la clorpromazina, irse instaurando un paradigma biológico que distó mucho, en aquellos momentos, de ser hegemónico. No olvidemos que fue sobre los años 60 cuando hicieron acto de presencia las orientaciones sistémica o cognitiva, sin que eso significara la muerte del psicoanálisis, tantas veces anunciada y nunca certificada. Creemos que puede decirse que es posteriormente, hacia los años 80 y 90, cuando el paradigma biológico va haciéndose predominante, tomando como ejemplo la publicación del DSM-III y el DSM-III-R y en clara relación temporal con la aparición de los psicofármacos de elevado precio (primero los antidepresivos ISRS y, posteriormente, los antipsicóticos denominados atípicos). Parece coincidir con esos momentos que el paradigma biológico inicia su reinado supremo, pese al cual, resisten las otras orientaciones psicologicistas citadas, aunque más bien en ámbitos psicológicos, sociológicos o filosóficos, más que psiquiátricos. Este paradigma biológico se va convirtiendo cada vez más en biocomercial, como se ha denunciado desde diversos ámbitos y trabajos.

La cuestión es que en las últimas décadas y en nuestro entorno, el paradigma biológico devino hegemónico y marcó el desarrollo de la actividad clínica e investigadora, así como la formación a los nuevos profesionales, los mensajes transmitidos a los pacientes y la visión global que la sociedad tiene de la enfermedad mental y del sufrimiento, como algo explicable (y solucionable) en términos neuroquímicos (como dijimos alguna vez, una neuroquímica ramplona y cortoplacista, negligente hacia los efectos secundarios de los remedios que emplea para solucionar desequilibrios químicos que nadie ha demostrado). Pero el caso es que, y aquí es donde nuestro optimismo puede rozar lo delirante, pensamos que podemos estar ante el inicio de un cambio. Creemos que, siguiendo los términos de Kuhn, hace tiempo que el progreso dentro del paradigma actual se ha detenido (¿cuántos años o décadas hace del último descubrimiento realmente importante, en el aspecto farmacológico o neuroquímico-genético?) y que, a la vez, los problemas empiezan a acumularse (los efectos primarios de los fármacos parecen más pobres de lo que nos prometieron y nos creímos y los efectos secundarios parecen más graves de lo que nos aseguraron y también nos creímos...). Y, aunque sabemos que es conducta habitual de cualquier delirante que se precie, expondremos con detalle los motivos de nuestra esperanzadora idea de cambio.

Acaba de ser presentado en el último congreso de la Asociación Psiquiátrica Americana el DSM-5. Sin entrar a valorar, o más bien denigrar, su contenido, lo que nos llama la atención es el aluvión de críticas que ha recibido incluso desde años antes de salir. Son famosas las de Allen Frances, que aludió en un escrito que ha corrido como la pólvora por la Red, a la naturaleza de caja de Pandora de dicho libro, capaz de liberar, pues, todos los males del mundo. Recordemos que Frances fue Jefe de Tareas del DSM-IV (o sea, no lo que se dice un recalcitrante psicoanalista pasado de ácido editor de algún boletín troskista). En el pasado reciente, cuando iniciamos nuestra formación psiquiátrica a finales de los años 90 y con el DSM-IV recién salido de imprenta, no vimos reacciones semejantes a las que hemos presenciado estos últimos meses, con críticas más constructivas o más feroces al DSM-5 desde distintos congresos y jornadas o, incluso, desde la prensa generalista. El DSM-IV fue criticado, o al menos así lo recordamos en nuestra limitada visión de un momento histórico para el que igual no hay perspectiva suficiente, más desde entornos psicoanalíticos pero no de una forma tan extendida como hemos asistido en estos meses. Y nos parece aún más llamativo el hecho de que, en nuestra humilde opinión, en efecto el DSM-5 es lamentable, pero no nos parece que el DSM-IV fuera esencialmente mejor. No creemos que la diferencia en las obras, que no obstante existe, justifique la diferencia en el ataque sin tener en cuenta algo más. Y ese algo pensamos que son los más de 15 años transcurridos entre uno y otro y todas las promesas incumplidas del paradigma biomédico en ese lapso de tiempo, tanto en lo referente a conocimiento sobre las causas como a mejora de los remedios.

Frances comparó la aprobación del DSM-5 con la apertura de la caja de Pandora que, como sin duda sabrán, contenía todos los males del mundo. Y, desde luego, algo se ha abierto y va circulando por ahí cada vez a mayor velocidad. El tiempo habrá de juzgar si es para mal o para bien. Por citar sólo algunos ejemplos recientes, el NIMH (Instituto Nacional de Salud Mental) americano rechaza primero el DSM-5, buscando desarrollar sus propios criterios dentro de un enfoque marcadamente biologicista (y hay quien dice que buscando parte de la financiación que Obama ha anunciado para la investigación cerebral). En la respuesta a la posición del NIMH, autores del DSM-5 llegan a reconocer que los marcadores biológicos que llevan prometiendo desde los años 70 aún no han aparecido (pero siguen buscándolos). Finalmente, se llegó a una cierta reconciliación. Por otro lado, la Asociación Psicológica Británica publica un documento en el que abogan directamente por un cambio de paradigma en el campo de la Salud Mental, sin negar la importancia de la biología en el mismo, pero centrando el enfoque en los aspectos psicológicos y sociales. Y aunque hay quien ha querido verlo como una nueva batalla de la no siempre incruenta pero inevitablemente aburrida guerra psicólogos-psiquiatras, parte de este último colectivo se ha posicionado también contra el paradigma biológico encarnado en la nueva edición del DSM, como por ejemplo muestra un reciente escrito de Sami Timimi, apoyado por muchos profesionales. Son sólo unos ejemplos de la contestación que ha recibido la Biblia de la Psiquiatría, pero podríamos citar muchos otros. Y, como es sabido, una vez abierta la caja de Pandora ya no se puede cerrar, y las críticas van más allá del manual diagnóstico y apuntan contra el paradigma biologicista que le da cuerpo.

Creemos evidente que existe una preponderancia absoluta en nuestro entorno del paradigma que se ha denominado médico, biológico, biomédico, neurobiológico o biologicista en Psiquiatría, al menos hasta ahora. Se trata del paradigma médico aplicado al campo de la Psiquiatría, por lo que postula la existencia de una lesión biológica (a nivel de estructura genética, neurotransmisión, neurodesarrollo, neurodegeneración o conceptos similares) que provoca un determinado conjunto de síntomas por un determinado mecanismo fisiopatológico y que, a su vez, cuenta con un pronóstico esperable y para el que, idealmente, puede desarrollarse un tratamiento. El paradigma biologicista actual triunfa coincidiendo con la aparición y auge de los fármacos psiquiátricos hoy utilizados: neurolépticos, antidepresivos, benzodiacepinas, etc. Y este triunfo, desde nuestro punto de vista, tiene aspectos a nivel científico (es decir, como teorías en busca de un saber), a nivel tecnológico (es decir, como prácticas en busca de una utilidad) y desde luego a nivel social, que iremos desgranando.

Desde el punto de vista científico-teórico, proporcionó una explicación hipotética de los trastornos psiquiátricos como basados en alteraciones bioquímicas a nivel de exceso o déficit de determinados neurotransmisores, en base a los mecanismos de acción de los distintos psicofármacos (que realmente provocan alteraciones neuroquímicas en el cerebro en lugar de corregir supuestas alteraciones previas; aunque otra cosa es que dichas alteraciones provocadas puedan ser útiles a nivel sintomatológico en determinados momentos). Esta explicación hipotética no sólo no se confirmó nunca (nadie ha demostrado el déficit de serotonina en la depresión o el exceso de dopamina en la psicosis), sino que además, curiosamente, la mayoría de profesionales adscritos a este paradigma la dan por ya demostrada. Que la investigación, la docencia y la formación psiquiátrica en general estén en gran medida en manos de las empresas cuyas cuentas de beneficios dependen de tales explicaciones hipotéticas no probadas, tal vez tenga que ver con esta situación.

Desde el punto de vista tecnológico-práctico, el paradigma biologicista ofrecía nada menos que la cura o el alivio para los trastornos mentales. Como muchos de sus defensores dicen, los antipsicóticos vaciaron los manicomios (aunque ocultan que el movimiento de desinstitucionalización de los pacientes ingresados había comenzado antes de los años 50, cuando no existían neurolépticos) y los antidepresivos y ansiolíticos ayudaron a aliviar o curar casos y más casos de trastornos depresivos y ansiosos que décadas atrás no habían existido (infradiagnóstico lo llaman algunos, aunque eso nos llevaría a pensar que antes de la aparición de los antidepresivos la gente era más infeliz o, por ejemplo, se suicidaba más, y no conocemos datos que avalen semejante idea).

Desde el punto de vista social, sin duda el paradigma biologicista funcionaba de maravilla para conseguir que los psiquiatras, antes marginados como carceleros o charlatanes, de repente gozaran de todo el respeto profesional que la clase médica brinda a sus miembros, con las implicaciones que ello tiene a múltiples niveles. Y a la hora de recibir financiación para investigación, docencia o vaya usted a saber qué, por parte de las empresas que comercializan los remedios a partir de los cuales se instauró el paradigma, resulta que los psiquiatras se colocan a la cabeza del colectivo médico en cuanto a cobros, que para algo nuestros fármacos se colocan en los primeros puestos en cuanto a gasto farmacéutico.

Pero como nada es eterno, resulta que al paradigma biologicista se le empiezan a acumular problemas que no es capaz de solucionar. Y lo que primero se comenta en oscuros seminarios al calor de las obras completas de algún que otro judío vienés con posibles fijaciones sexuales, se habla después cada vez más abiertamente y acaba saliendo en artículos del British Medical Journal, el British Journal of Psychiatry y otras publicaciones por el estilo.

A nivel científico-teórico, no se ha encontrado la causa de ningún trastorno mental en el ámbito biológico. Seguimos esperando los marcadores biológicos que definan los trastornos en base a su etiología, patogenia y fisiopatología desde el punto de vista del paradigma biologicista. Salvo que uno se deje atrapar en la trampa habitual de hablar del Alzheimer, el Parkinson o la neurosífilis, no hay datos concluyentes a nivel genético, bioquímico, funcional o estructural que sean específicos de ningún trastorno psiquiátrico. Sí abundantes correlaciones con hallazgos somáticos, muchas de las cuales (como parece demostrado para la atrofia cerebral en la esquizofrenia) se plantea cada vez más si no son debidas a los tratamientos que usamos más que a los trastornos que queremos curar. Los modelos simplistas basados en la neurotransmisión no responden a gran parte de las cuestiones (¿por qué fármacos con perfil receptorial diferente logran las mismas cifras de eficacia?, ¿por qué el mismo fármaco acaba estando indicado en trastornos diferentes?). Existe además un problema básico a nivel teórico en lo referente al paradigma biologicista: no parece posible desarrollar una fisiopatología de la enfermedad mental sin contar con una fisiología del funcionamiento mental digna de ese nombre. Es decir, ¿cómo podemos encontrar el mecanismo en términos neuronales o de conectividad de un afecto o un pensamiento definido como patológico si no tenemos la menor idea de cómo funciona a nivel neuronal o de conectividad el afecto o el pensamiento normal?. Las descripciones clínicas se realizan en base a los conceptos psicopatológicos de las facultades clásicas: pensamiento, afecto, voluntad. Pero es que no hay nada ni remotamente parecido a un modelo biologicista del funcionamiento de la mente normal. Que la Psiquiatría sea reducible a las neurociencias no es más que un deseo futuro expresado con mayor o menor fe, pero no es en absoluto posible en este momento (y que algo sea imposible hoy no significa necesariamente que vaya a ser posible mañana). Recordemos que el paradigma biologicista en, por ejemplo, cardiología, implica un conocimiento amplio del funcionamiento cardíaco en condiciones normales a nivel de inervación e irrigación, por ejemplo, a partir del cual se pueden describir distintas afecciones que aparecen ante el mal funcionamiento de alguna de sus estructuras. Los únicos que hacen algo así con el cerebro humano son los neurólogos. Pero ellos no tratan los males que tratamos nosotros.

A nivel tecnológico-práctico, se hace cada vez mayor el acúmulo de evidencia bibliográfica que muestra que nuestro arsenal terapéutico supuestamente seguro y eficaz, cuenta con más sombras que luces. Estudios que revelan que los antidepresivos son inútiles ante las depresiones leves y moderadas, y presentan riesgos reales de dependencia o disforia tardía. Estudios que revelan que las supuestas ventajas de los antipsicóticos atípicos frente a los clásicos no eran sino una patraña para aumentar beneficios, contando con riesgos como los clásicos a nivel de efectos secundarios como la disminución de tejido cerebral. O que sus ventajas en, por ejemplo, síndrome extrapiramidal quedan contrarrestadas con el riesgo de alteraciones metabólicas. También se preguntan cada vez más autores cómo es posible que ante el hecho de que cada vez se empleen más los fármacos antidepresivos, las cifras de depresión no cesan de aumentar, en una espiral de iatrogenia y consumo de recursos que parece no tener fin. Históricamente, cuando aparecía un fármaco útil frente a alguna enfermedad, dicha enfermedad mejoraba su pronóstico drásticamente (enfermedades infecciosas con los antibióticos, SIDA con los antirretrovirales, muchas enfermedades tumorales con los antineoplásicos cada vez más eficaces, etc.). Sin embargo, con los antidepresivos cada vez hay más gente deprimida y, lo que es más curioso, cada vez el pronóstico es peor. Lo que hace unas décadas se consideraba un trastorno poco frecuente que tendía a la recuperación en unos meses, ahora se ha convertido en un trastorno crónico y recurrente, con unas cifras de resistencia cada vez mayores.

A nivel social, cada vez está siendo más denunciado que el motor que mueve y mantiene gran parte de este entramado son ciertos manejos de la industria farmacéutica. Evidentemente, la industria ha encontrado fármacos muy útiles que han salvado muchas vidas y aliviado muchos sufrimientos, y es una parte imprescindible de la Medicina. Nadie en su sano jucio discutiría eso y, desde luego, nosotros no lo hacemos. El problema es que eso no da carta blanca para muchas malas prácticas que se vienen realizando desde hace décadas: ocultamiento de datos de ensayos clínicos cuando no son positivos para sus productos, con el consiguiente sesgo inevitable que hace que los médicos no prescribamos los mejores tratamientos a los pacientes, porque nos falta gran parte de la información; manipulación más o menos hábil de gran parte de los estudios que sí publican, incluyendo redacción completa de artículos por parte de "autores fantasma" cuyos nombres son sustituidos luego por los de supuestos "popes" en la materia; sometimiento -voluntario, eso sí- de gran parte de la clase médica a las líneas de investigación y formación que marca la industria, colaborando con ella en aumentar los diagnósticos, incluyendo la creación y promoción de enfermedades, y tratando muchas condiciones que posiblemente no sería necesario tratar, con un exceso preventivista y terapéutico que olvida de forma temeraria los riesgos e iatrogenias posibles de toda intervención sanitaria. Cada vez más está ante los ojos de la opinión pública esta connivencia que hace que la gente de a pie no sea capaz de diferenciar bien entre un cargo político que se lleva un regalo, (en metálico o en especie) de una empresa constructora sobre cuyos contratos decide (contratos pagados luego con dinero público) y un médico que se lleva un regalo (en metálico o en especie) de una empresa farmacéutica sobre cuyas prescripciones decide (prescripciones pagadas luego con dinero público). Alguna diferencia habrá, pero nosotros tampoco somos capaces de encontrarla. Y el prestigio ganado por la Psiquiatría, sentada con orgullo al lado del resto de la Medicina, corre el riesgo de agrietarse cuando se haga evidente cómo se ha llegado hasta ahí (aunque el resto de la Medicina, en estos manejos que describimos aquí, está lejos de ser inocente).

Como venimos desarrollando, nuestro planteamiento es que al paradigma biologicista actualmente imperante se le acumulan los problemas que no está siendo capaz de resolver, tanto a nivel científico-teórico como tecnológico-práctico o social. Sobre el aspecto social, se hace evidente que la actual forma de relación entre industria farmacéutica, administraciones sanitarias y profesionales, es insostenible desde cualquier código ético digno de ese nombre y, lo que es peor, tiene directas consecuencias en que los médicos no puedan recetar lo mejor a sus pacientes (porque carecen de la información adecuada y sin sesgos y porque, evidentemente, la industria invierte lo que invierte en marketing porque sabe que le sale rentable, porque modifica la prescripción médica en la dirección que le interesa). En esta época de crisis que nos atraviesa, es y será cada vez más amplio el cuestionamiento de muchas cosas que dábamos por sentadas y en las que confiábamos (y no hace falta poner ejemplos porque basta con abrir el periódico o encender la tele) y el colectivo médico y su dependencia de intereses comerciales no dejará de ser cuestionado y deberá responder. No tardarán en llegar los pacientes que nos pregunten abiertamente qué hemos aceptado exactamente de la empresa que comercializa el fármaco que les estamos recetando. Sobre el aspecto práctico, no se trata de acabar con los psicofármacos y su uso, o por lo menos no es para nada nuestra posición, sino emplearlos con criterio, siendo conscientes de sus limitaciones y de sus peligros, y valorando siempre de forma responsable su balance de riesgos y beneficios.

A nivel social, el paradigma biologicista ya está siendo cuestionado por su absoluta dependencia de los intereses comerciales de la industria. A nivel práctico, ya está siendo cuestionado porque la curación que prometían sus fármacos queda reducida a un cierto alivio y sus efectos secundarios no podrán ser minusvalorados por más tiempo. ¿Pero qué ocurre a nivel teórico? Ahí, a pesar de la falta de pruebas encontradas, sigue defendiéndose la idea de que en la biología del cerebro humano está el origen de los trastornos mentales y que eso supone, per se, el triunfo del paradigma biologicista como tal y por tanto, de una manera más o menos adaptada, la pervivencia de sus aspectos prácticos y sociales. Desarrollaremos este punto.

El paradigma biológico a nivel teórico se sostiene, en nuestra opinión en un aparentemente sencillo argumento, que podríamos expresar así: Tenemos personas con determinadas características (delirios, alucinaciones, hipotimia, insomnio, etc.) de las que decimos que padecen la enfermedad mental X. Estudiamos si las personas con dichas características tienen algún rasgo biológico determinado (un gen, un neurotransmisor aumentado o disminuido, etc.) que no aparece en otras personas sin estas características. Si encontramos dicho rasgo biológico (o si creemos con la suficiente fe que aunque no lo hayamos encontrado, estamos a punto de hacerlo), consideramos entonces que la enfermedad mental X es de naturaleza biológica. A grandes rasgos, éste sería el esquema básico de funcionamiento a nivel teórico del paradigma biológico en Psiquiatría. No entraremos ahora en la cuestión de que no se ha descubierto causa biológica alguna (si por causa entendemos causa y no correlación) de, por ejemplo, la esquizofrenia, la depresión o la ansiedad, ni tampoco en que a veces, para algunos estudios, esos rasgos biológicos distintivos aparecen sólo a nivel estadístico (por ejemplo, el 10% de los "enfermos" tienen el rasgo y sólo lo presentan el 5% de los "sanos"; por muy estadísticamente significativo que resulte, no parece muy revelador...). Pero en lo que sí vamos a entrar es en insistir en que dicho argumento es tramposo.

Y lo es porque en el camino desde las características que se etiquetan como la enfermedad X hasta el hallazgo biológico que determina dichas características y que culmina en el reconocimiento de dicha enfermedad X como causada biológicamente, nadie ha demostrado en absoluto que esas características sean realmente una enfermedad. Y esto es porque muchas características del ser humano vienen sin duda condicionadas biológicamente, pero el hecho de considerar algunas de ellas como una enfermedad o no es una cuestión social que lleva a cabo una determinada sociedad, con una determinada cultura y en un determinado momento, dentro del marco de unos paradigmas que marcan qué es enfermedad y qué no.

Es decir, por poner un ejemplo fácil, ser pelirrojo es una característica biológica determinada genéticamente, es decir, con una base biológica indudable. Pero no es una enfermedad. O, para ser correctos, no lo es en nuestra cultura, porque tal vez en una cultura donde se considerara el ser pelirrojo como un defecto o una malformación horrible al gusto estético de la mayoría, sí podría ser considerada una "enfermedad". Pero sería una consideración social quien marcaría el carácter de enfermedad  del hecho de ser pelirrojo, no su biología que es la misma en todas las culturas.

En nuestra opinión, el ser humano está determinado en gran medida biológicamente. Nuestros genes reparten las cartas que tenemos cada uno, aunque luego el ambiente físico y social en el que nos movemos, marcará a nivel epigenético cómo se expresan dichos genes y, saltando sin red entre niveles epistemológicos, luego toda esta genética y epigenética se enfrentará a una educación en el seno de una ambiente sociocultural y familiar concreto que sin duda determinará en gran medida comportamientos, sentimientos y pensamientos de esa persona. Ahora, que la base es biológica es indudable a nivel científico, porque si uno quiere ponerse a hablar de espíritus o almas de alguna manera algo más que metafórica, entonces ya no estamos en un nivel científico sino religioso y ahí cada uno cree lo que quiere (y a continuación, se dispone habitualmente a obligar a los demás a que crean en lo mismo). Es decir, que posiblemente gran parte de lo que solemos llamar "síntomas psiquiátricos" aparezca en un ser humano de acuerdo a una cierta correlación biológica. Una alucinación auditiva muy probablemente implicará un determinado funcionamiento cerebral. ¿Significa eso que la causa de la alucinación es biológica?. Pues podría significarlo si ocurre primero la alteración y luego la voz (porque no debemos olvidar que para hablar de causalidad hay que estar seguro de que la causa precede al efecto, no vaya a ser que pensemos que la secreción de las glándulas lacrimales es causa de la tristeza) y si dicha voz no aparece sin dicha alteración biológica. Pero aunque consigamos encontrar la alteración y asegurar su carácter causal respecto a la alucinación, en ningún momento de este razonamiento y trabajo investigador ha aparecido nada que demuestre que la alucinación es un síntoma o una enfermedad mental. Para nuestra cultura, sí lo es, pero para otra podría ser un signo de superioridad personal o un rasgo sobrenatural o, incluso, una diferencia individual (como ser pelirrojo, por ejemplo).

Porque si hacemos un estudio entre personas enamoradas (con estos enamoramientos recientes que le hacen perder a uno el sueño y el apetito y le provocan todo tipo de alteraciones perceptivas sobre las características personales de la persona amada) y un grupo control de otras personas, digamos, normales, el hecho de que encontráramos un patrón biológico que correlacionara o incluso causara las características del enamoramiento, ¿significaría que el enamoramiento es una enfermedad?. En nuestra cultura no se considera así, pero a lo mejor en una cultura donde sean los padres quienes deciden las parejas de los hijos, sí se podría tener por algo patológico que -lanzamos la idea porque aquí podría haber negocio-, tal vez respondiera a antipsicóticos (ya vemos los estudios de los visitadores: el paciente con trastorno amoroso duerme más, engorda más, se escapa menos de casa y piensa menos en la persona amada desde que toma el fármaco X, como nos explicó el ponente Y -pagado por el laboratorio- en el congreso Z -al que el laboratorio invitó a quien quiso ir-).

Recapitulemos un poco. El problema del paradigma biologicista en Psiquiatría a nivel teórico es, por un lado, que no ha encontrado la causa biológica de nada. Pero nuestro planteamiento es que, incluso si la encontrara, eso no significaría que las llamadas "enfermedades mentales" fueran realmente "enfermedades"dentro del marco de dicho paradigma concreto. Porque, y lo repetimos porque creemos que es importante, la consideración de algo como enfermedad es una cuestión social y no biológica.

Por ejemplo, todos estaríamos de acuerdo en considerar el sarampión como una enfermedad. Hay un virus que ataca el organismo, provoca unos síntomas, etc. ¿Podríamos decir entonces que la existencia de una agente extraño como un virus o una bacteria define una enfermedad? Pues no, porque en el organismo humano hay muchos microorganismos que viven en equilibrio sin provocar mal alguno y no se consideran enfermedades. ¿Es entonces el hecho de que haya síntomas lo que define una enfermedad? Pues nos parece que no, porque una persona puede experimentar síntomas como cefalea, ansiedad, irritabilidad o náuseas porque ha perdido su equipo de fútbol, y no lo consideramos enfermedad. ¿O tal vez hace falta que el malestar sea intenso, prolongado y potencialmente peligroso para considerarlo enfermedad? Pues también nos parece que no, porque la pobreza es la causa de malestar más intenso, prolongado y peligroso que hay y nadie la consideraría una enfermedad en sí dentro del paradigma médico. ¿Tal vez sea la aparición de una lesión lo que determina la existencia de una enfermedad? Pues tampoco lo creemos, porque la cirugía funciona a base de provocar lesiones y es una técnica para curar y no para enfermar. Una cesárea es una lesión grave y no es una enfermedad sino un remedio. No terminamos de encontrar una definición de lo que es o no es enfermedad en términos biológicos. Y no lo encontramos porque el constructo enfermedad no funciona en términos biológicos.

El síndrome de Down, por ejemplo, es un evento biológico claro, pero cada vez más personas que lo presentan y familiares de estas personas rechazan considerarlo una enfermedad, sino más bien una variante de la normalidad. Nada tiene que ver la biología con que dicha reclamación sea o no atendida. Los correlatos o, en ocasiones, causas biológicas son inevitables. Pero el considerar algo como enfermedad es una decisión. Y serán aspectos sociales, culturales y políticos los que determinarán dicha decisión. Hasta no hace mucho, la homosexualidad se consideraba una enfermedad. Nada tuvo que ver la biología en que se diera tal consideración ni en que dejara de darse. ¿Será tal vez la diferencia con la norma lo que determina que algo sea enfermo? Según eso y aplicando el DSM-5, lo enfermo sería estar sano mentalmente, ya que hay ya probablemente más personas con trastornos mentales (definidos según el DSM-5) en el mundo que sin ellos. Complicado jardín en el que estamos metidos.

Pero una vez que el argumento nos ha llevado al absurdo, hay que emprender el camino de vuelta (es importante no olvidar que antes de volver, hay que haber ido). Que la definición de enfermedad sea social, no significa que, en una determinada sociedad, no haya un acuerdo casi absoluto sobre que determinados constructos son enfermedades. Todos estaríamos de acuerdo en que la tuberculosis, la apendicitis o el cáncer de mama son enfermedades. Y todos estaríamos de acuerdo en que el paro, el enamoramiento o la pasión futbolística no son enfermedades. Pero como es algo que se decide a nivel social, no es tan difícil colarnos como enfermedades entidades que antes no lo eran, como los niños traviesos, los adultos tristes, las personas gruesas o los bebés pequeños... ¿Cuál debe ser, pues, el criterio para considerar un conjunto de características que aparecen en una persona como una enfermedad, siempre dentro del paradigma biologicista?

Los paradigmas, desde una órbita postmoderna que creemos imprescindible, son narraciones que otorgan determinados significados a los hechos y proporcionan determinados marcos donde esos hechos se relacionan entre sí. Narraciones que dan cuenta de unos hechos y olvidan otros y que suponen mapas para moverse por un territorio concreto. En nuestra opinión y desde este enfoque, un conjunto de características que aparecen en un individuo determinado en un momento concreto deben ser consideradas enfermedad según los parámetros del paradigma biológico sólo cuando esa consideración sea útil y siempre que esa consideración sea útil para la persona en términos de aumentar su bienestar y reducir su malestar, teniendo en cuenta el corto y el largo plazo.

Es decir, considerar la tuberculosis una enfermedad dentro de un paradigma biologicista es útil, porque permite aplicar un tratamiento farmacológico que beneficia a la persona. Considerar la apendicitis una enfermedad dentro de un paradigma biologicista es útil porque permite aplicar un tratamiento quirúrgico que incluso salva la vida a la persona. Considerar el síndrome de Down una enfermedad dentro del paradigma biologicista no es útil en absoluto para la persona (otra cosa sería la consideración de padecimientos concretos que esa persona pueda presentar como enfermedades) porque no hay tratamiento que vaya a otorgar beneficio y sí la carga estigmatizante que supone la etiqueta de "enfermo". Considerar la pobreza, por terrible que resulte, como una enfermedad dentro del paradigma biologicista no es útil en absoluto para la persona y, además, distrae de buscar la causa y la solución de la misma en cuestiones de índole social y político.

¿Y qué hay entonces del ámbito de la Psiquiatría respecto a todo esto? Pues nuestra teoría es que la consideración de los trastornos mentales como enfermedades dentro del paradigma biologicista no es útil en conjunto para las personas que atendemos. Naturalmente, esto requiere unas cuantas aclaraciones antes de que nos suelten los perros. No estamos diciendo que las personas afectas de lo que ahora denominamos trastornos mentales no deban ser atendidas. Habrá casos en los que una intervención a nivel farmacológico, psicoterapéutico o sociolaboral pueda ser muy útil o incluso imprescindible para ayudar a esa persona en la situación de crisis, aguda o crónica, que esté pasando. Y habrá casos en que intervenciones de ese tipo llevan aparejadas más iatrogenia que beneficio, en términos de efectos secundarios, dependencia, desrresponsabilización o asunción del rol de enfermo con el estigma social y las repercusiones que ello conlleva. Lo que planteamos es si, en los casos en que la intervención es útil, es necesario o no que se haga desde un paradigma biologicista. Y, en nuestra opinión, la respuesta es que no. El paradigma biologicista se centra en el empleo de unos fármacos que dejan de ser vistos como herramientas potencialmente útiles para pasar a ser considerados la única e imprescindible respuesta al malestar psíquico, pasando por alto negligentemente sus efectos secundarios, incluyendo los fenómenos de tolerancia y dependencia. Así mismo, el paradigma biologicista minusvalora y deja al margen (con la inestimable ayuda de los millones de euros invertidos por la industria farmacéutica en investigar sólo en las líneas teóricas que les dan beneficio y no en otras que no incluyen tratamiento farmacológico potencialmente rentable) las orientaciones psicoterapéuticas o sociales, soslayando la ingente cantidad de información que se va acumulando sobre efectos beneficiosos de la psicoterapia o el abordaje de la psicosis centrado en la recuperación y, no nos olvidemos, en el empleo, o el importante papel que el abuso infantil tiene en la génesis de la psicosis, por poner algunos ejemplos. Creemos imprescindible una adecuada valoración de beneficios y perjuicios provocados por este paradigma, y ahí la opinión, experta sin duda, de los usuarios y ex-usuarios tiene mucho que decir y debe ser escuchada.

El sufrimiento sin duda existe, pero lo que debemos analizar, como profesionales de la Psiquiatría y la Salud Mental es cuál es la intervención más útil para las personas afectadas por dicho sufrimiento. Y a veces será el empleo de medicación, a veces la psicoterapia, a veces la prescripción de no-tratamiento y muchas otras veces el abordaje de las problemáticas sociales que subyacen a dicho malestar, desde los ámbitos adecuados y que no pasan por una consulta con un profesional sanitario. Como repetimos cada vez con más frecuencia, cualquier malestar vital que se arreglaría con dinero no es un problema psiquiátrico, sino de otro orden. Y la cuestión es que el paradigma biologicista en Psiquiatría es incapaz, y así lo ha demostrado durante décadas de forma cada vez más clara hasta llegar al ejemplo máximo del DSM-5, de esta atención al aspecto social. Porque sólo ve cerebros averiados y pastillas en pintorescas combinaciones, aunque con grandes beneficios en negocio y prestigio para algunos de los implicados. Y es sabido que cuando sólo tienes un martillo, tenderás a usar todo como si fuera un clavo. Y, nos repetiremos las veces que haga falta, el paradigma biologicista no parece, en Psiquiatría, traer aparejado un balance de beneficios y perjuicios adecuado si contemplamos las iatrogenias que trae consigo o, por ejemplo, el mayor estigma sufrido por las personas diagnosticadas de esquizofrenia ante la atribución de su trastorno a causas biológicas, en comparación con la atribución a causas psicosociales, que conlleva menor estigmatización.

Y el hecho de que aparezca o deje de aparecer la causa biológica concreta de tal o cual trastorno, en nada afecta a la inutilidad del paradigma biologicista en Psiquiatría. Inutilidad demostrada en el mejor pronóstico de la esquizofrenia en los países en vías de desarrollo, con menos fármacos, que en los países desarrollados. O en el incesante aumento de las cifras de prevalencia, cronificación y gravedad de la depresión cuantos más antidepresivos tenemos y usamos. Y si aparece la causa biológica concreta de tal trastorno concreto, entonces tal vez (sólo tal vez) si será útil el paradigma biologicista para tratarlo, y posiblemente pase a ser objeto de la Neurología, como ocurrió con la parálisis general progresiva o la epilepsia. Pero la Psiquiatría trata de la locura y el dolor sin sentido, y eso no se aborda útilmente con el mismo marco teórico que sirve para curar la tuberculosis.

¿Y qué proponemos en lugar del paradigma biologicista? Pues no lo tenemos muy claro porque hay quien sirve para derribar y quien sirve para construir, y nosotros traemos los explosivos, así que otros tendrán que poner los andamios. Pero creemos que el punto de vista social se hace imprescindible. Tanto para entender el origen de los trastornos como su desarrollo y mantenimiento, o sus posibles soluciones, desde esas pequeñas sociedades que son las familias hasta los ámbitos mayores que podemos llamar civilizaciones. Cada una con su cultura y sus subculturas, más o menos interrelacionadas, creando un contexto sin el cual es imposible entender nada ni aliviar nada.

Creemos pues llegado el momento, y este humilde y tal vez confuso escrito intenta ser un pequeño paso en ese camino, de que el paradigma biologicista entre en crisis y pasemos, siguiendo a Kuhn, al momento de la ciencia revolucionaria, donde distintos paradigmas lucharán por demostrar su utilidad para imponerse. Y esperemos que dicha utilidad lo sea esta vez para las personas que atendemos y no para las cuentas de resultados de las empresas farmacéuticas que tanto han invertido en apuntalar un conjunto de teorías inconexas y prácticas mejorables. Esas personas, con sus múltiples sufrimientos, confían en nosotros como profesionales y les debemos lo mejor de nuestra atención, cuando les pueda ser útil, y el dejarles en paz con la responsabilidad sobre sus propias vidas cuando no sea así.

Entendiendo el paradigma o matriz teórica de una disciplina como aquella narración dominante en la cual se va a mover dicha disciplina, que va a dar sentido a los hechos de una determinada manera y no de otra, que va a detenerse en unos hechos y no en otros, ya que no podemos acceder a una realidad objetivable como la postmodernidad dejó demostrado, abogamos por un punto de vista social, que no descuide ni los aspectos biológicos en su importancia (pero no más allá de ella) ni los psicoterapéuticos, pero sin entronizar tampoco estos últimos, en absoluto carentes de peligro en forma de dependencia y desrresponsabilización, potencialmente tan graves como las que pueden causar los psicofármacos mal empleados, que ya vemos ampliamente hoy en día y que serían sin duda más devastadores en el caso de la hegemonía de un paradigma psicologicista.

Queremos también insistir en dos aspectos que ya hemos comentado: Uno es la importancia para la recuperación de las personas y para su bienestar a todos los niveles, del empleo. En esta época que vivimos (y en la que nos han metido unos pocos para ser cada vez más ricos mientras los demás somos cada vez más pobres) parece que el empleo se convierte en un lujo o en algo que se da como limosna en condiciones cada vez peores. Pero algo tendremos que hacer, todos, por cambiar las cosas. Para que el empleo, como tantas otras cosas -sanidad, educación, vivienda...- sea de verdad un derecho para todos, incluidos por supuesto nuestros pacientes... Aunque ésta es otra historia, y como dijo Ende, debe ser contada en otra ocasión...

Y el otro aspecto que queremos remarcar es la importancia de prestar atención y escucha a las asociaciones y colectivos de pacientes, usuarios y ex-usuarios de dispositivos psiquiátricos (no sólo a las de familiares de), que cuentan con progresiva implantación e influencia en el mundo anglosajón y todavía nos parece que escasa en nuestro entorno. Nadie sabe mejor que ellos lo que suponen los trastornos psíquicos, llamémosles como les llamemos, o los efectos, beneficiosos y perjudiciales, de los remedios que nosotros les damos...

La caja de Pandora en forma de DSM-5 se ha abierto y creemos que ya no podrá cerrarse. Pero los males estaban ya fuera y tal vez sea hora de empezar a solucionarlos.

Que el fin del paradigma biologicista sea sólo una idea no debe detenernos. Ya dijo Víctor Hugo que no hay nada más poderoso que una idea a la que le ha llegado su tiempo.






Intervención en la psicosis, el modelo de Laponia Occidental: Diálogo Abierto (Robert Whitaker)

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Primero, vamos con las presentaciones: Mikel Valverde es un psicólogo clínico que ha publicado artículos del máximo interés en nuestro campo (por ejemplo, aquí o aquí) y autor de traducciones de textos englobados en una cierta psiquiatría crítica (es decir: honesta, científica, independiente y volcada al bienestar de los pacientes sin sombra de paternalismo). La última entrada que publicamos estaba escrita por él y por el psiquiatra José A. Inchauspe y hoy recogemos de nuevo una traducción que tuvo la amabilidad de hacernos llegar. Se trata de un texto escrito por Robert Whitaker, periodista de investigación especializado en temas de Salud Mental (la página web que dirige, Mad in America, es absolutamente imprescindible), perteneciente a su libro Anatomy of An Epidemic: Magic Bullets, Psychiatric Drugs, and the Astonishing Rise of Mental Illness in America, incomprensiblemente no publicado en castellano. A continuación, el texto de Whitaker traducido por Valverde:



Intervención en la psicosis, el modelo de Laponia Occidental: Diálogo Abierto

Durante mucho tiempo, Laponia Occidental, Finlandia, tuvo una de las tasas más altas de esquizofrenia de Europa. Allí viven alrededor de 70.000 personas, y en la década de 1970 y principios de 1980, cada año se daban veinticinco o más nuevos casos de esquizofrenia, la tasa de incidencia era el doble o incluso el triple que en otras partes de Finlandia y del resto de Europa. Además, los pacientes habitualmente se convertían en enfermos crónicos. Pero hoy los resultados a largo plazo de los pacientes psicóticos en Laponia Occidental son los mejores del mundo occidental, y en esta región se ven ahora muy pocos casos nuevos de esquizofrenia.

Este es un éxito clínico que ha estado gestándose durante décadas. Comenzó en 1969, cuando Yrjö Alanen, un psiquiatra finlandés que tenía formación psicoanalítica, llegó al hospital psiquiátrico en Turku, una ciudad portuaria en el suroeste de Finlandia. En aquel momento, eran pocos los psiquiatras en el país que creían que la psicoterapia pudiera ayudar a los pacientes esquizofrénicos. Sin embargo, Alanen pensaba que las alucinaciones y los delirios paranoides de los pacientes esquizofrénicos, cuando se analizaban detenidamente, muestran historias con sentido. Los psiquiatras del hospital, las enfermeras, y el personal debían escuchar a los pacientes. "Es casi imposible para cualquiera que se reúna con las familias de estos pacientes no entender que expresan sus dificultades en la vida", explicaba Alanen en una entrevista en el hospital psiquiátrico de Turku. "No están listos” para ser adultos, y "podemos ayudarles a desarrollarse".

Durante los siguientes quince años, Alanen y unos cuantos psiquiatras de Turku, en particular Jukka Aaltonen y Viljo Räkköläinen, crearon lo que denominaron el “Tratamiento Adaptado a las Necesidades” para pacientes psicóticos. Dado que los pacientes psicóticos son un grupo muy heterogéneo, decidieron que el tratamiento tenía que ser uno específico para cada caso. Algunos pacientes en un primer episodio tendrían que ser hospitalizados, pero otros no. Algunos podrían beneficiarse de dosis bajas de medicamentos psiquiátricos (ya sean benzodiazepinas o neurolépticos), y otros no. Y lo más importante, los psiquiatras de Turku impulsaron la terapia con el grupo familiar de un tipo particularmente colaborativo como el tratamiento central. Psiquiatras, psicólogos, enfermeras, y otros profesionales se formaron en terapia familiar. Y equipos formados por dos o tres profesionales especializados en terapia familiar, trabajando sobre la psicosis, se reunirían periódicamente con el paciente y su familia. Las decisiones sobre el tratamiento del paciente se realizarían de forma conjunta en esas reuniones.

En esas sesiones, los terapeutas no se preocupaban tanto en conseguir que los síntomas del paciente psicótico disminuyeran. Por el contrario, la conversación se centraba en los éxitos y logros previos del paciente, con la idea de que esto ayudaría a fortalecer el "control sobre su vida". La esperanza, dijo Räkköläinen, "es que no han perdido la idea de que pueden ser como los demás”. El paciente también podía recibir psicoterapia individual, como ayuda a lo largo de este proceso, y, finalmente, se animaba al paciente a construir una nueva "auto-narrativa" y mirar mas allá, el paciente imaginaba un futuro en el que él o ella se integraba en la sociedad, en vez de aislarse. "Con la concepción biológicista de la psicosis, no se puede valorar los logros previos" o las posibilidades futuras, decía Aaltonen.

Durante los años 1970 y 1980, los resultados en los pacientes psicóticos en el sistema de Turku mejoraron consistentemente. Muchos pacientes crónicos fueron dados de alta del hospital, y un estudio sobre pacientes de tipo esquizofrénico en primer episodio que fueron tratados en 1983 y 1984 encontró que el 61 por ciento estaban asintomáticos al término de cinco años y sólo el 18 por ciento se encontraban incapacitados. Este fue un muy buen resultado, y desde 1981 a 1987, Alanen coordinó el Proyecto Nacional de la Esquizofrenia en Finlandia, que determinó que el modelo de Tratamiento Adaptado a las Necesidades desarrollado en Turku podría introducirse con éxito en otras zonas. Dos décadas después de que Alanen y otros iniciaran su proyecto en Turku, en Finlandia se decidió que de hecho la psicoterapia podría ayudar a los pacientes psicóticos.

No obstante, la cuestión de una mejor utilización de los antipsicóticos prosiguió, y en 1992, Finlandia puso en marcha un estudio sobre pacientes en primer episodio y su evolución. Los seis lugares del estudio trajeron a pacientes recién diagnosticados al Tratamiento Adaptado a las Necesidades, pero en tres de los centros, los pacientes no fueron medicados con antipsicóticos durante las tres primeras semanas (se podían utilizar benzodiazepinas), y el tratamiento farmacológico se iniciaría sólo si el paciente no había mejorado en este período. Al final de dos años, el 43 por ciento de los pacientes de los tres lugares "experimentales" nunca estuvieron expuestos a los neurolépticos, y de forma general los resultados en los lugares experimentales fueron "algo mejor" que en los centros donde casi todos los pacientes fueron expuestos a los medicamentos. Además, entre los pacientes de las tres zonas experimentales, los que nunca fueron expuestos a los neurolépticos tuvieron los mejores resultados.

"Yo aconsejaría un uso [de medicamentos] según cada caso específico", dijo Räkköläinen. "Inténtelo sin antipsicóticos. Usted los puede tratar mejor sin medicación. Llegan a ser más interactivos. Ellos se convierten en si mismos". Aaltonen añadió: "Si puede retrase la medicación, esto es importante".

Podría parecer que la psiquiatría finlandesa, habida cuenta de los resultados del estudio, tendría que abrazar esta experiencia a nivel nacional con "un uso no inmediato de los neurolépticos" como modelo de cuidados. Pero Alanen y los demás creadores del Tratamiento Adaptado a las Necesidades se jubilaron, y en la década de 1990, el tratamiento de la psicosis de Finlandia se convirtió en algo mucho más orientado "biológicamente". Incluso hoy, en Turku en el primer episodio, los pacientes son habitualmente tratados con antipsicóticos, y las directrices finlandesas sugieren hoy que los pacientes se mantengan con fármacos durante al menos cinco años después del primer episodio. "Estoy algo decepcionado", confesó Alanen al final de nuestra entrevista.

Afortunadamente, en uno de los tres lugares "experimentales" del estudio de 1992-1993 se tomaron los resultados muy en serio. Y este lugar fue Tornio, en Laponia Occidental.

En mi camino hacia el norte, a Tornio, me detuve a entrevistar a Jaakko Seikkula, profesor de psicoterapia en la Universidad de Jyväskylä. Además de trabajar en el Keropudas Hospital de Tornio durante casi veinte años, ha sido el autor principal de varios estudios que documentan los resultados extraordinarios de los pacientes psicóticos en Laponia Occidental.

La transformación de la asistencia en el Hospital Keropudas, partiendo de un sistema en el cual los pacientes eran hospitalizados y medicados regularmente a otro en el cual los pacientes son pocas veces hospitalizados y sólo de vez en cuando medicados, se inició en 1984, cuando Räkköläinen visitó y habló sobre el tratamiento adaptado a las necesidades. El staff de Keropudas, recordaba Seikkula, acogió de inmediato su sentido participando en "encuentros abiertos", donde cada participante compartía libremente sus pensamientos, y sintió que daba a los pacientes psicóticos una experiencia muy diferente a la psicoterapia convencional. "El lenguaje que utilizamos cuando el paciente está sentado junto a nosotros es tan diferente del que usamos para nosotros [los terapeutas] cuando hablamos del paciente", dijo. "Nosotros no utilizamos las mismas palabras, y tenemos que escuchar más las ideas del paciente sobre lo que está pasando y prestar más atención a la familia".

Con el tiempo, Seikkula y otros, en Tornio, desarrollaron lo que llamaron la terapia de Diálogo Abierto, que era una sutil variación del Tratamiento Adaptado a las Necesidades de Turku. Al igual que en Turku, los resultados de los pacientes en Laponia Occidental, mejoraron en la década de 1980, y luego Tornio fue seleccionado para ser uno de los tres lugares experimentales en 1992-93 en Finlandia, en los estudios de primeros episodios. Tornio captó treinta y cuatro pacientes, y al finalizar los dos años, veinticinco nunca fueron expuestos a los neurolépticos. Casi todos los pacientes nunca medicados del estudio a nivel nacional (de veinticinco de veintinueve) llegaron en realidad desde este lugar, y por lo tanto, fue sólo en este lugar donde el personal del hospital observó el curso a largo plazo de la psicosis sin medicar. Y encontraron que aunque la recuperación de la psicosis a menudo avanza a un ritmo bastante lento, ocurre de forma habitual. Los pacientes, Seikkula dijo, "volvieron a su trabajo, a sus estudios, a sus familias."

Alentados por los resultados, el Hospital Keropudas inició un nuevo estudio que permitiera conocer la evolución a largo plazo de todos los pacientes con primer episodio psicótico en Laponia Occidental desde 1992 hasta 1997. Al final de cinco años, el 79 por ciento de los pacientes estaban asintomáticos y el 80 por ciento trabajaban, estudiaban o buscaban trabajo. Sólo el 20 por ciento tenían una incapacidad reconocida. Dos tercios de los pacientes nunca habían estado expuestos a la medicación antipsicótica, y sólo el 20 por ciento tomó fármacos de forma frecuente. En Laponia Occidental se había descubierto un método con éxito, que ayudaba a los pacientes psicóticos a recuperarse, y que estaba ligado a su política de no utilizar de forma inmediata neurolépticos en el primer episodio de los pacientes, y era como si proporcionara una "válvula de escape" para que pudieran recuperarse naturalmente.


Resultados a los cinco años en primeros episodios de psicosis en Laponia Occidental tratados con la Terapia Diálogo Abierto:


Pacientes (N=75)

Esquizofrenia (N=30)

Otros trastornos psicóticos (N=45)


Uso de Antipsicóticos

Nunca fueron expuestos: 67%

Uso ocasional durante los cinco años: 33%

Tomándolos al finalizar los cinco años: 20%


Síntomas psicóticos

Nunca recayeron en cinco años: 67%

Asintomáticos a los cinco años: 79%


Resultados a los cinco años

Trabajando o estudiando: 73%

Desempleados: 7%

Discapacitados: 20%


Seikkula, J. “Five-year experience of first-episode nonaffective psychosis in open-dialogue approach.”
Psychotherapy Research 16 (2006): 214–28.



"Confío en esta idea", dijo Seikkula. "Hay pacientes que pueden estar viviendo de una manera bastante peculiar, y que pueden tener ideas psicóticas, pero que todavía pueden aferrarse a una vida activa. Pero si son medicados, y debido a la acción sedante de los fármacos, pierden ese ‘control sobre la vida', y esto es muy importante. Se vuelven pasivos, y ya no cuidan de sí mismos".

Hoy en día, las instituciones psiquiátricas de Laponia Occidental, consisten en cincuenta y cinco camas en el Hospital Keropudas, que se encuentra a las afueras de Tornio, y cinco ambulatorios de salud mental. Hay alrededor de cien profesionales de Salud Mental en el sector (psiquiatras, psicólogos, enfermeras y trabajadores sociales), y la mayoría han completado un período de novecientas horas, un curso de tres años, en terapia familiar. Muchos de los profesionales, incluidos la psiquiatra y los psicólogos Birgitta Alakare Tapio Salo y Kauko Haarakangas, han estado allí durante décadas, y hoy la terapia de Diálogo Abierto es una forma asistencial muy refinada.

Su concepto de psicosis es algo totalmente diferente, que no acaba de encajar en cualquier categoría biológica o psicológica. En cambio, creen que la psicosis surge en relaciones sociales severamente dañadas. "La psicosis no vive en la cabeza. Vive entre los miembros de la familia y entre las personas", explicó Salo. "Está en la relación, y el psicótico es quien la hace visible. Él o ella ‘carga con los síntomas’ y tiene el peso de llevarlos".

Con la mayoría del personal del sector formada en terapia familiar, el sistema es capaz de responder rápidamente a una crisis psicótica. Quien es primeramente contactado -por un padre, un paciente que busca de ayuda, o tal vez un responsable del colegio- se encarga de organizar una reunión en las siguientes veinticuatro horas, y la familia y el paciente deciden dónde se celebrará el encuentro. La casa del paciente es el lugar preferido. Debe haber al menos dos miembros del equipo presentes en la reunión, y preferiblemente tres, y estos se convierten en el "equipo", que idealmente se mantendrá unido, durante todo el tratamiento del paciente. Todos van a la primera reunión conscientes de que "no saben nada", dijo la enfermera Mia Kurtti. Su trabajo consiste en promover un "diálogo abierto" en el que los pensamientos de todo el mundo puedan ser expresados, y contemplan a los miembros de la familia (y amigos) como aliados en el trabajo. "Somos especialistas en decir que no somos especialistas", dijo Birgitta Alakare.

Los terapeutas se consideran a sí mismos como invitados en la casa del paciente, y si un paciente agitado corre a su habitación, simplemente se le pide al paciente que deje la puerta abierta, de modo que pueda escuchar la conversación. "Ellos escuchan voces, nos encontramos con ellos y tratamos de tranquilizarlos", dijo Salo. "Están psicóticos, pero no son violentos en absoluto”. De hecho, la mayoría de los pacientes quiere contar su historia, y cuando hablan de las alucinaciones y los pensamientos paranoides, los terapeutas, simplemente escuchan y reflexionan sobre lo que han oído. "Yo creo que [los síntomas psicóticos] son muy interesantes", dijo Kurtti. "¿Cuál es la diferencia entre voces y pensamientos? Tengamos una conversación".

No se mencionan los antipsicóticos en las primeras reuniones. Si el paciente comienza a dormir mejor y bañarse con regularidad, y si de alguna manera comienza a restablecer sus conexiones sociales, los terapeutas saben que el "control sobre su vida" se está fortaleciendo, y que el fármaco no será necesario. De vez en cuando, Alakare puede prescribir una benzodiacepina para ayudar a una persona a dormir, o para disminuir la ansiedad del paciente, y al final le puede recetar un neuroléptico a dosis bajas. "Por lo general sugiero que lo use durante varios meses", dijo Alakare. "Pero cuando los problemas desaparecen, después de seis meses o un año, o tal vez incluso después de tres años, tratamos de detener la toma del medicamento".

Desde el principio, los terapeutas se esfuerzan en dar, tanto al paciente como a su familia, una sensación de esperanza. "El mensaje que damos es que podremos superar esta crisis. Tenemos la experiencia de que las personas pueden mejorar, y tenemos confianza en esta posibilidad ", dijo Alakare. Hemos encontrado que puede llevar bastante tiempo -dos, tres o incluso cinco años- para que un paciente se recupere. Aunque los síntomas psicóticos de un paciente pueden disminuir con bastante rapidez, centrarse en el "control sobre la vida" del paciente y reparar su relación con la sociedad es una tarea mucho mayor. El equipo sigue encontrándose con el paciente y la familia, y según como se desarrolle este proceso, se pide a sus profesores y/o a los probables encargados laborales que asistan también. "Se trata de restaurar las relaciones sociales", dijo Salo. "Que el espacio relacional vuelva a funcionar, con la familia y amigos."

Durante los últimos diecisiete años, la terapia Diálogo Abierto ha transformado "el cuadro de la población psicótica" en Laponia Occidental. Desde el estudio en 1992-1993 ni un solo un primer episodio psicótico ha terminado con una hospitalización cronificada. El gasto en los servicios psiquiátricos de la región se redujo en un 33 % desde los años 1980 y 1990, y en la actualidad es el sector con menor gasto per cápita en servicios de salud mental de todos los sectores de salud en Finlandia. Las tasas de recuperación se han mantenido altas: desde 2002 hasta 2006, Tornio participó en un estudio multinacional de los países nórdicos en primeros episodios de psicosis, y al final de dos años, el 84 por ciento de los pacientes habían vuelto al trabajo o a la escuela, y sólo el 20 por ciento tomaban antipsicóticos. Lo más notable de todo es que la esquizofrenia está desapareciendo del sector. Las familias en Laponia Occidental se sienten cómodas con esta forma amable de cuidados, y llaman al hospital (o a uno de los consultorios de atención ambulatoria) al primer signo de psicosis de un ser querido, con el resultado de que hoy los pacientes en un primer episodio suelen tener síntomas psicóticos de menos de un mes y, con un tratamiento iniciado en este primer momento, muy pocos llegan a desarrollar la esquizofrenia (el diagnóstico se hace después de que un paciente haya estado psicótico durante más de seis meses). Sólo dos o tres nuevos casos anuales de esquizofrenia, como tal, se dan en Laponia Occidental, una reducción del 90 por ciento desde principios de 1980.

El éxito de Tornio ha llamado la atención de quienes prestan asistencia en salud mental de otros países europeos, y durante los últimos veinte años, dos o tres grupos de otros países europeos han informado que la combinación de atención psicosocial y la limitación en el uso de neurolépticos produce buenos resultados. "Esto ha sucedido realmente”, dijo Seikkula. "No es sólo una teoría”.

En mi camino de regreso a Helsinki, seguí dándole vueltas a este pensamiento: ¿Por qué las reuniones grupales de Tornio resultarán tan terapéuticas? Teniendo en cuenta los resultados de la literatura sobre los neurolépticos, yo puedo entender que un uso selectivo de los fármacos sea tan útil. Pero ¿por qué la terapia Diálogo Abierto para pacientes psicóticos ayuda a curarse?

Durante los dos días en Tornio, me senté en tres sesiones de grupo, y aunque no hablo finlandés, sin embargo me fue posible tener una idea del tono emocional de las reuniones y observar cómo la conversación fluía. Todos se sentaban en un círculo, de una manera muy relajada y tranquila, y antes de que alguien hablara, a menudo había un momento, una fracción de segundo de silencio, como si quien fuera a hablar estuviera recogiendo sus pensamientos. De vez en cuando alguien reía, yo no pude identificar momentos en el que alguien interrumpiera, y sin embargo tampoco ninguna persona parecía hablar mucho rato. La conversación parecía impregnada de amabilidad y humildad, y la familia y los pacientes escuchaban con gran atención cada vez que los terapeutas se miraban y hablaban entre ellos. "Nos gusta saber que es lo que realmente piensan, más que nos den consejos", dijeron los padres de una de las reuniones.

¿Pero, como se entiende todo esto? Todo era un poco desconcertante, e incluso el personal del Hospital Keropudas no había sido capaz de explicar por qué estas conversaciones eran tan terapéuticas. "Los síntomas severos comienzan a irse", dijo Salo, con un encogimiento de hombros. "No sabemos cómo sucede, pero algo [la terapia Dialogo Abierto] debemos estar haciendo bien, porque funciona".




Hay un documental “Open Dialogue” de Daniel Mackler, con subtítulos en español, accesible desde:




Escuchando Voces (vía Primera Vocal)

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Las voces. Más allá de finas descripciones psicopatológicas en el sentido de describir las alucinaciones auditivas como psicosensoriales, psíquicas o psicomotrices, juego cuyas reglas aprendimos a jugar pero de cuyo sentido dudamos cada vez más (atentos a próximas entradas), son cada vez más las personas que defienden su "escuha de voces" y se asocian en grupos y redes de "escuchadores de  voces". Tal y como entendemos nosotros, con el doble objetivo de rechazar el carácter necesariamente patológico y estigmatizante de dichas voces y de, por otra parte, compartir dichas experiencias para buscarles un sentido y un alivio en los casos - que no son todos - en que supongan un malestar.

Reconocemos nuestra ignorancia en este campo, pero manifestamos nuestro interés en aprender más sobre ello. Hay trabajos iniciales de Romme y Escher (que no hemos leído aún, lo sentimos, el tiempo no nos da para más), que nos han recomendado mucho. Y es importante el trabajo de asociaciones como Hearing Voices Network o, en líneas generales, el Movimiento Escuchando Voces, coordinado por la organización Intervoice. En España creemos que se están intentando organizar grupos similares, pero no tenemos aún conocimiento de que estén efectivamente en marcha. Sí diremos que creemos necesario ya que haya asociaciones no sólo de familiares sino también de los propios usuarios, al fin y al cabo los principales interesados en que esto de la psiquiatría funcione bien.

Desde la muy interesante página de Primera Vocal, recogemos dos entradas sobre este tema, fuente sin duda de reflexión:



The Melbourne Hearing Voices Declaration (traducción al castellano)


Os dejamos la traducción de la declaración que se elaboró a partir del congreso mundial de escuchadores de voces que tuvo lugar en Melbourne el año 2013 organizado por Intervoice. ¿Se puede imaginar alguien semejante póster colocado en una planta de psiquiatría de cualquier hospital del estado español?



Las evidencias indican que:


Escuchar voces es una experiencia humana habitual.

Algunas personas viven las voces como algo angustioso y abrumador, mientras que otras las integran como una parte normal de sus vidas. En el primero de los casos, escuchar voces puede llevar a un diagnóstico de enfermedad mental.

La recuperación no significa necesariamente deshacerse de las voces. Más frecuentemente, se trata de reducir la angustia que las voces pueden traer consigo y aprender a vivir con las voces de forma que se pueda seguir llevando una vida con sentido y socialmente activa.


Creemos que:


Todo el mundo puede recuperarse, y aferrarse sistemáticamente a esta esperanza es fundamental para la recuperación.


Somos conscientes de que:


Existen una serie de mitos sobre la escucha de voces que dejan a la gente aislada y encerrada en su experiencia.

La gente tiene distintas creencias sobre de dónde proceden las voces, y tienen derecho a mantener esas creencias.

La experiencia de la escucha de voces tiene un significado y suele estar relacionada con emociones difíciles y experiencias vitales, incluyendo traumas del pasado.

Lo que a veces es denominado “falta de entendimiento” también puede considerarse “diversidad” o “creencias inusuales”. La gente es capaz de reducir su angustia y avanzar hacia la recuperación sin necesidad de cambiar esas creencias.

Gracias a la orientación de personas con experiencia, la gente ha sido capaz de salir de su aislamiento, de aprender a vivir con sus voces y llevar vidas con sentido y socialmente activas.

Los familiares, amigos y cuidadores también pueden experimentar un profundo aislamiento como resultado de que su ser querido escuche voces, y también ellos pueden beneficiarse profundamente de su recuperación.

Se pueden lograr grandes cambios en el sistema de apoyo a estas personas mediante la cooperación entre personas de referencia que han vivido experiencias de escucha de voces, sus familiares, amigos y cuidadores, profesionales de la salud mental, investigadores y legisladores.


En ____________ nos comprometemos a hacer cambios en nuestra organización para garantizar que:


La gente se sienta segura para hablar de escucha de voces y de otras experiencias inusuales

Trabajaremos para hacer posible una mayor esperanza, control y oportunidades para la gente que escucha voces y sus familias

Escuchamos las experiencias de los escuchadores de voces

Trabajamos con, en vez de contra, las voces

Preguntamos y apoyamos a la gente para abordar traumas del pasado

Derribamos mitos y estigmas relacionados con la escucha de voces

Ayudamos a la gente a construir habilidades que les capaciten para cambiar su relación con las voces

Incluiremos esta declaración en nuestros procesos de planificación hasta que los cambios estén integrados.


The Melbourne Hearing Voice Declaration (fuente original)



Todo lo que siempre quisiste saber sobre escucha de voces (y nunca te atreviste a preguntar)


Durante su primer año de universidad, Eleanor Longden empezó a oír voces: un narrador describiendo sus acciones en el transcurso del día. Diagnosticada de esquizofrenia, Longden comenzó lo que ella describe como una “guerra civil psíquica”, luchando para parar las voces según éstas se volvían antagónicas. Lo que la ayudó fue algo que no se esperaba: hacer las paces con ellas. Aprendiendo a ver a las voces como una fuente de entendimiento en lugar de un síntoma, Longden recuperó el control.

¿Cómo es eso de escuchar voces? Lee las FAQs de Eleanor, en las que te cuenta todo lo que quisiste saber sobre la escucha de voces, con su toque de humor y honestidad.


¿Alguna vez tus voces hablan entre ellas (excluyéndote)?

A veces. Hace tiempo solían hablar de mí mucho más, pero ahora normalmente me hablan a mí directamente. Y cuando hablan sobre mí, suelen ser cumplidos o palabras de ánimo. O, a veces, hablan sobre algo que me preocupa y discuten posibles soluciones. Hay una voz en concreto que suele repetir frases de ánimo a las demás. Una reciente fue: “Si puedes hacer algo para solucionarlo, no tienes por qué preocuparte, y si no puedes hacer nada, ¡no sirve de nada preocuparse!”.


¿Las voces suenan como si vinieran de dentro de tu cabeza o a través de tus oídos?

Esta es otra de las cosas que ha cambiado un poco con el tiempo. Solían ser más externas, pero ahora tienden a ser internas o bien externas pero muy cercanas a mis oídos. También puede variar dependiendo de cuál de las voces hable.


¿Qué echarías de menos si perdieras las voces? ¿Te sentirías sola?

Mis voces son una parte importante de mi identidad —literalmente, son parte de mí— así que sí, las echaría de menos si se fueran. ¡De hecho, debería hacerles un seguro, porque si de verdad se van algún día me quedaré sin trabajo! Esto me resulta extraordinario teniendo en cuenta lo desesperada que estuve por deshacerme de ellas, pero me aportan un montón de conocimientos sobre mí misma y manejan un rico repertorio de recuerdos y emociones. También son muy útiles cuando hablo en público, ya que suelen avisarme si se me olvida algo. ¡Pueden ser útiles incluso en las pruebas de cultura general! Una de ellas solía recitarme las respuestas durante mis exámenes de la universidad. Peter Bullimore, miembro de la red inglesa de Hearing Voices, publicó un precioso cuento infantil que le dictaron sus voces.


¿Alguna vez tus voces se superponen? ¿Pueden estar de acuerdo entre ellas?

Algunas veces hablan a la vez, pero no diciendo las mismas cosas al unísono. He conocido gente cuyas voces sí que lo hacen, como si fueran un coro. Otra gente describe voces que suenan como una hinchada de fútbol, o como un grupo de gente hablando en una fiesta. Hace poco en una conferencia escuché algo increíble: que la gente que es sorda de nacimiento no escucha voces, sino que ve manos interpretándoles signos.


¿Escuchas las voces todo el tiempo? Por ejemplo, ¿incluso durante el sexo? ¿Tienes que mandarlas callar cuando estás viendo una película?

¡No, no todo el tiempo! Aunque suelen estar más activas (y a veces más negativas o antagónicas) cuando estoy estresada. Sin embargo, incluso esto puede serme de ayuda, ya que es un aviso para que me tome un tiempo de descanso y me cuide. Ahora me llevo mucho mejor con ellas, así que cuando se entrometen y les pido que guarden silencio de forma tranquila y respetuosa, el 99% de las veces lo hacen.


¿Puedes hacer que alguna voz en concreto aparezca cuando quieras?

Sí, a veces. De hecho esto es algo que utilicé hace varios años durante la terapia. Mi terapeuta me decía, por ejemplo, “me gustaría hablar con la voz que está muy enfadada” o “con la voz que habla mucho sobre [un hecho especialmente traumático]” y entonces dialogaba con ella.


¿Hay momentos en los que quieres escuchar las voces, o intentas siempre hacer que estén calladas?

Algunas veces discuto con ellas dilemas o problemas, o les pido opinión acerca de mis decisiones, aunque nunca les dejaría ordenarme algo que yo no quisiera hacer. Es como negociar con distintas partes de ti misma para alcanzar una conclusión con la que “todo el mundo” esté contento. Por ejemplo, puede haber una voz que representa una parte de mí muy insegura, y esta tendrá unas necesidades distintas que las de otra parte de mí que quiere salir al mundo y ser escuchada. O las necesidades de una voz muy racional e intelectual, pueden parecer incompatibles con las de otra muy emocional. Pero así puedo identificar el conflicto en mi interior e intentar resolverlo. Es bastante poco frecuente a día de hoy que tenga que mandarlas callar, ya que no se entrometen o se imponen sobre mí como solían hacerlo antes. Si llegan a volverse agresivas, es importante para mí entender el porqué, y siempre habrá una buena razón. Generalmente será una señal de algún tipo de conflicto emocional, y entonces este podrá ser abordado de una forma positiva y constructiva.


¿Alguna vez confundes tu voz interior con “las voces”?

No, se sienten bastante diferenciadas.


Cuando hablas con las voces, ¿reaccionan de distinta forma si hablas en voz alta a si solamente piensas la respuesta?

Ya no suelo responderles en voz alta, pero no reaccionarían de forma distinta a cuando les “hablo” internamente.


¿Cuál es la diferencia entre esquizofrenia y escucha de voces?

Mientras que las experiencias que son etiquetadas como síntomas de esquizofrenia —y la angustia asociada a las mismas— son muy reales, la idea de que existe una condición concreta llamada esquizofrenia con una base biológica está siendo discutida en todo el mundo. Aunque la escucha de voces está asociada con una serie de distintas condiciones psiquiátricas (incluyendo muchas no-psicóticas), hay mucha gente sin ninguna historia de problemas de salud mental que escucha voces. También está ampliamente reconocida como parte de diferentes experiencias espirituales y culturales.


¿Te sientes mejor comprendida por otros escuchadores de voces?

Ellos pueden entender de forma más exacta lo que se siente, pero he tenido la suerte de conocer algunas personas no-escuchadoras de voces realmente empáticas e imaginativas que también quieren entenderlo de verdad. A este respecto, creo que en realidad existe mucha más continuidad entre las voces y la experiencia psicológica diaria de lo que mucha gente se da cuenta. Por ejemplo, todo el mundo sabe lo que es tener pensamientos intrusivos. Y la mayoría conocemos la sensación de tener distintas partes de nosotros mismos: una parte muy crítica, una parte que quiere agradar a todo el mundo, una parte preocupada por los acontecimientos negativos, una parte juguetona e irresponsable que se mete en líos, etc. Creo que, aunque las voces suelen sentirse como algo más desconocido y externo, forman parte un proceso similar.


¿Qué hace que las voces hablen más unas veces que otras?

Normalmente experiencias emocionales, tanto positivas como negativas. Al principio, identificar estos desencadenantes era de mucha ayuda para que cobrara más sentido el porqué las voces estaban ahí y lo que representaban.


¿Alguna vez las voces te hacen partirte de risa?

¡Sí, a veces! Algunas pueden tener un humor muy hiriente, muy insolente, mientras que otras tienen un cinismo jocoso como el de Bill Hicks. Bueno, quizás no tanto como Bill Hicks. Pero eso sería genial… ¡tener a Bill Hicks en tu cabeza! [Nota de PV, se trata de un cómico estadounidense]







¿Hay lugar para el consentimiento informado en los tratamientos de las personas con psicosis? Una reflexión sobre el tratamiento de las psicosis (Miguel A. Valverde y José A. Inchauspe)

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Nuevamente vamos a publicar un trabajo ajeno en esta entrada, y nuevamente los autores son Mikel Valverde y José A. Inchauspe, psicólogo clínico y psiquiatra respectivamente y algunos de los autores nacionales más interesantes en el cada vez más prolífico y documentado campo de la psiquiatría crítica

Nuestra admiración y agradecimiento por su trabajo que, de nuevo, queremos colaborar a difundir. Se trata en esta ocasión de un artículo publicado en la Revista de Bioética y Derecho sobre la aplicación del consentimiento informado al tratamiento de los pacientes con psicosis (cosa desde luego muy infrecuente en nuestro entorno). Y es que la ley, que obligaría a ello como mínimo en circunstancias de no descompensación franca, es pasada por alto sin que la mayoría de profesionales nos preocupemos mucho por ello, con absoluta negligencia hacia el principio de autonomía del paciente.

Y es que es curioso esto de la ley y de cómo se aplica, o de cómo a veces no tiene demasiado que ver con la justicia… Tenemos bien reciente el caso de dos personas condenadas a tres años de carcel por participar en un piquete informativo durante una jornada de huelga. Sin entrar en discutir su inocencia o culpabilidad en tales hechos, de lo que nada sabemos, sí diremos que nos sorprende que tras un enfrentamiento verbal en el que no hubo heridos y los únicos daños materiales consisitieron en unas pegatinas y una pintada no deseadas, dos personas sean metidas en la cárcel durante tres años. En un país donde puedes sentarte al frente del Ministerio de Sanidad aunque en tu casa entraran cientos de miles de euros de una trama corrupta que se aprovechaba del dinero público de todos; o donde puedes robar millones de euros desde el Consejo de Administración de una Caja, a condición de que los devuelvas si te pillan; o puedes pasar olímpicamente de las órdenes de la policía e incluso huir tirando una moto de uno de ellos al suelo, pues nos llama la atención cómo se busca dar ejemplo con gente que lucha (con más o menos acierto) por un mejor futuro para todos. O tal vez se trata (sentencia ejemplarizante mediante) de acojonar al personal para que estemos tranquilitos en casa… Pero, de ser así, a veces se logra el objetivo contrario al deseado y tal vez, por fin, el miedo esté cambiando de bando… En cualquier caso, ésta es otra historia y si quieren saber más de la misma o protestar contra la injusticia que se está llevando a cabo, no dejen de seguir este enlace.


Y sin más digresión, vamos con el fabuloso trabajo de Valverde e Inchauspe (nuestra torpeza en cuestiones informáticas ha provocado que no podamos incluir las Figuras incluidas en el artículo, que pueden consultar en el original aquí):



¿Hay lugar para el consentimiento informado en los tratamientos de las personas con psicosis? Una reflexión sobre el tratamiento de las psicosis


Miguel A Valverde
Psicólogo Clínico. Unidad de Hospitalización Psiquiátrica Sección A. Complejo Hospitalario de Pamplona, Osasunbidea, Navarra.

José A Inchauspe
Psiquiatra. Director Centro de Salud Mental San Juan, Osasunbidea, Pamplona, Navarra.


Resumen

La práctica del consentimiento informado (CI) en Salud Mental es inhabitual, más aún para los pacientes psicóticos, a pesar de que tanto la legislación vigente, como las declaraciones de asociaciones profesionales, organizaciones de pacientes y códigos deontológicos defienden el consentimiento informado y la autonomía del paciente, también para las personas con psicosis. Es habitual que pacientes y allegados desconozcan el alcance, límites y riesgos del tratamiento farmacológico usual o la existencia de otros abordajes.

Las razones del déficit de CI pueden hallarse en las peculiaridades de estos pacientes, pero también en el presupuesto de que la psicosis impacta en el mismo núcleo de la persona, y por ello se ve al afectado como incapaz de comprender y consentir.

Coexisten hoy dos estilos diferentes de acoger al paciente con dificultades de tipo psicótico: uno, la corriente principal que tiene como objetivo bloquear el proceso psicótico y revertirlo mediante el uso principal de antipsicóticos, y otro, que incluye diversos modelos que acogen a la persona psicótica con sus dificultades, que propone construir un marco de comprensión para sus experiencias. Los resultados no muestran superioridad del modelo dominante, más bien todo lo contrario.

Cuando se da la palabra a los usuarios estos defienden su autonomía y derecho a decidir, rechazando los modelos coercitivos.

El CI, dar poder para decidir al paciente, además de un derecho es también un factor de recuperación para muchos pacientes.

Su puesta en práctica necesitaría cambios significativos en la formación de los profesionales y en la constitución de las actuales Redes Asistenciales de Salud Mental.


Palabras clave: Consentimiento informado (CI), autonomía del paciente, psicosis, psicoterapia, movimiento de la recuperación, psicofármacos.


Índice:

1.- El consentimiento informado en salud mental y la psicosis.

2.- Dos tradiciones en Salud Mental

3.- Razones para soslayar el consentimiento informado en los pacientes psicóticos

4.- La clínica con pacientes psicóticos

5.- La vida bajo psicofármacos. El tratamiento correcto según la propuesta biologicista y sus resultados.

6.- Las psicoterapias

7.- La perspectiva de los usuarios

8.- La red asistencial y el consentimiento informado.

9.- Conclusiones



1. El consentimiento informado en salud mental y la psicosis.

La falta de consentimiento informado (CI) en Salud Mental se observa de forma generalizada en la práctica clínica diaria. Los pacientes no saben que pueden esperar del tratamiento asignado, cómo decidir si ha tenido éxito o no, cuales son los efectos indeseados a corto y a largo plazo, y otras cuestiones relevantes (1-3). Las carencias en el consentimiento informado han sido objeto habitual de estudio y reclamación en salud mental (4-11). La demanda de respeto al principio de autonomía y el derecho a saber es objetivo principal de organizaciones de pacientes, como el movimiento por la recuperación o “recovery movement” (12-14).

Para los pacientes psicóticos la situación es especial, ya que suelen ser objeto de presiones coercitivas para medicarse o ingresar, a veces con intervención judicial, y rara vez se modifica el tratamiento cuando lo solicitan, incluso sí el estado psicótico ha remitido. Pocas veces conocen sus derechos para elegir o rechazar un tratamiento y como hacerlos valer (15-27). El tratamiento es elegido por el psiquiatra, y los pacientes y sus allegados no son informados de otras opciones clínicas.



2. Dos tradiciones en Salud Mental


En la asistencia actual conviven dos estilos que parten de tradiciones clínicas divergentes. La dominante enraíza con la obra de Kraepelin y la otra con el tratamiento moral de Pinel y Tukey en el siglo XIX.

Hoy la corriente dominante en Salud Mental se reconoce como una psiquiatría biologicista que da el valor máximo, muchas veces único, al tratamiento farmacológico del paciente psicótico, utilizando si fuera necesario métodos coercitivos.

La otra corriente considera que el paciente debe elegir aceptar o no un tratamiento, más aún si está fuera de la crisis psicótica aguda y no corre peligro, y entiende que su recuperación está imbricada con su autonomía y su capacidad de elegir (28). Esta orientación es compatible con lo que defienden las organizaciones de pacientes más importantes (13,21,29-31), diversas escuelas clínicas de orientación psicosocial (15,19,25,26), y algunas de otro tipo (32,33).

De ambas líneas recogeremos argumentos sobre el consentimiento informado (CI) en la psicosis. No hay que suponer que todos los profesionales de determinada orientación comparten la misma perspectiva ética. Pero de sus presupuestos se pueden deducir argumentos a favor de una u otra opción respecto al valor de la autonomía del paciente psicótico.



3. Razones para soslayar el consentimiento informado en los pacientes psicóticos


Hay argumentos que parecen sustentar la falta del consentimiento informado basándose en el concepto de la psicosis que defiende la psiquiatría biológica, aunque no explican por qué ocurre algo semejante en los demás pacientes.

Recordemos que en la literatura bioética (34-36) hay poco sobre cómo informar a personas con dificultades emocionales. Tales situaciones se resuelven consultando a los allegados. Parece sugerirse que estar emocionalmente afectado conlleva cierta incapacidad ante una decisión clínica.

No es fácil encontrar argumentos que defiendan que no deba hacerse uso del consentimiento informado en salud mental, incluso con personas psicóticas, aunque se acepte el tratamiento involuntario (37), ya que “a veces al no ser capaces de tomar una decisión racional, estas personas deben ser forzadas a conseguir un tratamiento aun en contra de sus deseos...” (38).

Las razones del déficit del CI para el paciente psicótico pueden clasificarse en cuatro áreas:

a) Comunes al conjunto de pacientes de salud mental, que estando perturbados cognitiva y conductualmente se entiende que tienen dificultades para comprender y decidir.

b) Argumentos derivados de la práctica clínica del tipo: no se puede saber como evolucionará el cuadro clínico, no hay más tratamiento que el farmacológico, informar puede llevar a discusiones sin fin, aumentar su angustia y complicar el tratamiento, sin cierto nivel de coerción no se medicará y el proceso psicótico se reagudizará, etc. (23).

Medicar como opción imprescindible es una idea muy afianzada, y que el paciente se medique, aún en contra de su opinión, puede convertirse en objetivo clínico superior (37-39), como se constata en la mayoría de los manuales de psicopatología y psicofarmacología (40-43).

c) La tradición paternalista en Salud Mental.

Actuar para el paciente sin contar con él viene de antiguo, incluso hoy es una práctica común (21,25). Esta actitud produjo actuaciones crueles, aunque en su tiempo se vieron como ciencia puntera, como la inoculación de la malaria o la lobotomía, procedimientos creados por Julius Wagner-Jauregg y Egas Moniz respectivamente, citando a los únicos psiquiatras con un premio Nobel. El principio de tales intervenciones, actuar sobre el cuerpo del paciente para cambiar su comportamiento, sigue vigente en la práctica dominante (5).

d) La psicosis entendida de forma tal en que es el propio núcleo del ser persona el que está colonizado por la enfermedad (37).

Se trata quizás del obstáculo más poderoso para la práctica del CI en estos pacientes, ya que el psicótico tiene alteradas biológicamente sus facultades superiores estando enfermo en su propio “ser persona” (37,44).

Esta concepción es reconocible en Kraepelin (1856-1926), quién recogía el habla de sus pacientes psicóticos de forma extensa y minuciosa, pero considerando sólo su perspectiva formal, sin interesarse por su significado y su sentido comunicativo (25). La corriente biológica actual, también denominada neokraepeliana, comparte esa actitud, y ha perdido interés en el psicótico como sujeto que relata sus experiencias y se comunica (38,41).

Berrios califica el delirio psicótico como actos “lingüísticos vacíos”, que no informan del sujeto, de sus preocupaciones o de su mundo interno. El delirio son palabras encadenadas al azar que han cristalizado de cierta forma como podrían haberlo hecho de otra (45). Intentar averiguar su sentido no debería entretener a los clínicos (41,42), ya que el delirio solo constata y refleja la enfermedad cerebral del paciente (46).

Andreasen, icono de esta psiquiatría biológica, describe una práctica clínica ideal en estos términos: “Cuando las visitas de 15 minutos reemplacen a las de 50 minutos estos [los pacientes] las preferirán (...) Las visitas más cortas son una forma más eficiente y económica para tratar a más personas. Muchas veces, 15 minutos son suficientes para que el médico y el paciente hablen de los síntomas y sobre como afectan a su vida” (38). La mayor parte de los clínicos, incluidos los biologicista, criticarían una práctica tan extrema (32). No obstante, reducir la clínica a preguntas sobre la acción de la medicación, soslayando el vivir y el sentido de las vivencias, es habitual en salud mental.

Considerar la psicosis desligada de la persona, es decir no conectada a los contextos personales, deshumaniza la psicosis (47) y hace que compartir las decisiones clínicas pueda parecer innecesario.

Un concepto clave para esta perspectiva es la falta de conciencia de enfermedad. Se afirma que el psicótico no puede verse a sí mismo como enfermo que necesita tratamiento, ya que la psicosis se caracteriza frecuentemente por su “falta de conciencia de enfermedad”. De esta forma el desacuerdo con el terapeuta y un eventual rechazo de la medicación es interpretado por el clínico como un síntoma más, dentro de la constelación de síntomas característicos de la psicosis (37,47-49).

Desde este modelo se fomenta la conciencia de enfermedad, como parte del tratamiento, introduciendo en el paciente la idea de que sufre un trastorno cerebral crónico (37,42,46). Se trasmite un relato que sitúa al paciente como enfermo, desligado de su biografía y de sus vivencias, eliminando de la psicosis la subjetividad. La resistencia del paciente a aceptar esta visión se considera parte de su enfermedad.

Muchos expertos no aceptan que el estado psicótico sea producto de una alteración cerebral (25,50-52), a lo que se ha replicado que pueden estar presos de su propia ignorancia, como escribió Fuller Torrey (53) de los autores de la obra Modelos de Locura (26).



4. La clínica con pacientes psicóticos


Los argumentos de los puntos a) y b) del capítulo anterior no son banales. Constatan que la relación con el paciente psicótico puede ser complicada.

Al modelo conceptual de la psicosis colonizadora se le oponen pruebas de investigación y clínicas (25,51,54,55).

Los estudios referidos a la competencia para decidir del paciente psicótico muestran resultados ambiguos, pero nunca una incapacidad generalizada en todos ellos, ni durante todo su proceso. Amador encontró incompetencia asociada a falta de conciencia de enfermedad en un 60% de los casos (48). Un estudio que evaluaba la competencia del paciente psicótico encontró que hasta el 48% tenía capacidad de consentir, medida mediante la escala MacCAT, pero otros estudios no muestran diferencias claras en comprensión respecto a la población control, otros indican que la capacidad de comprender y consentir no está relacionada con la sintomatología psicótica, y otros resultan ambiguos (56). Sea como fuere el paciente psicótico no suele ser informado (7,57).

Desde la práctica clínica lo primero a considerar es que existen dos situaciones diferentes, la de la crisis aguda y fuera de ella. La primera puede ser una situación de urgencia en la que peligra la imagen social del paciente, puede conllevar comportamientos disruptivos, estados emocionales intensos, o riesgo de auto y/o heteroagresión.

Conviene recordar que es posible entenderse con las personas en dificultades. Se necesitan para ello ciertas habilidades que pueden ser aprendidas y ensayadas, mediante formación específica Posiblemente pocos profesionales conseguirán comunicarse bien en todos los casos y situaciones, pero si podrán hacerlo, con un estilo relacional adecuado y una estrategia correcta, en buena parte de los mismos. Es un tipo de formación que parece descuidarse hoy en España en el programa MIR, PIR, etc.

La forma habitual de manejo de la crisis es bloquear la sintomatología psicótica con medicación, y contener y aislar al paciente si es intensa. Después de la crisis, el modelo biológico actual propone un tratamiento de mantenimiento a medio y largo plazo con antipsicóticos (58,59), combinados habitualmente con otros psicofármacos (60-62). Existe un abanico de recursos psicosociales poco implantados, con resultados contrastados, utilizados en general como apoyo a la estrategia farmacológica, incluso en modelos de uso intensivo (63).

Incluso dentro de esta práctica podría el CI tener mayor lugar que el actual porque fuera de la crisis, y si el paciente siguiera sin ser capaz de elegir, sus allegados sí podrían hacerlo, y en algún momento, también el paciente estará capacitado para elegir, si el clínico comparte su tiempo con él y muestra comprensión, porque el paciente psicótico no es incapaz todo el tiempo, ni para todas las cosas.

Existe otra orientación asistencial que acoge al paciente psicótico como persona en dificultades, que practica una asistencia colaborativa y conlleva unos objetivos clínicos distintos, compartidos y que no se reducen a la desaparición de la sintomatología. Desde esta perspectiva, el principio de tratar a otros del modo en que nos gustaría ser tratados nosotros mismos es la base ética para defender el consentimiento informado y considerar la autonomía del paciente psicótico.

Es un estilo que enraíza con el tratamiento moral de Pinel y Tuke en el s XIX, y es reconocible en diversas orientaciones terapéuticas, incluyendo las psicoterapias recientes (26,64).

La persona en una crisis psicótica puede estar descentrada u ocupada en cuestiones que interfieren la gestión de su vida, y no considerar adecuadamente sus dificultades. En cambio sí suele tener conciencia de dificultades. Acoger al paciente con sus dificultades subjetivas, con apoyo y colaboración, promoviendo un espacio para la comprensión de sus experiencias es otra forma de asistir.

Es un estilo común a diversos abordajes terapéuticos, incluyendo al movimiento de recuperación, gestionado por los propios pacientes. Sobre esta perspectiva comprensiva, que es también una forma de relación con la persona psicótica, mediante la aceptación y el reconocimiento personal, puede desarrollarse un relato en el que el paciente juega un papel protagonista que le oriente más allá del trastorno o enfermedad, hacia una vida con sentido. La psicosis, se entiende aquí, no es un mero desvarío. El respeto a su proceso, a su tiempo y sus necesidades, es clave para acoger y encontrarse con la persona en dificultades.

En otras palabras, la práctica del CI, además de un imperativo ético, forma parte de la propia naturaleza de este tipo de intervenciones clínicas.



5. La vida bajo psicofármacos. El tratamiento correcto según la propuesta biologicista y sus resultados.


La corriente biologicista aboga por intervenir en la psicosis para combatir sus síntomas, bloquear e idealmente revertir un hipotético proceso biológico subyacente mediante el uso de antipsicóticos, normalmente a largo plazo. Para ello necesita fomentar la conciencia de enfermedad en el paciente y sus allegados. El denominador común de todos los dispositivos de la red asistencial por los que el paciente transite será asegurar en primer lugar la toma de medicación (65). A los allegados se les transmitirá ese mismo mensaje (66). Para cumplir con la toma de medicación y combatir la tendencia bien conocida del paciente a abandonarla (37,67-69), se utilizarán medios más o menos coercitivos, que pueden llegar a la autorización judicial para realizar tratamientos forzosos (24).

Proponer un tratamiento de mantenimiento con antipsicóticos a medio y largo plazo es relativamente reciente y no era la práctica de hace 30 años, décadas después de su introducción, cuando se proponía la retirada del fármaco después de remitir los síntomas, para volver a instaurarlos si reaparecían (70,71). Hoy en día se entiende que la interrupción de la medicación antipsicótica tras un primer episodio psicótico aumenta considerablemente el riesgo de recaída a corto plazo (58,59), y que en pacientes con varios episodios el tratamiento de mantenimiento está asociado a una menor frecuencia de recaídas (5,65), que la disminución progresiva o interrupción del fármaco tras la recuperación del primer episodio (58).

Aunque así fuera, el precio a pagar por disminuir el riesgo de recaídas mediante un tratamiento de mantenimiento con antipsicóticos es alto.

Recordemos sus efectos adversos a largo plazo sobre el sistema cardiovascular (72), el metabólico en el que asistimos hoy en día a una auténtica epidemia de diabetes tipo II, dislipemias y obesidad entre pacientes que toman antipsicóticos de nueva generación (124), el neurológico, con déficits en atención, memoria, disfrute, motivación y activación, y la pérdida de masa cerebral progresiva, dependiendo de la dosis de antipsicóticos y su combinación con otros psicofármacos (64,73-76)

Su uso fomenta estilos insanos, como la sedentariedad y el consumo de grandes cantidades de comida, tabaco, café, alcohol o cánnabis, quizás para compensar el malestar inducido por el tratamiento, y mala calidad de vida, que puede desembocar en aislamiento social y suicidios, algo que según algunos autores no siempre fue así para los pacientes con psicosis (6,77). Se estima que usar antipsicóticos a largo plazo puede hacer perder 20 años o más de vida (6,79,80).

No suele informarse a pacientes y familiares de los riesgos del tratamiento farmacológico, aunque se les informa enfáticamente de la gravedad del trastorno.

Este modelo fomenta que el paciente se vea a sí mismo como enfermo crónico, estigmatizado al ser tratado como incapaz de regirse, y forzado a tomar fármacos desagradables que le abotargan emocionalmente. Tendrá que aceptar una vida con escasas perspectivas de futuro, pero si lo hace se dirá que tiene una adecuada “conciencia de enfermedad”. Lo frecuente es que el paciente intente huir de tal perspectiva.

Muchos de estos pacientes en crisis psicótica o fuera de ella, intentarán deshacerse del tratamiento farmacológico (21,67-69) corriendo el riesgo de una recaída a corto plazo (1,5). Aun aceptando el carácter preventivo de recaídas de la medicación antipsicótica a corto plazo existen otros factores explicativos de la recaída. Si dejan la medicación se encontrarán subjetivamente mejor, pero al ser “descubiertos” se redoblará el control sobre ellos, y el mensaje “estás enfermo” se intensificará en un contexto de tensión ambiental. Podrán ser víctimas del síndrome de discontinuación al abandonar bruscamente los antipsicóticos, sin monitorización y asesoramiento clínico, e incluso podrán ser reingresados por dejar la medicación, sin recaída propiamente dicha. En un entorno tenso, exasperante, controlador, con mensajes de incapacidad, y otros del tipo “es por tu bien”, el paciente se verá dentro de una marejada relacional, bajo los efectos de más fármacos y con la etiqueta añadida de paciente difícil, en un estado de indefensión y desesperanza (15,21,20,26).

En consecuencia este modelo asistencial no solo fracasa frecuentemente a la hora de establecer una alianza terapéutica con el paciente sino que en ocasiones se posiciona en lucha con sus pacientes, que pueden llegar a temer a sus sanadores más que a sus dificultades previas (81). No es extraño que los estudios muestren mejor recuperación para los pacientes psicóticos que tienen un entorno que les presta poca o ninguna atención (25,26,49).

Históricamente se ha constatado que algunos procesos psicóticos cursaban hacia la recuperación por si solos, hasta en la tercera parte de los casos (82). Pero quizás hoy ya no sea así y el porcentaje de pacientes que se recuperan sea menor.

Sucede que la asistencia actual obtiene resultados muy pobres en cuanto a recuperación funcional, siendo la incapacidad laboral y un funcionamiento personal y social empobrecido el destino habitual para muchos pacientes (83,84). Se ha sugerido que estos resultados son peores que en el pasado (Ver Figura 1, que muestra el porcentaje de pacientes mejorados, con un criterio relativamente exigente, con síntomas disminuidos, y capacidad para vivir en comunidad) (85).

Los antipsicóticos producen mejoría significativa para un porcentaje de pacientes pequeño (un 20-30%). Para otros la mejoría solo es apreciable en puntuaciones en escalas como la PANSS, pudiendo no ser clínicamente significativa (19). Finalmente para cerca del 40 %, no hay mejoría, quizás empeoramiento, a veces progresivo y rápido (5). Los efectos adversos han sido minimizados y pueden ser graves e impedir la recuperación (19,73-75,86). No hay pruebas de eficacia en el mantenimiento con medicación antipsicótica a largo plazo, sino más bien de lo contrario (5, 83,87).

El estudio de seguimiento de Chicago, Chicago Follow-Up Study, que ha presentado los resultados a 20 años, observó la evolución de los pacientes desde su debut, muestra, entre otros aspectos, la recuperación entre quienes siguieron el tratamiento habitual (tomar antipsicóticos en una perspectiva a largo plazo) y quienes dejaron los fármacos. Y en cierto sentido permite analizar diferentes trayectorias. A los dos años quienes no tomaban fármacos estaban en mejor estado, pero a los cinco años la diferencia en aspectos funcionales era muy amplia. En las Figuras 2 y 3 observamos la diferencia de resultados a los 15 años, que muestra que apenas existe recuperación entre quienes permanecen con antipsicóticos. Señalemos que la definición de recuperación es más exigente que la considerada en la Figura 1, ya que considera un episodio de recuperación a permanece sin síntomas e ingresos, mantener actividad laboral, y vida social, durante un año (83). A los 20 años de seguimiento, este estudio constata que a quienes dejaron la medicación, lo hicieron “por decisión propia, a veces en contra la indicación profesional” les va “relativamente bien, o mejor que quienes tomaron medicación de forma continua” (88).

La opción de no tratarse a largo plazo, aunque tenga riesgos, puede no ser incorrecta para bastantes pacientes, ya que hasta el 40% obtiene periodos de recuperación.

La psiquiatría biologicista actual es particularmente impermeable a los resultados e investigaciones de otras orientaciones clínicas. Fundamenta su medicina basada en la evidencia en ensayos clínicos aleatorizados, ECAs, a corto plazo, muy alejados de la práctica clínica naturalística, dándose como objetivo la neutralización de los síntomas y perdiendo de vista la recuperación funcional (59). Además, su práctica está influenciada por la información propagada por líderes de opinión de la profesión,“key opinion leaders”, usualmente ligados a la industria farmacéutica (6,89,90).

Solo muy recientemente la corriente biologicista se está haciendo eco de la potencial severidad de los efectos adversos a largo plazo de los antipsicóticos (73,86) y la escasa efectividad de las estrategias de mantenimiento a largo plazo (58,83) con la publicación en revistas de prestigio de editoriales con títulos tan expresivos como “Antipsicóticos… el primer episodio de la psicosis: menos es más” (59), y se llega a reflexiones del tipo “Antipsicóticos: ¿es hora de considerar la elección del paciente?” (19) o “El futuro de la psiquiatría universitaria puede ser social” (129).



6. Las psicoterapias


Acoger al paciente psicótico considerando sus dificultades, incluyendo las cogniciones erradas, darle apoyo, colaborar para encontrar sentido a su experiencia psicótica y ayudarle a mejorar la vida buscando la recuperación funcional, es objeto de otro tipo de abordaje clínico en el que las psicoterapias ocupan un lugar central

Los abordajes psicoterapéuticos consideran los delirios y alucinaciones como experiencias personales con sentido (Cuadro 1), en las que también se puede hallar motivación para el cambio. La terapia Diálogo Abierto (55), las de orientación narrativa (91,92), las que incluyen a la familia (93,94), las de orientación dinámica (95), las terapias cognitivo conductuales (TCC), como la de Morrison (96), las TCC de tercera generación (50,97), y otras intervenciones (98,99), reconocen la experiencia psicótica en una perspectiva humana, y ayudan a integrar el delirio y las alucinaciones en los contextos personales (100-102). Según muchos autores, incluyendo a psiquiatras como Jim van Os, el abordaje psicoterapéutico podría ser la primera opción ante alucinaciones y delirios (103).

Se estima que la medicación con psicoterapia es mejor que sola, pero la psicoterapia sola, o a veces con fármacos durante breve tiempo y en pequeñas dosis, puede obtener mejores resultados (95), pudiendo ser más imprescindible la psicoterapia que los antipsicóticos para la recuperación (104).


Acerca de las alucinaciones auditivas.

1. Escuchar voces es una experiencia humana normal, aunque no muy frecuente.

2. Pueden ser comprendidas en el contexto de las experiencias vitales y la narrativa personal, tienen un significado psicológico y un sentido.

3. Puede ser un fenómeno precipitado o intensificado por sucesos que superan y dejan indefensa a la persona. Pueden estar asociadas a episodios traumáticos.

4. Las características estructurales de las voces son similares en la psicosis, en pacientes no psicóticos y en personas sin problemas de salud mental.

5. Lo vincula el escuchar voces con problemas de salud mental es la relación del sujeto con ellas, su reacción emocional.

(Sobre las voces, según Hearing Voices Movement (Longden & al 2012) (102))


Hay éxito en la psicosis para varios tipos de psicoterapia, aunque la mayor parte de su evaluación se ha realizado asociada al tratamiento con antipsicóticos, pero por suerte no toda (55,87,95,105-107,128). Existen estudios que comparan a pacientes tratados con fármacos y sin ellos, especialmente antes de los años ochenta. Muestran, según numerosos autores, que en seguimientos a más de un año los pacientes sin fármacos se recuperan mejor (2,5,87,95).

Actualmente mediante la terapia Diálogo Abierto, evitando internamientos y medicación en casi todos los casos, se consiguen las mejores tasas de recuperación, muy alejadas de las que se obtienen con medicación, ver Cuadro 2 (87,100,108). Incluso las obtenidas por el tratamiento moral hace dos siglos resultan mejores (64,87).



7. La perspectiva de los usuarios


En nuestro país hay pocas experiencias asociativas protagonizadas por usuarios con el perfil del movimiento de la recuperación, aunque existen asociaciones de familiares que ejercen de grupo de presión ante la administración y facilitan apoyo y servicios de tipo socioeducativo, en general muy en sintonía con la corriente dominante de la asistencia actual. Aun con todo hay algunas experiencias en los que los usuarios muestran sus vivencias, como Radio Nicosia, primeravocal.org, soyborderline.com, o el programa La Ventana en la Cadena SER.

En el Reino Unido, USA, Holanda, Brasil y Australia hay pacientes, muchos diagnosticados de trastorno mental grave, que se han asociado para intervenir en aspectos asistenciales y de investigación. Este movimiento, denominado de la recuperación (Recovery Movement), se ha hecho oír ante profesionales de la Salud Mental y la sociedad en general construyendo un discurso de denuncia respecto a no haber sido tratados adecuadamente, ocultándoseles información y sin considerar su palabra, discurso actualmente recogido y apoyado por numerosos profesionales.

Las reuniones de autoayuda del movimiento de la recuperación están influenciadas por la obra de Romme & Escher “Dando sentido a las voces” (101,109), y consideran la sintomatología psicótica como experiencias con sentido (ver Cuadro 1) (109,110). Promueven una narrativa personal para trascender a una nueva identidad, más allá de la enfermedad psicótica. El grupo de autoayuda quiere ser un espacio seguro, que facilita apoyo e inspiración. Un testimonio refiere que dentro del grupo “puedo hablar de las alucinaciones y la depresión sin miedo a ser juzgado, o a que se me aumente la medicación o a ser ingresado” (111).

Su trabajo está avalado por una ingente cantidad de relatos personales, que refieren recuperación (16,81,112,113). Profesionales como Williams (114) y Warner (115), entre otros, consideran que la ayuda prestada por el movimiento de recuperación es válida (16,81,113,116). Williams indica que hay cinco factores claves de la recuperación que comparte este movimiento: a) Esperanza en que la recuperación es posible, b) Comprender la psicosis como una experiencia personal, no como una enfermedad cerebral, c) Encontrar sentido a las experiencias psicóticas, d) Conectar con la vitalidad de la persona, e) Implicarse en relaciones sociales y comunitarias (117). Estos grupos de autoayuda, y las psicoterapias, comparten estos supuestos, y seguramente no es extraño que obtengan resultados positivos: la escucha, el apoyo compasivo, y la creación de un espacio para la esperanza pueden ser mejores que un modelo de enfermedad centrado en el uso más o menos coercitivo de fármacos que provocan malestar y entorpecen la regulación emocional (2,20,64,118,119).

El movimiento de la recuperación postula que los usuarios tienen mucho que decir sobre los tratamientos recibidos, que pueden juzgar su eficacia, que pueden opinar sobre los servicios asistenciales, y además realizar investigación al respecto (21,81).



Cuadro 3: Declaración Universal de los Derechos y Libertades Mentales, realizado por el grupo Mad Pride, dentro del movimiento de la recuperación (120).

• Todos los seres humanos son creados diferentes.

• Todo ser humano tiene derecho a ser mentalmente libre e independiente.

• Todo ser humano tiene derecho a sentir, ver, imaginar, intuir, creer o experimentar, de cualquier manera y en cualquier momento.

• Todo ser humano tiene derecho a comportarse de cualquier manera que no dañe a otros ni viole leyes justas.

• Ningún ser humano será sometido sin su consentimiento a reclusión, encierro, castigo o intervenciones médicas o psicológicas destinadas a intentar alterar sus pensamientos, sentimientos o experiencias.



No es en puridad un movimiento antifármacos, pero pretende hacer valer el derecho a elegir si tomarlos o no, a ser informados de sus efectos, de su utilidad y de la existencia de tratamientos alternativos (21)

Respecto al tratamiento emergen dos cuestiones claves. Una es que algunos pacientes psicóticos cuando se encuentran mal son conscientes de necesitar ayuda, la intentan conseguir, pero también intentan alejarse de donde se les interne o se les medique obligatoriamente (121). La otra es que cuando los pacientes solicitan reducir su medicación no suelen recibir apoyo profesional, es decir no se acepta su autonomía (21). La declaración de los derechos mentales surgida en este movimiento tiene que ver con “protegerse” de la asistencia recibida sin su consentimiento (Cuadro 3).



8. La red asistencial y el consentimiento informado


La práctica del CI puede chocar con la actitud clínica de la asistencia psiquiátrica actual y su estrategia centrada en bloquear los síntomas psicóticos mediante fármacos como objetivo prioritario. Es posible que hasta que no se considere acoger al paciente psicótico como persona en dificultades, en vez de enfermo incapacitado en ser persona, no haya cambios sustanciales en el CI. Incluso puede que no se tome conciencia de que parte de los pacientes psicóticos temen la ayuda que se les presta.

De cualquier modo en España la ley de autonomía del paciente (122) obliga a la práctica del CI, también en la psicosis. Reclama que se informe del procedimiento propuesto, sus resultados a corto y a largo plazo, sus efectos adversos, la existencia de tratamientos alternativos en la red pública o en la privada (1), permitiendo elegir y rechazar (122). Y cuando el paciente sea capaz debería poder contar con toda la información y poder decidir.

El CI es una práctica que se está abriendo camino en otros países, entre ellos el Reino Unido, donde se defiende explícitamente desde instancias públicas el CI y la autonomía del paciente psicótico (21). El Royal College of Psychiatrists anima a “apoyar a las personas en el logro de las metas que establecen para si mismas, aun si creyeran que las mismas no son realistas” (33), lo que podría incluir la opción de buscar otro camino de recuperación y, por ejemplo, vivir sin medicación.

Quizás no se pueda evitar la coerción en todos los casos, pero puede realizarse minimizando el daño: explicando más, sedando poco o no haciéndolo, mostrándose amable incluso en la contención, no dejando al paciente contenido, aislado y solo en una habitación. El paciente en crisis, incluso físicamente contenido, puede entender que se le considera, y es posible responder a la brusquedad con palabras en un tono suave y explicativo.

Es muy posible que adaptarse a estos requerimientos signifique cambiar no sólo el estilo asistencial actual sino también, en alguna medida, la estructura y funcionamiento de los centros y dispositivos de las Redes de Salud Mental, además de los servicios que deberían prestar.

La asistencia en urgencias psiquiátricas y unidades de hospitalización de agudos están orientados a la contención y bloqueo rápido de la sintomatología en situación de crisis. Aunque hay modelos alternativos de intervención, como Comunidades Terapéuticas, el Diálogo Abierto y otras (21,98,100.123), que se han revelado capaces de contener la crisis, conseguir una mejor alianza terapéutica y ser menos traumáticos (52), y seguramente con mejores resultados a largo plazo.



9. Conclusiones


La práctica del consentimiento informado en personas con diagnóstico de psicosis, además de un imperativo ético y una obligación legal, es una buena práctica imprescindible para obtener la adhesión y participación del paciente en su proceso de recuperación, que puede traer mejores resultados a largo plazo

Un consentimiento informado de calidad supone informar en detalle de los objetivos, límites y posibles efectos adversos del tratamiento, de la existencia de tratamientos alternativos, y restituir el poder de decidir al paciente (125), quizás no en todos los momentos del proceso psicótico pero si como principio general.

Relacionarse con personas con un cuadro psicótico supone habilidades que es necesario entrenar para ejercer una práctica clínica correcta, y quienes se dedican a salud mental deberían formarse en ellas. Sin practicar esas habilidades hay poca justificación para la idea de que el paciente no es capaz de comprender y elegir.

No es aceptable que la palabra del paciente psicótico deje de ser considerada, por transitar por dificultades intensas, máxime cuando hay procedimientos respetuosos que preservan su persona y consideran su estado coyuntural como una base para la integración y mejoría.

El paciente debe tener derecho a rehusar el tratamiento, especialmente cuando está en mantenimiento y no está incapacitado civilmente, y aun cuando se equivoque en su elección debe seguir siendo ayudado, como se hace en otras áreas sanitarias. Las divergencias entre el paciente y su entorno deben ser gestionadas por el clínico u otros profesionales, pero cuando el paciente sea capaz debería tener la última palabra.

La práctica clínica de tratar el proceso psicótico mediante fármacos puede ser adecuada para el paciente o la familia, pero puede no ser el tratamiento deseado para otros. De hecho tal práctica tiene efectos adversos y limitaciones cada vez más reconocidas desde el propio ámbito de la psiquiatría biológica

Los pacientes son muchas veces conscientes de sus dificultades, pero pueden creer que la ayuda que les presta la red asistencial les resulta dañina, y es posible que los servicios asistenciales, en su forma y filosofía asistencial actual, para muchos no sean adecuados (11,15,21,25).

La hasta ahora tímida reacción de la psiquiatría biologicista ante los resultados mediocres de sus prácticas clínicas habituales (59) empieza a intuir la posibilidad de decidir del paciente psicótico (126), pero rara vez se justifica en el imperativo ético de restaurar su palabra silenciada. Sirva de ejemplo el importante estudio de seguimiento a 7 años de Wunderink y colaboradores, que podría impulsar para bien un cambio en los protocolos asistenciales, que afirma que los pacientes que rehusaron participar en su estudio, aproximadamente la mitad de candidatos, tenían un peor nivel de funcionamiento, menor adhesión a la terapia y más dificultades para comprometerse, sin que los autores tengan conciencia alguna de que seguramente no les satisfizo el tratamiento proporcionado (59).

Cuando se da la palabra a los pacientes, la defensa de su autonomía es una de sus principales reivindicaciones, como se observa en del movimiento de la recuperación ante lo que denominan “abuso de la psiquiatría” (Cuadro 3) (20,81). Este es también un movimiento de autoayuda que cree en la recuperación, mediante una perspectiva clínica que trasciende los títulos académicos, basada en el apoyo y la comprensión, que obtiene resultados a considerar, y proporciona ciencia y debate desde su perspectiva de usuarios (29,81).

Cuando los jueces dictan tratamientos forzosos pueden no conocer las alternativas y seguramente no imaginan que a largo plazo pueden empeorar al paciente, incluso de su propia psicosis. Si el paciente estuviera en situación de riesgo para si mismo o para otros se podría decidir de forma deliberativa lo qué hacer en cada situación concreta, considerando diversas alternativas clínicas Es posible que el paciente que no desee ser medicado pueda aceptar tener encuentros para hablar de sus preocupaciones en un entorno adecuado para obtener ayuda.

Resulta manifiesta la necesidad de investigar en profundidad tratamientos de diversos tipos sin subordinación al modelo actual dominante, además del alcance y las limitaciones de los antipsicóticos, tanto en la forma de uso actual como en la de hace unas décadas (70,71).

Desde un punto de vista asistencial debería disponerse en los próximos años de una variedad de servicios y dispositivos asistenciales para los pacientes psicóticos mayor que la actual, de forma que el consentimiento informado pueda realmente ejercerse, en lo que se refiere a optar por el tratamiento y el tipo de ayuda que el paciente considere más adecuada.

Seguramente no es un problema de coste económico. Recordemos que el antipsicótico depot de moda puede costar 500€ al mes (127), y con ello se podría dar ayuda psicosocial a dos o tres pacientes, o más. Además, mientras que los tratamientos de mantenimiento son a largo plazo, muchas veces indefinidos, el psicosocial suele establecer objetivos cronológicos de recuperación y reincorporación social, aunque puede que una parte de los pacientes no los consiga completamente o durante todo el tiempo de su proceso psicótico y su trayectoria vital.



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Sobre la locura (entrevista a Fernando Colina, vía La Casa de la Paraula)

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Hemos querido recoger en esta entrada una entrevista a Fernando Colina, transcrita desde la página web La Casa de la Paraula, a propósito de su último libro, titulado Sobre la locura. Si son lectores habituales de Fernando Colina, les gustará esta pequeña obra, que recoge y resume el pensamiento del autor sobre la psicosis y su trato (que no sólo tratamiento). Pero si no lo han leído antes, puede suponer sin duda, como fue para nosotros en su día El saber delirante, una auténtica revolución epistemológica en la forma de ver, entender y acercarse a la locura y a los locos, mucho más acá de pretendidas ateoricidades y desequilibrios químicos que el propio editor de Psychiatric Times, Ronald Pies, reconoce no son otra cosa que una leyenda urbana

En cualquier caso, tanto la entrevista que transcribimos a continuación (realizada por Marta Berenguer) como el libro de Colina, merecen nuestra mayor recomendación.



Podríamos decir que Fernando Colina no es un psiquiatra al uso. Más bien es un alienista que tras años de clínica y de escucha atenta y respetuosa defiende el derecho radical a estar loco. En el primer capítulo de su libro ‘Sobre la locura’ ya podemos tomar las principales coordenadas de su posición ética y su singular manera de entender la psiquiatría. Colina defiende el arte de no intervenir “como una pericia contemplativa que proviene de la capacidad de estar en silencio, de no hacer nada, (…) sin que ello signifique estar cruzado de brazos sino comprometido profundamente en el esfuerzo”. 

‘Sobre la locura’ es uno de esos libros imposibles de leer lápiz en mano. Hay tantas frases que subrayar que es mejor no ensuciar el papel. Con una prosa impecable y una claridad meridiana el psiquiatra vallisoletano cose en su ensayo las relaciones que la locura mantiene con temas tan diversos como el secreto, la ternura, el amor o la inmortalidad. Quizá no serán esas las primeras palabras que vienen a la cabeza cuando se piensa en la llamada sinrazón. Es por eso que si algo consigue su libro es mostrarnos que es posible oponerse a las tendencias más conservadoras de la psiquiatría y arrancar de raíz muchos de los prejuicios que la ensombrecen. Desde La Casa de la Paraulahemos querido conversar con Fernando Colina sobre su última publicación y de otras ideas inspiradoras que relucen en su obra ensayística. 


¿Dónde ha aprendido usted a escribir así? ¿Así de bien, me refiero?

Para empezar yo creo que escribo mal porque no escribo natural sino forzándome mucho. Con el paso de los años he aprendido a corregirme. Ahora las frases me salen más limpias, menos rebuscadas, siempre y cuando tenga una frase corta. Para la frase larga soy bastante malo. Hay autores y escritores que escriben largo muy bonito. Para mí la escritura es algo que intento cuidar mucho. Me parece que si el contenido no está bien escrito no me sirve. En ‘Sobre la locura’ he hecho un esfuerzo especial porque como el libro era muy breve y conciso requería de cierta claridad. Como referencias he tomado la obra de Plutarco y también el Manifiesto Comunista del que siempre se ha dicho que su gran ineficacia, entre otras cosas, era porque estaba espléndidamente escrito, y es verdad. Pensé: como voy a escribir un panfleto voy a tomar ese modelo de tono (risas). Cuando escribo me gusta tomar como referencia algún autor. Si es frase muy corta Azorín, si es frase más rimbombante Ortega y Gasset, por ejemplo. Pero yo no soy un escritor natural. ¡Me cuesta muchísimo!. Escritor es el que escribe literatura.


¿Qué relación mantienen la escritura y la locura?

Realmente hay muchos enfermos que inmediatamente escriben. La escritura tiene muchas virtudes: una de ellas es la propiamente narrativa porque te ayuda a describir los hechos. Los psiquiatras muchas veces, siguiendo la línea lacaniana o la de Clérambault, interpretamos que lo que le ha pasado al loco es que se le ha interrumpido el lenguaje. Si tenemos en cuenta que el lenguaje es un instrumento lineal, discursivo, diacrónico, vemos que para un loco es muy difícil transmitir longitudinalmente las experiencias instantáneas que está teniendo. Esa transmisión no la hace verbalmente ya que le cuesta mucho hablar, sobre todo si hay otro. Muchas veces crea neologismos que son palabras escuetas. Estos se encuentran fuera de una sintaxis y de una frase pero el psicótico les da mucho significado y a lo mejor en esa palabra hay muchísimo contenido. El loco escribiendo consigue pasar el lenguaje a un medio más longitudinal, más cotidiano, más neurótico, más normal si se quiere.


Respecto a los neologismos José María Álvarez en el libro ‘Estudios sobre la psicosis’ comenta que se trata de palabras que sólo entiende quien las crea, no son palabras compartidas con otros locos.

Sí, se sobreentiende que lo que le ha pasado al psicótico es que se le ha roto el mundo del lenguaje. Su mundo no está revestido como el que tenemos nosotros en el que normalmente todo está envuelto en palabras. El loco, precisamente por esa ruptura, tiene que echar mano urgentemente a un mecanismo auxiliar. En la construcción y el encuentro de palabras nuevas, a las que da un significado muy distinto, personal y que no se puede transmitir, encuentra una ayuda un tanto artificial y un poco forzada. El problema del delirio es que para el psicótico es una herramienta muy buena pero no ayuda a hablar con él porque siempre es un lenguaje singular, propio. Por eso es importante intentar hablar con él procurando no interpretar el delirio, metiéndote un poco alrededor.


Usted es médico especialista en psiquiatría pero tiene entre tus referencias obras de la cultura, de la filosofía, del psicoanálisis. ¿Qué cree que enseña la cultura clásica al psicopatólogo actual?

Actualmente tener referencias diversas es algo muy raro debido a que probablemente se lea menos y la formación es muy distinta. Ahora la formación del psiquiatra es muy médica. Se viene con una carrera, se ha hecho el MIR, se tiene una especialidad y muchas veces muchos estudiantes acaban en psiquiatría un poco de rebote porque están más pendientes del sitio que quieren elegir que de la especialidad propiamente dicha. La búsqueda vocacional, si es que eso significa algo, se va perdiendo poco a poco. Hay poca gente que se presente al MIR ya con la idea específica de hacer psiquiatría y además con una corriente determinada en un sitio concreto. Existe algún caso pero no son la mayoría. En mi época, en cambio, la psiquiatría estaba dentro de la política, de la sociología, de la filosofía. Nosotros constituimos un grupo de psiquiatras con el que durante tres o cuatro años participamos en un seminario sobre Hegel con el filósofo Gómez Pin. Hoy eso sería completamente impensable. Y alguien se puede preguntar: ¿para qué sirve el pensamiento de Hegel, uno de los pensadores más abstractos y metafísicos, para el conocimiento de la psiquiatría? La lectura filosófica estaba permanentemente presente en la psiquiatría, eso era así hace tiempo atrás, pero ahora ha desaparecido. Siempre he tenido amigos muy cultos en el campo de la historia, de la filosofía, del psicoanálisis. Gracias a la conversación con ellos y a mis hábitos de lectura quizá podríamos decir que a lo mejor, globalmente, tengo un conocimiento superior a la media. O por lo menos puedo decir que ese conocimiento me permite saber un poco de qué están hablando los profesionales o los especialistas en campos de la filosofía o del lenguaje.


¿Para ser psicoanalista o psiquiatra uno debe aprender a divorciarse de la normalidad?

En ‘Sobre la locura’ comento que existen dos locuras. Los primeros terapeutas de psicóticos siempre dijeron que hay que ser inconsecuente con los enfermos psicóticos porque cuando deliran tienen una lógica que se basa un poco en estar haciendo saltos como hace el caballo. Supongamos que estás hablando con un loco que te está afirmando que él no está enfermo y que además es el director del centro, que tu no eres nada. Le dices: “Vamos a tomar la medicación que estás mal”. Y tu podrías pensar: “ahora me va a decir que no”. Pero inmediatamente dice: “Sí, que estoy muy nervioso, vamos a tomarla”. ¿Cómo se entiende esta respuesta de aceptar tomarse la medicación si hace un momento te acaba de decir que él no está enfermo, que él es el médico? Esa manera de plantear la cuestión sería una tentación para hacerle ver su contradicción pero es absurdo querer entrar por ahí porque precisamente él necesita esa contradicción mucho más aguda que la nuestra para mantenerse en un relativo equilibrio. Por eso comento en el libro que a su vez tienes tu que “enloquecer”, volverte un poco ilógico para no intervenir de entrada. La primera tentación ante un loco es interpretarle y hacerle ver que es inconsecuente pero ese no es el camino. En esos casos hay que dejarle hablar y acostumbrarse a hacer saltos de este tipo.


¿Ardua tarea esa?

No, cuando has pasado mucho tiempo con ellos y has hablado con muchos sale natural. De la misma manera que si te voy conociendo a ti iré entreviendo aspectos y vivencias tuyas, temas que te gustan o no te gustan. Con el paso del tiempo seré mucho más ágil en tratar de molestarte -si lo que quiero es molestarte- o de agradarte si lo que quiero es eso. Con los enfermos vas viendo que pasa una cosa parecida. De repente ves que hay lugares donde no puedes entrar. A partir de ahí, según vas conociendo a cada uno, ves que es distinto, vas metiendo menos la pata y por tanto el contacto se vuelve más natural. Quizá sea un contacto que no lleve a un gran discurso pero cuando un enfermo muy grave se te acerca y te dice: “¡Oye Colina!”, es que ya ha habido un contacto. Hay que tener en cuenta que los psicóticos te están observando y midiendo todo el tiempo para comprobar que su proximidad a ti no es hiriente ni agresiva. La dificultad es que muchas veces no sabes como es esa intimidad singular de cada uno y vas a ciegas.


En ‘Sobre la locura’ habla de este tema en el capítulo ‘Sobre la distancia’. Me vino a la memoria el dilema del erizo de Schopenhauer. ¿Cuál es la distancia adecuada en la relación terapéutica con los psicóticos?

Eso nunca se sabe pero es un problema. En el libro empiezo este capítulo con una imagen un poco taurina. Los taurinos, los buenos toreros que se sienten artistas, saben que para lidiar un toro cada animal tiene su distancia. Lo primero que hacen entonces es medirle, recogerle, hacer unos pases, tomar un conocimiento de cómo embiste y por donde. Qué terrenos y territorios de la plaza le gustan más para tratar de llevarlos a ellos. A algunos toros hay que torearlos de cerca y a otros de lejos. Ese es un buen torero lidiador, no un pega pases. Creo que la metáfora taurina vale un poco también para los enfermos pero en general para la vida, donde nos pasa algo parecido. Con los enfermos también tienes que ir mirando y midiendo. Hay locos a los que te puedes acercar mucho físicamente y otros con los que conviene mantener una distancia, cosa que va variando también dependiendo de los momentos. Cuando te cruzas con un psicótico en el pasillo que se encuentra en un cuadro agudo ya sabes que en algunas ocasiones hay que dar un paso y dejar un poco de espacio porque sino se puede sentir muy violento. A otros no pasa nada por darles una palmada en la espalda pero siempre hay que tener cuidado. A veces un gesto que se da con amabilidad, cordialidad y simpatía se puede interpretar de maneras muy distintas por un loco. Esta sería la distancia física pero existe también la distancia interior que todavía es más complicada porque ahí se juntan dos cosas: una es el grado de interés que tu estás teniendo, otra tiene más que ver con el deseo. El enfermo nota mucho tu interés y ese matiz de la distancia. Esa es una distancia más bien intelectual o de pensamiento, más de empatía o de contacto y luego sobre esa se dibuja otra que es la del deseo: ¿cuánto te quiero yo a ti? Ahí podríamos hablar de varias medidas desde la que nace de ese interés que tienes ante esa persona para ayudarle, del que además te cae bien, del que además es atractivo, del que además te puedes identificar por alguna cosa. Los locos saben captar muy bien todos esos matices. El encuentro con un loco es muy al descubierto por eso cuando escuchas un enfermo, en cierto modo, acabas buscando lugares de identificación y de captación. Sin decir nada parece como que te descubres y te descubren. Hay gente que te la puedes acercar mucho interiormente y otra no.


¿La posición hombre o mujer como se vive en el caso de una psicosis? ¿Qué papel tiene la feminidad en la locura?

El autor que mejor ha desarrollado este tema es Lacan. Los lacanianos dicen que en la psicosis hay un empuje a la mujer, como una búsqueda o un temor a una identificación femenina. En los psicóticos varones una idea que les pasa mucho por la cabeza es el sentimiento de homosexualidad o el insulto de que los han llamado homosexuales pero tiene más que ver con un problema de identidad. La diferencia sexual forma parte de la identidad de cada uno. En el caso del psicótico, como parece que esa identidad está rota, ese quiebre ocurre también en la identificación de cual es su elección sexual, suponiendo que eso sea obligatorio y no la bisexualidad. Todas esas teorías nacen antes de toda la nueva y complicada generación de múltiples identidades sexuales y toda la polémica entorno a la teoría queer.

El complejo de Edipo, por ejemplo, es una teoría que encaja muy bien en el hombre pero no tanto en la mujer. Todas estas teorizaciones encajan muy bien en el enfermo varón pero no tan bien en la mujer. ¿Cuál es el empuje a la mujer de la mujer? Eso ya es un poco distinto. Este tema se matiza también diciendo que en el delirio psicótico existe un goce permanente. Es por eso que muchas veces se dice que no sufren tanto como pensamos. El goce del loco, más que ser propio del principio de placer, más propio de los neuróticos, está siempre en una especie de omnipotencia. Ese es el otro goce sobre el que Lacan teoriza entorno al goce femenino.


En una entrevista usted dice: “Todos los malestares psicológicos pueden referirse, en última instancia, a dos ejes que englobarían la tristeza y la desconfianza, entendidas como categorías muy amplias”. ¿Qué quiere decir?

Hay dos maneras de entender todas las enfermedades y en general al hombre. O hacer muchas clasificaciones y buscar diferenciaciones y discontinuidades múltiples, como hace el DSM-IV, o buscar espectros o ejes. Cuando tu quieres entender a alguien teniendo en cuenta una profesión o una clasificación, y más todavía desde el punto de vista psicopatológico, hay que tener en cuenta primero la búsqueda de lo que tienen de común y lo que tienen de distinto. Sócrates lo cuenta muy bien en una frase que siempre cito del Fedro de Platón: “Si yo encuentro a alguien que busca la unidad y la multiplicidad le sigo como a un Dios”. El DSM-IV busca cantidad de multiplicidades y de discontinuidades, puede encontrar 400, pero no busca lo que tienen en común. Es más, cuando lo busca, como en el caso del trastorno bipolar, de repente encuentra trastornos bipolares por todas partes: desde que el paciente tiene una pequeña depresión a que tiene una psicosis maniaco-depresiva. En esa tipología de clasificación se ha buscado lo común pero no ha buscado lo distinto. Mi propuesta es que existen siempre dos ejes fundamentales: uno es la melancolía y el otro la paranoia; la tristeza se relaciona con el primer eje, la desconfianza con el segundo. Realmente todo el sufrimiento humano se puede recorrer a través de estos dos ejes. Después es evidente que se entrecruzan y hay que ir diferenciando. La desconfianza que tiene un paranoico es distinta de la desconfianza que tenemos nosotros en el trato cotidiano pero sin una desconfianza, un recelo, un secreto o una intimidad no eres persona ni sabes vivir. No puedes tener esa ingenuidad permanente ni puedes ser transparente continuamente para todo, entonces estás invadido. Esa desconfianza se hace máxima en un esquizofrénico o en un paranoico: el paranoico porque se cree que le persiguen y el esquizofrénico porque le quitan los pensamientos, le han puesto un aparato y le están imponiendo ideas ajenas. Con la tristeza hay una preocupación máxima, desde la tristeza de una depresión, la tristeza de una pérdida hasta la tristeza máxima de un melancólico. Pero luego se ve muchas veces que en el caso de un esquizofrénico por debajo hay una especie de melancolía profunda, hay un vacío, un desierto, no hay nada y aunque la manifestación de esa locura sea una manifestación muy irracional, muy delirante, en el fondo hay una soledad absoluta y plena como la que muestra cualquier otro melancólico. Quizá incluso más que otros melancólicos porque hay psicóticos maníaco depresivos que pueden llegar a tener una familia, unos hijos, una convivencia en sus fases buenas, mientras que el esquizofrénico no lo va a tener o no lo tiene casi nunca y si lo tiene es muy rudimentario. En mi propuesta de los dos ejes planteo que primero hay que ir a buscar lo que hay de común para después empezar a trazar diferencias.


Freud en una entrevista en 1926, ante una pregunta del periodista George Sylverster que le interroga sobre el interés de los americanos sobre el psicoanálisis, le suelta una frase que me parece muy lucida: “Creen comprender algo de psicoanálisis porque juegan con su argot”. ¿Ese sería una de las críticas que se le pueden hacer al psicoanálisis?

Creo que sí, sobre todo el de algunas ramas. Un problema del psicoanálisis actual es que las escuelas, algunas más que otras, se cierran mucho. Al cerrarse no admiten ningún tipo de disidencia y al no admitir eso no hay originalidad, hay que repetir sistemáticamente lo que orgánicamente les está permitido decir sino inmediatamente se los excluye como posibles rivales con cierta originalidad. Según te vas cerrando más el lenguaje se vuelve cada vez más complicado. Entender el lacanismo, en muchos casos, es prácticamente un ejercicio previo de lenguaje. Primero tienes que aprender a hablar en Lacan y luego puedes ver cómo se puede traducir eso en la vida cotidiana de la clínica. Se trata de un lenguaje muy enrevesado que muchas veces parece que en lugar de explicar cosas de la realidad de los enfermos se explican para sí mismos las distintas elaboraciones y diferenciaciones del lenguaje. Solo para ponernos de acuerdo en qué es la represión, la forclusión, la escisión o la supresión te puedes pasar las dos primeras horas y al final sólo estás hablando de terminología y no de cómo encuentras la represión en la clínica delante de una persona. De repente todo ese instrumento conceptual se convierte en el protagonista, absorbe la realidad y se convierte en algo muy endogámico, algo demasiado interno que agota el pensamiento. El propio Lacan fue una esponja de conocimientos de la cultura de la época, los absorbe de todos los lados, los engloba y formula su teoría a partir de saberes muy distintos. En cambio ahora entras en una escuela e intentas introducir conocimientos nuevos y te miran con cierto recelo como si estuvieras adulterando un conocimiento que tiene una pureza. Creo que estos son los males de las escuelas. También ayuda bien poco que la corriente psicoanalítica haya querido entrar en las instituciones como a enseñar. Un lenguaje tan complicado, sofisticado y tan ajeno a los hábitos del psiquiatra o del psicólogo de las instituciones, genera cierta distancia. El psiquiatra y el médico no se van a dejar enseñar así como así. A menudo se choca con la posición corporativa propia del médico que es quien cree tener el poder y la conversación con un psicoanalista dura dos días.


En una entrevista que le hace su colega José María Álvarez usted destaca que alguien que se dedique al mundo de la psique humana, o se sitúa teniendo en cuenta el pensamiento de Freud o se decanta por la vía biologicista o cognitivo-conductual. ¿Es así de tajante?

Creo que sí. Pero lo es en todos los campos. También ocurre en el de la filosofía o en el de la sociología. Se detecta inmediatamente aquél lector que ha incorporado el lenguaje psicoanalítico, no que lo utilice sino si ha leído o no a Freud, si ha incorporado su lenguaje en su sistema, si conoce todas las posibilidades del conocimiento de la persona y del sujeto que implica leer a Freud. Y no sólo en el ámbito psiquiátrico, también en el campo más epistemológico y del conocimiento. La psiquiatría, como siempre, está dividida en dos: una de sus ramas es más biológica, la otra es más hermenéutica, humanista o subjetiva. Una mira al cerebro y otra mira al sentido de las cosas y de la vida. Una mira la conducta y las neuronas y la otra mira al deseo y a la palabra para ver qué le pasa a la persona y lo que cuenta. A la segunda le interesa más lo biográfico que lo biológico.

Para marcar cómo se separan unos y otros la referencia freudiana es siempre muy útil. La psiquiatría biológica actual no es que desprecie a Freud, ¡es que directamente le hace desaparecer!. Cuando una corriente de conocimiento sencillamente ya ni le cita es algo muy sintomático. Ellos captan inmediatamente quien es el enemigo. El enemigo del trastorno bipolar y de los defensores del trastorno bipolar es que hay que leer ‘Duelo y Melancolía’ de Freud. Esas catorce páginas memorables sobre la tristeza humana y cómo entenderla no las conoce hoy en día casi ningún psiquiatra que termina sus estudios ni tan siquiera los tutores que le han enseñado. Sería absurdo pensar que un estudiante de filosofía no haya estudiado la obra de Platón, ¿verdad? Igual de absurdo es estar estudiando psiquiatría y no leer a Freud. ¿Cómo no vas a leer a Freud? Serás Freudiano, serás lo que quieras pero sino tienes esa herramienta mínima de cultura es como decir que no sabes quien es Kraepelin. Pues si estás estudiando psiquiatría y no sabes quien es Kraepelin eres un inculto o peor que un inculto: ¡tienes un desinterés máximo!

Freud es siempre el que marca la diferencia. Freud es un materialista, es un ateo y a la vez un científico que de repente descubre la subjetividad. Esta es la contradicción: siendo un materialista y científico, según está indagando descubre, precisamente, lo que más parece que se aparta de ese mundo. Foucault decía que el psicoanálisis está en un territorio intermedio entre las ciencias positivas y las ciencias humanas, es la articulación entre estos dos saberes. Este valor de articulación también serviría para responder a esto de que existe un valor de separación. Es con respecto a esto que te tienes que orientar. Si yo oigo a alguien que me viene hablando de cognitivismo de que es ecléctico y que hay una concepción global, bio psico sociológica de la enfermedad mental inmediatamente pienso: he aquí un biologicista o un cognitivo-conductual. No hay ninguna posición neutral ante esto. El que es neutral está en el campo del positivismo. No hay ninguna posibilidad de decir: tengo en cuenta todas las corrientes y las aúno. No, llega un momento en el que tienes que coger uno de los dos caminos. Después, claro está, en el camino que elijas hay muchísimas ramificaciones no tienes porque ser un dogmático ni ocultarte el otro camino pero está claro que ante eso uno tiene que tomar una inclinación u otra.


En su libro ‘Sobre la locura’ tiene un capítulo ‘Sobre la teoría’ en el que dice: “Conviene guiarse siempre por la convicción de que por mucho que sepamos de las psicosis sabremos muy poco sobre el psicótico que tenemos delante”. ¿Hace falta humildad para saber escuchar?

A un psicótico nunca lo acabas de entender. Por un lado hay que tener en cuenta el conocimiento, todas las teorizaciones y las comprensiones posibles, ver qué han pensado los demás sobre estas cuestiones. A partir de ahí es importante elegir un modelo propio para entender lo que te están diciendo. Sin un modelo, delante de un enfermo estás desnudo y no hay nada que hacer, siempre acabaras por un territorio extraño. Por otro lado, igual que en psicoanálisis se dice que tratas a tu psicoanalista como si tuviera un supuesto saber, delante de un psicótico hay que aceptar que no es el terapeuta el que encarna el supuesto saber sino que este lo tiene el loco y tienes que aceptar estar en una posición casi de enfermo, de analizante. El que sabe, aunque supuestamente ese saber se acompañe de una gran ignorancia porque está delirando, es el que tienes delante. Es él quien te va indicando y quien te dice: “¡no has entendido nada colega!”. Cuando te pregunta qué has entendido tienes que tener mucho cuidado antes de decirle: sí, lo he entendido. Cuando dices a un psicótico que lo has entendido es como si le dieras la puntilla. Lo cual no quiere decir que también le digas que no entiendes absolutamente nada sino que con cada persona tienes que tener un poco de cuidado y si te pregunta si le entiendes quizás antes de contestar que le entiendes perfectamente es mejor hacer una aproximación: me parece que te voy entendiendo; si sigues explicando un poco más a lo mejor lo completo un poco. Tienes que brindarle a él la posibilidad del saber. Luego puedes corregir, meter tus ideas y conducirle un poco hacia donde quieras, o devaluar un poco esa idea o hacerla compatible con otras pero no le puedes desautorizar en ese conocimiento. Al fin y al cabo tiene ese conocimiento porque él es quien te va guiando. Muchas veces se dice que con la psicosis maniaco-depresiva, la melancolía, la tristeza, se puede empatizar mejor porque todos hemos conocido o tenemos una experiencia de tristeza. A lo mejor te sorprende que una persona pueda llegar a ese extremo pero lo que te está diciendo lo englobas enseguida en una tristeza mayúscula. Cuando estás con una persona que de repente te dice que está oyendo voces y que le han puesto un aparato en la cabeza, en cambio, no tienes ninguna experiencia propia desde donde puedas partir para la comprensión de eso y hacer una comparación más simpática entre dos personas. En ese caso partes de nada y en ese partir de nada solo puedes tener el conocimiento anterior a ti de lo que leas y veas de lo que dice la gente y sobre todo de lo que te dice cada enfermo. Sus palabras son la mejor guía. Si en lugar de tomarle a él como guía se parte de una posición más autoritaria: “usted dice esto, yo soy el médico, le digo que esto es una alucinación y se tiene que tomar unas pastillas” pues ya vas mal. Allí estamos hablando de un poder frente a otro poder, un saber frente a otro saber y por tanto se ha roto la relación.


Freud definía la salud como “la capacidad de amar y trabajar”. ¿Cómo viven el amor los locos?

Mal. El problema es que el amor es una experiencia alejada de sus posibilidades. Retomando el tema de los ejes o una concepción más kleiniana, vamos a suponer, que de alguna forma todos estamos locos. Todos pasamos por una fase esquizoparanoide, de locura o de falta de identidad durante la infancia y progresivamente nos vamos haciendo neuróticos. El deseo empieza a funcionar dentro de la estructura neurótica: el deseo siempre es el deseo del otro. En la seducción, por ejemplo, yo busco que tú me desees, yo te deseo a ti, buscamos deseos comunes. Entramos en una rueda de un deseo tras otro que no termina nunca, nada más que con la muerte. Después de un deseo viene otro y de vez en cuando tienes desfallecimientos y estás triste, estás aburrido. Otras veces estás entusiasmado y te enamoras. Ese mundo de deseo está excluido de la psicosis. Un psicótico, pues, es una persona que en ese aspecto no tiene iniciativa, está inhibido, está arrinconado y no hace nada si no le dices nada.


¿Un loco no tiene deseo?

Si entendemos el deseo como deseo del otro, no. Claro está que tiene apetencias y deseos. Le pueden apetecer cantidad de cosas pero generalmente son apetencias inmediatas, con poca demora. Al deseo le pasa como al lenguaje: tiene que ser diacrónico. No puedes querer todas las cosas a la vez ni instantáneamente. En el caso de los locos es muy difícil que estén pensando en el mañana. Si quiere ir a una excursión, es como los niños, quiere ir ¡ya!. Su deseo tiene que ser de forma inmediata.


¿Entonces la concepción del tiempo, pasado, presente, futuro, cómo la viven?

De los locos se dice que viven en el instante, viven en una especie de presencia inmediata. Otros se quejan de que el tiempo se ha paralizado y se ha quedado detenido en un lugar. Lo que no hacen es hacer la diacronía de la que hablaba. Dentro de esa diacronía uno puede tener deseos materiales, sociales, intelectuales o de cualquier tipo pero el problema del psicótico es cuando alguien llega y le dice que le quiere. Ahí es donde fallan completamente porque la aproximación, el deseo del otro, no lo entienden, se convierte en un enigma y algo muy invasivo, muy paranoico. En ese aspecto se pueden volver muy desconfiados y atacar por eso se dice que hay que tener cuidado cuando le dices a un psicótico que le entiendes. Con las manifestaciones de afecto ocurre lo mismo, pueden ser muy mal interpretadas como acusaciones, como persecuciones o como intromisiones a su interioridad. Si tu ves a un esquizofrénico que viene cogido de la mano de su novio o de su novia y se están besando o teniendo manifestaciones de ternura algo no encaja. Un esquizofrénico por principio tiende a ser más bien una persona que tiende más a la soledad. Cuando tiene relaciones son muy distantes, muy raras de un equilibrio extraño y con personas muy particulares, claro.


¿Cómo afrontar el trabajo en el caso de un sujeto psicótico sin caer en una posición asistencialista o infantilizadora?

Ese es siempre el problema. Las unidades de rehabilitación funcionan generalmente bien porque les preparan bastantes actividades. La actividad para ellos es como una especie de precursor del deseo. Tener deseo de hacer algo, sean cosas materiales, mecánicas o de movimiento, ya es un paso adelante. El problema es que a veces a los locos se les tiene desde las ocho de la mañana haciendo cosas de una manera hasta estajanovista y exagerada. El loco también necesita períodos y ratos de soledad. En los lugares en los que esto se entiende bien también dan espacio y se les ofrecen esos lugares, rincones donde puedan estar su rato de soledad. Una soledad que, de alguna manera, necesitan para recomponerse y pensar en ellos mismos, sus manías, para desahogar sus impulsos verbales o lo que sea.

A veces en los manicomios un enfermo se retrae, se queda apartado en un rincón, inhibido, sin hacer absolutamente nada, como absorbido por su propio pensamiento. El siguiente paso sería el trabajo remunerado. El deseo necesita un premio pero aquí es donde la asistencia española y muchas otras fallan por múltiples razones. El tema del trabajo remunerado, más en un clima de paro como hay ahora, es muy difícil de plantear en las instituciones.

Por otro lado también existen sitios maravillosos donde de repente te demuestran que están todos los enfermos trabajando. Quizá sea un trabajo un poco rudimentario, un trabajo sencillo que tiene algo creativo que les entretiene, les hace tener un rendimiento y sobre todo lo que es fundamental, una remuneración. Nosotros en Valladolid teníamos un centro ocupacional en el psiquiátrico. El día de la normalidad era el día que recibían la nómina. De repente, enfermos que no hablaban o tenían poco trato, estaban allí esperando que les pagaran. El día que no iban y se les descontaba ese dinero de la nómina, inmediatamente, planteaban un recurso verbal acerca de porque se les había descontado ese dinero esos días si su ausencia era porque había estado enfermo y no había podido ir. De repente te encontrabas en un mostrador a gente que normalmente no discute, no habla o se pone a parte, defendiendo lo suyo, su salario, como un obrero. Pero esos lugares donde ocurre eso casi no existen.


Dice usted en su libro ‘Melancolía y paranoia’: “La tristeza es el eco del deseo, su llanto, su sollozo”. ¿El deseo tiene algo de dolor?

Sí, siempre. ¿Estamos metidos en duelos continuos, no? Los lacanianos dicen que a la pérdida hay que convertirla en falta. Realmente, es una expresión que está muy bien, es muy gráfica. Estamos siempre perdiendo cosas, amigos, ideales, posibilidades, personas. Continuamente tenemos deseos insatisfechos. Si a esa pérdida no la conviertes en falta te quedas paralizado, triste. Es evidente que se necesita un tiempo para recuperar el deseo y tener otro. Pero otras veces te quedas morbosamente y patológicamente triste porque no consigues enlazar esa pérdida con otro deseo. En Duelo y melancolía Freud resuelve un duelo porque después de un tiempo de duelo digamos normal, fisiológico y natural, de repente dice: hay que matar al muerto, es decir, convertir la pérdida en falta. Pasado un tiempo alguien que ha perdido un ser querido poco a poco empieza a notar que le faltan otras cosas y empieza a buscar a otra persona. Si está buscando a otra persona es que ya ha convertido la pérdida en falta y el deseo vuelve a estar en marcha. El problema que hay ahora es que no se deja hacer el duelo de nada. La exigencia de la sociedad del deseo es que este tiene que ser siempre tan activo que no te deja tiempo para el aburrimiento o la decepción. Si tienes decepciones sobre las cosas resulta que eres un infeliz y entonces la sociedad te exige que eso no puede ser y que salgas a comprar inmediatamente. Eso obliga a que el deseo tenga una aceleración que no corresponde probablemente a la naturaleza del hombre. Antes si se te moría alguien tenías un periodo de luto, de luto obligatorio, te añadían incluso un ropaje negro para ayudarte a hacer el duelo. Evidentemente que eso también se puede interpretar desde el punto de vista social pero lo positivo que tenía es que esa persona no necesitaba demostrar que no tenía ganas de ir a una fiesta. A veces ese duelo era tan largo que todo el mundo estaba deseando que terminara porque ya no aguantaba más ir vestido de negro. Actualmente la gente va a una consulta y te dice que está muy triste y deprimida. Al final cuando se va a lo mejor te confiesa que se ha muerto su padre hace cuatro días y que ya lleva cuatro días así y que ¿cómo puede estar así?


¡Cuatro días y unos cuantos más!

¡Claro! Pero es que tiene que ser así. Hay que hacer un duelo elaborado. Ahora toda satisfacción se acompaña inmediatamente de un decaimiento porque hay que volver a poner en marcha de nuevo otro deseo. Los pensadores clásicos lo decían perfectamente. Aristóteles, por ejemplo, decía: después del coito todo animal está triste. ¡Lo sabían! Puede parecer una exageración pero ten cuidado porque cuando obtengas una satisfacción, de repente hasta que vuelvas a tener la siguiente, hasta que vuelvas a tener apetencia tienes un periodo como de desinterés, de apatía, de: ¿ya no me quieres? ¿ya no te atraigo?

Ahora esa tristeza natural está muy mal vista, en algunos casos se le llama depresión y quienes la sufren quieren un tratamiento inmediato. Existe una maldición gitana que dice: ¡Ojalá se cumplan todos tus deseos!. Es una frase que capta muy bien este tema, viene a decir que vas a ser un desgraciado porque te vas a quedar sin deseos. Si no se tienen deseos se pasa a una posición de melancolía, ya no tienes nada que desear, lo has conseguido todo. Ya no puedes transformar nada que vas a perder en una falta, ya no tienes falta. Si no tienes falta no tienes deseo.

¿Qué le ha pasado al psicótico? El psicótico es aquél que como no ha perdido esa pérdida, no la ha sentido nunca, no tiene nada que perder, no sabe qué hacer y está perdido en el mundo porque todas las experiencias amorosas, empezando por las originales, han sido un fracaso. No hay loco sin un problema mal planteado con su familia. Como eso no ha sido bien resuelto se lanza al mundo sin conseguir armar un deseo detrás de otro.


Como dicen en Radio Nikosia: las etiquetas son para la ropa. ¿Las etiquetas acaban por esconder la realidad?

Totalmente. Todas los psiquiatras se pasan el día diciendo que hay que luchar contra el estigma cuando el mayor estigma lo provoca la psiquiatría haciendo diagnósticos. Quizás sea imposible no hacer diagnósticos. Lo que sí que se puede intentar es no abusar de ellos. Para entendernos, el diagnóstico es sencillamente algo que entre profesionales nos sirve para poder hacer una valoración o para poder hablar entre nosotros pero no tiene mayores implicaciones. Este tema ha transformado la cultura y son los mismos pacientes y las familias las que te preguntan: “¿Qué es lo que tiene? ¡Dígame cuál es el diagnóstico!”. En estos casos hay que ir con cuidado porque si sales por peteneras y empiezas a decir que el diagnóstico es lo de menos, inmediatamente, puedes quedar calificado como un mal profesional. No porque te valoren más o menos sino porque pierden confianza y esto puede tener un efecto negativo. En esos casos te las tienes que valer: “mira, eso que le pasa se llama de esta manera pero tampoco hay que darle tanta importancia a esa etiqueta porque ese es el efecto del poder que a uno siempre lo han sancionado”. Toda la cultura anti psiquiátrica de Franco Basaglia habla de eso: tratar al enfermo más allá de la enfermedad. Me da lo mismo si existe o no un diagnóstico porque el mejor diagnóstico es el nombre y apellido de un DNI, es que este señor se llama Carlos Molero y tiene este problema. A partir de aquí voy a intentar entender qué es lo que le pasa y sobre todo voy a tratar de ayudarlo. ¿Qué necesita? ¿Tiene casa? ¿Tiene con quien vivir? ¿Necesita apoyo? ¿Cuándo se pone nervioso? ¿En estas circunstancias? Empeñarnos en definir qué es lo que tiene no es tan importante.

Cuando llevas mucho tiempo con un enfermo y te preguntan qué es lo que tiene, en el caso de un enfermo nuevo lo puedes decir rápido pero en el de un enfermo antiguo te quedas un poco parado. ¿Qué tiene Mauricio? Te puedo contar como es el amigo. ¡No! Pero ¿cómo le diagnosticarías? ¿Pero qué nos dice el diagnóstico de Mauricio? ¿Qué adelantas con que yo te diga que es un obsesivo? Le has puesto la etiqueta pero eso no te dice nada de Mauricio. De obsesivos hay millones. Cada uno tiene su manifestación. Eso se acaba transformando en largas discusiones en reuniones profesionales donde todo el mundo debate sobre si un paciente tiene esto o tiene lo otro. ¿Qué importa? Claro que importa dentro de un orden. No es lo mismo estar con un toxicómano que estar con una persona que tenga Alzheimer pero si ya nos movemos en un territorio en el que más o menos sabemos que se ha descartado que no tenga nada orgánico y que es un enfermo muy grave que pueda estar por un lado muy neurótico pero de pronto dice cosas muy locas ya nos entendemos. Yo hago el diagnóstico cuando me lo exige la burocracia institucional pero mientras tanto ya me despreocupo un poco de eso. Estoy más por entrever qué cosas más curiosas tiene este hombre y qué equilibrios ha hecho. De entrada procuro borrar la etiqueta. La gran marginación de los enfermos ahora es toda esta gran multitud de diagnósticos, infinitos y de nombres con los que se les quiere bautizar. De eso la psiquiatría no sabe prescindir es muy difícil porque hay que hacer una tarea de diagnóstico y, al mismo tiempo, otra de deconstrucción posterior. Esas labores de deconstrucción son muy complicadas porque la gente se tiene que legitimar, tener un rol en la sociedad y con eso te desenvuelves en un hospital general. Fíjate, te llaman en urgencias para que el que sabe hacer un diagnóstico me diga lo que tiene. Si no haces el diagnóstico no te vuelven a llamar e incluso te pueden decir que no estás trabajando adecuadamente. Es un sistema contra el que es muy difícil luchar. Al final lo importante es saber los males que generas aunque no los pueda remediar. Solo con saber que estás generando un mal con eso la posición ya cambia y tu actitud subjetiva también. Pero si ni siquiera admites que ese es el problema este no se modifica y se intensifica todavía más.


¿La Otra psiquiatría se orienta más en el trato con el loco que en su tratamiento?

Sí, el tratamiento empieza con el trato. Todos podemos estar de acuerdo que en un momento de alteración, de crisis, de descompensación en el que en ocasiones hay que hacer incluso un control físico de la persona, el trato sencillamente es respetuoso y lo menos opresivo posible. Pero a partir de ahí cualquier acercamiento a una persona se tiene que hacer antes con un trato que con un tratamiento. Esa idea de que un medicamento es eficaz según quien lo de y cómo ha desaparecido. Ahora estos temas vienen regulados: “esta dosis es la que es terapéutica, la otra dosis no. Además le voy a hacer un estudio de niveles plasmáticos para ver si ese nivel está…”. ¡Menuda tontería! Cuando alguien está enfermo quizás se pueden establecer criterios así, como es el caso de medir los niveles plasmáticos, pero para una esquizofrenia que le estoy dando medicación es absurdo porque dependerá de cual sea el efecto de la medicina y también de otros factores: cómo es el entorno, como se lo estás dando, etc.


Hablando de la Otra psiquiatría a finales de mayo organizaron una jornada muy interesante en Valladolid sobre La Maldad. ¿Porqué se tiende a relacionar la maldad o a alguien que mata o delinque sin ningún miramiento con alguien que no está en su sano juicio? ¿Qué relación tiene este pensamiento con la locura?

Porque esos son los prejuicios que existen. En los medios de comunicación aparecen noticias del tipo: “un rumano, o un palestino ha matado a tal persona no sé dónde”; nunca nos dicen: “un blanco, natural de Muntaner, ha matado a tal persona y es un capitalista”. No lo dicen así, ¿verdad?. Cuando en la prensa se habla de enfermos mentales lo que desconcierta a nivel social, a pesar que en realidad sean mucho menos violentos que la media, es que muchas veces no entiendes cual es la motivación de sus actos. Si un banquero te roba ya sabes qué es lo que busca, si alguien te asalta en la calle tienes claro que lo ha hecho para robarte. Pero cuando hay un asesinato del tipo psicótico o de una violencia propia de un psicótico lo que aparece en primer lugar es el desconcierto, eso inquieta mucho y entonces se generaliza inmediatamente a todos los casos. Sin embargo en el fondo la maldad no es un problema mental. La maldad está en la sociedad y en aquello que Hannah Arendt ya situó entorno a la banalidad del mal. En el caso de los enfermos, como ocurre con todas las personas en general, existen personas extraordinarias y también gente muy mala. Hay psicóticos que piensas: “menudo canalla”. Pero de la misma manera que puedes pensarlo entre terapeutas o entre médicos. Sin lugar a dudas la maldad no es algo específico del enfermo mental.


Pueden encontrar la entrevista original, con fotos, aquí.



La invención del TDAH y el Trastorno Bipolar Infantil ("Volviendo a la normalidad", de García de Vinuesa, González Pardo y Pérez Álvarez)

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Hoy queremos recomendar la lectura de un libro que nos ha impresionado profundamente y enfadado en no menor medida. Se trata de Volviendo a la normalidad. La invención del TDAH y del trastorno bipolar infantil. Nuestro enfado será compartido por ustedes si lo leen, al ver cómo se va desgranando de forma demoledora y con una amplísima bibliografía de qué manera se ha construido históricamente el diagnóstico de TDAH, sin la menor base biológica documentada, ni en el pasado ni en el presente, con un aumento de prevalencia en estrecha relación temporal con la aparición de los fármacos estimulantes usados para tratar este supuesto trastorno. Se detiene en los sangrantes conflictos de interés con las farmacéuticas, productoras de los derivados anfetamínicos con que suele medicarse a los niños diagnosticados, que tienen los grandes (o pequeños) expertos que promocionan constantemente el trastorno, con la inestimable ayuda de medios de comunicación de masas (como ya señalamos aquí).  Son especialmente duros los capítulos sobre los efectos adversos de los fármacos usados en estos niños y sin duda terrible la ausencia de estudios a largo plazo de los efectos de fármacos que se van a prescribir de forma indefinida. El apartado sobre el trastorno bipolar infantil y su creciente expansión, nos lleva ya a la indignación de que tal campaña de psiquiatrización y estigmatización, por no mencionar el tratamiento con fármacos que están lejos de ser inocuos se pueda llevar a cabo con la connivencia de tantos profesionales sanitarios o educativos que prefieren no plantearse la situación o no se preocupan por dejar de ser ignorantes frente a la misma. Y todo ello, tanto en el TDAH como en el trastorno bipolar infantil, en niños, los cuales, no lo olvidemos, no pueden ni siquiera rebelarse o plantear objeciones sobre este proceso de diagnóstico (de cuadros que, además, quedan ya conceptualizados como crónicos, es decir, causantes de una discapacidad de por vida).

Los autores del libro son Fernando García de Vinuesa, licenciado en Psicología, Héctor González Pardo, doctor en Biología y profesor de Psicofarmacología, y Marino Pérez Álvarez, especialista en Psicología Clínica y catedrático de Psicopatología y Técnicas de Intervención. Los dos últimos son a su vez los autores de otro libro imprescindible que hemos mencionado en varias ocasiones: La invención de trastornos mentales.

Diremos, ya a título personal, que el libro nos ha impactado en el sentido de que nos ha hecho modificar nuestra posición previa sobre el tema. Como ya dejamos dicho en entradas previas donde nos acercamos a la problemática del sobrediagnóstico del TDAH (como aquí o aquí), creíamos antes que este cuadro clínico se diagnosticaba de forma exagerada a un montón de niños sanos pero traviesos, impertinentes o distraídos, en vez de reservarse para el mucho más pequeño grupo de niños realmente afectos de TDAH. Sin embargo, tras la lectura detenida de la obra y en vista de toda la bibliografía recogida en la misma, tenemos que reconocer nuestro error y declararnos convencidos por los argumentos defendidos en el libro: no creemos que exista un constructo tal como el TDAH (ni como el trastorno bipolar infantil). Los niños así diagnsticados son, en su inmensa mayoría, niños sanos pero con conductas que su entorno familiar o escolar no sabe tolerar o corregir de forma adecuada, y ante las que profesionales sanitarios o educativos influidos por gigantescas campañas de marketing (tanto de laboratorios en busca de beneficio económico como de profesionales en busca de prestigio) certifican la etiqueta diagnóstica y prescriben el fármaco a continuación. Que haya una muy pequeña minoría de casos en los que aparezcan alteraciones de conducta que se deban a problemas de tipo neurológico de diferentes clases, por lesiones traumáticas, perinatales o de otro tipo, o bien a trastornos psiquiátricos como psicosis de inicio temprano, no significa tampoco que sean TDAH, sino que en cada caso habría que buscar el trastorno real subyacente.

Sí queremos dejar clara una cosa: aunque no creemos en la existencia de enfermedades tales como el TDAH o el trastorno bipolar infantil somos plenamente conscientes de la existencia de niños y padres que sufren por alteraciones de conducta, causadas por y causantes de, diversos malestares a niveles individuales, familiares, escolares o sociales en sentido amplio. Sabemos que los niños lo pasan mal, que sus padres sufren por ellos y que sus maestros y compañeros ven difícil la tarea de ayudarles. Pero situar el problema en un marco mítico de neurotransmisores averiados y la solución en psicofármacos inductores de estados mentales anómalos y potencialmente peligrosos además de adictivos, sólo añade más dolor al problema original. Problema que deberá entenderse y atenderse en su contexto, sobre todo familiar y social, y que sólo allí podrá ser aliviado sin convertir al niño en un discapacitado crónico medicado para un trastorno que no existe.

En fin, que de verdad que recomendamos vivamente la lectura de este libro. Como sabemos que el tema es polémico, nos imaginamos que habrá opiniones encontradas, y enconadas, sobre el mismo. Pero es importante, antes de empezar con las opiniones, repasar bien los hechos. Y este libro está lleno de ellos.

Recogemos a continuación el epílogo de la obra que resume, mucho mejor de lo que hemos podido hacer nosotros, el contenido de la misma.





Este libro ha abordado el estatus científico y clínico del trastorno por déficit de atención con hiperactividad (conocido por las siglas TDAH), así como del trastorno bipolar infantil redenominado en el DSM-5 como "trastorno de desregulación disruptiva del humor". Se trata, sin duda, de dos diagnósticos controvertidos que, de hecho, dividen a la comunidad científica, clínica y educativa, en cuanto a su entidad: si realmente definen categorías clínicas como trastornos neurobiologicos o son problemas normales de los niños. Problemas que, aún pudiendo ser importantes en algunos casos, no por ello serían propiamente trastornos o enfermedades. Esta controversia y división alcanza también a los padres, en el centro del escenario, sometidos a menudo a informaciones contradictorias, cuando no son objeto de campañas de marketing farmacéutico.

Las instancias políticas, empezando por el Parlamento Europeo y el Congreso de los Diputados de España, toman también cartas en el asunto, particularmente en relación con el TDAH, con sus iniciativas en favor de la concienciación sobre esta "patología psiquiátrica" y "enfermedad" tan desconocida y oculta, según no se privan de decir. La inclusión del TDAH en la Ley Orgánica de Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE) viene a ser su reconocimiento oficial. Supuesto que son bienintencionadas y desinteresadas, estas iniciativas de alta instancia política no dejan de precipitar determinadas preconcepciones e intereses, cuando todo está todavía en debate, a falta de mayor evidencia y clarividencia.

Estos diagnósticos no sólo se aplican a niños con problemas, realmente. Debido a estas etiquetas y sus formas descriptivas sobre lo que es y no es normal, muchos aspectos normales - pero que demandan más atención por parte de los adultos - están siendo recalificados como anormalidades, como si todo lo que no sea fácil de llevar fuera un problema a tratar. Tenemos, en consecuencia, niños con problemas reales que reciben a cambio diagnósticos falaces y tratamientos sin eficacia y a menudo perjudiciales. La eficacia de la medicación está, si acaso, en la reducción de "molestias" para los adultos, pero no, por ejemplo, en la mejora del rendimiento escolar. Por otro lado, están esos niños tan sólo incómodos de llevar que son enderezados a golpes de diagnóstico y farmacia.

Pero ni siquiera la medicación estaría justificada por la posible ayuda en reducir "molestias". Los padres, con entrenamiento en pautas conductuales, si fuera necesario, pueden dar lugar a mayores y mejores cambios que la medicación ysin los conocidos inconvenientes de esta. La revisión de los estudios de más calidad científica muestran que las intervenciones de los padres en pautas conductuales son más eficaces que la medicación para la mejora de los niños preescolares definidos como riesgo para TDAH (Charach et al., 2013). Todo ello, además, dejando el verdadero problema fuera de plano, referido a la atención que demandan los niños y las formas de vida actuales. El contexto natural sobre el que hay que situar y entender estos problemas con los niños es el de los "problemas reales" de la infancia y la vida familiar (Southall, 2007). Los problemas reales a los que se refiere esta autora son: la escasez de vida familiar (¿cuántas horas pasan los padres con los niños?), padres que están ausentes de sus niños (no tanto física sino emocionalmente), padres que no atienden a sus hijos cuando están con ellos, padres que tienen expectativas poco realistas de sus hijos, padres que siguen el mensaje de que da igual lo que hagan o padres que ya no confían en sus propios juicios y, por así decir, en el sentido común y buscan "expertos" para que les digan qué hacer (Southall, 2007, p.73).

La conclusión de nuestra revisión de la evidencia científica es que el TDAH y el trastorno bipolar infantil carecen de entidad clínica: no suponen diagnósticos con validez, su etiología no se ha identificado por más que se ha buscado y los marcadores biológicos específicos - genéticos y neurobiológicos - brillan por su ausencia. Todo ello sea dicho sin menoscabo de que estas denominaciones, ya usuales, pueden tener que ver, a veces, con importantes problemas educativos, familiares y escolares. Otra cosa es que estos problemas se consideren patologías como sí fueran enfermedades "tratables" como otras cualesquiera, que es lo que hemos revisado aquí y mostrado que no es el caso.

La conclusión coherente con la revisión realizada no permite circunscribir la validez de los diagnósticos a unos pocos casos realmente existentes, supuesto que el problema con estos presuntos trastornos fuera sólo de sobrediagnóstico. El problema no es cosa de sobrediagnóstico, sino cosa de entidad, en concreto, de carencia de entidad clínica. La solución no está, por tanto, en reclamar mayor rigor y precisión (criterios más claros, instrumentos más fiables, pruebas con mayor validez), que siempre está bien reclamar, sino en plantear la cuestión de base. Algunos críticos con el TDAH y el trastorno bipolar infantil terminan por reintroducir las concepciones que critican y así contribuir a la confusión, a cuenta de decir que no todos los casos son auténticos trastornos, sino algunos pocos, sin que, de todos modos, haya evidencia para ello. Sería como criticar la noción de milagro, aduciendo que no todos los milagros son auténticos, sino unos pocos. Los problemas que puede haber con la atención, la actividad y el humor de los niños se han de situar en otro contexto, fuera de la consideración de trastorno biomédico, que ya hemos visto qué da de sí.

Nuestro planteamiento tampoco consiste en "sacar" los problemas en cuestión del ámbito biomédico (psiquiátrico o pediátrico) y ponerlos en el psicológico como entidades, ahora, que fueran propias de la psicología clínica o educativa. Nuestra conclusión y planteamiento es que no son entidades "clínicas" definidas, ni psiquiátricas ni psicológicas, sin por ello dejar de referirse como se decía, a problemas que pueden tener los padres y profesores con los niños en el proceso educativo familiar y escolar. Pero los problemas no estarían en los niños, dentro de sus cerebros o mentes, ni encapsulados en sus genes. Si en algún sitio están esos problemas es dentro del mundo en el que viven los niños - no dentro de su cabeza -, en relación con los adultos y sus propios problemas, circunstancias y formas de vida.

De acuerdo con nuestras conclusiones, los problemas en cuestión se habrían de resituar en el contexto de la cultura, formas de vida, prácticas sociales, políticas educativas y sistemas de enseñanza que configuran el mundo de los niños. En la Introducción de este libro se han señalado, irónicamente, "métodos" para echar a perder a los niños (que si a la escuela van a divertirse, alabanzas a granel, etc.) consistentes en concepciones y prácticas establecidas, que tienen que ver con los problemas conductuales y emocionales de los que hablamos. Los "problemas reales" a los que nos hemos referido, citando a la psicóloga clínica británica Angela Southall, no son sino un aspecto cotidiano de este contexto y formas de vida. La vuelta a la normalidad es lo que se necesita, empezando por la cordura, el sentido común y la responsabilidad de unos y otros.

Reutilizando la retórica de la propaganda farmacéutica (referida a que tal supuesta enfermedad es mucho más frecuente de lo que se pensaba, etc.), podríamos decir también que la educación de los niños es "más difícil de lo que se pensaba". Se entiende la complacencia de los padres con el diagnóstico, por la "tranquilidad" que pudiera dar la posible explicación y solución que supone. Sin embargo, a la vista de lo que hay, la pregunta sería: ¿prefieren los padres a un niño "enfermo" o un niño que se comporta como un niño, cuya educación es quizás una tarea más difícil de lo que pensaban? ¿Se prefiere medicar a los niños cuando estos medicamentos han mostrado estar mucho más próximos a la idea de dopaje que a la de medicina?

La campaña de concienciación para el diagnóstico y tratamiento "adecuados" promovida por instancias políticas no se puede decir que sea científica y progresista, pues, ni es científicamente correcta ni a la postre lo es políticamente. No hay evidencia que obligue a pensar esos problemas con los niños en términos clínicos y patológicos. Esos problemas de la atención, la actividad y el humor resultan inteligibles sobre el telón de fondo de las concepciones y prácticas educativas - familiares y escolares -, algunas de las cuales se han señalado en la Introducción, así como en capítulos específicos.

Este planteamiento, aquí avalado y razonado tras una revisión de la evidencia existente, no ha de verse como algo insólito. Ni siquiera es novedoso. Antes bien, se sitúa de un lado de la controversia que divide a la "comunidad" científica, clínica y educativa, así como a los padres. Sin embargo, esta controversia no parece importar a los políticos, que tiran para adelante, como si lo justo y necesario fuera dar la carta de naturaleza a esta problemática - en particular el TDAH -, sin reparar en que haciéndolo así están en realidad decantándose por uno de los lados de la controversia, precisamente la posición que, al final, no resulta sostenible, dado que su supuesta evidencia está ahora en evidencia. La ironía es que la instauración de un Día internacional de TDAH y su inclusión en la LOCME puede estar haciendo el "trabajo sucio", referido a la carta de naturaleza (institucionalización, sensibilización a la población), que interesa y del que, sin duda, se va a aprovechar la industria farmacéutica. Suponemos que la industria farmacéutica se estará frotando las manos con la declaración del día internacional del TDAH y demás medidas para "mejorar" su diagnóstico y tratamiento. Probablemente una ocupación más necesaria, justa y saludable de los diputados y demás políticos sería preocuparse por la patologización de la infancia.

Las alternativas están claras: o bien se sitúan los problemas con los niños en el contexto de las formas de vida actuales (problemas, si acaso, que no trastornos o enfermedades) o bien se medicaliza la infancia a cuenta de una concienciación sobre supuestas "patologías psiquiátricas", una solución esta que puede ser ella misma iatrogénica si es que no "perversa" cuando se toma a los niños como diana de la industria farmacéutica. Situados en el contexto de las formas de vida, sobre el telón de fondo de las concepciones y prácticas que se ciernen sobre los niños, los problemas en cuestión no dejan de existir, en la medida en que existan, pero el problema es otro: que la educación de los niños es más complicada de lo que se pensaba. Padres y profesores pueden estar desbordados y los propios niños "atentos" a lo que les apetece, "inquietos", "divertidos" y "aburridos". Y padres y profesores puede que necesiten ayuda, pero esta no tendría por qué ser a costa de un diagnóstico ni de un tratamiento centrado en el niño, ni dirigido a su cerebro ni a su mente. Estamos hablando de una posible ayuda que empezaría por analizar las conductas de los niños y de los adultos en el contexto en que se dan, de acuerdo con la historia, "costumbres" y cultura dentro de la que las conductas de unos y otros se aprendieron y funcionan actualmente.

Es hora de salir de esa retórica al servicio de la patologización, según la cual nadie es responsable de nada, sino el cerebro del niño y los genes que le han tocado, una especie de pecado original o de predestinación. Para esta retórica, el cerebro y los genes son los culpables perfectos, por impersonales. Aparte de que no hay evidencia genética ni neurobiológica, sino creencia, el problema con esta ofuscacion genético-y-cerebro-céntrica es doble. Por un lado, desvía la atención de donde están las condiciones del problema: el mundo en el que viven los niños, y por otro, va en detrimento de las posibles soluciones en su contexto natural que no es otro que el modo de vida actual, donde entran los problemas que pueden tener los adultos con la atención, la actividad y el humor de los niños.

Con todo, el propósito de este libro no era más que tratar de contribuir a la vuelta a la normalidad, con sus problemas, dificultades, responsabilidades y ayudas que sean necesarias y saludables. Nos parecería un logro del libro si sirviera a investigadores, profesionales (clínicos y educadores), padres y políticos para pararse a pensar acerca de la escalada de patologización de la infancia y ver si no sería mejor volver a la normalidad.




Hasta aquí, el epílogo de la obra comentada. Si son profesionales sanitarios o educativos, o padres o simplemente personas interesadas en que no les engañen (y en no querer perpetuar el engaño), no deberían dejar pasar la oportunidad de leer el libro completo.



"La Psiquiatría se hunde" (por Peter Gøtzsche, vía nogracias.eu)

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Gracias a la imprescindible web de NoGracias, hemos tenido acceso a la traducción de un texto crítico con la psiquiatría que habíamos leído en inglés hace un tiempo en el blog de David Healy. El autor de dicho texto es Peter Gøtzsche, autor también de un libro que acaba de publicarse en castellano: "Medicamentos que matan y crimen organizado: cómo las grandes farmacéuticas han corrompido el sistema de salud". Desde luego, el título no es sutil ni dejará indiferente a nadie. ¿Y quién es Peter Gøtzsche se preguntarán, como nos preguntamos nosotros en su día?. Recogemos unos apuntes de su biografía desde la página de NoGracias:


PETER C. GØTZSCHE- Es danés y director del Nordic Cochrane Center. Master of Science en biología y química (1974), se doctoró en medicina en 1984. Mientras estudiaba en la facultad, trabajó en los departamentos de ensayos clínicos y regulación de medicamentos de algunas empresas farmacéuticas. Posteriormente ejerció la medicina en diversos hospitales de Copenhague. En 1993 fundó, junto con otros colegas internacionales, The Cochrane Collaboration, y ese mismo año creó el Nordic Cochrane Center. Desde 2010 ocupa la cátedra de Diseño y Análisis de Investigaciones Clínicas en la Universidad de Copenhague.

Ha publicado más de setenta artículos en las Big Five, las cinco principales revistas científicas mundiales dedicada a la medicina (British Medical Journal, The Lancet, JAMA: The Journal of the American Medical Association, Annals of Internal Medicine y New England Journal of Medicine), y sus trabajos han sido citados más de 14.000 veces. Es autor de los libros Mammography Screening: Truth, Lies and Controversy (Radcliffe, 2012) y Rational Diagnosis and Treatment: Evidence-Based Clinical DecisionMaking (Wiley, 2007).


No sabemos si les impresiona, pero les podemos asegurar que a nosotros sí.

El libro acaba de ponerse a la venta en España y aún no lo hemos leído completo, pero por los avances que hemos visto de la edición en inglés, creemos que se convertirá en una obra fundamental en la cada vez más frecuente denuncia (y por personas que saben de lo que hablan y tienen sobrada autoridad para hacerlo) de los usos y abusos de la industria farmacéutica, junto con la connivencia de los profesionales y la colaboración y ausencia de control por parte de las administraciones públicas. Una situación escandalosa no sólo desde un punto de vista ético a nivel teórico, sino terriblemente práctico por las repercusiones en términos de daños y muertes provocados por tácticas comerciales inmorales cuyos responsables, en distintos ámbitos, no parecen especialmente preocupados por detener.

Como aún no hemos leído el libro, vamos a dejar unos enlaces, también obtenidos en la página de NoGracias, con la opinión de personas que sí lo han leído:








En fin, que no deberían perdérselo. La ignorancia muchas veces nos convierte en cómplices (fue nuestro mismo caso), pero el saber es la primera condición del poder. Este libro está lleno de saber sobre una realidad que debemos cambiar. Y cada uno en su nivel, debemos ejercer el poder de que dispongamos para cambiarla.

A continuación, reproducimos el texto completo de la entrada de NoGracias con la traducción del artículo de Gøtzsche sobre la psiquiatría actual y algunos de los mitos que la sostienen. Se titula "La Psiquiatría se hunde" y el contenido no desmerece el título. Si uno forma parte del gremio, como nosotros, desde luego es incómodo de leer. Hay quien nos dijo que "tirábamos piedras contra nuestro propio tejado" al criticar (aspectos de) la psiquiatría. Como respondimos, con semejante argumento seguiríamos empleando shocks insulínicos y grilletes. Es decir, si algo no funciona o no funciona bien, lo primero para poder arreglarlo o cambiarlo es precisamente saber que no funciona. Esconder la cabeza en la arena no es buena solución, sobre todo para las personas que se supone debemos atender y cuidar.

Sin más, la entrada de NoGracias con el texto de Gøtzsche, y algún pequeño añadido desde el blog de David Healy:



Peter Gøtzsche viene a España en septiembre a presentar su libro“Medicamentos que matan y crimen organizado: cómo las grandes farmacéuticas han corrompido el sistema de salud”

Merece la pena difundir su última polémica, basada, precisamente, en muchos de los datos que aporta en su libro, acerca de la profunda crisis, de la que ya hemos hablado (aquí, aquí o aqui), en la que se encuentra la psiquiatría al haber abrazado el puro enfoque farmacológico en su manejo de los trastornos emocionales y psicológicos y haberse convertido, debido a la debilidad de las variables que maneja, en víctima propiciatoria de la manipulación de las pruebas científicas que hace la investigación patrocinada por la industria farmacéutica. Lamentablemente, con terribles consecuencias para los pacientes. Lamentablemente, con una terrible falta de autocrítica o una mínima explicación a los datos alarmantes que Peter Gøtzsche expone por parte de los psiquiatras

Pasen y lean. Gøtzsche en estado puro.



“El 6 de enero de 2014, publiqué el artículo “Psiquiatría Gone Astray” en un importante periódico de Dinamarca (Politiken), que comenzó un debate importante sobre el uso y abuso de las drogas psiquiátricas. Numerosos artículos le siguieron, algunos escritos por psiquiatras que estaban de acuerdo con mis puntos de vista. Durante más de un mes, no hubo ni un solo día sin discusión de estos temas en la radio, la televisión o en los periódicos, y también hubo debates en los departamentos de psiquiatría. Gente en Noruega y Suecia me ha dado las gracias por haber iniciado el debate, diciendo que es imposible tener este tipo de debates públicos acerca de la psiquiatría en su país, y he recibido cientos de correos electrónicos de pacientes que han confirmado con sus propias historias que lo que escribí en mi artículo es verdad.

Tres meses antes, di una conferencia de una hora sobre estos temas en danés, que fue filmada y colocada en You Tube con subtítulos en inglés. Después de sólo dos semanas, había sido vista por más de 10.000 personas de más de 100 países.

Lo que esto me dice es que debo haber tocado algo que es muy relevante. Por lo tanto, traduje mi artículo y David Healy lo colgó en su sitio web. También apareció en www.madinamerica.com, el sitio del periodista científico Robert Whitaker, que da muchas conferencias para psiquiatras y cuyo reciente libro, “Anatomía de una epidemia”, fue una auténtica revelación para mí, al igual que el de David Healy “Démosles de comer Prozac “.

El 8 de febrero de 2014, el psiquiatra George Dawson escribió “Una respuesta obvia a ‘Psiquiatría Gone Astray“‘ en su blog. Después de leer el blog de Dawson, siento que la última frase en mi artículo, que no fue traducida al Inglés, adquiere relevancia:

“Será difícil (cambiar las cosas) mientras los líderes de la psiquiatría sigan ciegos a los hechos y no vean que su especialidad está en una profunda crisis“.

También es relevante citar las primeras frases en mi artículo:

“En el Centro Cochrane Nórdico, hemos investigado los antidepresivos durante varios años y siempre me he preguntado por qué los principales profesores de psiquiatría basan su práctica en una serie de mitos erróneos. Estos mitos son perjudiciales para los pacientes. Muchos psiquiatras son muy conscientes de que los mitos no se sostienen pero no se atreven a apartarse de las posiciones oficiales, debido a que les preocupa su carrera. Soy un especialista en medicina interna, no me arriesgo a arruinar mi carrera por provocar la ira de los profesores y trataré desde aquí ir al rescate de muchos psiquiatras y pacientes con conciencia pero oprimidos por una lista de los peores mitos y explicar por qué son tan perjudiciales“.

Hice una lista de 10 mitos en mi artículo, que voy a repetir aquí para refutar la crítica de Dawson a cada uno de ellos. Dawson dice que los mitos que describo “son mitos en la mente del autor: no conozco ningún psiquiatra que piense así”. Como acabo de indicar, no hay persona más ciega que la que no quiere ver y ningún psiquiatra más sordo que el que no quiere escuchar. Todo lo que escribí en mi artículo se ha documentado, la mayor parte de él en mi libro “Medicamentos que matan y crimen organizado” y muchas contestaciones en su propio blog muestran que Dawson está equivocado.



Mito 1: La enfermedad mental está causada por un desequilibrio químico en el cerebro


Peter Gøtzsche: “A la mayoría de los pacientes se les dice esto pero es totalmente erróneo. No tenemos ni idea acerca de cómo interaccionan las condiciones psicosociales con los procesos bioquímicos, los receptores y las vías nerviosas que conducen a trastornos mentales, y las teorías de que a los pacientes con depresión les falta serotonina y que a los pacientes con esquizofrenia les sobra, han sido siempre refutadas. La verdad es todo lo contrario. No hay desequilibrio químico en su inicio y al tratar las enfermedades mentales con medicamentos creamos el desequilibrio químico, una condición artificial que el cerebro trata de contrarrestar.

Por eso usted se siente peor cuando trata de dejar el medicamento. Un alcohólico también empeora cuando no hay más alcohol, pero esto no quiere decir que su cerebro tuviera una carencia de alcohol por la que comenzó a beber.

La gran mayoría de los médicos perjudican a sus pacientes diciéndoles que los síntomas de abstinencia significa que están aún enfermos y que todavía necesitan medicación. De esta manera, los médicos convierten a la gente en pacientes crónicos, incluyendo a los que habrían estado bien sin ningún tratamiento. Esta es una de las principales razones de que el número de pacientes con trastornos mentales esté aumentando y de que el número de pacientes que nunca volverá al mercado de trabajo también aumente. Esto se debe en gran parte a las drogas y no la enfermedad”.

Dawson: “Esta es una pista falsa que con frecuencia aparece en los medios de comunicación y, a menudo, se ha relacionado con una teoría de la conspiración sobre que los psiquiatras son herramientas de las empresas farmacéuticas y que probablemente originó esta idea. ¿Cuáles son los hechos? ”

Peter Gøtzsche: “Los hechos son abundantes. Muchos documentos escritos por psiquiatras han afirmado esto y también es cierto lo que la mayoría de los pacientes dicen que sus psiquiatras les dicen. He dado conferencias para pacientes y la mayoría de los pacientes dicen que se les ha dado exactamente este argumento engañoso acerca del desequilibrio químico. Los medicamentos no curan un desequilibrio químico; crean uno que es muy difícil de revertir de nuevo”.



Mito 2: No hay ningún problema para dejar el tratamiento con antidepresivos


Peter Gøtzsche: “Un profesor de psiquiatría de Dinamarca dijo esto mismo en una reciente reunión de psiquiatras justo después de que yo acabara de explicar lo difícil que era para los pacientes dejarlos. Afortunadamente, fue rectificado por dos profesores extranjeros que también estaban en la reunión. Uno de ellos había hecho un ensayo clínico con pacientes que sufrían de trastorno de pánico y agorafobia y la mitad de ellos encontraron difícil dejarlo aun con una disminución de las dosis muy progresiva. No se debe a que la depresión haya regresado, con pacientes que no estaban deprimidos, para empezar. Los síntomas de abstinencia se deben principalmente a los propios antidepresivos y no a que la enfermedad haya recurrido.

Dawson: “Otra cortina de humo“.

Peter Gøtzsche: Dawson está de acuerdo en que puede haber “dificultad para suspender los antidepresivos” pero luego trata de salir del apuro al señalar que esto también se ve con otros medicamentos además de los psiquiátricos. Permítanme decir que un estacionamiento ilegal no hace al siguiente legal. Dawson está de acuerdo conmigo pero trata de decir que no está de acuerdo. Bastante raro.



Mito 3: Los fármacos psicotrópicos para las enfermedades mentales son como la insulina para la diabetes


Peter Gøtzsche: La mayoría de los pacientes con depresión o esquizofrenia han escuchado esta falsedad una y otra vez, casi como un mantra, en televisión, radio y periódicos. Cuando le das insulina a un paciente con diabetes, usted da al paciente algo de lo que carece llamado insulina. Ya que nunca hemos sido capaces de demostrar que a un paciente con un trastorno mental le falte algo o que a una persona que no esté enferma es porque no le falta nada, es incorrecto utilizar esta analogía.

Los pacientes con depresión no carecen de serotonina y hay medicamentos que funcionan para la depresión que en realidad bajan la serotonina. Por otra parte, a diferencia de la insulina, que simplemente sustituye lo que al paciente le falta y no hace nada más, los psicofármacos tienen una muy amplia gama de efectos en todo el cuerpo, muchos de ellos perjudiciales. Así que, también por esta razón, la analogía de la insulina es muy engañosa”.

Dawson inventa testaferros aquí, por ejemplo, diciendo: “¿Me estoy poniendo la prednisona para el asma porque soy deficiente en prednisona?”

Peter Gøtzsche: Esto está totalmente fuera de la cuestión ya que ningún especialista en asma sería tan tonto como lo son muchos psiquiatras. Una vez más, la mayoría de los pacientes me han dicho que esto es lo que sus psiquiatras les dicen, y los profesores de psiquiatría también han propagado este mito públicamente, por ejemplo, en numerosas entrevistas y en artículos escritos por ellos mismos.



Mito 4: Los fármacos psicotrópicos reducen el número de pacientes con enfermedades crónicas


Peter Gøtzsche: Este es probablemente el peor mito de todos ellos. El periodista científico de EEUU Robert Whitaker demuestra convincentemente en “Anatomía de una epidemia” que el aumento del uso de medicamentos no sólo mantiene a los pacientes atrapados en el papel de enfermos sino que también convierte muchos de los problemas que habrían sido transitorios en enfermedades crónicas.

Si hubiera algo de verdad en el mito de la insulina, se habría esperado ver un menor número de pacientes incapaces de valerse por sí mismos. Justo lo contrario de lo que ha sucedido. La prueba más clara de ello es también la más trágica si consideramos el destino de nuestros hijos después de que hayamos empezamos a tratarlos masivamente con medicamentos. En los Estados Unidos, los psiquiatras reciben más dinero de los fabricantes de medicamentos que los médicos de otras especialidades y los psiquiatras que reciben más cantidad de pagos son los que tienden a prescribir antipsicóticos a los niños con más frecuencia. Esto plantea una sospecha de corrupción en el juicio clínico.

Las consecuencias son terribles. En 1987, justo antes de que los nuevos antidepresivos (ISRS o píldoras felices) aparecieran en el mercado, muy pocos niños en los Estados Unidos eran discapacitados mentales. Veinte años más tarde, hay más de 500.000, lo que representa un aumento de 35 veces. El número de personas con discapacidad mental se ha disparado en todos los países occidentales. Una de las peores consecuencias es que el tratamiento con medicamentos para el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) y las píldoras de la felicidad han creado una enfermedad completamente nueva en, aproximadamente, el 10% de los tratados: el trastorno bipolar, anteriormente llamado enfermedad maníaco depresiva.

Un destacado psiquiatra ha afirmado que es “muy raro” que los pacientes que toman antidepresivos se conviertan en bipolares. Eso no es cierto. El número de niños con trastorno bipolar aumentó más de 35 veces en los Estados Unidos, que es un hecho muy grave, ya que tratamos con fármacos antipsicóticos este trastorno. Los fármacos antipsicóticos son muy peligrosos y una de las principales razones por las que los pacientes con esquizofrenia viven 20 años menos que otros pacientes. He estimado en mi libro, “Medicamentos que matan y Crimen Organizado” que con sólo una de las muchas preparaciones, el Zyprexa (olanzapina), han muerto más de 200.000 pacientes en todo el mundo.

Dawson: “Yo no sé de nadie que haya sugerido esta realidad.”

Peter Gøtzsche: Perdóneme, pero, Dawson, debe ser ciego y sordo para que no se haya enterado de algo sobre lo que escriben los psiquiatras todo el tiempo. Dawson utiliza el argumento de que mis afirmaciones son “degradantes para cualquier persona con un trastorno psiquiátrico grave que está interesado en permanecer fuera de los hospitales y ser capaz de funcionar en su vida o tratar de evitar un intento de suicidio. Ser capaz de adherirse a ese tipo de plan depende de múltiples variables incluyendo la toma de medicamentos”, y, además, dice que, ”Es imprudente sugerir lo contrario y cualquier psiquiatra conoce los resultados adversos graves que se han producido como consecuencia de la detención de un medicamento”. Whitaker ha documentado extensamente en su libro que el aumento del uso de drogas psicotrópicas ha llevado a una explosión en el número de pacientes con enfermedades crónicas y pensión de incapacidad permanente y que también ha explicado y documentado los mecanismos que hay detrás de esto.



Mito 5: Los antidepresivos no causan suicidio en niños y adolescentes


Peter Gøtzsche: Algunos profesores están dispuestos a admitir que las píldoras de la felicidad aumentan la incidencia de conducta suicida al tiempo que niegan que esto necesariamente lleve a más suicidios, aunque esté bien documentado que los dos hechos están estrechamente relacionados. El CEO de Lundbeck, Ulf Wiinberg, fue aún más lejos en un programa de radio en el año 2011, al afirmar que las píldoras felices reducían la tasa de suicidio en niños y adolescentes. Cuando el aturdido periodista le preguntó por qué entonces había una advertencia al respecto en los prospectos, respondió que ¡esperaba que los folletos fueran cambiados por las autoridades!

También se ha informado de suicidios en personas sanas, desencadenados por píldoras de la felicidad. Las empresas y los psiquiatras han culpado constantemente a la enfermedad cuando los pacientes se suicidan. Es cierto que la depresión aumenta el riesgo de suicidio, pero las píldoras felices lo aumentan aún más, por lo menos, hasta los 40 años, según un meta-análisis de 100 000 pacientes en ensayos aleatorios realizados por la Food and Drug Administration.

Dawson cree que yo revelo mi “antipatía a la medicación utilizada por los psiquiatras” al referirme a los antidepresivos como “píldoras de la felicidad.”

Peter Gøtzsche: Dawson juega la carta de la antipsiquiatría aquí, que es la última carta trucada utilizada por los psiquiatras cuando no tienen argumentos válidos. Considero que el término píldora de la felicidad es extremadamente engañoso, ya que, por ejemplo, la mitad de los pacientes tratados tienen su vida sexual afectada, lo que me ha llevado a llamarlas píldoras de la infelicidad ya que su acción principal parece ser la de arruinar la vida sexual de los pacientes. Sin embargo, ya todo el mundo usa el término (en lugar de los engorrosos “inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina”), incluyendo muchos psiquiatras, y yo también lo uso. Dawson dice que nunca ha conocido a un psiquiatra que llama a los antidepresivos “píldoras de la felicidad”, pero ¿qué se puede esperar de un hombre que parece estar ciego y sordo? Dawson afirma que “decir que las píldoras felices son una causa de suicidio es el equivalente a decir que la “medicina del azúcar” (insulina) es una causa de la hipoglucemia que daña a los niños y por lo tanto no se debe prescribir”. ¿Qué pretende exactamente Dawson por esta cortina de humo y espejos? Es un hecho, que la FDA ha demostrado, que los ISRS incrementan la conducta suicida en pacientes de hasta 40 años de edad, y los prospectos advierten sobre el riesgo de suicidio y no recomienda el uso de ISRS en niños y adolescentes. Entonces ¿por qué los usan los psiquiatras en este grupo de edad? Para utilizar la alegoría de Dawson, no usaríamos la insulina si aumentara la glucosa en sangre y el riesgo de morir de un coma diabético.



Mito 6: Los antidepresivos no tienen efectos secundarios


Peter Gøtzsche: En una reunión internacional sobre la psiquiatría en 2008, critiqué a los psiquiatras por querer cribar a muchas personas sanas para la depresión. Las pruebas de cribado recomendadas son tan pobres que una de cada tres personas sanas serán diagnosticadas erróneamente como deprimidos. Un profesor me respondió que no importaba que las personas sanas fueran tratados con píldoras de la felicidad puesto que ¡no tienen efectos secundarios!

Las píldoras de la felicidad tienen muchos efectos secundarios. Eliminan la parte superior y la parte inferior de las emociones, que, según algunos pacientes, es como vivir bajo una campana de cristal. Los pacientes se preocupan menos acerca de las consecuencias de sus acciones, pierde la empatía hacia los demás y pueden llegar a ser muy agresivos. En tiroteos en las escuelas en los Estados Unidos y en otros lugares, un número sorprendente de personas implicadas habían estado tomando antidepresivos.

Las empresas nos dicen que sólo el 5% tendrá problemas sexuales con las píldoras de la felicidad pero eso no es cierto. En un estudio diseñado para examinar este problema, los trastornos sexuales se desarrollaron en el 59% de los 1.022 pacientes que tenían una vida sexual normal antes de empezar con el antidepresivo. Los síntomas incluyen disminución de la libido, anorgasmia, incapacidad para la eyaculación y disfunción eréctil, todo en unas tasas elevadas y mala tolerancia en el 40% de los pacientes. Las píldoras de la felicidad no deberían haber sido comercializadas contra la depresión, donde su efecto es más bien pequeño, sino como pastillas para destrozar vidas sexuales.

Ingenuidad de Dawson con respecto a la industria de la droga es desgarradora. Sobre la incidencia de los problemas sexuales causados ​​por los ISRS, alude a los datos de la FDA. Pero lo que está enterrado en los archivos de la FDA no es lo que las empresas dicen a los médicos. Es cierto, que las empresas han dicho que sólo el 5% d de los pacientes tienen problemas sexuales. La verdadera tasa de problemas sexuales es superior al 50%, y hay informes de que estas alteraciones podrían convertirse en permanente, si consideramos los estudios donde las ratas mostraron menos interés en el sexo mucho después de haber dejado los medicamentos.



Mito 7: Los antidepresivos no son adictivos


Peter Gøtzsche: Seguramente lo son y no es de extrañar ya que están químicamente relacionada con y actúan como las anfetaminas. Las píldoras de la felicidad son una especie de narcóticos con receta médica. El peor argumento que he oído para justificar que las píldoras no causan dependencia es que los pacientes no requieren dosis más altas. ¿Debemos entonces también creemos que los cigarrillos no son adictivos? La gran mayoría de los fumadores consumen la misma cantidad de cigarrillos durante años.

Dawson dice que “los antidepresivos no son adictivos”.

Peter Gøtzsche: Seguramente lo son, ya que la mitad de los pacientes tienen dificultad para dejarlos, incluso con una reducción gradual y experimentan síntomas similares a los de los pacientes que tratan de salir de las benzodiazepinas.

Dawson afirma que los ISRS no tienen ningún valor en la calle y no lo haré subir; y que mi comparación con las anfetaminas está completamente fuera de lugar y en consonancia con mi falta general de conocimientos acerca de las adicciones.

Peter Gøtzsche: Permítanme decir que hay sorprendentes similitudes entre los efectos de las anfetaminas y los ISRS y también citar algunas frases de mi libro:

“En 2004, la FDA emitió una advertencia acerca de que los antidepresivos podían causar un cúmulo de síntomas por activación o estimulación como agitación, ataques de pánico, insomnio y agresividad. Se esperaban tales efectos, ya que la fluoxetina es similar a la cocaína en sus efectos sobre la serotonina (73). Curiosamente, sin embargo, cuando la EMA en 2000 siguió negando que el uso de ISRS conducía a la dependencia, no obstante afirmó que “se ha mostrado los ISRS pueden reducir la ingesta de sustancias adictivas como la cocaína y etanol. La interpretación de este aspecto es difícil”(77). La interpretación es sólo difícil para los que están tan ciegos por qué no quieren ver”.

“Hasta el año 2003, el organismo regulador de medicamentos del Reino Unido propagó la falsedad de que los ISRS no eran adictivos, pero el mismo año, la Organización Mundial de la Salud publicó un informe en el que señaló que tres ISRS (fluoxetina, paroxetina y sertralina) se encontraban entre los 30 principales drogas adictivas (62)”.



Mito 8: La prevalencia de la depresión ha aumentado mucho


Peter Gøtzsche: Un profesor argumentó en un debate televisivo que el gran consumo de píldoras de la felicidad no era un problema debido a que respondía al enorme incremento en la incidencia de la depresión de los últimos 50 años. Yo le respondí que era imposible decir mucho sobre esto porque los criterios para hacer el diagnóstico se habían relajado notablemente durante este período. Si desea contar elefantes en África, no es recomendable bajar los criterios de lo que constituye un elefante y contar todos los ñus.

Dawson y yo parecemos coincidir en que casi no hay un verdadero aumento de la prevalencia de depresión. El aumento aparente se debe a la reducción de los criterios de lo que se considera una depresión. También estoy de acuerdo con el argumento de que debido a que el 80% de los antidepresivos son prescritos por médicos de atención primaria podría haber titulado mi artículo “La atención primaria se hunde”.



Mito 9: El problema principal no es el tratamiento excesivo sino el infratratamiento


Peter Gøtzsche: Una vez más, los psiquiatras líderes están completamente fuera de la realidad. En una encuesta de 2007, el 51% de 108 psiquiatras dijeron que utilizaban demasiados medicamentos y sólo el 4% afirmó que utilizaba muy pocos. En 2001-2003, el 20% de la población estadounidense de entre 18 a 54 años recibió tratamiento por problemas emocionales y las ventas de píldoras de la felicidad son tan altos en Dinamarca que cada uno de nosotros podría estar en tratamiento durante 6 años de nuestras vidas. Eso es insano.

El principal argumento de Dawson es que no debemos culpar a los psiquiatras por el tratamiento excesivo, sino a los prescriptores de atención primaria.

Peter Gøtzsche: Claro que sin duda tienen culpa pero también los psiquiatras. Aunque el Consejo Nacional de Salud de Dinamarca recomienda que sólo un antipsicótico se debe utilizar a la vez, este no es el caso. De acuerdo con un informe de la Junta de Salud, sólo la mitad de los pacientes con esquizofrenia recibió un fármaco antipsicótico, un tercio tiene dos medicamentos y el resto tienen tres, cuatro o incluso más medicamentos.



Mito 10: Los antipsicóticos previenen el daño cerebral


Peter Gøtzsche: Algunos profesores dicen que la esquizofrenia causa daño cerebral y que, por lo tanto, es importante la utilización de antipsicóticos. Sin embargo, los antipsicóticos conducen a la contracción del cerebro y este efecto está directamente relacionado con la dosis y la duración del tratamiento. Hay otra evidencia que sugiere que uno debe utilizar antipsicóticos lo menos posible, ya que a los pacientes luego les va mejor en el largo plazo. De hecho, se puede evitar por completo el uso de antipsicóticos en la mayoría de los pacientes con esquizofrenia, lo que aumentaría significativamente las posibilidades de que se conviertan en personas saludables y, también, aumenten su esperanza de vida, ya que los antipsicóticos matan a muchos pacientes.

Dawson llama mis argumentos “Más retórica”

Peter Gøtzsche: Ellos no la utilizan. Psiquiatras líderes han escrito y han dicho a sus pacientes que necesitan tomar los medicamentos con el fin de prevenir el daño cerebral, aunque se ha documentado que los antipsicóticos causan daño cerebral en una forma dependiente de la dosis.

Dawson continúa sus inútiles intentos para matar al mensajero: “También habla de la medicación antipsicótica con la arrogancia de una persona que no tiene que tratar a las personas con psicosis aguda e increíblemente habla de que estas drogas matan gente”.

Peter Gøtzsche: Estos medicamentos matan a la gente. ¿No sabe esto Dawson? He calculado que Eli Lilly ha matado a 200.000 personas con Zyprexa que es sólo uno de los muchos fármacos antipsicóticos.

Dawson termina diciendo: “Al final de esta refutación ¿qué hemos aprendido? Yo soy más escéptico que nunca con David Healy y su sitio web”

Dawson está muy en contra de que Healy pusiera mi artículo en su sitio web y parece sugerir una vez más que un estacionamiento ilegal hace que el próximo sea legal: “Es bien conocido en los EE.UU. que la iniciativa de los CDC de hace 20 años para controlar la prescripción excesiva de antibióticos ha sido un fracaso”. ¿Y qué? Eso no resta responsabilidad a los psiquiatras ¿verdad? Creo que una dosis de autocrítica ayudaría no sólo a Dawson sino a muchos otros psiquiatras y sus pacientes.

Dawson finalmente dice que:

“los internistas tienen suficiente para centrarse en su especialidad antes de criticar un área de la que es obvio saben tan poco. El autor refiere también que está afiliado al Centro Cochrane Nórdico y creo que cualquier persona que considere los resultados de ese Instituto debería considerar lo que ha escrito aquí y su relevante conflicto de interés”.

Estas son las palabras de un hombre desesperado. A falta de buenos argumentos, Dawson dispara en todas direcciones. He hecho la investigación sobre los ISRS durante varios años; tenía un estudiante de doctorado que defendió su tesis sobre los ISRS en el año 2013; he tenido acceso a los informes de los estudios clínicos no publicados sobre los ISRS de la Agencia Europea de Medicamentos a los que nadie más fuera de la agencia tiene acceso y he comprobado como cuentan una historia completamente diferente a la de los ensayos publicados; y por lo tanto, sé más acerca de estos medicamentos que la mayoría de los psiquiatras. No tengo ni idea de a qué se refiere con mi relevante conflicto de interés. ¡No tengo ninguno! Por último, el Centro Cochrane Nórdico, que establecí hace 20 años, cuando fui co-fundador de la Colaboración Cochrane y del que he sido director desde entonces, es muy respetado por su investigación. Como ejemplo, he publicado más de 50 artículos en las cinco grandes (BMJ, Lancet, JAMA, NEJM, Anales), algo que muy pocas personas en el mundo han hecho. Así que creo que mis credenciales y mi Centro están bien.


* * * * *


¿Cómo deberíamos usar los fármacos psicotrópicos?


Yo no estoy contra usar fármacos, siempre y cuando sepamos lo que estamos haciendo y sólo los usemos en situaciones donde hagan más beneficio que daño. Los fármacos psiquiátricos pueden ser útiles algunas veces para algunos pacientes, especialmente en tratamientos a corto plazo, en situaciones agudas. Pero mis estudios es este área me llevan a una conclusión muy incómoda:

“Nuestros ciudadanos estarían mucho mejor si nosotros retiráramos todas las drogas psicotrópicas del mercado ya que los médicos no son capaces de manejarlas. Es inevitable que su disponibilidad crea más daño que beneficio. Los psiquiatras deberían por lo tanto hacer todo lo que puedan para tratar con dosis tan pequeñas como sea posible, tan poco tiempo como sea posible, o no hacerlo en absoluto, con fármacos psicotrópicos".


- Peter Gøtzsche, MD; Co-fundador de la Colaboración Cochrane



Luces y sombras de la Medicina Basada en la Evidencia (David Healy, vía "Salud y Fármacos")

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Recientemente estuvimos en las Jornadas de la Asociación Madrileña de Salud Mental, invitados por la organización (que se curró un programa excelente sin necesidad de recurrir a financiación procedente de la industria farmacéutica). En dichas Jornadas fuimos discusores de David Healy, prestigioso psiquiatra y psicofarmacólogo, autor de varios libros tan polémicos como interesantes (y, por desgracia, aún no traducidos al castellano). El Dr. Healy nos ilustró con sus tesis sobre el lado oscuro de la MBE, la necesidad de otro tipo de enfoque, el perverso papel jugado por la industria farmacéutica en la utilización de dicha MBE y cómo todos sus defensores hacen -hacemos- un poco de tontos útiles. Ideas complejas que teníamos intención de intentar transmitir, aunque sólo conocíamos textos escritos en inglés y de no fácil traducción (al menos, para nuestra escasa capacidad idiomática). 

En estas preocupaciones andábamos cuando nos encontramos con el texto que hoy recogemos, ya traducido al castellano por cortesía de la organización Salud y Fármacos, que lo ha publicado en su Boletín Fármacos, del máximo interés. El texto original del Dr. Healy fue publicado en su blog como una crítica al libro Mala Farma, de Ben Goldacre. Junto con el texto traducido, los compañeros de Salud y Fármacos incluyeron dos comentarios escritos por otros autores, que también consideramos muy relevantes y hemos incluido en nuestra entrada. En la próxima, nuestra posición sobre el tema, tal como la expusimos en las Jornadas de la AMSM. Ahora, el texto íntegro copiado desde el Boletín Fármacos de febrero de 2014 (que tienen íntegro aquí):



Una industria farmacéutica no tan mala (Not So Bad Pharma)

David Healy, 28 de marzo de 2013


Traducido por Salud y Fármacos

Con Comentarios de Juan Erviti y Sergio Eduardo Gonorazky


David Healey escribió esta revisión del libro de Ben Goldacre, Bad Pharma, para London Review of Books. Cuando London Review of Books decidió no publicar su contribución, el Dr. Healey la publicó en su blog con un párrafo introductorio en el que dice que estamos en una situación peligrosa y paradójica, y que su revisión puede confundir a algunos y quizás molestar a otros porque lanza preguntas y no las responde.


La revisión

Ben Goldacre se hizo famoso con su libro Bad Science. Bad Pharma. Este nuevo libro será de interés para las personas interesadas en políticas de salud. Acierta el tono de indignación. Ataca los problemas que la industria farmacéutica plantea a la práctica médica y a la medicina basada en la evidencia. El problema es que las soluciones que propone, antes de resolver agravarán nuestros problemas.


Los datos que desaparecen

La primera sección se centra en la información sobre los ensayos clínicos que desaparece en las bóvedas de la industria. La información está actualizada hasta este momento, incluye como Roche ocultó información crucial sobre Tamiflu, ocasionando que hace poco gobiernos de todas partes del mundo gastarán miles de millones de nuestros dólares para almacenar Tamiflu. Los cuestionamientos sobre esta decisión se acrecientan a medida que académicos como Peter Doshi y Tom Jefferson obtienen más información.


La cooptación de las agencias reguladoras

La sección siguiente habla de lo que se conoce ampliamente como la cooptación de las agencias reguladoras. Las agencias reguladoras que aprueban la comercialización de medicamentos, como la FDA, tiene empleados muy buenos e inteligentes. Sin embargo el sistema no responde a las necesidades de los pacientes ni de los médicos, y no se puede confiar en que asegure que los medicamentos que se comercializan sean seguros y efectivos.


Ensayos clínicos aleatorizados y medicina basada en la evidencia

La tercera sección introduce el tema de los ensayos clínicos aleatorizados, que constituyen la base de la medicina basada en la evidencia. Para la mayor parte gente, estos dos términos tienen connotaciones tan positivas como la maternidad y la tarta de manzana. Tras describir como deberían funcionar los ensayos clínicos y la medicina basada en la evidencia, Ben explica todos los trucos que las compañías utilizan al diseñar y ejecutar los ensayos clínicos, incluyendo la publicación selectiva de datos, la selección de los pacientes y de los comparadores, el tamaño y la duración de los ensayos clínicos (demasiado cortos o demasiado largos, muestras demasiado pequeñas), medidas de impacto inadecuadas (medidas compuestas o indicadores intermedios, o datos incompletos o basadas en el análisis de subgrupos) y como se confunde a los médicos presentando grandes reducciones relativas del riesgo cuando la reducción absoluta del riesgo es insignificante o inexistente.

En el esquema global, los ensayos clínicos aleatorizados son muy importantes para la buena práctica médica y todo estaría bien si las compañías no los manipularan.


Marketing

La última sección se titula “Marketing” y es la que tiene los detalles más curiosos e interesantes. Describe cómo funciona la propaganda dirigida al consumidor, como las compañías contratan a personajes populares para que apoyen sus productos, venden enfermedades para vender medicamentos, crean grupos de pacientes y emplean compañías de relaciones públicas para enviar sus mensajes y neutralizar a sus críticos.

Describe los anuncios en las revistas médicas y los beneficios que estas revistas reciben por publicar los artículos de las compañías, el poder de los regalitos y comidas gratis para corromper a los prescriptores, como los visitadores médicos captan la personalidad de los médicos y como compañías como IMS Health venden la información sobre las recetas de los médicos a las industrias para que estas sepan cómo pueden manipular a cada uno de los prescriptores.

La luz de Ben también se centra en los escritores fantasma y como ahora son las compañías las que realizan la educación continuada de los médicos. Esto nos lleva al complicado tema de los conflictos de interés. Ben distingue claramente entre situaciones y comportamientos y el mérito de ser más o menos puritano, y eso que él no se cuenta entre los puritanos extremos.


La conclusión

El libro termina con una escena, una pregunta y una solicitud.

La escena presenta a Ben cuando le comunican en una fiesta que Andre Witty, el director ejecutivo de GSK, es una buena persona que hace todo lo posible para asegurar que las cosas se hagan lo mejor posible.

La pregunta es ¿Cómo responderá la industria al reto que les ha presentado?

La solicitud es que cualquiera que tenga otras ideas sobre cómo solucionar el problema se lo comunique.


Enmarcando los temas

Muchos de los lectores conocerán mucho de lo que se incluye en este libro porque son temas que Marcia Angell ha discutido en su libro The Trouble with Drug Companies y Jerome Kassirer en On the Take ¿qué problema hay en reiterarlo elocuentemente? El problema central es que el énfasis que Ben pone en los ensayos clínicos controlados no se encuentra en ningún otro sitio.


Marketing 101

El capítulo sobre marketing muestra como los médicos no se enteran. Confunde ventas con marketing. El marketing implica conocer a los médicos mejor de lo que ellos mismos se conocen, e influir en su pensamiento para que el medicamento sea la respuesta irrefutable a cualquier problema que el médico tenga que enfrentar. No hay mejor forma de hacerlo que con la publicación de ensayos clínicos en revistas de gran prestigio.

Bad Pharma cita todas las investigaciones que demuestran que las compañías obtienen los resultados por los que pagan, pero ignora que en todas las medidas de calidad, ya sea el diseño del ensayo clínico, la transparencia de los procedimientos o la declaración de los conflictos de interés, los ensayos clínicos financiados por la industria son mejores que los estudios realizados en centros académicos.

Ben cita estudios sobre como los médicos no creen ser influenciados por los trucos de los agentes de ventas. Los médicos dicen basarse en la evidencia. Ben piensa que se dejan llevar por los regalitos que reciben y preferiría que utilizaran la evidencia. Andrew cree que los médicos, influidos por libros como Bad Pharma, cada día se guían más por la evidencia (marketing). Andrew utiliza los regalos como reclamos.

Bad Pharma se concentra en los furtivos pequeños mosquitos de ventas y se olvida del camello del marketing, y mientras los que defienden la medicina basada en la evidencia hacen esto, lo único que puede suceder es que aumente la perplejidad ante una indigestión cada vez más grave y surjan voces que pidan mayor regulación y mayor control de los conflictos de interés – algo que interesa a Andrew.


Regulación 101

Bad Pharma quiere que haya mayor regulación, pero cuanta mayor sea la regulación más se fortalece la industria. El dicho chino Chuang Tzu describió el dilema elocuentemente en el 323 BC:

“Para defenderse de los ladrones que roban bolsos, desvalijan maletas y rompen cajas fuertes hay que sujetar todas las propiedades con cuerdas, cerrarlas con candados, y atornillarlas con tornillos. Esto es sentido común. Pero cuando llegue un ladrón profesional se lo llevará todo, lo cargará a la espalda y solo temerá una cosa: que las cuerdas, los cerrojos y los tornillos no funcionen”.

El problema para los sistemas de salud globales tienen que ver con la regulación – las enmiendas a la ley de la FDA de 1962 que surgieron a partir del problema con la talidomida. Estas medidas fueron después adoptadas por otros países e incluían tres componentes críticos:


1. Las patentes de producto aumentan los beneficios y los riesgos. El primer componente consistía en mantener el sistema estadounidense de patentes de producto para los medicamentos en lugar del sistema alemán de patentes de proceso (ver http://davidhealy.org/barmittzva-romba-dancing-in-the-dark/). El staff del Congreso de 1962 había demostrado que las patentes de proceso conducían a que hubiera más innovación en el desarrollo de medicamentos y en precios más baratos que las patentes de producto. Sin embargo, se logró convencer a los alemanes para que adoptaran un sistema de patentes de producto.

Un sistema universal de patentes de producto estableció las bases para el desarrollo de medicamentos de grandes ventas, liderado dos décadas más tarde por Glaxo. Los medicamentos de grandes ventas son los que devengan beneficios de 1.000 millones de dólares anuales para la industria. No suelen ser medicamentos que salven vidas. Es una política que distorsiona las prioridades para la industria y las induce a exagerar los beneficios y ocultar los riesgos de medicamentos de poca importancia como: Prozac para la depresión, Lipitor para reducir el colesterol, Fosamax para la osteoporosis. Todos estos problemas pueden controlarse sin medicamentos.

Ahora bien, las compañías pueden irse a la bancarrota si se documenta que alguno de sus medicamentos de grandes ventas conlleva algún riesgo importante. Por lo tanto el interés de la compañía se canaliza hacia ocultar los problemas. Big Pharma no habla de cómo las patentes han creado este incentivo perverso. Al concentrarse en los ensayos clínicos, le hace el juego a la industria farmacéutica.


2. El estatus de medicamento de venta bajo receta médica es adictivo para los médicos. Otro set de tornillos que se implantó en 1962 fue el estatus de medicamento de venta bajo receta (Ver http://davidhealy.org/barmittzva-romba-dance-of-the-sugar-plum-fairies/). La idea de que los medicamentos deben venderse con receta encaja en la visión del mundo de Ben – sin importar el nivel de educación en salud que tenga el paciente, los médicos han invertido más tiempo, han sido educados en estos temas, saben más que el paciente y su role es manejarlo.

Pero el sistema de medicamentos de venta con receta era para controlar a los adictos, y convierte a los médicos, más que a los pacientes, en consumidores de medicamentos. Consecuentemente la industria invierte más en influir sobre este número más reducido de consumidores – unos US$50.000 anuales por médico- que lo que invierten otras compañías en influir a toda la población. Cuando se deslizan en el anillo de los privilegios de la prescripción, los médicos se hacen visibles a los ojos de Sauron y se arrugan.

Los peligros de la talidomida surgieron en Alemania porque se vendía sin receta y los médicos no se enriquecían con sus ventas. Ditto sobre el tabaco y el alcohol.

Contrastando con esto, los peligros de los medicamentos de venta con receta tardan entre 15 y 20 años en descubrirse. La combinación de los ensayos clínicos y el estatus de venta con receta han convertido a los médicos en una máquina para blanquear los riesgos de las compañías. Bad Pharma no comenta nada al respecto.


3. La cooptación de la medicina. Los ensayos clínicos controlados es el tercer set de cuerdas y tornillos que se instauraron en 1962, y Andrew reza para que no desaparezcan (Ver http://davidhealy.org/barmittzva-romba-dance-to-the-music-of-time/)

Louis Lasagna era el Ben Goldacre de hoy. Fue el primer profesor de farmacología clínica, el autor de la versión del juramento Hipocrático que muchos médicos realizan al graduarse, y uno de los promotores de los ensayos clínicos controlados. En 1962, casi por accidente, introdujo el uso de los ensayos clínicos controlados para probar eficacia en las enmiendas de la ley de la FDA, y eso fue el inicio de nuestra tragedia.

Hasta 1962, las regulaciones habían sido sobre seguridad. Hacer que las compañías demostraran que el producto era efectivo para algo, se consideró como otra medida de seguridad. Eliminar los medicamentos inútiles parecía ser el primer paso para cumplir con “primero no hacer daño”. Excepto que esto no es lo que sucedió.

De repente, esta nueva herramienta científica, cuyos usos y peculiaridades no son del todo conocidos, se convirtió en una gran herramienta para los burócratas – si hay algunos estudios con resultados positivos, los reguladores pueden permitir que el medicamento se comercialice y nadie puede criticarlos, pase lo que pase más adelante.

Esto es donde Bad Pharma se equivoca de categoría. Utiliza la práctica de cumplir con una norma burocrática como algo que puede informar la práctica de la medicina.

Los reguladores manejan temas de alimentos y medicamentos. Todo lo que quieren en el caso de los alimentos es determinar si esa masa amarilla que podría ser manteca teñida para que aparente ser mantequilla cumple con los criterios de la mantequilla. Si no es así no se puede etiquetar como mantequilla. El regulador no tiene que establecer si se trata de buena mantequilla, ni decidir cuándo puede utilizarse, ni determinar si es saludable para el consumidor- esto es responsabilidad de los grupos de defensa del consumidor y de los médicos.

En el caso de los medicamentos el criterio es que haya dos ensayos con resultados positivos. Estas regulaciones no se establecieron para contribuir a la buena práctica médica, sirven para regular anuncios. La FDA en EEUU y los reguladores de otros países cumplen muy bien con su tarea de determinar si los productos cumplen con ciertos requisitos – y tal como están las leyes no pueden hacer otra cosa. No nos debe sorprender que Pharma haya encontrado formas de burlar la regulación. Los grupos de defensa del consumidor y los médicos se movilizan cuando se trata de la mantequilla pero no cuando se trata de medicamentos. ¿Quién está cooptado?

Al introducir los ensayos clínicos en el aparato regulador se ha creado un gran enredo. Lo que está siendo cooptado es el sistema de producir la evidencia, y cuantos más libros como Bad Pharma conviertan a los ensayos clínicos en fetiches más cooptada estará la medicina.


Las limitaciones de los ensayos clínicos controlados

Los ensayos clínicos controlados pueden dar un resultado equivocado.

Los ensayos clínicos son muy útiles para probar que un medicamento no produce el efecto que se había anunciado. Esto puede frenar al charlatán sin escrúpulos, al médico crédulo y proteger al paciente vulnerable.

Pero los ensayos clínicos también pueden ser poco útiles. En muchas patologías no proporcionan un resultado significativo. Por ejemplo, cuando problemas que superficialmente aparentan ser similares pueden estar causados tanto por el medicamento como por la enfermedad, como es el caso del riesgo de suicidio y los antidepresivos, los ensayos clínicos podrían mostrar que medicamentos que claramente causan el problema aparentan no hacerlo. En el área de salud mental, se puede discutir si los ensayos clínicos pueden demostrar que algo “funciona”. Utilizando ensayos clínicos tal como se utilizaron para la comercialización de Prozac, el alcohol pudiera haber probado ser un antidepresivo igual de efectivo y más seguro que Prozac (ver http://davidhealy.org/barmittzva-romba-shadow-dance/)

Los ensayos clínicos, en lugar de utilizarse como habían sido originalmente concebidos, han dado pie a que surja un fetiche de eficacia. El resultado es que ahora consumimos un número creciente de medicamentos que han sido aprobados por reguladores y no parece que haya forma de limitar el número de medicamentos que utilizamos. Y los utilizamos sin que estos medicamentos hayan demostrado que pueden salvar vidas. El resultado es que las muertes inducidas por medicamentos constituyen la tercera causa de muerte. Es una tragedia de proporciones míticas.

Los ensayos clínicos no demuestran que haya una relación causal. No descubren nada. Es probable que impidan el descubrimiento de muchos tratamientos. De la misma forma que Barry Marchall en 1980 utilizó el laboratorio en lugar de los ensayos clínicos para demostrar que las úlceras que produce el h. pilory pueden curarse con antibióticos, Glaxo podría haber utilizado ensayos clínicos para hacer desaparecer la evidencia de que los antibióticos curan las úlceras y así defender su primer medicamento de grandes ventas, su antagonista de los receptores H2 para tratar las úlceras, Zantac.

Dicho de forma más general, en su libro de 400 páginas sobre cómo se tratan las enfermedades con medicamentos, Bad Pharma solo tiene tres páginas (101-104) que se relacionan un poco con la biología, a pesar de que la biología es la principal responsable de las asociaciones superficiales que aparecen en los ensayos clínicos.


Disease mongering

Otro componente de la tragedia es que se tenga que demostrar que el producto sea eficaz para algo. Esta restricción ha hecho que las compañías tengan que promover los medicamentos diciendo que solo son eficaces para tratar enfermedades. En 1962 nadie anticipó que al limitar a las compañías, estas se defendieran convirtiendo una serie de vicisitudes de la vida diaria, variaciones normales en términos de belleza y funcionalidad, en una serie de enfermedades. De esta forma todos nos hemos convertido en personas depresivas, osteoporóticas, e hipercolesterolémicas cuando en otras condiciones podríamos haber sido etiquetadas de agotamiento, huesos envejecidos que requieren más ejercicio, y cuestiones dietéticas que solo tienen importancia si hay otros factores de riesgo cardiovascular.

Las compañías utilizan un lenguaje médico que los médicos no acaban de apreciar. No solo han transformado las vicisitudes de la vida en enfermedades, también han transformado problemas agudos en crónicos, y el imperativo moral de tratar los casos de tuberculosis se está utilizando para vender medicamentos para tratar el síndrome de las piernas inquietas y la fibromialgia. En 1962, la tendencia era calmar el entusiasmo del paciente por el medicamento con el escepticismo médico. Cincuenta años más tarde, los pacientes escépticos tienen que calmar el entusiasmo que los médicos han ido adquiriendo a partir de la última guía de tratamiento basada en los resultados de los ensayos clínicos.


Reparando un sistema que no funciona

Bad Pharma describe las manifestaciones superficiales del problema pero no analiza cómo llegamos a donde estamos. Simplemente asume que Pharma es mala y de ahí emanan el resto de los problemas.

Este análisis, por otra parte, se centra en un momento histórico – cosas que podrían haber sido de otra manera. Algunos podrían decir que la incorporación de los ensayos clínicos en la regulación de medicamentos fue un accidente que tenía que suceder. Otros podrían decir que demuestran, de forma nunca antes alcanzada, los peligros de interferir con el mercado. Sea cual sea el marco que prefiera utilizar, el resultado es que el mercado farmacéutico es el más raro del mundo, permite que las megacorporaciones, a la vez que defienden la retórica del mercado libre para operar, controlen de forma totalitaria el mercado menos libre que hemos visto.

Ben dice que el problema principal es la falta de datos y la solución es el acceso a la información. Este tema está muy candente en Europa y el British Medical Journal está liderando una campaña de acceso a los datos procedentes de los ensayos clínicos.

¿Se trata de algo que inquiete a Andrew? Probablemente no. Las compañías han estado manejando esta situación durante años. En respuesta al llamado reciente para tener acceso a los resultados de los ensayos clínicos, GSK inmediatamente ofreció acceso a la información una vez se haya constituido un comité académico apropiado y un sistema de gobernanza. Al controlar el marco analítico, GSK puede matar dos pájaros de un tiro: obtener los resultados que desea a partir de un análisis independiente de la información y mejorar su reputación al adoptar políticas transparentes.

Andrew tiene el apoyo de grupos de pacientes – que no están pagados por las compañías como Bad Pharma le haría creer- quienes en su discurso enfrentarán a los académicos que atrasan la toma de decisiones con el derecho de los pacientes a la privacidad y confidencialidad. La mayoría de los lectores se percatarán de que solo hay un ganador en este tipo de disputas. Andrew también tiene políticos que manejarán el proceso de comunicación de riesgos al público – y lo más irónico es que estos políticos presentarán el libro de Ben Bad Science como su principal libro de texto.

Es como presentar el uniforme de un equipo de grandes ligas frente a una serie de enanos. Si los enanos ganan es probable que empeoren la situación. Las buenas intenciones no son suficientes. Si los buenos no entienden el sistema al que se están enfrentando pueden empeorar mucho las cosas, basta con preguntar a Lou Lasagna. Conseguir acceso a los datos bajo las condiciones de GSK podría acabar en que la época de Bad Pharma sea un periodo feliz. Los buenos no piensan que los ensayos clínicos bien hechos puedan tener efectos adversos. Si los resultados no son los deseados, como en las creencias religiosas, será porque los ensayos clínicos no eran lo suficientemente buenos, no porque hay muchas cosas que no pueden resolverse con ensayos clínicos.


Falta de datos

La falta de datos es crítica pero Bad Pharma ignora información crítica. Andrew probablemente ronronea sobre la poca importancia que Ben otorga a los informes de efectos adversos y a su falta de interés en la perversidad de la compañía para esconder ese tipo de información, que es más sorprendente que el uso de escritores fantasma. Por ejemplo, en EEUU las compañías animan a los pacientes y médicos a informar sobre los efectos adversos directamente a la FDA en lugar de a las compañías. ¿Una medida inteligente? Brillante – las compañías tienen la obligación de dar seguimiento a los eventos adversos y establecer causalidad, la FDA no lo hace. Redirigir los informes hacia la FDA ahorra dinero, reduce la responsabilidad legal y relega los informes de eventos adversos a anécdotas (Ver http://davidhealy.org/american-woman/ y http://davidhealy.org/american-woman-2/)

El colmo de la perversidad es cuando teniendo cientos de informes convincentes que demuestran que el problema ha sido ocasionado por el tratamiento, cuando utilizando algoritmos estándar para probar causalidad los empleados concluyen que un medicamento ha causado el problema, las compañías niegan bajo juramento la existencia de un vínculo causal entre el medicamento y el problema de salud (ver http://davidhealy.org/burn-in-hell/). Gracias a la medicina basada en evidencia pueden salirse con la suya. ¿Cómo? Pues el paradigma de los ensayos clínicos incluye el concepto de que los únicos resultados válidos son los estadísticamente significativos. Como los ensayos clínicos controlados están diseñados para demostrar si un evento es estadísticamente significativo o no – si el medicamento funciona o no- no pueden analizar qué otras cosas podrían atribuirse al medicamento, por lo tanto la seguridad de los medicamentos, que en 1962 era el objetivo principal de la regulación, se ha eclipsado.

Como los ensayos clínicos se han convertido en fetiches, es difícil que los médicos y pacientes crean en lo que sus propios ojos ponen en evidencia. Restaurar esta capacidad – que casi por definición los ensayos clínicos intentan menoscabar- es más importante para la práctica médica que el acceso a los datos sobre “la mantequilla”.

Hubo un momento en que el paciente individual estaba en la cima de la medicina basada en la evidencia, pero tras repetir insidiosamente mantras como “el plural de anécdotas no son datos” ya no es así. Pues bien, el plural de ensayos clínicos no es medicina.


Un candidato para la esperanza

A veces hay que tomar distancia y admirar como Andrew realiza su trabajo. ¿Está esforzándose para que GSK sea lo que Ben querría que fuera? Ben quiere que haya más chivatos de la industria, pero la mayor parte de las cosas que cita proviene de chivatos estadounidenses y muy poco se origina en otros lugares. Si yo fuera un exempleado de la industria cuyos chivatazos no han sido tenidos en cuenta, me sentiría amargado y me preguntaría ¿Cuál ha sido el papel de los médicos en todo esto?

Este problema podría solucionarse sin intentar convertir a Pharma. Los médicos podrían pero no toman la decisión de prohibir que los resultados de los ensayos financiados por la industria se publiquen en las revistas médicas. Como el New York Times verifica con mayor seriedad las fuentes primarias de lo que publica que el New England Journal of Medicine, todos podríamos estar más seguros si los resultados de los ensayos clínicos se publicaran en el New York Times en lugar de en NEJM – lo que culpabiliza directamente a los médicos no a la industria.

Bad Pharma tiene una orientación muy británica. Ben quiere que los Colegios Reales se planten y cambien la situación. En el marco del debate que propone, casi no hay nada que Inglaterra pueda hacer. Lo único que podría resonar un poco con Andrew es que animará a los pacientes y a los médicos a creer más en la evidencia de lo que sus propios ojos pueden captar – pero Ben no puede decir eso.

En cambio Andrew ofrece acceso controlado a los datos procedentes de los ensayos clínicos. Como respuesta el BMJ dijo “[Witty] se ha destacado como merecedor de alabanzas por uno de los críticos más feroces de la industria. Ben Goldacre lo calificó como un ‘giro importante’”.

El número del BMJ donde aparece este comentario incluye tres páginas sobre Andrew Witty, incluyendo su imagen en la portada como si se tratase de un poster político, como si se tratase de Barack Obama, y debajo hay una sola palabra “Esperanza”. Refiriéndose a GSK, y presentándolo como una industria farmacéutica no tan mala, dice que “las 100.000 personas que trabajan para GSK son como usted, ¿no es así? Estoy seguro que todos los lectores de BMJ tienen amigos que trabajan en la industria… Son gente normal. Muchos de ellos son médicos”.


Suicidio profesional

La medicina basada en la evidencia ha sido excelente para exponer los sesgos de los médicos y los pacientes. Al igual que la Iglesia Católica ha tenido que reconocer que ignorar lo que la gente dice, porque parte de la información es errónea, puede ocasionar crisis, la medicina tiene que darse cuenta que la medicina basada en la evidencia puede llevarnos a una crisis similar.

Los médicos deben darse cuenta de que su profesión está en peligro (Ver http://davidhealy.org/professional-suicide/, http://davidhealy.org/model-doctors/ ). Si la opinión clínica y la discreción han dejado de ser importantes, las enfermeras y otros pueden convertirse en prescriptores más baratos, y estarán más dispuestos a aceptar las guías que les impongan los médicos. Cualquiera puede dictar que consuma un medicamento, solo los expertos le dirán que deje de tomarlo. ¿Cómo sabe el experto cuando debe dejar de obligarlo a tomar un medicamento? No lo aprende en los ensayos clínicos.

Bad Pharma™ promueve los ensayos clínicos y la medicina basada en la evidencia, y niega la existencia de efectos adversos. El único escenario en donde este comportamiento se reproduce es en el caso de los medicamentos de grandes ventas™. Freud interpretaría el ™ como revelador.

Lou Lasagna es un símbolo extraordinario de cómo este acercamiento podría estar mal dirigido. Lou impulsó la inclusión de los ensayos clínicos controlados con placebo en la Ley de la FDA de 1962 pensando que establecer la eficacia de un medicamento sería ventajoso para la seguridad de todos. Pero en 1962, solo un medicamento había demostrado ser seguro y efectivo antes de ser comercializado – la talidomida.


Aspectos cuestionables sobre los comentarios de David Healy sobre BadPharma

Juan Erviti


La revisión

En este apartado dice que “las soluciones que propone [Ben Goldacre], antes de resolver, agravarán nuestros problemas”. Esto es algo muy discutible pues en principio las propuestas de Ben Goldacre son objetivamente buenas. La clave es regular adecuadamente para que se pueda cumplir el espíritu de la ley y no se dé pie a la tergiversación.


Marketing 101

David Healy comenta que la mayor diferencia que tiene este libro de Ben Goldacre respecto a otros libros similares es el énfasis que pone en los ensayos clínicos. Una de las críticas de David Healy dice “BadPharma cita todas las investigaciones que demuestran que las compañías obtienen los resultados por los que pagan, pero ignora que en todas las medidas de calidad, ya sea el diseño del ensayo clínico, la transparencia de los procedimientos o la declaración de los conflictos de interés, los ensayos clínicos financiados por la industria son mejores que los estudios realizados en centros académicos”.

Mi experiencia en el Comité Ético de Investigación Clínica me dice que los ensayos de investigadores independientes de la industria suelen ser peores en lo que se refiere al cumplimiento de aspectos administrativos del ensayo, probablemente porque no tienen la maquinaria de apoyo con la que cuentan las compañías farmacéuticas. Sin embargo, son infinitamente mejores desde el punto de vista de calidad de la pregunta de investigación, interés científico, interés para el paciente y para la sociedad.


Regulación 101

David Healy parece que es partidario de regular menos todavía. Dice así: “BadPharma quiere que haya mayor regulación, pero cuanta mayor sea la regulación más se fortalece la industria”. Esta afirmación es muy peligrosa. Es cierto que una excesiva regulación favorece a las grandes compañías que tienen mucho personal dedicado a estos asuntos y puede dificultar el trabajo de investigadores más modestos. Sin embargo, es importante regular mucho más estrictamente en los aspectos fundamentales.

Desde la creación de la ICH en 1980, hemos vivido un proceso de desregulación absoluta [1]. Las agencias “reguladoras” cedieron en una serie de aspectos que han perjudicado gravemente a la medicina y a los pacientes como son, por ejemplo:


– la autorización de medicamentos que muestran eficacia frente a placebo, cuando hay otros medicamentos que deberían ser el estándar de referencia
– aceptar los ensayos de no inferioridad para autorizar nuevos medicamentos o indicaciones. Esto no debería permitirse, mucho menos cuando los valores “delta” son arbitrarios y muy discutibles en ocasiones. Esto se traduce a que hay nuevos medicamentos peores que los que tenemos y que se autorizan como “no inferiores”
– uso de variables intermedias de dudosa correlación con variables duras para autorizar nuevos medicamentos
– aceptación de ensayos con una duración claramente insuficiente
– plan de gestión de riesgos: en vez de estudiar las señales de seguridad observadas en los estudios del programa de desarrollo, se autoriza la comercialización del medicamento y se plantea estudiar estas señales una vez el fármaco está en el mercado. Esto se traduce en efectos graves y muertes innecesarias que son imposibles de justificar en términos de balance “beneficio-riesgo” de los medicamentos.

En definitiva, a partir de la talidomida (1962) se empezó a regular acertadamente pero, a partir de 1980, se ha comenzado una sutil desregulación que está ocasionando graves problemas de salud y financieros a la población.

Mi criterio es que hay que regular lo realmente importante, intentar desburocratizar y apoyar logísticamente a los investigadores independientes.


Patentes de producto / procedimiento

David Healy se lanza muy alegremente a defender las patentes de procedimiento. Quizás él no sepa que el último país de la UE que tuvo ese tipo de patente fue España. Se abolió en 1992 con la entrada de España en el “mercado común europeo”. La experiencia en España nos dice que la patente por procedimiento no ha ayudado en absoluto a potenciar la investigación e innovación, tal como asegura David Healy.

Se podrían discutir otras alternativas a la patente de producto como propone Donald Light en un artículo [2] en el que sugiere la posibilidad de suprimir las patentes en los medicamentos pero compensar a los laboratorios que encuentran una molécula de interés con un premio en metálico y otras posibles ventajas…


Receta sí / receta no

David Healy mantiene que el hecho de que los medicamentos deban prescribirse con receta beneficia a la industria en cuanto que al controlar a un colectivo pequeño (médicos) tiene controlado todo el mercado. Esto es cierto y habría que evitar la influencia excesiva de la industria en los médicos. Sin embargo, la solución no es desregular y que los medicamentos no requieran prescripción médica o que muchos otros colectivos profesionales pudieran prescribir medicamentos. Este argumento lo discute David Healy ampliamente en su libro Pharmageddon [3] pero yo no estoy muy de acuerdo con sus planteamientos.


Las limitaciones de los ensayos clínicos controlados

David Healy dice que los ensayos clínicos controlados pueden dar un resultado equivocado. Estamos de acuerdo. Simplemente por azar hay un error alfa del 5%, es decir, uno de cada 20 ensayos concluye que hay diferencias a favor del fármaco en estudio cuando realmente no las hay. Además de esto, puede haber sesgos en el diseño que hagan que los resultados no sean fiables. También dice David Healy que “los ensayos clínicos no demuestran que haya una relación causal. No descubren nada”.

Sin embargo, los ensayos clínicos son la mejor herramienta que tenemos para imputar la causalidad, con todas sus limitaciones. Para mí el problema radica en que es perverso que los ensayos los diseñen, implementen, evalúen y comuniquen aquellos que se van a beneficiar de los resultados del ensayo. Los ensayos deberían diseñarlos, realizarlos y evaluarlos organismos públicos independientes de la empresa que va a lucrarse con el producto evaluado.


Falta de datos

Dice David Healy: “(…) en EE UU las compañías animan a los pacientes y médicos a informar sobre los efectos adversos directamente a la FDA en lugar de a las compañías. ¿Una medida inteligente? Brillante – las compañías tienen la obligación de dar seguimiento a los eventos adversos y establecer causalidad, la FDA no lo hace. Redirigir los informes hacia la FDA ahorra dinero, reduce la responsabilidad legal y relega los informes de eventos adversos a anécdotas”.

Mediante estas palabras parece decir que es mejor que los datos de seguridad de los medicamentos los gestionen las propias compañías antes que los organismos reguladores. Esto es una barbaridad. Tenemos un ejemplo reciente en el que la EMA ha hecho una inspección a Laboratorios Roche [4] y se ha encontrado con 80.000 informes de seguridad “escondidos en el cajón” que incluían la muerte de más de 15.000 personas, muertes que nunca fueron estudiadas. La EMA concluyó que “la relación beneficio-riesgo de los medicamentos de Roche podría no ser la que creemos”.

La solución está en una regulación estricta de todo lo referido con datos de seguridad de los medicamentos.

También dice David Healy: “Como los ensayos clínicos controlados están diseñados para demostrar si un evento es estadísticamente significativo o no –si el medicamento funciona o no- no pueden analizar qué otras cosas podría estar provocando el medicamento, por lo tanto la seguridad de los medicamentos, que en 1962 era el objetivo principal de la regulación, se ha eclipsado”. Tampoco estoy de acuerdo. Es cierto que la detección de problemas de seguridad requiere más pacientes y un seguimiento a más largo plazo de lo que es habitual en un ensayo clínico donde la variable principal suele ser la valoración de la eficacia. Sin embargo, esto no anula el valor del ensayo sino que pone de manifiesto la necesidad de otros abordajes para estudiar la seguridad, que incluyen múltiples opciones, incluidos los estudios observacionales con bases de datos poblacionales.

La conclusión de David Healy es que “Lou impulsó la inclusión de los ensayos clínicos controlados con placebo en la Ley de la FDA de 1962 pensando que establecer la eficacia de un medicamento sería ventajoso para la seguridad de todos. Pero en 1962, solo un medicamento había demostrado ser seguro y efectivo antes de ser comercializado, la talidomida”. Creo que es una conclusión muy desafortunada. Precisamente la tragedia de la talidomida fue lo que motivó la exigencia de ensayos clínicos para evaluar la eficacia y seguridad de los medicamentos antes de su puesta en el mercado.


Referencias

ICH: un club restreint d’agences et de firmes pharmaceutiques impose ses règles. La Revue Prescrire 2010, vol. 30, no317, pp. 222-225.
DW Light, and JR Lexchin. Pharmaceutical research and development: what do we get for all that money? BMJ 2012;345:e4348.
Healy D. Pharmageddon. Los Angeles, CA: University of California Press; 2012.
European Medicines Agency acts on deficiencies in Roche medicines-safety reporting. Available at, http://www.ema.europa.eu/ema/index.jsp?curl=pages/news_and_events/news/2012/06/news_detail_001539.jsp&mid=WC0b01ac058004d5c1(accedido 22/08/2013).


“Not so bad pharma” de David Healy y una crítica de la crítica

Sergio Eduardo Gonorazky (a)


Como bien resume Antonio Martínez Ron [1], en su reseña del libro de Ben Goldacre “Mala Farma” [2] (b), son diez los aspectos por los cuales la Gran Farma puede ser calificada como Mala Farma y transcribo su síntesis con algunas modificaciones:
El 90% de los ensayos clínicos publicados son patrocinados por la industria farmacéutica. Esto no sería nocivo si:
Los resultados negativos no se ocultasen sistemáticamente a la sociedad (la mitad de los ensayos clínicos no se publican);
Las farmacéuticas no manipulasen o maquillasen los resultados de los ensayos (un ejemplo es lo ocurrido con el rofecoxib);
En numerosas ocasiones los resultados no fuesen replicables;
Los comités de ética y los reguladores no fallasen en el control de la obligación de publicación de los resultados de los ensayos de investigación y de los datos sobre efectos adversos de los fármacos (y si la FDA y la EMA, por su parte, no se hubiesen convertido en agentes de la industria);
No se promocionase la prescripción a niños de medicamentos que sólo tienen autorización para adultos (se puede poner como ejemplo lo ocurrido con la paroxetina);
No se realizasen ensayos clínicos con los grupos más desfavorecidos;
No abundasen los conflictos de intereses (líderes de opinión que obtienen suculentos ingresos de la industria, funcionarios de agencias reguladoras que de un día para otro pasan a formar parte del plantel de la industria privada, etc.);
La industria no distorsionase las creencias de los médicos y sustituyesen las pruebas por marketing (en EE UU se gasta entre US$30.000 y 40.000 millones en publicidad, lo que representa la cuarta parte de sus ingresos y el doble de lo que se invierte en investigación y desarrollo) y
Si los criterios para aprobar medicamentos no permitiesen una autorización acelerada más allá de lo que la precaución indica

David Healy, por su parte, señala críticamente que Ben Goldacre en “Mala Farma” describe solamente las manifestaciones superficiales del problema (3). Healy precisa tres aspectos que condujeron a la situación actual que, según él, Goldacre soslaya:
La política de patentes: al cambiarse la patente de proceso por la de producto, los laboratorios pueden usufructuar el monopolio de medicamentos exitosos;
La prescripción por receta médica, que originariamente estaba destinada a evitar el abuso por parte de los adictos a drogas, determina que sea el médico el que hace la indicación que un tercero paga;
Los ensayos clínicos aleatorizados (y las guías de prescripción) que, junto con la Medicina Basada en Pruebas, permiten que productos con escasa y limitada (o nula) relevancia clínica sean aprobados por las agencias reguladoras, más para beneficio de las empresas farmacéuticas que para la salud de las personas. Healy enfatiza que esos mismos estudios, diseñados para probar eficacia de las drogas, carecen de potencia para revelar sus efectos adversos, los que por este motivo se ignoran, son inciertos o se ocultan.

Lo mencionado determina que los medicamentos llegan al público bajo la prescripción de profesionales supuestamente entrenados, convencidos de la bondad de los productos, pues estos se hallan legitimados por una ciencia basada en diseños y estadísticas que ellos escasamente entienden pero que están publicados en revistas de prestigio, con la firma de reconocidos líderes de opinión.

Para David Healy, la Medicina Basada en Pruebas y, específicamente, los ensayos clínicos aleatorizados, se convirtieron en instrumentos de la industria para convencer a los médicos de cuál es la conducta que debe adoptarse para actuar de acuerdo al estado del arte. Facilita la persuasión el que, basándose en dichos ensayos, los líderes de opinión (Key Opinion Leaders), elaboran guías de prácticas a ser aplicadas por prescriptores acríticos, poco conscientes de los efectos adversos de sus indicaciones.

Una de las ideas directrices de Healy es la que expresa en su libro Pharmageddon [4]: mientras antes los medicamentos y las pruebas estaban antes dirigidas a diagnosticar y curar enfermedades que implicaban un riesgo cierto para la vida, la actual es una época en las que las compañías convierten los riesgos en entidades nosológicas y se ocupan más de“construir” y “vender” enfermedades que de curar enfermos [4:5]. En otras palabras, se llevó al clímax la idea de que sano es un individuo enfermo insuficientemente estudiado. Lo mencionado conduce a un creciente sobre diagnóstico y a un exceso de sobre medicación.

En este escenario, el efecto neto del accionar de la industria farmacéutica es deletéreo, pues más que curar y salvar vidas o evitarlas, enferman a la gente. Healy da como ejemplo la ingeniería de renombrar la antigua enfermedad “maníaca-depresiva”, una rara condición que afectaba a 10 personas por millón, como “desorden bipolar”, que en contraste afecta supuestamente hasta 50.000 personas por millón [4]. El telón de fondo es que enormes esfuerzos se realizan para persuadir a los médicos de atención primaria que un amplio rango de problemas nerviosos menores pueden ser indicativos de desorden bipolar más que un cuadro de ansiedad o depresión” [4:36]. “Disease mongering” es el nombre en inglés que toma este acto de promover y vender enfermedades y estos aspectos son centrales en el análisis de Healy (aunque hay que señalar que también Goldacre se refiere a este problema), para quien estamos viviendo la era en la que el negocio está disfrazado de ciencia [5].

Pretendo en las líneas que siguen, expresar y fundamentar que las críticas de Healy a la Medicina Basada en Pruebas (Evidence-Based Medicine) y a David Goldacre son excesivas, para finalizar con una reflexión bioética respecto a esta problemática.
1.- Debe ante todo aclararse que la palabra “evidencia” en español, según el Diccionario de la Real Academia española significa “Certeza clara y manifiesta de la que no se puede dudar”, y “evidence” en inglés, de acuerdo el Diccionario de Oxford, señala “el conjunto de hechos e información que nos indican si una creencia o proposición es verdadera o válida” (the available body of facts or information indicating whether a belief or proposition is true or valid). Por tal motivo, es conveniente traducir la expresión “Evidence-Based Medicine” como Medicina Basada en Pruebas, como otros autores ya lo han señalado.

Medicina basada en Pruebas es algo mucho más que ensayos clínicos aleatorizados y mucho más que los resultados que surgen de estudios que requieren más o menos complejos análisis estadísticos.

La definición que dan los referentes en este campo, es que Medicina Basada en Pruebas (Evidence-Based Medicine) es la integración de la mejores “pruebas” en investigación, la experiencia clínica y los valores del paciente [6], por lo que, restringir la “Medicina Basada en Pruebas” a los resultados de las pruebas constituye una perspectiva limitada de la misma.

No se trata, tampoco, de que sólo puedan aplicarse medidas terapéuticas, diagnósticas o preventivas, basados en pruebas irrefutables. Douglas Altman y Martin Bland expresan con claridad “ausencia de Prueba no es Prueba de ausencia” [7] y estrictamente hablando, Medicina Basada en Pruebas es Medicina Basada en Niveles de Pruebas [6]. En el mismo sentido, las pruebas requeridas para efectos adversos y la significación estadística de éstas, por razones de precaución, no necesariamente tienen que tener el mismo nivel de exigencia que las reclamadas para demostrar eficacia de un tratamiento o prueba diagnóstica. En otros términos, no se trata de aplicar a la pruebas de seguridad los mismos algoritmos que a las de eficacia, sino de emplear alternativas basadas en el principio de precaución.

Healy acepta que hoy la medicina debe estar basada en pruebas pero se queja de que la industria explotó la ambigüedad de la palabra y, especialmente, la brecha existente entre los datos (lo que ocurre realmente al paciente) y la construcción posterior de las pruebas del efecto de las drogas [4:239]. Efectivamente, la Medicina Basada en Pruebas vino acompañada de una serie de dogmas como el de la significación estadística (la P), el del diamante que resumen el resultado del gráfico de bosque en meta-análisis, o que la única prueba de valor es la del ensayo clínico aleatorizado, conceptos ajenos al real significado de este tipo de práctica, así como a una serie de hechos que tanto Healy como Goldacre coinciden en señalar: ocultamiento de información, complicidad de las agencias reguladoras, minimización de efectos adversos y maximización de efectos beneficiosos, ganarse la opinión favorable de líderes de opinión y, de manera inconsciente, de los propios prescriptores y asociaciones de pacientes, todo bajo la cobertura que dan los “ensayos clínicos aleatorizados”, lo que no constituye sino una falsificación del verdadero sentido de la Medicina Basada en Pruebas.

Si la industria disfraza en más de una oportunidad productos inservibles o directamente dañinos con la máscara de la Medicina Basada en Pruebas, esto no deslegitimiza en sí al instrumento, pues justamente se requieren pruebas para desenmascarar al estafador y Healy no se priva de utilizarlas. Es un equívoco pensar que la Medicina Basada en Pruebas se opone a la Medicina Narrativa o a la Medicina Basada en la Experiencia [8]. Si la industria farmacéutica subvirtió el concepto de la Medicina Basada en Pruebas, no se trata de oponerse a ésta sino de rescatar críticamente su sentido inicial, pues necesitamos tanto pruebas relativas a la eficacia, a la efectividad y a la eficiencia de los viejos tratamientos y las nuevas drogas propuestas, como a la seguridad de éstas. No se trata solo de conocer si lo nuevo es mejor sino también la relevancia de clínica de dicha mejoría ponderando a la vez los efectos adversos. ¿Cómo podríamos demostrar los efectos adversos de un antidepresivo en los adolescentes sino es con pruebas?

El rechazo explícito a la Medicina Basada en Pruebas por parte de David Healy y el ataque a Goldacre por su defensa, así como la ausencia de una propuesta alternativa, nos deja sin instrumentos para avanzar hacia una mayor transparencia en el análisis de los datos así como la determinación de la real eficacia y seguridad de los viejos y nuevos métodos de diagnóstico, prevención y tratamiento. La justa crítica a los equívocos generados por la Medicina Basada en Pruebas, no debe ser motivo para la negación sino para una elaboración superadora de ésta.

En el “blog” de David Healy puede leerse la exigencia que todos los ensayos deben estar registrados y todos deben ser publicados, lo que no deja de ser una exigencia de una correcta aplicación de la Medicina Basada en Pruebas. También puede leerse la reivindicación de una Medicina Basada en Datos, lo que también constituye un nivel de prueba que, como dije más arriba, debe tener niveles de exigencia y algoritmos diferentes para eventualmente retirar un fármaco aprobado del mercado o restringir su uso a grupos limitados de pacientes.

David Healy puntualiza que “Mala Farma quiere que haya mayor regulación, pero cuanta mayor sea la regulación más se fortalece la industria”. Sin embargo, Goldacre, expresa claramente: “otra táctica a la que recurren los miembros de la industria –podemos estar seguros de ello porque ya les hemos visto hacerlo-sería alegar que ahí están sus normativas, esas vastas oficinas atestadas de reguladores. “Somos una de las industrias más controladas del mundo”, dirán, ahogados en papeleo. Pero creo que ha quedado demostrado que esas reglamentaciones no han servido para nada” [2:27].

Goldacre defiende la Medicina Basada en Pruebas pero, en un contexto en que se oculta información, es crítico respecto a los ensayos clínicos. Expresa claramente que “hacer más ensayos no servirá de nada”…”Haciendo más ensayos lo único que conseguimos es sumarlos a un fondo de datos existente ya contaminado” [2:279] por lo que no parece del todo justa su apreciación de que Goldacre convierte a los ensayos clínicos en un fetiche [3].

Healy, como expresé más arriba, propone una Medicina Basada en Datos, en su caso a los que la industria denomina, hechos anecdóticos. Goldacre también se queja de la falta de datos (más dirigida la crítica a la debilidad de los ensayos y al ocultamiento de la información) señalando que este hecho envenena una fuente colectiva [2:272]. Uno y otro señalan aspectos diferentes pero no contradictorios y ambos necesarios.

En resumen, Healy ataca la Medicina Basada en Pruebas, no brindando ninguna propuesta superadora, y considera que ésta más que la propaganda y los regalos constituye el medio de persuasión de los prescriptores (lo que no deja de tener mucho de verdad); mientras Goldacre la defiende, pero no en la forma mistificada en que la industria la practica con demasiada frecuencia. El primero defiende la legitimidad de los datos de la experiencia (que la industria denomina hechos anecdóticos), el segundo reivindica la necesidad de transparencia de los datos, pero poniendo énfasis en los datos ocultos que surgen de los ensayos clínicos aleatorizados. En opinión de este autor, ni uno ni otro son superficiales y ambos enfoques enriquecen a la discusión sobre el papel actual de la industria farmacéutica.


Necesidad de una reflexión bioética

Oscar Wilde, hace decir a uno de sus personajes que cínico “es un hombre que conoce el precio de todo y el valor de nada”[9]. Podríamos parafrasear dicha expresión y decir que “paradójicamente, la bolsa de valores es el lugar en el que se conoce el precio de todo y el valor de nada”. No se trata de si los gerentes de la Gran Pharma son buenas o malas personas, las acciones de dichas empresas cotizan en bolsa y el trabajo de ellos es que el precio de éstas sea elevado. Pero si, siguiendo a Kant, las personas tienen dignidad y no tienen precio, son fines y no solamente medios, surge la pregunta: ¿no debe subordinarse la lógica del lucro a principios bioéticos que tengan como centro a las personas y a las necesidades de la sociedad?

Beauchamp y Childress fundamentan la toma de decisiones bioéticas en un sistema de cuatro principios (autonomía, beneficencia, justicia y no-maleficencia) en el que cada uno tiene prima facie la misma fuerza y en los que sólo las circunstancias pueden establecer un orden jerárquico entre ellos [10].

Diego Gracia Guillén, por su parte, establece, más allá de las circunstancias, un orden jerárquico entre ellos [11]. Para el bioeticista español, “debemos priorizar la no-maleficencia y la justicia sobre la beneficencia”. “Entre la no-maleficencia y la beneficencia”, expresa, “hay una relación jerárquica, ya que nuestro deber de no hacer daño a otros es claramente superior al de beneficiarlos. Lo mismo cabe decir de la justicia. Pero quizá es posible ir aún más allá, dado que los demás pueden obligarnos a no hacer daño o no ser injustos, pero no pueden obligarnos a ser beneficentes”. Para este autor, “un acto de beneficencia debe ser dado y recibido libremente, y por tanto se halla intrínsecamente relacionado con la autonomía”. Un acto de beneficencia lo es respecto al propio sistema de valores: lo que es bueno para uno puede no serlo para otro”. “La autonomía y la beneficencia nos permite ser moralmente diferentes”. La beneficencia y la autonomía se encuentran, por dicho motivo, a un nivel privado. La justicia como la no maleficencia, son principios de un nivel público.

“Primun non nocere”, “en principio no hacer daños”, este aforismo mal atribuido a Hipócrates [12], es la expresión más clara del principio de no maleficencia y podemos considerar, incluido en éste, el principio de precaución. “El principio de precaución aspira a orientar las medidas a tomar cuando se sospecha que determinados productos o tecnologías crean un riesgo grave para la salud pública o el medio ambiente, pero todavía no se cuenta con una prueba definitiva de tal riesgo” [13]. Este principio remonta al programa gubernamental alemán de protección del medio ambiente de 1971, extendiéndose posteriormente a la legislación de diversos países europeos sino también de seguridad alimentaria y salud pública, habiendo sido incorporado a los Tratados de Maastricht (1992) y Ámsterdam (1997) de la Unión Europea [13].

Cuando se aprueba una droga para su venta existe una situación de incertidumbre respecto a posibles efectos adversos, razón por la cual no sorprende que, luego de un tiempo, algunas de ellas sean retiradas del mercado. Por tal motivo, la transparencia de los procesos de investigación de nuevos fármacos, los resultados de dichos procesos, así como la fármaco-vigilancia y el eventual retiro, total o parcial (c), del mercado de medicamentos ya aprobados deben ser realizados bajo los principios de no maleficencia y de precaución.

La Medicina Basada en Pruebas, al limitar la exigencia de la aplicación de la prueba a los valores del paciente bajo el supuesto que ya se conoce la ecuación riesgo-beneficio, relega a un segundo plano el principio de precaución, tanto como el de justicia.

Fármacos con eficacia clínica irrelevante y de alto costo, son aprobados con una importante falta de transparencia en los registros y los resultados publicados, con un sistema de farmacovigilancia deficiente, que subestima los datos relacionados a los efectos adversos y retrasa indebidamente el retiro total o parcial de medicamentos de riesgo como tanto Healy como Goldacre mencionan en sus escritos.

¿Por qué la industria farmacéutica no se rige por principios bioéticos ampliamente aceptados? ¿Por qué las agencias reguladoras constituyen el mayor obstáculo para la gestión eficaz de los casos graves de seguridad de los fármacos? [2:135] ¿Por qué estos mismos entes supeditan sus decisiones a los intereses de la industria?

Se trata de que las agencias reguladoras no supediten su actuar solamente a Guías de Prácticas Clínicas en Investigación, que se elaboran al margen de la discusión de Principios Bioéticos como los arriba enunciados. ¿Dónde se afirma el Principio de Justicia si se aprueba para la venta un fármaco en condiciones en las que sólo podrá ser utilizado por una minoría de individuos de altos ingresos, y se sabe que la consecuencia será una mayor asimetría en la distribución mundial de los recursos destinados a la salud?. Es en ese marco que deberán discutirse las políticas de patentes. Medicamentos innovadores, sí. Medicamentos para enfermedades huérfanas, sí. Pero todo en el marco de la afirmación de los principios de no maleficencia y justicia primero y de beneficencia y autonomía después.

La lógica del lucro en ocasiones coincide con las necesidades de la sociedad pero en muchas otras colisiona con ellas. La anomia del “mercado global”, que se expresa con crudeza en las bolsas de valores, desconoce de principios bioéticos. Todo se trata de ganancias y los mismos agentes tanto pueden invertir en las acciones de una empresa farmacéutica como en una de tabaco, en una editorial científica dedicada a las ciencias de la salud como en la producción de armas [14,15].

Son los pueblos los únicos capaces de cambiar la historia. La conciencia crítica de la situación de la Gran Farma (a la que contribuyen tanto Goldacre o Healy) y una ética de compromiso responsable del conjunto de la sociedad, son condiciones necesarias para corregir el actual estado de cosas.


Notas

a. Sergio Eduardo Gonorazky, Médico. Especialista consultor en neurología, Jefe del Departamento de Investigación, Coordinador del Consejo de Revisión de Estudios de Investigación, Hospital Privado de Comunidad Mar del Plata- Bs. As. – Argentina,egonora@gmail.com
b. Farma del inglés Pharma y, específicamente Big Pharma, es una abreviación de Gran Industria Farmacéutica
c. El descubrir un efecto adverso importante cuando la droga ya está en el mercado, no debe necesariamente significar el retiro de ésta. Subgrupos de pacientes pueden verse beneficiados sin verse afectados por los efectos adversos. A este autor le tocó atender pacientes epilépticos que estaban siendo beneficiados por un medicamento, sin presentar el efecto adverso descubierto, que quedaron desprotegidos al suspenderse la administración por haberse prohibido la circulación de éste.


Referencias

Ron AM. Las diez peores prácticas de la industria farmacéutica, según Ben Goldacre. La Información. 2013; http://noticias.lainformacion.com/ciencia-y-tecnologia/ciencias-general/las-diez-peores-practicas-de-la-industria-farmaceutica-segun-ben-goldacre_DsWP1ny6X3TcsTauUmIK85/. Fecha de acceso: 29/01/2014.
Goldacre B, ed. Mala farma. Primera edición de libro electrónico. Epub: marzo 2013 ed. Barcelona (España): Espasa Libros, SLU2012. www.planetadelibros.com
David H. Not So Bad Pharma 2013. http://davidhealy.org/not-so-bad-pharma/. Fecha de acceso: 25/01/2014
Healy D. Pharmageddon. Berkeley: University of California Press; 2012.
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Sobre la violencia (Fernando Colina, en "Sobre la locura")

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Si nos leen de vez en cuando, sabrán que Fernando Colina ha sido y es uno de nuestros autores de referencia. Obras como El saber delirante o la reciente Sobre la locura, así como múltiples conferencias en que hemos oído el desarrollo de su pensamiento psiquiátrico han contribuido, en cierta medida, a configurar el nuestro. Digamos también que, por supuesto, no suscribimos dicho pensamiento de forma completa ni mucho menos acrítica: la idea, que repite habitualmente y deudora de planteamientos psicoanalíticos lacanianos, de que el psicótico carece de deseo, nos parece un prejuicio traído a la realidad desde la teoría y que, tal vez, exista sólo en la mente del clínico que así elija verlo. Por nuestra parte, tratamos todos los días con psicóticos cuyo problema no es en absoluto la falta de deseo sino las dificultades (personales, pero en gran parte también sociales) para poder luchar por su realización. O quizás lo que el pensamiento lacaniano entiende por "incapacidad para el deseo" sea, traducido, algo completamente distinto, pero en ese caso nos falta formación en lenguas extranjeras como para penetrar dicho significado.

Volviendo a Colina, también nos parece digno de admiración cómo un pensador cómo él se mantiene en constante evolución, sin afán de permanencia en los territorios teóricos ya conquistados. Una de las ultimas veces que tuvimos la suerte de escucharle fue en 2012 y nos pareció que dejaba un poco a un lado los planteamientos lacanianos más ortodoxos (para escándalo de parte de la audiencia) y se acercaba peligrosamente a Foucault. Sin duda, habrá que seguirle.

Recientemente, Colina publicó la obra Sobre la locura, de la que ya hablamos en estas páginas, y hoy queremos recoger uno de sus capítulos, que nos ha parecido especialmente lúcido (porque, por irónico que resulte,  con frecuencia el pensamiento psiquiátrico sobre la locura muestra una lamentable falta de lucidez). Se trata del capítulo titulado Sobre la violencia pero toda la obra es, creemos, imprescindible.



Sobre la violencia


Cuando tratas con la locura es difícil eludir la violencia. Entendida como brazo armado del poder, del que es consustancial, resulta inseparable de todas las prácticas de la profesión. Como violencia física o psíquica, evitable o inevitable, legítima o abusiva, controlada o impulsiva, la clínica se practica en un ambiente de ímpetu y fuerza.

Hay una hipocresía profesional subrepticia instalada en el núcleo de nuestra ocupación. La clínica está contaminada por actitudes crueles. Es su síntoma más pernicioso y, puesto que no podemos erradicarlas, conviene conocerlas lo mejor posible, identificarlas en sus múltiples manifestaciones y tratar de domesticarlas. No debemos trabajar tanto para no cometer intervenciones violentas sino para urbanizar las que inevitablemente vamos a consumar.

La violencia en algunos casos es muy manifiesta, como sucedió durante el tiempo en que primaba la idea de encerrar a los locos. Las condiciones bajo las que eran privados de libertad y amontonados en asilos y manicomios fueron inhumanas y humillantes. Sin embargo, hay otra violencia, sutil pero igualmente nociva, que es más difícil de desenmascarar. Está oculta en la concepción de las enfermedades, en las actitudes terapéuticas y en los tratamientos aplicados.

Pensemos, por ejemplo, en la noción de esquizofrenia como una enfermedad que concluye obligatoriamente en deterioro demencial. La creencia en esta evolución regresiva justifica alguna de las profecías auto cumplidas más escandalosas y dañinas de la psiquiatría. No es infrecuente encontrar en las historias de los viejos manicomios una curiosa correspondencia entre los médicos y los familiares de los enfermos que hoy escandaliza. En las cartas, el psiquiatra venía a decir lo siguiente: "Estimada señora: su hijo va a ser dado de alta próximamente. Padece esquizofrenia. Es probable que dentro de unos meses sufra un segundo brote y un nuevo internamiento. Casi seguro que éste será definitivo y le obligará a su ingreso de por vida. Lamento darle esta noticia". Lógicamente el vaticinio se cumplía. Los padres se mostraban cada vez más pasivos y pesimistas mientras que el enfermo no recibía ninguna ayuda para lograr que el pronóstico fallara en su amarga fantasía. La espera, el tiempo y unas palabras bien dirigidas convertían el presagio en algo cierto. A partir de ese momento las conciencias se tranquilizaban pues no había nada que hacer ante la poderosa naturaleza, y el prestigio del médico crecía en virtud de su agudeza diagnóstica. Todo resultaba coherente, inapelable, científico y veraz. Esta refinada forma de justificar el internamiento indefinido era difícil de superar en su eficacia, mientras que el poder del psiquiatra quedaba reforzado en su competencia técnica y en su delegada función de control social.

Hay otros ejemplos más cercanos que en apariencia son menos bárbaros pero que en el fondo resultan igual de agresivos. Observemos si no el desprecio incrédulo con que algunos profesionales valoran los riesgos que a veces asumen los pacientes, a los que condenan de antemano al fracaso. Unas veces impiden directamente sus inviables o balbucientes proyectos, otras, les basta con embarrar el camino que conduce a su consecución. Reprimen los planes de los enfermos como si cometer errores, sus errores, no fuera en muchas ocasiones el mayor éxito al que puede aspirar un psicótico, como cualquier otro hombre. En vez de encontrar algo positivo en el hecho de comenzar a trabajar aunque sea sin muchas garantías de cumplir con el empleo, de reducir la medicación por su cuenta sin excesivo acierto, de vivir independiente sin medios suficientes o cualquier otra iniciativa que orille nuestros consejos e indicaciones, cortando los proyectos del enfermo bajo la excusa de que pueden resultarle perjudiciales. La coartada de evitar un mal mayor es la más socorrida y con frecuencia la más lesiva. Bajo esta disculpa se somete a los enfermos a una disciplina rígida que anula la voluntad y suprime cualquier aliento.

Consideremos también la violencia indirecta que pueden ejercer sobre los equipos cada uno de sus miembros. A veces los componentes de un grupo son el mayor obstáculo para el tratamiento, que queda desplazado ante los intereses particulares y el entretenimiento proporcionado por las disputas internas. El desprecio al enfermo es el corolario de este regodeo egocéntrico. O, sin llegar a este extremo de rivalidad o lucha expresa, se puede apreciar también de una manera más refinada y astuta. Por ejemplo, en la media sonrisa o en la sonrisa callada que esbozan algunos terapeutas cuando ven fracasar a algún compañero. Máxime si se trata de alguien excesivamente activo e ilusionado que, por la prontitud que demuestra, pone al descubierto su posible pasividad o coloca en entredicho su pesimismo habitual. Es una triste realidad, pero las personas diligentes molestan en los equipos.

Nuestra actitud es una fuente inagotable de violencia difícil de detectar y aún más complicado de criticar o corregir. El distanciamiento indiferente o, su opuesto, el paternalismo excesivo, puede resultar para el psicótico un verdadero estrangulamiento psíquico. Toda falsa autoridad infantiliza al psicótico y lo envuelve en una atmósfera de indulgencia que daña la tolerancia y anuncia la aspiración de dirigir y transformar a nuestro antojo su modo de vida. Intentar ayudarle sin perder de vista en ningún momento el principio de libertad, y además hacerlo desprendidos suficientemente del afán de convertir a alguien o reconducir su vida a todo trance, es una tarea delicada que nos cuestiona de continuo. Amos Oz llegó a escribir que la esencia del fanatismo es tratar de cambiar a los demás. Una advertencia que sirve para recordarnos sin descanso que, poco más o menos, todos tenemos un componente fanático que en nuestras obligaciones con los psicóticos nos tienta de continuo. Una tentación que conviene conocer para evitar que, cuando menos se espera, se convierta en algo luciferino.

Cabe entender el encuentro del terapeuta con el psicótico como una confrontación en torno al gusto de convencer. De un lado, se perfila el enfermo, artífice o víctima - según lo valoremos - de una convicción sin fisuras y, del otro, vela sus armas el terapeuta sumido en un mar de dudas pero convencido de su tarea. La única diferencia no se observa tanto en el contenido de la convicción y en su grado, sino en que al enfermo le importa un bledo lo que piensen los demás sobre su delirio, mientras que el terapeuta siempre cae en la tentación de dar buenas razones y argumentar a troche y moche. Es su derecho, su obligación hasta cierto punto y sin duda su debilidad. Sin embargo, persuadir sólo conduce a la sumisión y al servilismo, a la conciencia alienada y a la sustitución de la verdad por la obediencia.

La clínica es un ejercicio de poder ante el que no podemos batirnos en retirada, pero que sólo alcanza valor terapéutico si trae aparejado un cuestionamiento explícito, una duda que mantenga la conciencia en ascuas para detectar los potenciales abusos que cometemos. Artaud dedicó unas memorables palabras a la oscura violencia que puede esconderse bajo una actitud samaritana: "Se trata de una de esas suaves pláticas de psiquiatra bonachón que parecen inofensivas, pero que dejan en el corazón algo así como la huella de una lengüita negra, la anodina lengüita negra de una salamandra venenosa". Del mismo modo que denunció oportunamente, dañado por la misma ignominia, "los hediondos conciliábulos que se producen entre familiares y médicos".

Desgraciadamente, nuestra tarea clínica no se desarrolla en un ambiente aséptico y recogido, a solas entre el loco y el alienista, sino que siempre se interfieren la familia y la sociedad. Todo cuanto acordamos con el psicótico, de modo explícito o implícito, tenemos que ponerlo luego a prueba en nuestro medio real y someterlo a la sanción o aprobación de los demás. El sistema, la cultura, la familia, las administraciones y el medio institucional condicionan la actividad de un modo decisorio. Nuestra aportación es el resultado de sumar todos esos elementos intentando no añadir más alienación a la que ya hay.

Se ha llegado a afirmar que la violencia es uno de los recursos que tiene el hombre para cerciorarse de que está vivo. De ser así, no es de extrañar que la vitalidad del terapeuta descanse, con más frecuencia de la imprescindible, en defenderse con ella y dejar que aparezca por sorpresa detrás de cualquier esquina. Surge, por ejemplo, tras el poder de nombrar, cuando categoriza o diagnostica en exceso. O, bajo una falsa neutralidad acogedora, si a la vez impone tratamientos que encierran una intimidación desproporcionada. En general, cuanto más impotente se sienta el alienista para rectificar al loco y curar la locura tanto más ideará terapéuticas infames. El epítome de todas ellas es todavía hoy el recurso a la solución del electrochoque. Esa guillotina eléctrica a la que se confía que solucione por sí sola nuestra impotencia, aquello que uno no ha sabido enfrentar o no ha podido soportar. Las indicaciones del electrochoque son el fiel reflejo de una humillación personal que no acertamos a transformar en humildad. Son el heredero de la peor psiquiatría manicomial. De entre las mil maneras que ha ideado la psiquiatría para tapar la boca de los locos, incluso cuando no se aguanta su silencio, la descarga voltaica es la más aparente y representativa para lograr su conformidad.

Recordemos, como ilustración ejemplar de esta exposición, un texto de Foderé que, salvando el contenido y el tono que marca la distancia temporal, revela una actualidad reveladora. En su Tratado del delirio de 1817, escribe: "Un bello físico, es decir, un físico noble y varonil, es quizá, en general, una de las primeras condiciones para tener éxito en nuestra profesión; es sobre todo indispensable junto a los locos para poder imponerse a ellos. Cabellos castaños o blanqueados por la edad, ojos vivos, una compostura fiera, miembros y pecho anunciando la fuerza y la salud, rasgos prominentes, una voz fuerte y expresiva: tales son las formas que en general causan un gran efecto sobre los individuos que se creen por encima de los demás".



Comentario a "Sobre la violencia" de Fernando Colina (por Mariano Almudévar)

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Hemos recibido un comentario amplio a la entrada previa dedicada al texto de Fernando Colina titulado Sobre la violencia, que por su interés hemos decidido publicar íntegramente a continuación. Su autor es el psiquiatra Mariano Almúdevar, que ya escribió un trabajo completísimo sobre el TDAH que publicamos previamente. Sin más dilación, las palabras del Dr. Almudévar:



                                    Comentario a “Sobre la violencia” de Fernando Colina.


¿Qué se quiere decir con eso de “…urbanizar las intervenciones violentas que inevitablemente vamos a cometer”? ¿Me pierdo la ironía? En cuanto a la “….falsa autoridad que infantiliza al paciente”, estoy de acuerdo con esa descripción y sugiero que hay que aprender del paciente (Casement) pero tal infantilización no tiene como único origen al psiquiatra, siendo muchas veces el paciente mismo una fuente indispensable. Y podríamos debatir varios puntos del hilo, algunos con antecedentes hasta en san Pablo o san Agustín, pero creo que hay que ser más factual y poner el foco en lo que es urgente.

Los psiquiatras están “in business” para abordar dos tipos de demandas: el sufrimiento subjetivo del paciente y el control de conductas problemáticas, demandado generalmente por terceros agentes: familiares, docentes, psicólogos, policía, monitores y educadores, etc.

En cuanto a la primera demanda creo yo que tiene demasiado protagonismo en la crítica psiquiátrica actual. El boom de los diagnósticos psiquiátricos, el uso de antidepresivos que no se sabe ni siquiera si lo son (Healy), su tolerancia y cosas por el estilo, nos deberían preocupar en cuanto al tema del engaño, un engaño por cierto con varios actores y direcciones fuera de la consulta,  pero no en cuanto al de la violencia. La gran mayoría de los pacientes pueden hoy en día informarse, y debatir con el médico y si no lo hacen es por razones que van más allá de la “autoridad falsa” del psiquiatra; para empezar son médicos de familia y pediatras los que más y más están tejiendo está maraña. El uso de psicofármacos, que son drogas legales, no es más que un aspecto regulado de un fenómeno más amplio: la intolerancia al sufrimiento ordinario, la alienación y el fracaso y la incapacidad de la comunidad para ofrecer apoyos adecuados. Esa intolerancia y esa incapacidad son explotadas por el corporatismo rentista (Stiglitz) especialmente de las farmacéuticas, que conforma la demanda y controla la oferta, con “productos” globales y masificados de alta rentabilidad: las drogas legales. La decadencia de la fe religiosa y de la confianza en la política son factores importantes en todo esto. Se podría hablar de medicina basura como de cyberbasura o telebasura.

La violencia real está principalmente en la otra demanda, en el “tratamiento” de conductas excluyentes con “prácticas restrictivas” que en el caso de la medicina tienen como principal, pero no única herramienta, los psicofármacos. En El País del 28- sept- 2014, Antoni Bulbena dice que la gran paradoja del presente boom diagnóstico es que “…hay enfermos con verdaderas enfermedades mentalesque ni siquiera están tratados…” No me diga dr Bulbena…. ¿está usted refiriéndose a lo que Allen Frances (un insigne DSM cuatrista) también llama  en el mismo número de El País, “trastornos mentales severos y persistentes” (subrayado mío). Esto es mercadotecnia disfrazada. Detrás del mea culpa de Frances, están las contradicciones de las prácticas presentes a las que en buena medida actividades como las suyas nos han llevado: epidemias de trastornos reconocidos e inventos de otros nuevos con impactos importantes sobre presupuestos, aumento significativo de registros por discapacidad, privatizaciones, fracaso estrepitoso del DSM para la psiquiatría traslational, pérdida del papel exclusivo de los psiquiatras en el proceso prescriptivo, escándalos y multas astronómicas como los de Biederman,  Omnicare, Johnson & Johnson, GSK  etc. Pero hay que mantener vivo a Wernicke,  hay que mantener la FE en enfermedades mentales graves que son anatómicamente localizables, persistentes pero tratables y es allí donde hay que dar más caña (vide el hilo anterior sobre Gøtzsche, nº 9).

El absurdo y costoso abuso de la polifarmacia, las exhortaciones,  desde los altos niveles del aparat psiquiátrico, de que se debe ser más prudente con los antipsicóticos incluso en fase aguda y las señales de que pueden ser funcionalmente dañinos a medio plazo (Harrow); los estudios sobre volumen cerebral (Andreassen), mortalidad (Joukammaa), síndromes extrapiramidales con atípicos (Scott C Woods), fracaso de las “community orders” (Burns), peores resultados en adaptación social y laboral a más de dos años (Wunderink), inferioridad al placebo en “conductas desafiantes” de discapacitados (Tyrer),  evolución de la psicosis en diferentes culturas (OMS, Sartorius), trastornos metabólicos y hormonales, comiciales y cardíacos, asfixias letales y SNMs, son sólo un insignificante manojo de prédicas que no hacen dudar a Bulbena y Frances en sus tóxicas afirmaciones, ocultas bajo una interesada crítica del boom diagnóstico. Es legítimo sospechar que de una u otra forma esos dos, están metidos en la mercadotecnia de la violencia psiquiátrica que sabemos ha usado a los más vulnerables como cuñas para abrir mercados.  La realidad es que todo tipo de medicaciones se dan en todo tipo de trastornos graves o leves, reales o imaginarios. El modelo de prescripción basado en la “enfermedad”,  criticado por Moncrieff, es más una plataforma de avance que una práctica que se pueda hoy tomar en serio; la serotonina y la depresión, la dopamina y la psicosis son hoy leyendas urbanas (Psychiatric Times) y para los que aún crean en ellas, allí tienen la co-morbidadpara echar una mano con hipos-, hipers- y dis- , de varios neuro-trasmisores, aquí y allí, al levantarse o al irse a la cama.

Pero incluso los afectados de psicosis, pueden tirar la medicación a la basura y lo hacen con mucha frecuencia (CATIE) y los niños diagnosticados de TDAH tienen padres que pueden, y deberían, defender los intereses de su salud e imagen. Los principales objetivos de la violencia psiquiátrica son aquéllos que no tienen esas posibilidades: los discapacitados intelectuales incluidos los afectados de autismo clásico, los mayores con demencia y los menores en acogida. Pocas dudas puede haber con respecto al origen orgánico de los dos primeros o a la anormalidad de entornos en caso de los últimos. Y quizá sea por eso, por la ausencia de debate “ontológico” sobre lo funcional y lo orgánico o similar, y que estos pacientes no nos abastecen a primera vista con material para nuestras dudas “existenciales” a las que tan adictos somos, por lo que han sido y son de escaso interés a la psiquiatría crítica. Con ello, esa psiquiatría también ignora a Freud, el neurólogo, y Kanner el pediatra/internista, un doble error.

Y sin embargo esos grupos de afectados son las más indefensas víctimas de una violencia muy real que incluye discapacidades añadidas, tortura, enfermedades reales y muertes. Hoy, esto, está pasando y se puede ver, constatar y verificar. El rack o potro de tortura actual, no desarticula los miembros sino los circuitos mesolímbicos y hormonales. Las consecuencias de la hiperprolactinemia en jóvenes con escasa capacidad de comunicación, o la akatisia añadida a la segregación o a la contención mecánica, ¿no son formas de tortura horribles, hoy, aquí, en esos pacientes? Peor aún, porque esto se hace sin objetivos concretos, sin conocimientos o seguimientos adecuados y sin resultados demostrables, sin posibilidad, en fin de retracción o de una ejecución rápida. Es la “chemical cosh”, la porra química del mercafascismo. El programa  de eutanasia nazi no fue tan cruel como esta “violencia urbanizada” (¿). Lejos del dictum de Pinel, que lo más difícil en psiquiatría era observar y no hacer nada, hoy sin observar y  hasta por teléfono se puede hacer mucho daño sin dejar huellas.

Hay que abrir caminos de rigor y esperanza: La vuelta al uso de diagnósticos jerárquicos y a la fenomenología clínica, los seguimientos activos, las restricciones rigurosas en el uso de de antipsicóticos y de la polifarmacia, la formación ecléctica, la búsqueda de fármacos tranquilizantes menos tóxicos y sobre todo la implementación de la Convención de 2008 (España), particularmente en el derecho al consentimiento informado para estas personas, derecho hoy groseramente ignorado, y el desarrollo de servicios humanos específicos en sus  objetivos pero no en su definición profesional y así lejos de las rivalidades y complicidades que llevan años plagando a las profesiones de salud mental, con mucha más eficiencia para los beneficios de las farmacéuticas y algunos de sus operativos, no sólo psiquiatras, que eficacia para aliviar, sin dañar o torturar, los problemas que crean las conductas de pacientes y afectados. Pero seamos realistas, la oposición es muy poderosa, sofisticada y está por todas partes, si no estamos muy alerta, bien informados y decididos, estará  en nosotros mismos.


Mariano Almudévar

Huesca 2 Octubre 2014



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